From Ike to Mao and Beyond, Bob Avakian

Replanteamiento de lo “impensable”: Un punto de vista renovado del comunismo

Revolución #015, 25 de septiembre de 2005, posted at revcom.us

Esta reseña de la autobiografía de Bob Avakian es del número de julio-agosto de The Free Press, publicación que sale en Ohio central. Se pueden comunicar con el reseñador Tom Harker en la página web de la misma publicación, freepress.org

Replanteamiento de lo “impensable”: Un punto de vista renovado del comunismo

From Ike to Mao and Beyond
Bob Avakian
449 páginas
2005

De Tom Harker

20 de julio de 2005

¿Cómo un chavo de California, de los años 50, que en la escuela primaria era “guardia de tráfico” y adoraba el programa “Froggy the Gremlin” de Smilin’ Ed, un mariscal de campo del equipo de fútbol americano (“un joven de baja estatura rebosante de confianza”), un gran aficionado del baloncesto y la música, hijo de un destacado juez, que a los nueve años era partidario de Eisenhower, llega a ser partidario de Mao Tsetung y presidente del Partido Comunista Revolucionario?

Bob Avakian lo explica en su autobiografía From Ike to Mao and Beyond.

La mayoría no sabemos mucho del comunismo. De niños nos enseñaban a temerlo y a menospreciarlo. Al igual que Avakian, la mayoría practicábamos meternos debajo de un pupitre por si los “ateos comunistas” lanzaban un ataque nuclear. Al igual que Avakian, muchos vivimos los años del macartismo, que veía comunistas escondidos en todos lados complotando la destrucción de América.

Los más jóvenes se perdieron eso, pero tal vez vivieron los años de la “teoría del dominó” en la guerra de Vietnam (“si no paramos a los comunistas ahora, nos van a invadir por México”). Otros, más jóvenes, quizás recuerdan a Ronald Reagan ordenándole al “imperio del mal” que derrumbara el muro de Berlín.

Sea cual sea el caso, la mayoría de los estadounidenses seguramente jamás han escuchado palabras positivas sobre el comunismo. En cierto sentido, el libro de Avakian es una réplica refrescante al punto de vista abrumadoramente unilateral que la mayoría hemos dado por sentado.

Lejos de ser inexplicable, al leer la cronología del autor, el paso de Eisenhower a Mao y más allá parece ser el curso más natural, racional y heroico que pudo haber tomado.

De joven, ante el descarado racismo de la época y la hipocresía de políticos (como Kennedy), Avakian decidió tomar partido con el pueblo y con la razón. En Berkeley, la suerte lo llevó a conocer a Eldridge Cleaver, Bobby Seale y Huey Newton (los gruesos del Partido Pantera Negra que recién nacía). Avakian dice que sus amigos “se consideraban los herederos de Malcolm X... Tenían una posición revolucionaria, denunciaban al sistema en su totalidad —eso es lo que aprendieron de Malcolm X— pero también exhortaban a la revolución”.

Aparentemente, el punto de vista de los Panteras era más radical que el del Partido Comunista, que para el autor era menos radical que Malcolm X, dedicado a trabajar de una manera “aceptable” con el sistema, a influenciar y atraer a “la mayoría”, “al mínimo común denominador”.

En ese entonces no era comunista pero estaba buscando algo que tuviera sentido, algo que ofreciera la oportunidad de abordar los abrumadores problemas de ese entonces, lo cual no es nada fácil.

Los seres humanos solemos indagar en la juventud, pero luego arbitrariamente dejamos de hacerlo y nos aferramos a algo, a cualquier cosa, al “salvavidas” más cercano, que ofrezca esperanza y un descanso de tener que pensar, imaginar y dudar. A partir de ese momento, no es necesario ir más allá de la propaganda común que compartimos todos los que nos aferramos a nuestra propia quimera. Como loritos amaestrados, comemos, dormimos y nos alegramos dentro de nuestra jaula de certeza segura.

Por eso es que la trayectoria de Avakian es “heroica”. Un aspecto fundamental del “comunismo” que él describe es un método inquebrantablemente racional y científico para describir el mundo (aquí no cuenta la fe). Como tal, moldear la realidad que detectan sus sentidos a la “realidad” que exige el momento, o la prensa, la cultura dominante, el agotamiento intelectual o incluso el ejemplo icónico de Mao, no era aceptable, a pesar de las consecuencias. Esa insistencia obstinada de encarar los hechos tal como son lo llevaron, inevitablemente, a la dirección del PCR.

En 1967, cuando todavía no era comunista, Avakian estaba de visita en el apartamento de Eldridge Cleaver y vio un enorme afiche de Mao. Cleaver le explicó: “Tenemos ese afiche de Mao porque él es el más chingón de todo el planeta Tierra”. Ese fue un principio.

A lo largo del libro, Avakian reitera un tema constante: el marxismo-leninismo-maoísmo que él propaga se basa en la ciencia y la verdad. Hoy, quizás más que nunca, en casi toda esfera lo que se promueve en vez de la verdad es lo que le sirve a uno mismo, y al método científico lo remplaza la “fe”: la fe en nuestros líderes, en la nación y en la autoridad religiosa. Así fue en la juventud de Avakian y él merece aplausos por cuestionarlo, por indagar racionalmente los hechos escuetos.

Aparentemente, ni la “fe” ciega, el patriotismo, el nacionalismo, la necesidad personal, la presión de sus compañeros ni nada pudieron desviarlo del camino de evaluar honestamente el mundo. Y, algo importante para quienes solo han oído cosas negativas sobre el comunismo, Avakian ha planteado críticas a lo que lo merece: no solo contra la brutalidad y lujuria imperialista de la clase dominante, sino también contra los defectos de los izquierdistas y grupos comunistas que para él perdieron de vista la meta o que en el trayecto cometieron errores de juicio.

Fiel a la idea de que el marxismo es un empeño científico, abierto a profundizar la ciencia para evitar los errores del pasado, Avakian reconoce los errores de los previos intentos de construir un mundo sin “la gente que gobierna el mundo con tanta crueldad y que explota y oprime de la forma más despiadada y criminal”, el mundo “dominado por este sistema que tuerce y tergiversa las relaciones entre la gente y que la convierte en instrumentos para acumular riqueza para un puñado o que simplemente la abandona en un basurero como material inservible”.

Además de relatar una vida en tiempos muy interesantes e importantes; de relatar sus experiencias con personajes históricos y acontecimientos importantes; de compartir su historia personal, en From Ike to Mao and Beyond Bob Avakian ofrece un vistazo nuevo y refrescante de un sistema que, para unos, estaba encomendado “al basurero de la historia”.

Hoy que somos testigos de lo que para muchos es la demolición de todo lo que durante los años Estados Unidos pretendía que era y que representaba; hoy que vemos la demonización de los gays, la supresión de la mujer, ataques a las minorías, la “cristianización” de lo que ha sido una sociedad laica, tolerante, diversa, abierta y progresista; hoy que somos testigos de la constante degradación de la gente trabajadora, de los pobres, los ancianos y los discapacitados... tal vez estemos listos a albergar dudas sobre el cuadro totalmente negativo del “comunismo” que ha pintado gente como la que hoy está destruyendo las cosas en que muchos creemos.

La nueva concepción del “comunismo” de Bob Avakian es algo que merece consideración.