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Revolución #108, 11 de noviembre de 2007


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Rehusar oponer resistencia a los crímenes contra la humanidad es en sí un crimen

De la Redacción: Lo siguiente es un pasaje de la segunda parte de HACER LA REVOLUCIÓN Y EMANCIPAR A LA HUMANIDAD (una serie de pasajes revisados de una charla que dio Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, este año). Actualmente Revolución está publicando la primera parte de HACER LA REVOLUCIÓN Y EMANCIPAR A LA HUMANIDAD como serie y está en el portal revcom.us. La segunda parte se publicará como serie y también estará en línea (en inglés) en revcom.us, una vez que se haya terminado de publicar la primera parte.

No todos, pero demasiados, estadounidenses— especialmente los de las capas medias, aunque no solo ellos— en verdad han caído en ser infantiles, y se dejan distraer fácilmente por los juguetes. “¡Aquí a medianoche llegará el nuevo teléfono i-Phone!”. Harán cola, y se pelearán entre sí para hacerlo, para comprar el nuevo i-Phone, pero no pueden movilizarse contra la tortura y las guerras y todo lo demás que está haciendo su gobierno, en su nombre y ante sus propios ojos— realmente ni siquiera se esconde.

Bueno, es cierto que, especialmente en el período que precedió la invasión estadounidense de Irak, grandes cantidades de personas se movilizaron en oposición a esto y a la dirección en general en que estaba encaminado el gobierno de Bush. Y ha habido protestas, por supuesto, hasta protestas importantes, desde esa fecha. Pero la verdad es que, mientras que el gobierno de Bush ha dejado en claro que, a pesar de las grandes dificultades con que se ha tropezado en Irak, está resuelto a perseverar en el mismo curso, y hasta amenaza con intensificarlo, con un ataque a Irán— y los  y la clase dominante en general han dejado en claro que aceptan todo esto, o por lo menos que no harán nada importante en oposición—, mientras que hay mucha gente que sabe que esto está mal, que ha llevado a consecuencias horrorosas y que tiene el potencial de causar mucho peor, una cantidad demasiada grande de esta gente se ha refugiado en la pasividad— y en lo que viene a ser la complicidad— con el pretexto de que tratar de parar esto parece ser una tarea de muy enormes proporciones y requiere demasiado sacrificio.

Moralmente esto es el equivalente de encontrarse con un hombre que golpea y viola a una mujer y no hacer todo lo posible para pararlo. Se puede gritarle “¡Basta ya!”. Pero luego, cuando se da la vuelta de manera amenazadora y responde “No— esto realmente tengo que hacerlo”, simplemente se va con el rabo entra las piernas y dice entre dientes, “Bueno, no sabía que estaba tan resuelto a hacer esto— y no quiero que me haga daño a mí”.

Y esta complicidad sucede mientras, como pone de manifiesto tan gráficamente el logotipo de El Mundo no Puede Esperar, el mundo quema y se avecina amenazadoramente la posibilidad de una situación mucho peor.  

 

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