Los G8 y su sistema

Ellos SÍ son el problema, pero no son la solución

 

Revolución #009, 24 de julio de 2005, posted at revcom.us

Los dirigentes de los ocho estados más ricos del planeta terminaron su conferencia anual en Escocia a comienzos de julio con un montón de falsas promesas de acabar con la pobreza mundial. Decidieron aumentar la “ayuda” al tercer mundo $50 mil millones al año y cancelar las deudas de 14 países africanos.

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Lo primero que hay que decir es que es una infamia que los dirigentes de esos ocho países tengan el poder de tomar decisiones sobre la vida y el futuro de miles de millones de personas.

Además de ser ricos, los G8 (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Rusia, Canadá y Japón) son los imperialistas más infames, y tienen una larga historia de invasiones, imposición y robo a los demás países. Sus riquezas y su poder actuales son una consecuencia directa de esa historia, y las relaciones internacionales están estructuradas para preservarlos y aumentarlos.

Ni siquiera “un comienzo”

Las decisiones tomadas por los G8 no tocaron ni por encimita el problema de la pobreza.

ÀQué impacto tendrán $50 mil millones cuando mil millones de personas padecen hambre y una pobreza extrema (ganan menos de un dólar al día), y otros dos mil millones (uno de cada tres habitantes del planeta) sufren de anemia debido a la desnutrición?

El tercer mundo gasta $13 para pagar la deuda externa por cada dólar de “ayuda” que recibe. Encima, los imperialistas extraen enormes ganancias, imponen relaciones injustas de comercio y explotan la mano de obra.

Las causas

Inclusive si estuvieran dispuestos a hacerlo (¡y no lo están!), los imperialistas no pueden hacer nada para reducir o eliminar la pobreza y el sufrimiento por todo el mundo. George Bush, Tony Blair y Jacques Chirac representan y defienden el sistema capitalista mundial, que tiene su propia dinámica e imperativos. El proceso de los G8 no puede ni tocar las causas fundamentales de la pobreza.

Tomemos, por ejemplo, la ruina de los pequeños agricultores por todo el mundo.

Paso a paso, el mercado capitalista internacional ha estado acaparando mayores zonas agrícolas del planeta. Los pequeños agricultores tienen que producir productos de exportación para el mercado internacional, lo que los lleva a competir con zonas agrícolas más mecanizadas y productivas. Caen en la ruina y tienen que vender sus tierras a agricultores más ricos o a las industrias agropecuarias del extranjero. Centenares de millones de campesinos han tenido que desplazarse a los tugurios de las megaciudades, donde solo encuentran desempleo y miseria.

A los ojos de las potencias imperialistas, esta dinámica es una fuente de crecimiento y ganancias. Por ejemplo, como parte del TLC/NAFTA, el gobierno estadounidense se atribuyó el derecho de comprar las tierras más fértiles de México e inundar el país de maíz barato.

Hoy en China 150 millones de campesinos se han desplazado a las ciudades en busca de trabajo. Para los imperialistas, la necesidad de esos millones de trabajar por un salario de miseria es el motor que impulsa el “éxito” del desarrollo capitalista de China.

El sistema imperialista depende de empobrecer a centenares de millones de seres humanos.

Cómo funciona

Para el capitalismo lo primordial son las ganancias. Busca sin tregua maximizar las ganancias, acumular más capital y expandir los mercados. Su dinámica busca agresivamente reducir los costos, y nuevos lugares y mejores condiciones para sacar ganancias. El capital entra y sale sin responsabilidad social, o sea sin preocuparse por los pueblos y su vida.

Así que la producción se desplaza de un país a otro. por ejemplo, de Corea a China y luego de China a Vietnam. Esos países compiten ¡no para abolir la pobreza sino para ofrecer esa pobreza como fuente de explotación!

ÀCómo se puede pensar que los dirigentes de los G8 vayan a eliminar la pobreza mientras reine tal sistema? Es como pensar que un vampiro pudiera optar por subsistir sin sangre.

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Los medios anunciaron que los G8 decidieron cancelar la deuda externa de 14 países africanos. Pero.

Primero: Àno es sumamente retorcido que, tras siglos de tráfico de esclavos, colonialismo y explotación imperialista, los pueblos de esos países le deban siquiera un centavo a esos gángsteres imperialistas?

Segundo: la tan elogiada cancelación solo son $40 mil millones, en comparación con la deuda externa de $500 mil millones de los 60 países más pobres en 2002 (y una deuda externa actual de $260 mil millones nada más de Brasil).

Tercero: las deudas canceladas se consideraban irrecuperables, así que cancelarlas solo prepara el terreno para darles préstamos más rentables en el futuro. A los 14 países los obligaron a aceptar nuevas condiciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, como acabar con “los obstáculos a las inversiones de capital del país y del extranjero”.

