31 de enero de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us
Nota de la redacción: Lo siguiente consta de importantes partes de un artículo escrito en respuesta a una carta que Bob Avakian recibió por conducto de RCP Publications. Además de atacar al comunismo, la carta presenta argumentos contra el punto de vista y método científico básico y afirma que el ateísmo no es más que otra religión. Este artículo aborda varios puntos de la carta, si bien se centra en la diferencia fundamental entre el punto de vista y método científico, y específicamente el punto de vista y método científico del comunismo, por una parte, y por otra, una concepción del mundo religiosa que se basa en "saltos de fe". El artículo completo se halla en Revolución #10, 31 de julio de 2005 y está en línea en revcom.us.
Hace poco recibí una carta de una persona que oyó pasajes de mi discurso “Dios no existe: Necesitamos liberación sin dioses” en el programa radial de Michael Slate en la emisora KPFK/Pacifica de Los Ángeles1. La carta está repleta de distorsiones….
Pero aquí quiero centrarme en la afirmación de que el comunismo (y el ateísmo en general) es simplemente otra forma de religión, y de que el comunismo y además el razonamiento científico implican un “salto de fe”, al igual que la religión. Esa distorsión de la carta es muy seria, es algo que divulgan por todas partes, especialmente los fundamentalistas religiosos, y siembra mucha confusión. En este artículo explico por qué eso es completamente erróneo y examino las diferencias cruciales entre la religión y los “saltos de fe”, por un lado, y por el otro la ciencia y el método científico, especialmente el comunismo, con su punto de vista y método científico sistemático y global.
La carta afirma que el comunismo (y, en general, el punto de vista y método científico) no es más que otra forma de religión:
“Espero que no se ofenda si digo que su ateísmo es una fe. Estoy seguro de que se da cuenta de que el ateísmo también es un sistema de fe. Y como ha cifrado sus esperanzas en que sea la verdad, podemos decir que es su religión. ¿Qué les parece? ¡Bob Avakian es un tipo religioso!
“Seguramente se da cuenta de lo que la mayoría de los evolucionistas no ven: que como no había nadie presente para dar constancia del Big Bang, es un salto de fe tal como la versión bíblica de la creación. Pero no hay que preocuparse; ¡basta con decir con fuerza ‘La evolución es un hecho’ y ya!”.
El aspecto central y fundamentalmente incorrecto de la carta es que distorsiona lo que es aplicar el método y enfoque científico en el proceso científico de investigar, analizar y sacar conclusiones basadas en la ciencia. Concretamente, postula —de manera fundamentalmente errónea— que el salto al conocimiento racional, en este caso a través de la aplicación del método científico, es igualito al “salto de fe” típico de la religión. Pero en realidad, son dos tipos de “salto” profunda y radicalmente distintos. Un análisis de la diferencia entre los dos pone de relieve la confusión y las burdas distorsiones y tergiversaciones de la carta, y del método de razonamiento del autor, pero de mucho mayor importancia, sirve para aclarar la diferencia fundamental entre la orientación científica, y la orientación religiosa, hacia la realidad y cambiar —o no cambiar— la realidad, incluida la sociedad humana.
Como Mao Tsetung explica en sus importantes obras filosóficas, como “Sobre la práctica”, el proceso de desarrollo (o acumulación) de conocimientos tiene dos etapas básicas: 1) el conocimiento sensorial y 2) el conocimiento racional. Para pasar al conocimiento racional, después de asimilar las sensaciones (en la primera etapa) es necesario dar un salto, y sistematizarlas: identificar las “pautas” y captar el carácter esencial y la identidad básica del fenómeno que están más allá de la superficie. Veamos algunos ejemplos de la “vida cotidiana” para ilustrar mejor este punto fundamental. Esto puede aclarar la diferencia entre adquirir conocimientos racionales a través del salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional, y el “salto de fe” religioso, que no lleva, ni puede llevar, al conocimiento racional.
