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Revolución en línea, 6 de febrero de 2007

Huelga en Smithfield: Trabajadores migrantes en Carolina del Norte

Parte 2:

Parque del condado Robeson
Parque del condado Robeson de Carolina del Norte,
diciembre de 2006
foto: Mike Ely, Revolución

Un equipo de reporteros y traductores de Revolución recorrió Carolina del Norte para hablar con los trabajadores y activistas que participaron en la huelga del 16 de noviembre en la fábrica Tar Heel de la empacadora Smithfield Foods. Este es el segundo artículo. La primera parte, "Ya no están escondidos ni tienen que esconderse", salió en el #76 .

"Venimos por el dinero", nos dijo José. Y esas fueron las mismas palabras que usaron los demás trabajadores migrantes con los que hablamos durante nuestro viaje al sudeste de Carolina del Norte.

Los trabajadores fueron muy al norte para trabajar por salarios que muchos trabajadores negros consideran insuficientes. El salario de entrada en el enorme matadero de cerdos de Smithfield Foods es $8 la hora, pero lo que José gana en un día es más de lo que ganaría en una semana en Guerrero, México. Un trabajador negro nos dijo: "Este salario apenas nos alcanza para vivir en una casa destartalada o en un remolque".

Muchos migrantes mandan dinero a la familia en México o Guatemala, y sueñan con regresar una vez que hayan acumulado lo "suficiente" como para construir una casa o comprar un terrenito.

En estas condiciones, amontonados por el funcionamiento de este sistema mundial de saqueo y explotación, los trabajadores de diferentes partes del mundo se encuentran trabajando hombro a hombro, con diferentes experiencias y opiniones sobre por qué las cosas son como son.

Amontonados en Carolina del Norte

Estábamos en la cocina. El sobrino adolescente de José nos llevó a un lado y, en voz baja, nos dijo: "Yo nací sin futuro. En México nunca podría tener lo que tengo aquí. Allá no hay nada. Por eso estoy aquí".

Cuando se enteró de que estábamos entrevistando a trabajadores para el periódico Revolución, Julio nos fue a buscar. Tiene 20 y tantos años y es muy energético. Sin esperar que le hiciéramos preguntas, nos dijo: "Desafortunadamente, nací en un país lleno de gente pobre y gobernado por ladrones. Migramos a este país pensando que sería mejor, pero hemos visto que es igual".

Lo que Julio encontró después de cruzar la frontera es un trabajo peligroso en el turno de medianoche con el equipo de limpieza. "Las condiciones en las que trabajamos son intensas, con vapor bajo presión y productos químicos como el ácido para cortar la grasa. Están matando gente". En el 2003 ya no soportó más y encabezó una huelga de 300 trabajadores, por lo cual lo despidieron.

Julio nos dijo: "Los negros quieren mejores salarios y que los traten mejor. Los latinos tenemos la idea de que solo hemos venido a trabajar, y muchos piensan que no se van a quedar para siempre. Piensan que van a regresar. Es un espejismo. Todo lo que tienen está aquí. Lo que yo pienso es que tenemos que adaptarnos a este lugar, darnos cuenta de que tenemos que salir adelante aquí y cambiar las cosas aquí. El problema continuará hasta que los latinos hagamos que la ley nos respete".

Se inclina hacia adelante, y habla más recio al explicar por qué siente que le están cazando: "Para mí es la esclavitud moderna cuando uno no puede caminar tranquilo por las calles, cuando no puede decir lo que quiera. En la tele hemos visto documentales sobre cómo trataban a los negros, y ahora nos están tratando de la misma manera. Eso tiene que cambiar. Por eso estoy luchando".

