Construyen el futuro

Nepal: Informe de la primera brigada internacional de construcción de carreteras en una zona liberada

Revolución #33, 5 de febrero de 2006, posted at revcom.us

Docenas de miles de nepaleses de Rolpa están construyendo una carretera de 92 kilómetros, que han bautizado Sahid Marg (Carretera de los Mártires). La guerra popular dirigida por el Partido Comunista de Nepal (Maoísta) se centra en esa zona liberada y, hace poco, un grupo de voluntarios internacionales fue a ayudar en la construcción. A continuación publicamos pasajes del "Informe provisional a la República Autónoma Magarat de Nepal de la primera brigada internacional de construcción de carreteras" (distribuido por el Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar). La próxima semana publicaremos la segunda parte del informe.

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En noviembre de 2005, la primera brigada internacional de construcción de carreteras (siete voluntarios de Australia, Gran Bretaña, Canadá, Colombia, Alemania y Noruega) viajó al distrito liberado de Rolpa en el occidente de Nepal. Viajamos miles de kilómetros para trabajar en la construcción de una carretera: un proyecto del nuevo poder revolucionario para forjar una economía independiente y libre de las cadenas del imperialismo.

Los miembros de la brigada teníamos pleno conocimiento de que el gobierno del rey Gyanendra, que el año pasado disolvió el parlamento y centralizó el poder en manos de la monarquía feudal, está librando una guerra de contrainsurgencia y que teníamos que pasar por muchos controles militares para llegar a la zona liberada. El gobierno se ha "distinguido" por su enorme cantidad de desaparecidos, ejecuciones extraoficiales y actos de represión. Por otro lado, sabíamos algo sobre la firme determinación de los nepaleses a forjar un nuevo futuro, y estábamos entusiasmados por ver sus logros y trabajar con ellos en este proyecto crucial para el desarrollo de la región autónoma.

Emprendimos el viaje con una mezcla de nerviosismo y emoción…

Ninguna parte de Nepal está muy lejos de los montes Himalaya, pero pocos turistas pasan por la ruta que tomamos. Toda persona que va a la zona liberada tiene que pasar por muchos puntos móviles de control militar, donde puede pasar cualquier cosa. Soldados jóvenes armados con metralletas paran los camiones, hacen bajar a los pasajeros e inspeccionan el equipaje. Si identifican a un maoísta, o "presunto maoísta", se lo llevan… a la cárcel o simplemente lo hacen marchar a un lado y lo ejecutan. Los que hacen guardia cerca de las entradas a las zonas liberadas son tropas selectas, endurecidas, con las mejores armas. Mirándolos, es evidente que son tropas de primera: más altaneros, más grandes y mejor alimentados. Son los más responsables por los horrores que denuncian los grupos de derechos humanos de todo el mundo.

A pesar de la atmósfera bélica, existe también una normalidad casi surrealista de movimiento de gente de las zonas bajo el control del nuevo gobierno [revolucionario] y las de la agonizante monarquía. Hay comercio más o menos rutinario entre un lado y el otro; los campesinos de las aldeas altas bajan al rico valle Dang y venden ghee [mantequilla clarificada], miel, carne de chivo y plantas medicinales, y regresan con sal, pilas, aceite y otras mercancías que no producen. Después de pasar el último control militar, por un rato siguen por la nueva carretera en que vamos a trabajar.

Sentimos alivio y mucha emoción cuando vimos la verja de madera por la que se entra a la carretera al llegar al primer pueblo de la zona liberada, Tilla Bazaar. La bandera roja a un lado y la bandera de la República Autónoma Magarat al otro nos dijeron: ¡han llegado! Pero luego la euforia disminuyó un poco; es una aldea pobre, casi nadie habla inglés y al principio fue difícil comunicarse. Los aldeanos han aprendido a ser cautos ante la llegada de extranjeros, pues a menudo son periodistas occidentales que quieren pintar la lucha popular en términos negativos.