Como Mao indica, la primera vez que encontramos un fenómeno, lo percibimos de manera superficial e incompleta; captamos algunos rasgos pero no “lo que por dentro lo articula” (el carácter esencial que le da identidad) y lo distingue de otros fenómenos y establece su relación con ellos. Esta es la etapa de la sensación y del conocimiento sensorial. Veamos un ejemplo: muchas personas que tienen escasos conocimientos del fútbol americano han comentado que ¡al parecer se trata de una bola de tipos muy fornidos, con un montón de equipo, cascos, etc., que corren a lo loco, chocan violentamente y se apilan en el suelo! Pero si uno tiene cierto tiempo de ver partidos en televisión y se esfuerza por entender lo que pasa, empieza a discernir las “pautas”, “reglas” y “leyes” del juego. Los aficionados del deporte lo conocen bien, su naturaleza básica y carácter esencial, todas sus “reglas” y “leyes”, y ofrecen sin mayor problema opiniones y juicios sobre las jugadas. Obviamente, cuando vieron su primer partido, ellos tampoco conocían nada de eso y les parecía una serie de actividades “inconexas” sin chiste ni lógica. En el movimiento de profundización del conocimiento se pasa de tales impresiones superficiales a una comprensión del carácter del deporte y sus “reglas” y “leyes”: uno acumula más y más conocimientos sensoriales y de repente da un salto y “arma el rompecabezas” y sistematiza, o sea, hace un análisis y sintetiza lo esencial, las “pautas” clave y “lo que por dentro lo articula” y le da su carácter de “fútbol americano”. Muchas veces lo que pasa es que uno da el salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional en gran medida de manera inconsciente, o sea, no se fija conscientemente en qué momento ocurre el salto pero, a pesar de eso, es un salto concreto y lleva a un plano superior del conocimiento: el conocimiento racional. (En el caso del fútbol americano, ¿vale la pena hacer el esfuerzo de pasar del conocimiento sensorial al conocimiento racional? Eso depende, naturalmente, del contexto cultural y social, además de las preferencias personales de cada cual, y ¡sobre eso no voy a opinar aquí!).
Pero quiero contrastar el salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional de fenómenos concretos con el “salto de fe” religioso. Imaginemos que alguien diga: “No hace falta que observe un partido de fútbol ni que me expliquen las reglas, pues ‘dios me revelará todo’”. O sea, eso es decir que se puede conocer un fenómeno (en este caso el fútbol) por medio de un “salto de fe”. Pero en realidad, este tipo de “salto” no lleva a conocimientos concretos ni puede comprobarse con los medios y métodos relacionados con el mundo concreto. No hay manera de comprobar que “dios le revelará” tales conocimientos ni puede haber ninguna prueba, salvo su propia palabra. ¡No recomendaría ir a Las Vegas o Atlantic City a apostar un dineral al fútbol con “conocimientos” supuestamente adquiridos por un “salto de fe”!
Veamos otro ejemplo. En un juicio por robo el fiscal presenta pruebas (testimonio de testigos y/o otras pruebas) a fin de demostrar que el acusado se encontraba en el lugar de los hechos o que le encontraron un arma muy parecida (o igualita) al arma que tenía el ladrón, etc. Por su parte, el abogado de la defensa busca demostrar (con testimonio, etc.) que el acusado se encontraba muy lejos del lugar de los hechos y/o que el arma que tenía no era la del robo, etc. Para dar el veredicto, el jurado tiene que dar un salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional; tiene que “desechar la cáscara para quedarse con el grano” y descubrir lo esencial de la evidencia. Naturalmente, es posible que no haga bien su trabajo, que los jurados tengan prejuicios contra el acusado o que no disciernan correctamente las “pautas” ni lleguen “al grano”. Pero eso no niega que les toca dar un salto de los hechos (el testimonio, etc.) a una conclusión, al grano: ¿el acusado cometió el robo o no?, lo cual implica, repito, dar el salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional.