En pocas palabras, la cancelación de la deuda reproduce las mismas condiciones que causaron la deuda y la pobreza.

Experimentos imaginarios

Imagínense por un momento una corporación transnacional controlada por partidarios de la “justicia social”. Los rivales producirían por menos y la corporación “responsable” perdería su cuota del mercado. Los “mercados financieros” la castigarían por un rendimiento desfavorable, y se hundiría u otra corporación la compraría y la reestructuraría.

O imagínense lo que pasaría si un dirigente imperialista propusiese cambiar las reglas de la economía mundial, como por ejemplo prohibir que las corporaciones se trasladen de un país a otro cuando les ponen impuestos o suben los salarios. Tales cambios llevarían al caos, las corporaciones abandonarían el país, los bancos se hundirían y al tipo lo destituirían de una manera u otra.

Los dirigentes de los G8 tienen un poder injusto sobre la vida de miles de millones de personas, pero no tienen el poder de cambiar el funcionamiento básico del capitalismo.

Un experimento más

Ahora imagínense que la pobreza mundial y las deudas desaparecieran de la noche a la mañana, pero que las leyes, estructuras, instituciones, gobiernos, ideas y desequilibrio del capitalismo todavía existieran. La gente se despertaría con una abundancia de comida, la deuda cancelada, dinero en el banco, una garantía de un buen salario. etc. (¡Por supuesto es imposible, pero solo pensemos un momento en esto!)

ÀQué pasaría?

Todos los mecanismos del capitalismo que producen el desequilibrio y la pobreza volverían a reproducirlos.

Los campesinos tendrían que competir en una situación en que las corporaciones extranjeras controlan la maquinaria, los fertilizantes y las semillas (como en Sudáfrica, donde Monsanto controla el 52% de las semillas de maíz).

Los agricultores mecanizados de los países ricos podrían rebajar los precios y pronto en el tercer mundo los hijos de los campesinos volverían a ser peones.

Las fábricas de esos países cerrarían, porque los mejores salarios no atraerían inversiones extranjeras, y solo volverían a abrir con la llegada de otro chorro de campesinos arruinados, y obligados a aceptar bajos salarios.

Con probabilidad tres corporaciones todavía controlarían el 95% del procesamiento y la exportación del cacao de la Costa de Marfil en África, y así la vida de la población de ese país. La riqueza del mundo todavía estaría concentrada en los países imperialistas, así que el desarrollo futuro todavía requeriría atraer inversiones de esos países y de un puñado de sus bancos.

En pocas palabras, incluso si se pudiera eliminar la pobreza por arte de magia, el funcionamiento de este sistema VOLVERÍA A CREARLA.

Y lo haría muy rápida y dramáticamente. En Indonesia, la crisis económica de 1997 hundió a 20 millones de personas en la pobreza. Las crisis de bancarrotas, especulación y traslados de capital de México en 1994, el sudeste asiático 1998 y Argentina en el 2000 llevaron a ciclos de deuda, austeridad y pobreza.

Falsas ilusiones y la verdad

El 8 de julio, el primer ministro inglés Tony Blair anunció: “No se ha acabado la pobreza en África, pero hemos creado la esperanza de acabarla”.

No. No es la esperanza sino una falsa ilusión, sobre todo la falsa ilusión de que los G8, que son la fuente del problema, podrían ser la solución.

Acabar con la pobreza requiere quitarnos de encima el sistema capitalista. Sin esto no se puede crear el desarrollo equilibrado, integrado y sostenible de la industria y la agricultura orientado a satisfacer las necesidades de la población. No se puede movilizar la energía y resolución de las masas para resolver los grandes problemas que encaran. Y los oprimidos no pueden cambiar la dirección de la sociedad conforme a sus intereses históricos.

Hace poco, cuando unas fuerzas políticas de Brasil propusieron rechazar la Zona de Libre Comercio de las Américas, el representante estadounidense dijo que si lo hacían podrían comerciar con Antártida.

Además, los imperialistas siempre mantienen en reserva la amenaza de la intervención militar. Otra decisión de los G8 fue ampliar y entrenar la fuerza militar para el continente africano. ÀY qué haría esa fuerza ante un auténtico movimiento para sacar de raíz la pobreza en África? Abolir la pobreza requerirá trastornos, revoluciones y lucha contra los que sacan provecho de la miseria humana.

Cuando la pobreza y el desequilibrio causan furia e impulsan a actuar, hace falta dar otro paso más. Una vez que uno ve que la pobreza y la opresión son una parte integral del sistema capitalista mundial, tiene que dar el paso de no aceptar nada menos que derrocar y abolir todas las formas de explotación y opresión.