Más tarde estamos en la casa de unos trabajadores negros viendo el video del discurso de Bob Avakian "Revolución: Por qué es necesaria, por qué es posible, qué es". En un pasaje él explica que para los negros que vivían en el Sur en los tiempos del sistema Jim Crow, era como vivir con una sentencia de muerte permanente que se podría ejecutar en cualquier momento, por cualquier razón o por ninguna razón. Ahora, para los trabajadores migrantes, cada minuto es vivir con una sentencia de deportación permanente. Salen del hogar sin saber si volverán a ver a los hijos. Evitan a las autoridades (la policía, la administración escolar y hasta las clínicas) porque no saben cuál de esos encuentros podría llevar al arresto y al desastre, por cualquier razón o por ninguna razón.

Sacarle al buey dos cueros… y contradicciones complejas

Al igual que otras corporaciones, Smithfield Foods lleva 10 años contratando trabajadores mexicanos y centroamericanos para emplearlos en sus fábricas. No es tan fácil trasladar mataderos a países lejanos porque tienen que vender la carne fresca. Por tanto, en vez de trasladarse a donde los salarios son bajos, los enormes monopolios de la "industria de productos alimenticios" trasladan a millones de trabajadores del tercer mundo para explotarlos sin piedad aquí.

Smithfield hizo saber que contrataría a cualquiera que entrara por la puerta de su fábrica Tar Heel y así empezaron a llegar las camionetas a Carolina del Norte llenas de trabajadores de México, Guatemala y Honduras.

La explotación de la mano de obra migrante es un elemento muy importante de la economía estadounidense en general. Que puede explotar a trabajadores en condiciones del tercer mundo dentro de sus propias fronteras es una ventaja competitiva de estos imperialistas en relación con sus rivales de Europa y Japón.

Sin embargo, aunque la clase dominante de Estados Unidos tiene que tener a ese sector de proletarios en condiciones de superexplotación, de muchas maneras la presencia de millones de migrantes (muchos de los cuales viven "ilegalmente") mina la "cohesión" de la cultura, la política y el pensamiento nacionales, precisamente cuando al gobierno le preocupa la seguridad y la estabilidad.

Al mismo tiempo, la era pos "guerra fría" en la que se está reestructurando el capitalismo ha sacudido y trastornado el estilo de vida que los trabajadores estadounidense esperaban tener. Por tanto, la clase dominante se ha visto en la necesidad de promover un vil nativismo, el racismo y una atmósfera antimigrante. Los lamesuelas de la clase dominante como Lou Dobbs le culpan a los migrantes por "el deterioro de la clase media".

Así es como le sacan al buey dos cueros: a los trabajadores migrantes los explotan salvajemente y luego les culpan por el empeoramiento de las condiciones de trabajo de los nacidos aquí.

Durante la temporada de elecciones del año pasado se desató una histeria contra los migrantes en Carolina del Norte. Una congresista exigió establecer un tribunal federal de inmigración en el estado para acelerar las deportaciones. Unos representantes estatales propusieron nuevas leyes para prohibir que los migrantes sin papeles alquilen apartamentos, consigan licencias de manejar o reciban dinero de la lotería. Las noticias pintan a los migrantes como una importante fuente del crimen.

En todo esto se ve una mezcla de contradicciones que ponen a los migrantes en difíciles condiciones y a la vez les presenta con aperturas por donde estallan sus luchas.

Esa constelación de contradicciones se manifestó en Smithfield, así como de una manera compleja y a veces sorprendente en diferentes instituciones y entre diferentes fuerzas de clase.

El 1º de mayo de 2006: De repente llegó la hora

Emma trabajó de camarera en un hotel cuando llegó de Costa Rica hace unas décadas. Ahora es directora del Centro de Trabajadores del Este de Carolina del Norte. Entre platos de gofre y crema nos contó de cómo empezó a hervir la situación en el corazón rural del criadero de cerdos de Carolina del Norte.

A principios del 2006, empezaron a circular planes para marchas del 1º de mayo con el tema de amnistía y legalización para los trabajadores sin papeles. Emma y otros organizadores trazaron planes para ir en caravana a Wilmington (a una hora, en la costa) con un par de docenas de sus partidarios sindicalistas.

Pero sucedió algo muy diferente.