Si, por ejemplo, la defensa presenta diez testigos que no tienen ninguna relación especial con el acusado y todos declaran sin duda que lo vieron lejos del lugar de los hechos en el momento del robo (y si el fiscal no “hace flaquear” a ninguno), es lógico concluir que el acusado no cometió el robo y hay que absolverlo. Aquí lo más importante es captar que para dar el veredicto, el jurado pasa por un proceso de “sacar una conclusión basada en los hechos”, lo cual implica y requiere dar el salto del conocimiento sensorial (oír testimonio) al conocimiento racional (sacar la conclusión de que el acusado no puede haber cometido el robo). Como es la única conclusión lógica, quizá no sea claro que fue necesario dar un salto para sacarla; es decir, que además de oír los hechos, el proceso requiere “armar el rompecabezas”, ir al grano y captar la esencia de esos hechos. Es importante subrayar que se trata de una conclusión lógica, producto de un proceso de razonamiento lógico que permite dar el salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional.
Nuevamente, quiero contrastar eso con un “salto de fe”. Si un jurado dijera: “Sé que el tipo es culpable porque ‘el Señor me lo dijo’”, sería lo contrario de un proceso lógico y razonado. Sería un “salto de fe”, en oposición al salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional. Tal “salto de fe” va contra los hechos y contra el proceso lógico necesario para dar un salto radicalmente diferente: el salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional. ¿A poco sería deseable que los jurados decidieran la suerte de los acusados por medio de un “salto de fe”?
Un ejemplo más de la “vida cotidiana”: si un niño observa el tráfico y la circulación de carros, y una persona mayor le explica el sistema, en poco tiempo se da cuenta de que si se mete a la calle sin más, terminará lastimado o muerto. En este caso, el niño primero observa el movimiento de vehículos aparentemente arbitrario y sin “pautas” definidas, y luego capta las “pautas” y el carácter esencial del movimiento, y cuándo es prudente cruzar la calle o no. Una vez más, vemos el salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional que vimos en los ejemplos anteriores. Pero si la persona mayor le dijera al niño: “No tengas miedo de cruzar la calle porque ‘dios te protege’”, no se trataría de un salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional sino de un “salto de fe” que rechaza la razón y la lógica, y seguramente tendría consecuencias trágicas.
Si la diferencia crucial entre estos dos tipos radicalmente diferentes de saltos —el salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional y el “salto de fe”— se aplica, y es de vital importancia, en la “vida cotidiana”, lo es de manera mucho más concentrada en el caso de los conocimientos científicos, que se adquieren y se comprueban a través de la aplicación sistemática del método científico y no por medio de “saltos de fe”.
El método científico abarca investigar la realidad a través de observaciones, experimentación y otros medios; acumular datos; sistematizarlos; y elaborar teorías que sintetizan las pautas (lo que tienen en común los datos) y explican el carácter esencial de los fenómenos. Después la teoría se pone a prueba: se hace otra ronda de observaciones y experimentación partiendo de la teoría a fin de profundizarla y determinar si los resultados concuerdan con lo que la teoría predice. Si los resultados contradicen la teoría (por ejemplo, si los experimentos o las observaciones dan resultados que la teoría predice que no pueden ocurrir), hay que concluir que es errónea o cuando menos tiene fallas (en ciertos sentidos, es errónea). En cambio, si se pone a prueba repetidamente desde múltiples ángulos por largo tiempo, y los resultados siguen concordando con lo que la teoría predice y ningún resultado u observación produce datos que la contradigan o que la teoría no pueda explicar, se puede concluir que es correcta. Pero para que la comunidad científica acepte una teoría, además de comprobarse repetidamente, tiene que pasar por repetidas pruebas y el examen riguroso de otros científicos, especialmente los expertos del campo en cuestión. Si “pasa”, o sea, si ningún científico demuestra que tiene fallas o es errónea y ningún resultado contradice la teoría y sus pronósticos sobre la realidad, la comunidad científica la acepta como explicación válida y acertada de la realidad (o del aspecto de la realidad que abarca).