Cuando se dieron cuenta de que éramos otra clase de extranjeros --jóvenes que íbamos a trabajar junto a los campesinos, compartiendo lo bueno y lo malo-- fue como si se hubiera abierto una fuente de alegría, como dijo un voluntario después. Gente completamente desconocida se nos acercaba con sonrisas de oreja a oreja y nos abrazaba. Se organizó una recepción instantánea. Colocaron seis o siete mantas en inglés y apareció un joven traductor enérgico y entusiasmado que nos ayudó mucho durante nuestra estancia. Se juntaron 150 personas que querían oírnos y aplaudir nuestra llegada; les hablamos sobre lo que nos motivó a viajar desde tan lejos. Al final de nuestro primer día, sabíamos que íbamos a experimentar algo muy diferente.

La zona que visitamos es parte de la República Autónoma Magarat, fundada en el 2003, cuando el Ejército Popular de Liberación (EPL), dirigido por el Partido Comunista de Nepal (Maoísta), expulsó al Ejército Real Nepalés. Los magares son una de varias nacionalidades oprimidas del país y la fundación de esta nueva república regional en una de las bases de apoyo revolucionarias más avanzadas fue, para gente de todo el país el fin de una injusticia milenaria. Vimos muchas expresiones del orgullo que sienten los magares por ese logro.

Nos despertamos con el sol, porque las actividades empiezan temprano en las zonas liberadas. Cada mañana los miembros del EPL se levantan a las cuatro, lo que impresionó a los miembros más jóvenes de la brigada. Los miembros del EPL, casi la mitad mujeres, patrullaban el perímetro de unos 2 kilómetros, hacían ejercicios y luego desayunaban con "chai", el té nepalés. A veces hacían teatro en la noche.

Elaboramos un horario de trabajo con los organizadores de la carretera, especificando los tramos en que íbamos a trabajar, cuándo y con qué grupos: familias de caídos en la guerra revolucionaria, campesinos, miembros del EPL, etc. Se reservó tiempo para discusiones con los diferentes grupos. Nos explicaron que ahora la construcción era lenta porque era tiempo de cosecha. Era crucial terminar la cosecha para el sustento de los aldeanos durante el invierno y eso se tomó en cuenta al movilizar voluntarios para la carretera. Por eso el gobierno revolucionario pidió solo un voluntario de cada familia.

Nos alegró que a pesar del ritmo de trabajo más lento, podíamos participar. Sin embargo, el trabajo no era lo que esperábamos. Primero, a veces teníamos que caminar por más de una hora, subiendo y bajando montes empinados, para llegar a la sección de la carretera en que íbamos a trabajar. Llegábamos con los músculos cansados antes de levantar un pico o pala. Segundo, los métodos eran completamente nuevos para nosotros. Cuando llegamos a la carretera, unas cien personas ya estaban trabajando. Vimos grupos de jóvenes pegados a la ladera, con largas palancas de acero, quitando grandes rocas para despejar el camino. Al principio teníamos nuestras dudas sobre eso: las rocas parecían demasiado grandes para los jóvenes. Pero ellos tenían mucha experiencia y pronto se oyeron gritos de alegría cuando una roca gigantesca se vino abajo.

Usaban métodos similares con los grandes árboles: grandes equipos de aldeanos se juntaban para sacarlos. Cuando al final el árbol caía y podían arrojarlo por el precipicio, soltaban más gritos de alegría.

Ciertos métodos eran difíciles. Por ejemplo, dos personas, en vez de una, trabajaban con una pala. Amarraban una cuerda justo arriba de la parte metálica de la pala, y cuando una persona la metía en la tierra, otra persona jalaba la cuerda para sacar más tierra. Era muy difícil ajustar el ritmo; si la persona de la cuerda jalaba antes de la cuenta, la tierra volaba en la cara de su compañero (causando risas), y si no jalaba a tiempo, la pala se quedaba atascada en la tierra. Al final del viaje, nos pidieron que mostráramos las manos y unos miembros del equipo se avergonzaron, pensando que no tenían suficientes callos y ampollas, pero los nepaleses sonreían orgullosos.

La próxima semana: Continuación

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