Aquí es importante responder al razonamiento nada infrecuente —que incluso se oye de quienes se oponen a la religión en general— de que todo el fundamentalismo religioso es malo y dañino, pero hay algo especialmente malvado y peligroso del fundamentalismo islámico. Esta, por ejemplo, es la posición de Sam Harris, autor de The End of Faith, Religion, Terror and the Future of Reason (El fin de la fe, la religión, el terror y el futuro de la razón) y Letter to a Christian Nation (Carta a una nación cristiana); y es la posición bastante clara y muy agresiva de Christopher Hitchens, cuyo libro reciente y su título, God Is Not Great, How Religion Poisons Everything (textualmente, “Dios no es grande, cómo la religión lo envenena todo”, aunque se publicó en español con el título Dios no es bueno. La religión lo envenena todo), concentran la contradicción de la que estoy hablando aquí. Por un lado, como lo expresa la parte secundaria del título, el libro de Hitchens es un ataque frontal contra la religión en general; pero la primera y principal parte del título tiene —y no cabe duda de que lo tiene a propósito— una salva dirigida claramente contra el islam en particular: es un “eco en negativo”, por así decirlo, de la invocación islámica común: Dios es grande. No es difícil captar que esta posición encaja bien con la del régimen de Bush y de los imperialistas estadounidenses en general, con su “guerra contra el terror” y su blanco declarado, los “extremistas islámicos”.
Para empezar, de lo que se ha demostrado hasta este punto, debe estar claro que, en cuanto a las escrituras y la tradición religiosa del cristianismo, no hay ninguna base para decir que es, en ningún sentido fundamental o esencial, distinto o mejor que el islam. Cualquier intento de tomar y aplicar, en un sentido textual, esta tradición religiosa y sus escrituras —por no decir nada de imponerlas y hacerlas cumplir— insistiendo en que son la palabra infalible de Dios que hay que obedecer al pie de la letra, como hacen los fundamentalistas cristianos, solo puede llevar a horrores de primera magnitud. Una vez más, todo esto es algo que la humanidad necesita superar y dejar atrás para siempre.
Quizás como reconocimiento de la realidad de que no hay de dónde escoger entre el fundamentalismo islámico y el fundamentalismo cristiano, en sí y al nivel de la palabra textual, un componente común de la posición que dice que de alguna manera el fundamentalismo islámico es peor que el fundamentalismo cristiano es el argumento de que, en efecto, el contenido de este podría ser igualmente malo, pero especialmente en un país como Estados Unidos —donde es cada vez más difícil negar o hacer caso omiso de que el fundamentalismo cristiano es un fenómeno importante—, un factor que refrena y atenúa sus consecuencias y el peligro que representa es el hecho de que uno de los pilares del gobierno constitucional en este país es la separación entre iglesia y estado, o sea, el estado laico. Bueno, primero que todo, tal separación, aunque existe, nunca ha sido absoluta; y, además, es una separación que está bajo ataque coordinado de parte de los fundamentalistas cristianos y poderosas fuerzas de la clase dominante que representan, o están aliadas con, esos fundamentalistas (mientras que los sectores de la clase dominante que no son en sí partidarios de este fundamentalismo religioso se esfuerzan mucho en transigir y conciliar con él y fomentar la religión en la vida pública; para mencionar solo un ejemplo, veamos las repetidas profesiones de una profunda fe religiosa de parte de todos los principales candidatos a la nominación presidencial del Partido Demócrata). El peligro que representan los fascistas cristianos teocráticos —y la falta de una auténtica oposición en la clase dominante a ellos— es muy serio. Y este ataque contra la separación entre iglesia y estado no ha sido descolmillado ni debilitado estratégicamente, a pesar de que Bush sea un presidente sumamente impopular1.