Los trabajadores de Smithfield repartieron un volante para la marcha de Wilmington, pero no indicaron la hora ni el lugar. De repente, el Centro de Trabajadores empezó a recibir llamadas telefónicas sin parar solicitando los detalles.

Emma organizó una junta de urgencia en un restaurante de Lumberton para informar sobre los planes. Ese día las calles estaban repletas de carros, pues más de 500 trabajadores se presentaron y la junta se transformó en un mitin.

De la noche a la mañana, los trabajadores, entusiasmados, propusieron una marcha ahí mismo en Lumberton, y muchas fuerzas organizadas se apresuraron para responder a la iniciativa independiente de los trabajadores. Un par de semanas antes del 1º de mayo, la iglesia católica, los sindicalistas y un empresario que prepara impuestos para los trabajadores se reunieron para organizar la marcha y darle su carácter político.

En los alrededores de la planta, las iglesias católicas han sido entre los pocos lugares donde los migrantes se han podido reunir. Al igual que en otras parte del país, la iglesia católica de Carolina del Norte se lanzó a organizar las marchas por la "reforma migratoria". Un cura que habla español surgió como uno de los principales voceros comunitarios, a pesar de que se declaró "neutral" con respecto al conflicto entre los trabajadores y la compañía.

A todos los que iban a marchar se les pidió que dejaran en casa la bandera mexicana y que ondearan la estadounidense.

Como expresión de la complejidad de todas las contradicciones que tienen los capitalistas monopolistas con respecto a la mano de obra migrante, Smithfield y por lo menos otras dos empresas contribuyeron fondos a la marcha.

La poderosa concurrencia rebasó todas las expectativas; por lo menos 30,000 trabajadores participaron en la marcha. Las granjas industriales, las plantas procesadoras de pollo y los mataderos tuvieron que cerrar en varios condados. La planta Tar Heel (Smithfield dice que "nunca cierra") simplemente anunció que tenía reparaciones de urgencia que realizar.

Largas filas de carros, llenos de trabajadores, salieron de los lejanos estacionamientos de remolques y se dirigieron hacia el parque del condado Robeson. Más de 5,000 trabajadores marcharon hacia Lumberton con mantas que proclamaban: "No somos criminales" y "Solo queremos trabajar".

La disciplinada marcha se detuvo frente a la alcaldía, donde un congresista que suelta veneno contra los migrantes tiene su oficina. Los racistas y klanistas ni siquiera aparecieron.

Lumberton es un pueblo aletargado por el que pasa la autopista interestatal y a la misma distancia entre Florida y Nueva York. Jamás se había visto algo así: un temblor político. Algo nuevo se había hecho presente.

Los trabajadores migrantes se vieron obligados a "salir de las sombras"; sintieron que tenían que hacer algo, protestar, pelear para no dejarse moler. Ahora reconocieron la audacia de su acción y lo numerosos que son.

Debate, hostigamiento y nuevas maniobras federales

Entre los negros y los blancos hubo un debate intenso. Cuando la marcha del 1º de mayo pasó frente a un multifamiliar, los inquilinos negros salieron a observar. Unos se quedaron con los brazos cruzados para mostrar su desaprobación, pero otros expresaron apoyo con gritos de "¡Manténganse fuertes! ¡Manténganse unidos!".

Wendy y Keith son trabajadores blancos salidos de las granjas. Nos dijeron que muchos blancos creen que tanto los latinos como Smithfield habían efectuado cambios no deseados.

Por otro lado, otros, tanto negros como blancos, dijeron que los migrantes han demostrado su valor como gente decente que trabaja duro y que se merece la oportunidad de salir adelante. Varios negros dijeron que "los latinos se mantienen unidos" y que lo negros deben hacer lo mismo.