Es cierto que en el proceso de elaborar teorías científicas, inicialmente los científicos hacen “conjeturas” e “hipótesis preliminares”; es decir, muchas veces hacen una especie de “suposición” (con cierto fundamento) sobre un aspecto de la realidad, aunque todavía no tienen prueba definitiva. Pero tales hipótesis también se basan en evidencia previamente acumulada y corroborada sobre cómo es la realidad, en contraposición a un “salto de fe” y a las declaraciones religiosas que se aceptan ciegamente sin prueba concreta ni posibilidad de obtenerla. Además, los científicos ponen a prueba sistemáticamente tales hipótesis en el mundo real; sólo con ese método se generan nuevos datos científicos que, a su vez, sirvan al desarrollo de las teorías científicas de aceptación general.
Naturalmente, los científicos cometen errores, tanto científicos individuales como a veces hasta la comunidad científica en general y los “expertos” y “autoridades” de una rama u otra. Al fin y al cabo, son seres humanos con limitaciones; son parte de una sociedad y en varios sentidos las ideas predominantes de esa sociedad influyen en ellos. Pero en el proceso de acumular conocimientos (a través de experimentación y observación en relación directa con ciertas teorías y además en la ciencia y el mundo en general), toda teoría se pone a prueba y se somete al escrutinio de otros científicos. A veces nuevos conocimientos contradicen aspectos de una teoría o, en algunos casos, la teoría en su totalidad. En tal caso es necesario modificarla o hasta descartarla por completo. Pero el punto clave es que el método científico nos da los medios para seguir investigando la realidad y conocerla más a fondo, y así corregir los errores que se hayan cometido.
La profundización del conocimiento de la realidad, al dar el salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional, a su vez, sienta la base para acumular mayores conocimientos sensoriales, analizarlos, sistematizarlos y dar más saltos del conocimiento sensorial al conocimiento racional, una y otra y una y otra vez. Los individuos, la sociedad y la humanidad en general, no acumulan conocimientos “de un solo golpe” sino por medio de un proceso constante. Así es en la “vida cotidiana” y de forma especial en la aplicación consciente y sistemática del método científico. Esto nos lleva a otro punto que Mao recalcó: además del salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional, hay que dar otro salto del conocimiento racional a la práctica, lo cual permite transformar la realidad material y acumular conocimientos sensoriales, que sientan la base para otro salto al conocimiento racional, y así sucesivamente.
En oposición a lo anterior, la concepción del mundo religiosa —que se basa en la fe y “saltos de fe”, en vez de investigar y analizar el mundo real, y en lugar de dar el salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional— no puede llevar a una comprensión acertada de la realidad y, de formas fundamentales, tendrá que alejarse de tal comprensión. Desde luego, no todos los creyentes se basan palabra por palabra en la Biblia (o escrituras de otras religiones); no todos dicen que hay que aceptarla al pie de la letra como la palabra de un presunto ser sobrenatural todopoderoso y omnisciente, es decir, como la “verdad absoluta”. De hecho, muchos creyentes aceptan muchas de las conclusiones científicas y no pocos intentan conciliar sus creencias en un ser sobrenatural con el método científico y su aplicación a la existencia material. Pero la religión afirma que hay otra esfera aparte de la existencia material, cuando en realidad no la hay; jamás se ha presentado (y no se podrá presentar) evidencia de tal esfera ni se puede comprobar su existencia a través de la investigación científica. De hecho, incluso los que quieren conciliar sus creencias religiosas con el método científico y su aplicación, no pueden hacerlo sistemáticamente porque tales creencias inevitablemente entrarán en conflicto en ciertos momentos y de ciertas formas con las conclusiones que se derivan de la aplicación del método científico.
