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Revolución #106, 28 de octubre de 2007


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La UNIDAD QUE NO NECESITAMOS y la UNIDAD QUE NECESITAMOS

Recibimos la siguiente carta de un lector y la publicamos como “editorial invitado” sobre un tema muy urgente.

Hubo (y hay) tanto que ocurrió con relación al huracán Katrina que se puede clasificar como infamia de talla mundial: todo el sufrimiento y las muertes que se hubieran podido, y se hubieran debido, evitar. El sufrimiento y las muertes que ocurrieron no por falta de riqueza y recursos materiales o hasta de recursos humanos en un momento de crisis, en vista del hecho de que las tropas impidieron que llegaran los voluntarios que fueron de todo el país. Pero hay un incidente que a mi ver concentró la atrocidad humana que siguió el desastre natural: un grupo relativamente grande de negros de Nueva Orleáns, que lograron salvarse de las inundaciones, caminaron varios kilómetros para llegar a una zona más segura en el condado Jefferson Parish, pero los esperaban policías y paramilitares blancos armados que les bloquearon el paso a “su” condado y los obligaron a regresar a la zona inundada y peligrosa de donde acababan de escapar. Uno pensaría que cualquier ser humano compasivo hubiera dado la bienvenida a los damnificados de una enorme inundación. Pero ocurrió todo lo contrario. En cuanto a lo que he oído, no han acusado y siquiera criticado a esos “funcionarios públicos y ciudadanos” que con la fuerza de las armas impidieron que esa gente se salvara caminando en las calles públicas y en vez los ahuyentaron y obligaron a regresar a la zona peligrosa. ¡Qué ejemplo tan concentrado de las relaciones de desigualdad y opresión que persisten hoy!

Los dos años transcurridos desde ese incidente y muchos otros también no los han borrado de mi memoria. Por eso para mí, y muchos otros también, nos alentó leer los informes sobre la manifestación del 20 de septiembre en Jena en el número del 1º de octubre de Revolución. Docenas de miles de fueron a Jena, Louisiana, y hubo paros, marchas y otras formas de solidaridad por todo el país. La esencia del caso de los 6 de Jena es que los estudiantes negros de la prepa Jena High se opusieron a los baluartes del privilegio blanco en su escuela y pueblo, y las autoridades cayeron encima a seis de ellos que se negaron a rajarse a pesar de los insultos racistas, amenazas e intimidación con una venganza sagrada que hacía pensar no solo en la “justicia sureña” tradicional sino también en las realidades profundas actuales de nuestro sistema de injusticia estadounidense, donde en este país los negros, que son el 12.3% de la población, son el 43.9% de la población carcelaria y ¡donde la probabilidad de que acusan a un joven negro de un crimen como adulto es dos veces mayor que a un joven blanco! (Ver Covenant with Black America, Tavis Smiley, p. 53)

Al correr la voz de los sucesos de Louisiana, metió el dedo en la llaga. Hubo mítines, marchas, paros estudiantiles y mucha gente se vistió de negro en Jena y por todo el país el 20 de septiembre, no para rogarles que “castigaran de una manera más apropiada” a Mychal Bell y los demás (¡que ya han pasado muchos meses en la cárcel!), sino para demandar LIBERTD PARA LOS 6 DE JENA. ¡Basta ya! Y en respuesta el sistema puso en libertad a Mychal Bell bajo fianza. Fue una victoria inicial justa pero no podemos permitir que nos agarren desprevenidos. La batalla no ha acabado y de hecho hay que extenderla y redoblarla. (Poco después de que escribí esto, me enteré de que volvieron a meter a la cárcel a Mychal Bell, ¡lo que demuestra una vez más que la batalla no ha acabado!).

Pero de las fotos y los informes televisados del 20 de septiembre, destacó un aspecto inquietante de lo que fue un suceso muy bien recibido: ¿dónde estaba la gente de otras nacionalidades para solidarizarse con los negros de todas las edades y capas (¡entre ellos proletarios de Nueva York y California!) que hicieron historia ese día? No cabe duda de que hubo más de un puñado de individuos blancos en la protesta de Jena, pero pareció que no muchos blancos progresistas, jóvenes tanto como activistas de los años 60, se tomaron la molestia de participar en esa batalla.

Participar en esta lucha de libertad para los 6 de Jena no es una diversión de los auténticos problemas del mundo. Toda la historia de opresión del pueblo negro es un aspecto central de este sistema. Los negros se han puesto de pie en respuesta a una injusticia que concentra la historia y realidad actual de opresión e injusticia sistemáticas que hay que parar. En cierto nivel, es así de simple y, sea cual sea tu nacionalidad, si estás familiarizado con este caso, ¿cuál es tu respuesta?