En general (aunque no de modo uniforme) es cierto que en las regiones del mundo donde el islam es la religión dominante no se ha dado el mismo fenómeno de una transformación social democrático-burguesa, como en los países como Estados Unidos, en la que uno de los principales aspectos ha sido la separación (relativa) entre iglesia y estado. La doctrina y los principios predominantes e institucionalizados del islam rechazan una separación entre la religión, por un lado, y la política y el derecho, por el otro, así como entre la religión y lo que en general se conoce como la “sociedad civil”. Pero eso también es así con el cristianismo y los estados donde el cristianismo ha sido la religión dominante durante la mayor parte de su historia — y es solo en el período relativamente reciente, hablando históricamente, que se ha dado un cambio por medio de la clase de transformación democrático-burguesa a que me he referido. Y es importante reconocer que, como regla general, esos países donde se ha dado la transformación democrático-burguesa como parte del surgimiento y triunfo del sistema capitalista, son los que se han convertido en potencias imperialistas, y su conquista y dominación imperialistas de los países del tercer mundo, entre ellos los países donde el islam es la religión dominante, ha sido un gran factor que ha impedido la clase de transformación que hubiera llevado a la separación entre iglesia y estado en esos países. Se ha invocado repetidas veces el “atraso” relativo de esos países del tercer mundo para justificar el colonialismo y la conquista imperialista. Y, a su vez, esa conquista y explotación imperialista, con todas las consecuencias que produce, como instalar en el poder y apuntalar a “gobiernos locales” corruptos y tiránicos, así como devastar buena parte del estilo de vida y de las condiciones de vida de la gran mayoría de la población, en realidad ha fortalecido las tendencias que identifican las ideas asociadas con “el Occidente” —como los aspectos progresistas de la Ilustración, con su estímulo al pensamiento crítico, su cuestionamiento del dogma religioso y su contribución a separar la política de la iglesia oficial— como ajenas y antagónicas a lo que necesita la población.
Esto responde al argumento que se oye a menudo que, aun si es cierto que las ideas que encarna el fundamentalismo cristiano son tan malas como las del fundamentalismo islámico, de todos modos hay una gran diferencia porque los fundamentalistas cristianos no andan volando a gente o edificios y por lo general no cometen actos de terrorismo, mientras que esa es la práctica común de los fundamentalistas islámicos. Además del hecho de que los fundamentalistas cristianos sí han cometido actos de terror, incluso en Estados Unidos —tales como los atentados con bombas contra las clínicas que realizan abortos y los asesinatos de médicos que practican abortos—, y que a las fuerzas fundamentalistas cristianas las están preparando para llevar a cabo violencia reaccionaria en una escala mucho mayor si los que las están preparando como tropas de asalto y de choque deciden que es necesario, la realidad es que hasta hoy la violencia al servicio de las metas que los fascistas cristianos fundamentalistas apoyan fervientemente, la lleva a cabo en una escala enorme la clase dominante imperialista de Estados Unidos, con las fuerzas armadas y policiales del estado imperialista, que hoy amenaza con desatar aún más de esa violencia (como por ejemplo atacar a Irán, además de las guerras que actualmente libra en Irak y Afganistán). Y una de las características distintivas de esas fuerzas armadas en este período es precisamente que, de arriba a abajo, cada vez más las están influenciando y hasta adoctrinando con el punto de vista del fascismo cristiano fundamentalista2. Por eso, por lo menos hasta ahora, estos fascistas cristianos fundamentalistas no se han sentido en la necesidad ni compelidos a participar en actividades terroristas o la violencia reaccionaria en gran escala, aparte de las fuerzas armadas y policiales “oficiales” de la clase dominante — aunque, para repetir, no cabe duda de que los fascistas cristianos lo han hecho en una escala menor y existe el potencial de que lo hagan en una escala mucho mayor.
Todo esto, una vez más, refleja las relaciones “desequilibradas” de un mundo dominado por un puñado de países imperialistas, y en la actualidad, por una superpotencia imperialista en particular, mientras que la gran mayoría de los países, y de los habitantes del mundo, en particular del tercer mundo, padecen condiciones de extrema pobreza, explotación, y desplazamientos y trastornos enormes, impuestos por la dominación imperialista.