Volvamos a un punto central de la carta, que está en los párrafos que cité. Tomemos lo que he planteado (el contraste entre el método científico y una concepción del mundo religiosa y, en particular, el contraste entre el salto del conocimiento sensorial al conocimiento racional, y los “saltos de fe”) y apliquémoslo a dos ejemplos que da la carta: la evolución y el Big Bang. Los dos tienen en común que son teorías científicas que explican aspectos fundamentales del desarrollo del universo conocido (el universo que conocemos los seres humanos), la tierra, los seres vivos y el ser humano. (En líneas muy generales, la teoría del Big Bang dice que el universo, como lo conocemos hoy, incluido nuestro planeta, se originó con una explosión catastrófica [repentina y violenta] de materia hace miles de millones de años). La teoría del Big Bang cuenta con considerable evidencia científica, pero la teoría de la evolución está mucho más establecida y la han confirmado más de 150 años de experimentación y análisis desde que Charles Darwin la sistematizó en el siglo 19. Por ejemplo, la teoría de la evolución explica que el ser humano ha evolucionado de una larga cadena de seres vivos a lo largo de miles de millones de años. Ofrece clara evidencia de que el ser humano y los grandes simios son parientes biológicos cercanos, de que descienden de una especie común y de que sus caminos evolutivos se separaron hace apenas unos pocos millones de años. El periódico de nuestro partido publicó una muy importante serie de Ardea Skybreak sobre la evolución, La ciencia de la evolución (y según entiendo la editorial Insight Press publicará el libro pronto2), con una profunda explicación de la teoría de la evolución: explica que se ha comprobado una y otra vez que es correcta, desde muchos ángulos y con la aplicación del método científico en distintos campos; documenta que las actuales investigaciones y síntesis científicas de muchos campos de la ciencia (la genética, el registro fósil y muchos otros “campos de investigación científica”) siguen validando y dando más evidencia de la evolución; que jamás ha habido un solo descubrimiento científico o hecho comprobado que ponga en duda o refute la evolución; y que, en resumen, la evolución es una de las teorías más comprobadas y fundamentales de toda la ciencia, y uno de los componentes más fundamentales del conocimiento de la realidad. La ciencia de la evolución también analiza y refuta minuciosamente los esfuerzos de los fundamentalistas religiosos y otros de cuestionar y poner en tela de juicio las verdades fundamentales de la evolución con distorsiones de la realidad, como el “creacionismo” bíblico u otras distorsiones “más sofisticadas”, como el “Diseño Inteligente”, que es otra variante del “creacionismo”.
Con esto en mente, volvamos a lo que dice la carta: que la evolución, al igual que el Big Bang, es “un salto de fe tal como la versión bíblica de la creación”. A estas alturas, debe estar claro que eso es completamente falso. La aplicación del método científico ha comprobado (y sigue comprobando) que la evolución es verdad; como hemos visto, el método científico requiere dar saltos del conocimiento sensorial al conocimiento racional, pero no tiene nada que ver con “saltos de fe”. Los “saltos de fe” son ajenos al método científico, una violación de él y están en conflicto con él; si se pudiera demostrar —a diferencia de un salto lógico del conocimiento sensorial al conocimiento racional— que una teoría científica se basa en “saltos de fe” (que por definición no se pueden comprobar ni corroborar con métodos científicos), inmediatamente se consideraría inválida según los criterios de la ciencia y del método científico. En el método científico y en la teoría de la evolución no hay “saltos de fe”; sus conclusiones y el método para llegar a ellas (y seguirlas corroborando y validando) se contraponen diametralmente a los “saltos de fe” y a la noción de que se puede llegar a conocer la verdad acerca de la realidad basándose en “saltos de fe” y “la fe”. Por lo tanto, cuando declaro sin vacilar (y no solo yo, sino la abrumadora mayoría de los científicos del campo de la biología y de la comunidad científica en general, lo cual es más importante para esta discusión), que “¡la evolución es un hecho!”, puede que la persona que escribió la carta se moleste y sienta que contraría sus principios religiosos, pero a pesar de eso, la evolución es, efectivamente, un hecho.