He estado pensando en esto y estudiándolo, he hablado con varias personas y he buscado en la internet para ver lo que se dice al respecto, y quiero hablar de unos aspectos. En las noticias y la internet, no cabe duda de que el caso de los 6 de Jena ha envalentonado a unos reaccionarios acérrimos. Pero también hay mucha confusión y unos comentarios estúpidos, especialmente en el caso de unos blancos. En parte esto se debe a los informes tergiversados o incompletos, pero fundamentalmente parece que lo impulsa una propensión, consciente o no, de ver la situación desde la perspectiva de la sociedad supremacista blanca en la que vivimos. La lógica típica que encontré fue más o menos así: “Sí, no era justo que tuvieran un árbol ‘solo para blancos’ en la prepa Jena High, y no era justo colgar dogales del árbol en respuesta a lo que hicieron los estudiantes negros para oponerse al racismo… PERO no se puede olvidar que le dieron una paliza a Justin Barker, que Mychal Bell no es un ‘niño que canta en el coro de la iglesia’ y que todo este escándalo por los 6 de Jena pasa por alto esos ‘hechos básicos’”. Esto también es la esencia de lo que dijo Reed Walters (el fiscal del caso de los 6 de Jena) en un comentario del New York Times.

Estos “hechos básicos” pasan por alto otros hechos muy pertinentes: después de que los racistas colgaron los dogales en el árbol, los estudiantes negros no se rajaron sino que se reunieron en protesta debajo del árbol. En respuesta a esa protesta, Reed Walters habló ante una asamblea de los estudiantes y los advirtió que se calmaran; se dirigió a los estudiantes negros y amenazó que les podía “arruinar la vida con un plumazo”. El consejo escolar anuló la expulsión de los estudiantes que colgaron los dogales del árbol “solo para blancos”. Las autoridades estatales defendieron el statu quo racista. Unos estudiantes blancos y otros habitantes de Jena atacaron a los estudiantes negros, y por eso los castigaron al máximo con un tirón de orejas. Después de todo esto ocurrió la pelea con Justin Barker y, cómo amenazó, el fiscal acusó a los 6 de Jena de una serie de cargos ultrajantes, entre ellos intento de homicidio, que luego redujo a otras acusaciones todavía graves.

Pero el “hecho” más fundamental que omiten es el contexto en que todo esto está pasando y que refleja, y por qué metió el dedo en la llaga para tantos negros: la realidad de las relaciones sociales e instituciones sumamente desiguales y opresivas que todavía se imponen hoy con suma violencia. Esto no solo continúa sino que los avances de los años 60 hacia cambiar esto están bajo un fuerte ataque en un clima que fomenta una cultura de intolerancia extrema. ¿Qué significa que los principales candidatos presidenciales republicanos hayan boicoteado los debates patrocinados por las organizaciones o medios negros? ¿O las órdenes para “disparar para matar” a los que buscaban artículos de primera necesidad para rescatar a sus vecinos en Nueva Orleáns? ¿O que la Suprema Corte anulara en lo esencial sus veredictos a favor de la integración, o que la cantidad de negros encarcelados aumentara nueve veces de 1954 a hoy, o que el fiscal dijera de la protesta del 20 de septiembre: “Creo firmemente que si no fuera por la intervención de Nuestro Señor Jesús Cristo, hubiéramos tenido un desastre” y que le dijera a CNN que temía las “multitudes negras” y tenía fe en su dios supremacista blanco.

No quiero cambiar a una discusión filosófica o política de las limitaciones de la política de identidad en general (se puede encontrar una discusión de esto en “Entrevista a Bob Avakian, por Carl Dix: Sobre la guerra y la revolución, Sobre ser revolucionario y cambiar el mundo”, en particular en la parte 7: “¿Quiénes pueden entender la opresión y qué se necesita para eliminarla?” y la parte 8: “Más sobre ‘la política de identidad’ y por qué necesitamos plantear la política revolucionaria”, en línea en http://revcom.us/chair_s.htm), pero me gustaría enfocarme en el hecho específico de que no hay ninguna “identidad” como blanco que no sea objetiva y esencialmente reaccionaria. Voy a citar un artículo de Bob Avakian que es parte de una serie de artículos publicada para el Mes de la historia de los negros este año, que describe y analiza esto de una manera muy concisa, clara y profunda:

“En este país uno de los rasgos fundamentales, y más abominables, del sistema capitalista-imperialista es la gran división entre el pueblo de la nación europeo-americana (los blancos) y los pueblos de color. No se trata simplemente de ideas y actitudes racistas por parte de los blancos en particular; eso es una manifestación de esa división, pero la cosa va mucho más allá y se remonta a la historia, así como a la actual estructura económica y social, de la sociedad estadounidense. Es decir, los cimientos de la sociedad —la esclavitud y el genocidio— y toda la historia de la supremacía blanca, además de la realidad actual, dictan que la nación europeo-americana es la nación opresora. La gente de ascendencia europea —incluso los que son pobres y explotados o que han experimentado discriminación y prejuicio como parte de un ‘grupo étnico’ migrante— tiene el estatus que le confiere el hecho de ser ‘blanca’ en Estados Unidos y goza de ciertos privilegios con relación a la gente de las nacionalidades oprimidas. Es decir, si uno es blanco en Estados Unidos, puede que lo traten mal e incluso puede sufrir mucho a manos del sistema, especialmente si no tiene dinero ni poder; sin embargo, no lo someterán a ciertas formas de discriminación y opresión que las personas de color no pueden evitar, ni siquiera las que son más o menos acomodadas”.

Hay una razón material que explica por qué los blancos “comunes y corrientes”, incluso unos liberales y personas que en otros sentidos son muy progresistas, se dejan atraer (o azuzar) por la mentalidad de que una minoría “se ha salido con la suya” o que tiene alguna ventaja injusta “porque no es blanco”, a pesar de que la verdadera historia y la realidad actual son todo lo contrario. Conscientes o no (y hay que reconocer que esto se hace mucho más conscientemente de lo que mucha gente está dispuesta a admitir), esto representa la aspiración de preservar una posición de privilegio y de satisfacción con la situación de opresor/oprimido. Las exhortaciones a la reconciliación que se oyen hoy en Jena son en realidad exhortaciones a regresar al statu quo de supremacía blanca.

¿Con quiénes tomas partido tú, con los que luchan contra la opresión o con el opresor? La gran mayoría de los blancos, incluso de los que están envueltos en ideas reaccionarias, no son iguales al puñado que es dueño de esta sociedad, la controla y dirige, y se beneficia en lo fundamental de la explotación y la opresión; pero, en un sentido básico, uno puede ser parte de la solución o parte del problema.

Oí una historia de Jena. Después de ver el video de John Mellencamp sobre Jena, una señora blanca pobre atraída por la posición del fiscal dijo: “Pero no entiende, la policía me oprime y me maltrata a mí también”. Sin duda el sistema le oprime a ella, pero esa es otra razón más por la que debe tomar partido con los 6 de Jena. En la época de la esclavitud, a los blancos pobres, oprimidos y explotados les daban el trabajo horroroso de cazar a los esclavos fugitivos, porque, después de todo, eran “hombres libres”. El equivalente actual es que, a cambio de unas ventajas minúsculas pero tangibles, hasta muchos proletarios blancos muy pobres se identifican con y apoyan y a veces defienden militantemente el sistema supremacista blanco y la clase dominante en vez de tomar partido con quienes tienen mucho más en común, en lo fundamental.

Hoy hay que oponernos a todo esto. Se necesitará una revolución para arrancar de raíz la opresión de los negros, pero con estos criterios hay que evaluar tu participación (o falta de participación) en las luchas como la batalla de libertad para los 6 de Jena. Si reconociste lo que estaba en juego pero no participaste, ¿por qué? Sería bueno que otros lectores escribieran sobre cuáles son los factores que contribuyeron a esa pasividad. ¿La atracción de la política de identidad, en el sentido de reconocer que las protestas son buenas y correctas pero creer que esto es algo “para los negros” y no para ti? ¿O miedo de involucrarte, de las posibles consecuencias y de la represión del estado? ¿Preocupación por las presiones diarias? ¿Indiferencia y satisfacción de ti mismo porque “no eres racista”? ¿O qué? Sea cual sea la respuesta, ser neutral o pasivo equivale a apoyar al statu quo racista.

Bueno, hacer como si este caso no tuviera nada que ver con contigo y no tomar partido es muy negativo. Pero tomemos un vistazo por un momento al lado positivo, a las consecuencias si gente de todas las nacionalidades, entre ellas de muchísimos blancos, participa en esta lucha.

La unidad que no necesitamos y la unidad que sí necesitamos

Hablé antes de las exhortaciones a “reconciliar” y “unirnos todos” que se oyen en Jena. Sin duda esa no es la unidad que necesitamos, porque es una exhortación a unirnos a base de las relaciones actuales de desigualdad y opresión en Jena y otras partes. Al contrario, si la gente de todas las nacionalidades defiende y toma partido con la lucha de libertad para los 6 de Jena, que es un ejemplo concentrado de la opresión de los negros y una línea divisoria en relación con ella, sería un paso importante hacia forjar la capacidad de ganar esta batalla y llevar la batalla contra la opresión nacional más allá. Las autoridades están muy resueltas a enjuiciar a estos jóvenes y ha habido amenazas contra los acusados y sus familiares. Los que capten lo que está en juego tienen que estar igualmente resueltos y atraer a más amplias fuerzas y redoblar esta batalla.