Varios trabajadores nos dijeron que después del 1º de mayo la policía se portó como si recién descubrió a los trabajadores sin papeles. De repente empezó a esposar y arrestar a más trabajadores migrantes por no tener licencias de manejar. De repente empezaron a patrullar los cruces cerca de la planta Tar Heel y corrieron los rumores de que a los arrestados los entregaban a la Migra. Un latino nos dijo que un sheriff detuvo a un latino y le robó, pensando que este jamás lo denunciaría.

Por su parte, el gobierno federal estaba preparando nuevas medidas. El Departamento de Seguridad de la Patria le presionó a Smithfield a participar en el "Programa Piloto de Verificación de Contratos".

Con una completa falta de respeto por los derechos de los trabajadores, la compañía le entregó información al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE en ingles). ICE verificó los números de seguro social y anunció que unos 600 números "no concordaban" con el nombre. En octubre Smithfield les dio a los trabajadores dos semanas para "resolver el problema" y después empezó a despedirlos. Todavía no se sabe con precisión cuántos despidió: es otro secreto de la compañía. Pero lo que sí se sabe es que cientos esperaban que los deportaran.

Eso ya fue el colmo.

"Los latinos han salido en huelga"

El 16 de noviembre, cientos de trabajadores latinos del primer turno salieron en huelga y pararon la producción; dejaron a los cerdos colgados en el aire congelado. Se reunieron a la entrada de la planta y ahí pasaron dos días caóticos. Por medio de un altoparlante, que pasó de mano en mano, expresaron su rabia.

Es difícil describir cómo el miedo dio paso a la valentía; salieron de las sombras y se hicieron escuchar. Pero la huelga planteó un problema muy importante: muy pocos de los 2,000 trabajadores negros se unieron. Se quedaron en la planta y a menudo se decían: "Esto no es nuestro problema". Unos de los más retrógrados se prestaron de voluntarios para trabajar dos turnos.

La compañía, que antes parecía tan amedrentadora y despiadada, de repente se veía débil y confundida. Los trabajadores entraban y salían de la planta y la seguridad no sabía qué hacer. Unos salieron para ver de qué se trataba y regresaron al trabajo. Otros entraron para ver si podían convencer a más trabajadores a participar en la huelga. A los que llegaban para empezar su turno trataban de convencerlos de que se unieran. Luego pusieron en el portal YouTube varios videos caseros. En total, unos 1000 trabajadores salieron en huelga, e incluso el segundo día, cuando unos empezaron a regresar al trabajo, Smithfield solo pudo operar una de las dos líneas de producción.

Todo esto fue una sorpresa para Smithfield. Los directores decidieron que no podían tolerar esos trastornos al acercarse las navidades (una temporada de mayor producción). Por tanto, contrataron de nuevo a los trabajadores despedidos y se reunieron con un comité de huelga para hablar de las quejas. El cura participó como árbitro "neutral".

Medio mareados por la victoria, los trabajadores decidieron regresar al trabajo. Previamente la compañía respondía a las acciones de los trabajadores despidiéndolos en masa y golpeando a los organizadores. Los sheriffs los maltratan tal y cómo ordene Smithfield y las autoridades estatales y los medios respaldan incondicionalmente a los capitalistas. Así que fue una sorpresa que Smithfield aceptara las demandas después de dos días (a pesar de más de una década de ni siquiera escuchar las quejas de los trabajadores)

Smithfield les dijo a los trabajadores que tenían otros 60 días para arreglar los problemas con los documentos y que después iba a despedir a los que no tenían papeles.

Americans for Legal Immigration PAC, una organización que se opone a la inmigración, exigió que ICE llevara a cabo redadas en Tar Heel: "Queremos que ICE y Smithfield despidan a todos los trabajadores ilegales inmediatamente".

Hoy, a mediados de enero, Smithfield ha tenido 60 días para contratar nuevos empleados para reemplazar a los que quiere despedir y quizás organizar una redada de ICE para sacar a los trabajadores sin papeles a punta de fusil. Es posible que Smithfield vuelva a despedir a los trabajadores en masa, cumpliendo las órdenes del Departamento de Seguridad de la Patria.

El conflicto está lejos de una resolución.

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