A estas alturas, también, debe estar claro por qué es fundamentalmente incorrecto el comentario de la carta de que “como no había nadie presente para dar constancia del Big Bang, es un salto de fe tal como la versión bíblica de la creación”. Aunque (según mis conocimientos) el Big Bang, como teoría científica, no está tan corroborado y comprobado como la teoría de la evolución, y aunque definitivamente falta mucho por conocer de los orígenes y el desarrollo del universo (o quizá de otros universos), y los físicos y demás científicos son los primeros en decir esto, la teoría del Big Bang definitivamente no es un “salto de fe religiosa” igual que el mito bíblico de la creación. Para empezar, muchos detalles específicos y la presentación general del relato de la creación que se encuentra en el Génesis de plano son incorrectos: los contradicen claramente muchos hechos establecidos con ciencia. Por ejemplo, se puede demostrar científicamente que la tierra tiene miles de millones de años y no unos pocos miles de años; que la tierra gira alrededor del sol; y que existieron muchas especies vegetales y animales mucho antes que los seres humanos. En contraposición al mito bíblico de la creación, si bien (repito, según tengo entendido) la teoría del Big Bang no está tan firmemente corroborada por métodos científicos como la teoría de la evolución, los conocimientos y conclusiones obtenidos por el método científico no contradicen, al menos en la actualidad, los planteamientos generales de la teoría del Big Bang — pero, repito, sí contradicen el mito bíblico de la creación.
Por supuesto que en el momento del Big Bang no había seres humanos. Pero eso no invalida la teoría del Big Bang ni la reduce a “un artículo de fe”, como el mito bíblico de la creación. Los seres humanos conocen muchas cosas de la realidad sin tener que experimentarlas directamente. La teoría del Big Bang se ha formulado y desarrollado por un proceso (en curso) de partir de cosas claramente establecidas y demostradas, desde muchos ángulos, y “armarlas” para sacar una conclusión sobre la realidad general de que forman parte. Mejor dicho, implica un salto: un salto de la evidencia a una conclusión sobre lo que esa evidencia demuestra que es cierto, pero no es “salto de fe” ni nada por el estilo.
En resumen, para formular la teoría del Big Bang los científicos en los campos de la astronomía, la física y otros han partido de lo que ya saben del universo (lo que se ha establecido, comprobado y corroborado científicamente), y han elaborado otras inferencias y sacado conclusiones sobre el universo y sus orígenes. En cada etapa del desarrollo de esta teoría científica (como en todas las teorías científicas), ha habido que poner a prueba en la realidad esas inferencias y conclusiones antes de pasar al nivel de una teoría corroborada de aceptación general. La teoría del Big Bang se sigue desarrollando, pero no es pura especulación: las preguntas que plantea y explora, la investigación que estimula y los conocimientos concretos que ha descubierto a la fecha se basan en evidencia científica acumulada previamente sobre la realidad. Esto representa una profunda diferencia entre el método científico y la “fe religiosa”, pues esta última, por definición, no saca conclusiones ni hace afirmaciones basadas en investigación y síntesis científica de la realidad y, por definición, no se puede poner a prueba con métodos científicos. A diferencia del relato bíblico de la creación del universo, la teoría del Big Bang sigue siendo tema de más “indagación” y análisis científicos. Aunque en el momento en que hoy se calcula que ocurrió el Big Bang (hace unos 15 mil millones de años) no había seres humanos, el avance de la tecnología (por ejemplo, poderosos telescopios e instrumentos lanzados al espacio) ha permitido a los científicos conocer mucho más de lo que sucedió poco después del momento en que se calcula que ocurrió el Big Bang en un punto muy lejano a donde está la tierra ahora. (En este contexto, “poco después” quiere decir más o menos mil millones de años, que no es mucho tiempo en la escala del universo y su desarrollo. Los científicos pueden “ver el pasado” del desarrollo del universo debido a la relación entre el tiempo y el espacio. Los seres humanos observamos cosas, directamente o con telescopios, “transmitidas” por el medio de la luz; debido a la velocidad de la luz, lo que ocurrió hace mucho tiempo a mucha distancia tarda mucho tiempo en llegar a nosotros, aunque la velocidad de la luz es enorme comparada con otros movimientos que vemos. Por ejemplo, en una tormenta vemos el rayo antes de oír el trueno, aunque los dos fenómenos ocurren al mismo tiempo, porque la velocidad de la luz es mucho mayor que la velocidad del sonido).