Los miles de personas que protestaron el 20 de septiembre dieron un paso importante que ya ha tenido un gran impacto. Un próximo paso importante sería atraer a mucha más gente de todas las nacionalidades, para forjar la clase de unidad que se necesita no solo para ganar esta batalla sino también para forjar un mundo sin opresión y explotación. En particular, si los blancos “rompen filas” y se niegan totalmente a tomar partido con las autoridades y la supuesta “posición blanca” en Jena, y en vez están hombro a hombro con los negros que han subido al escenario político, podría tener un impacto importante y plantear un reto al sector relativamente grande de blancos en este país atraído o influenciado por las justificaciones esencialmente racistas, o que está confundido o pasivo ante la situación.

A pesar de los beneficios o migajas del privilegio (según la condición en que uno se encuentra), concuerda con los intereses de la abrumadora mayoría de la gente, y de la mayoría de los blancos, vivir en una sociedad libre de la supremacía blanca, la desigualdad y todas las demás formas de opresión. Pero espontáneamente, hay una tendencia a dejarse arrastrar por la corriente: con la manera en que la sociedad está organizada y ha estado organizado, y especialmente con la mentalidad dominante de “yo primero” que corresponde a la estructura de esta sociedad y de la que esa estructura se ceba. Las “migajas” del privilegio blanco son materiales, pero el impacto material de la posición ideológica y, sí, moral de la gente de varias nacionalidades que lucha hombro a hombro para demandar “basta ya” a la opresión nacional podría ser muy poderoso. En breve, ayuda a la gente a captar lo que es bueno y donde se hallan sus intereses fundamentales, y la ayuda a romper con el pensamiento y el control de las clases dominantes.

Además, si mucha más gente de otras nacionalidades, de latinos y otros grupos oprimidos tanto como muchos blancos, toman partido con entusiasmo con el lado justo de esta batalla, alentará a todos los que ya entienden mejor lo que está en juego y se sienten indignados, y que ya han actuado consecuentemente. Hasta fortalecerá la resolución de los que ya ansían la revolución. La unidad de las diferentes nacionalidades, del proletariado pero también de sus aliados más amplios, sobre la base de luchar contra la supremacía blanca y la desigualdad, es crucial y querida. Ayuda a superar el sentido de aislamiento de los avanzados que se han metido a la lucha y contribuye a combatir las consecuencias de esos sentimientos, que tienen una influencia conservadora y desmoralizadora. Es otra confirmación más de que los que se han metido a la lucha tienen una causa justa y fortalece su resolución, inclusive ante los contraataques inevitables. Ayuda a demostrar, en forma embrionaria, las verdaderas posibilidades revolucionarias y podría ser una inspiración de cómo forjar un mundo diferente. Esta lucha y la unidad que se forja sobre esta base es un elemento importante de preparar el terreno para la revolución.

La discriminación, la falta de oportunidad, el maltrato, la brutalidad y las vidas robadas por la policía son una realidad diaria para los negros en este país. Incluso los pocos que “tienen éxito” a menudo se encuentran bajo ataque público por una debilidad o error, hasta tal punto que a veces para ser un pasatiempo nacional criticar a los atletas negros en los medios. Cuelgan dogales en cada vez más patios escolares por todo el país. Sofocan y aplastan el potencial humano de millones de personas. Esto y mucho más es la realidad opresiva de lo que es ser negro en Estados Unidos. El 20 de septiembre de 2007 podría haber sido un momento decisivo importante en que, tras más de una década de calma relativa ante todo esto, un gigante durmiente empezó a ponerse de pie y declarar: “¡Basta ya!”.

Si no participaste en los sucesos del 20 de septiembre, por cualquier razón, es hora de meterte a la lucha de libertad para los 6 de Jena y en el Día Nacional de Protesta para Parar la Brutalidad Policial, la Represión y la Criminalización de una Generación el 22 de octubre. Participa en las manifestaciones o organiza una; vístete de negro ese día. Ponte de pie y opónte a al sistema y a la epidemia de brutalidad oficial en todos los ghettos y barrios pobres de este país. Gánate a la gente, incluso a los que piensan que esto no los afecta o que se identifican con el statu quo supremacista. Lo que haces –o no haces— con relación a todo esto podría tener que ver con cómo veremos el 20 de septiembre y el potencial que hay para el futuro.

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