En el mundo actual, una expresión concreta de esas contradicciones es la oposición entre la globalización imperialista y sus consecuencias, por un lado, y el fundamentalismo islámico con su jihad, por el otro, que se refuerzan mutuamente. Haciendo uso de una expresión (que en realidad es el título de un libro) de Benjamin R. Barber, que habla del fenómeno de “Jihad vs. McWorld”, y ampliándola para incluir el hecho de que el fascismo fundamentalista cristiano es en realidad un elemento importante del programa y la ideología imperantes de la clase dominante imperialista de Estados Unidos, lo he explicado así:
Lo que vemos en contienda, con la jihad por un lado y McMundo/McCruzada por el otro, son sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida contra sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente. Apoyar a uno u otro de esos “polos anticuados”, acabará fortaleciendo a los dos.
Esto resalta el problema con la posición de que de alguna manera el fundamentalismo islámico es peor que el fundamentalismo cristiano y que esa posición brinda apoyo a los “sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista”. Y, como también he subrayado en cuanto a esos “dos polos anticuados”:
Es importante tener en claro cuál de “los dos sectores históricamente anticuados” ha causado y sigue causando el mayor daño y cuál ha representando y representa la mayor amenaza a la humanidad: claramente y con mucho son los “sectores dominantes del sistema imperialista”.
Es interesante. Hace poco oí un comentario sobre esto que me parece correcto y que apunta a algo importante. En relación con los “dos sectores históricamente anticuados”, alguien dijo: “Se podría decir que las fuerzas fundamentalistas islámicas del mundo estarían básicamente inactivas si no fuera por lo que Estados Unidos y sus aliados han hecho y están haciendo en el mundo, pero no se puede decir lo contrario”. Esta es una verdad profunda.
Como principio general, y específicamente para los que nos encontramos en este país imperialista, tenemos una responsabilidad especial de oponernos al imperialismo estadounidense, a “nuestra propia” clase dominante, y a lo que está haciendo por todo el mundo. Pero eso no quiere decir que las fuerzas fundamentalistas islámicas no son históricamente anticuadas y reaccionarias. No cambia el carácter de su oposición al imperialismo, y lo que genera ni la dinámica de que es parte: que los ‘dos sectores históricamente anticuados’ se refuerzan mutuamente y al mismo tiempo se oponen. Es muy importante captar esto y llevar a otros a captarlo: si uno apoya a uno u otro de los ‘dos sectores históricamente anticuados’, fortalecerá a ambos. Es crucial zafarse de esta dinámica — para forjar otro camino”. (Ver Forjar otro camino [Chicago: RCP Publications, 2007], y en línea en revcom.us.)
1. Además de lo que yo (y nuestro partido en general) hemos hecho para llamar la atención y desarrollar oposición al fascismo cristiano, varias otras personas, desde diferentes puntos de vista, han recalcado el peligro de los fundamentalistas cristianos derechistas. Ver, por ejemplo, American Fascists, The Christian Right and the War on America, de Chris Hedges; The Baptizing of America: The Religious Right’s Plans for the Rest of Us, del rabino James Rudin; The Theocons: Secular America Under Siege, de Damon Linker; Kingdom Coming: The Rise of Christian Nationalism, de Michelle Goldberg; With God On Their Side: How Christian Fundamentalists Trampled Science, Policy, and Democracy in George W. Bush’s White House, de Esther Kaplan; y Contempt: How the Right is Wronging American Justice, de Catherine Crier. [volver]
2. En cuanto a la influencia del fascismo cristiano en las fuerzas armadas estadounidenses (y en particular en los más altos niveles), además de las denuncias y análisis que se encuentran con frecuencia en el periódico Revolución (en línea en revcom.us), ver por ejemplo Making the Corps, de Thomas Ricks (Scribner, 1997), y La caída del halcón negro, de Mark Bowden (Océano, 2002). Ambos libros fueron escritos antes de la presidencia de Bush, que se ha caracterizado por un aumento de la influencia del fundamentalismo cristiano y del apoyo a él en las fuerzas armadas. Además, un fenómeno muy pertinente en relación con todo esto es el surgimiento de las organizaciones militares “privadas”, como Blackwater, que ha jugado un papel muy significativo e incluso muy brutal en la ocupación estadounidense de Irak, así como en los mismos Estados Unidos: por ejemplo, en Nueva Orleáns después del huracán Katrina. Y vale la pena notar que Blackwater también se caracteriza por la visión del mundo y los valores del fascismo cristiano. [volver]
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