Lo que han descubierto los científicos “viendo el pasado”, acercándose al momento en que se calcula que ocurrió el Big Bang, ha tendido a corroborar (confirmar y comprobar) la teoría del Big Bang y, simultáneamente, ha planteado nuevas preguntas. El punto crucial, volviendo a lo que dice la carta y de mayor importancia, respecto a las cuestiones fundamentales de qué es la verdad y cómo llegamos a conocerla y ponerla a prueba, es que los mayores conocimientos sobre el origen del universo no tienen nada que ver con la aplicación de principios religiosos ni con “saltos de fe”. Repitiendo, esos conocimientos (elaborados con métodos científicos y con saltos lógicos del conocimiento sensorial al conocimiento racional, que concuerdan con el método científico y son parte del mismo) contradicen y refutan el mito bíblico de la creación, y comprueban que es justamente eso: un mito que inventaron hace unos miles de años seres humanos que no sabían concretamente cómo se formaron el universo (tal como lo conocemos), la tierra y los seres vivos (contando los seres humanos).
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Conocer la realidad concreta —y profundizar continuamente tal conocimiento— es de una importancia vital para la humanidad y su futuro. Tiene una importancia vital no solo para los científicos y académicos sino para los muy oprimidos y explotados del planeta, que deben y pueden ser la columna vertebral y fuerza motriz de una revolución para deshacerse y acabar con todas las formas de explotación y opresión en todo el globo — deben y pueden ser los emancipadores de sí mismos y, en última instancia, de toda la humanidad. Abordar la realidad tal como es —con su constante cambio y desarrollo— y entender las fuerzas motrices subyacentes, es crucial para desempeñar un papel dirigente y decisivo en la gestación de esa revolución y en la creación de una era completamente nueva de la historia humana, que romperá y eliminará para siempre las cadenas materiales —los grilletes económicos, sociales y políticos de explotación y opresión— que esclavizan a la humanidad hoy, así como las cadenas mentales, los modos de pensar y la cultura que corresponden a esas cadenas materiales y las refuerzan. En el Manifiesto Comunista, Carlos Marx y Federico Engels, los fundadores del movimiento comunista hace más de 150 años, declararon que la revolución comunista y sus principios, métodos y metas emancipadores representan una “ruptura radical” con las relaciones de propiedad tradicionales que esclavizan a la gente de una forma u otra, y además una ruptura radical con todas las ideas tradicionales que se desprenden de esas relaciones de propiedad y las refuerzan.
La lucha en el campo de la epistemología —la teoría del conocimiento y de la forma de adquirirlo, la teoría de qué es la verdad y de cómo conocerla— es una esfera crucial de la batalla general por la emancipación de la mayoría oprimida y explotada del planeta, y en última instancia de toda la humanidad. Para esa lucha emancipadora es de importancia vital captar las características centrales y la importancia del método científico — y en especial del enfoque científico más coherente, sistemático y global de la realidad —la concepción del mundo y el método comunistas—, que puede abarcar sin reemplazar ni sofocar los muchos campos de conocimiento y actividad de los seres humanos, y puede manifestar el proceso más nutrido de aprender sobre la realidad y transformarla en pos de los intereses de toda la humanidad. Un componente crucial de la lucha para realizar las dos rupturas radicales, características de la revolución comunista, que representan el salto de la historia humana a una época liberadora completamente nueva, es entender la profunda diferencia entre el esfuerzo de imponerle a la realidad nociones basadas en “la fe”, en contraposición al esfuerzo de conocer científicamente la realidad (inclusive la religión, sus orígenes y efectos); es entender la diferencia radical entre “saltos de fe” y en contraposición, la acumulación constante de conocimientos por medio de constantes saltos del conocimiento sensorial al conocimiento racional.
Notas
1. Se puede conseguir el audio del discurso “God Does Not Exist—We Need Liberation Without Gods” (Dios no existe — Necesitamos liberación sin dioses), en inglés, en línea en bobavakian.net.
2. Esta serie se publicó en forma de libro: Ardea Skybreak, The Science of Evolution and the Myth of Creationism—Knowing What’s Real and Why It Matters, Insight Press, 2006.