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Revolución #112, 16 de diciembre de 2007
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Referéndum en Venezuela:
Intrigas estadounidenses y las limitaciones y contradicciones del proyecto de Hugo Chávez
Hugo Chávez y su proyecto del “socialismo para el siglo 21” han provocado gran interés entre muchas fuerzas progresistas y radicales del mundo. Chávez también ha despertado la ira del imperialismo estadounidense.
El 2 de diciembre, Venezuela celebró un referéndum sobre varias propuestas de Chávez para cambios importantes a la constitución nacional. Las propuestas perdieron por un mínimo resultado. Las fuerzas pro Estados Unidos se sintieron envalentonadas, y hay indicios de que la situación política de Venezuela se ha vuelto más tensa y volátil.
Revolución ya publicó un importante análisis sobre la estrategia económica de Chávez y por qué no representa un camino a la liberación. (“Hugo Chávez tiene una estrategia petrolera…¿pero conducirá a la emancipación?”, Raymond Lotta, #94, 1º de julio de 2007, en revcom.us) Aquí ofrecemos un análisis provisional de los recientes acontecimientos. Hay asuntos importantes que examinar para entender la naturaleza y las limitaciones del programa de Chávez, y como parte de bregar con los verdaderos retos de impulsar auténticas transformaciones revolucionarias en el mundo actual.
I. Una primera revisión
Hugo Chávez fue reelegido a la presidencia en diciembre del 2006, y poco después anunció su intención de cambiar la constitución. Entre las propuestas más polémicas fueron anular los límites al mandato presidencial y otorgarle al presidente la capacidad de invocar poderes de urgencia especiales. Chávez presentó esas reformas, y otras medidas para construir concilios gubernamentales locales, como pasos importantes y necesarios en la marcha hacia lo que él llama “socialismo para el siglo 21”. La oposición liberal y reaccionaria describió las medidas como un preludio al mando dictatorial.
El imperialismo estadounidense ha desempeñado un papel grande en la batalla del referéndum. A lo largo de la campaña, Estados Unidos condenó a Chávez como “enemigo de la democracia”. Apoyó abiertamente a los grupos estudiantiles que protestaron en las calles, y mandó dinero a las fuerzas opuestas a Chávez. La prensa estadounidense le dio una plataforma a figuras de alto nivel de la oposición, como Raúl Baudel, el ex comandante en jefe del ejército y ministro de Defensa, que hace poco se opuso a Chávez. Baudel les pidió a los oficiales militares que “evaluaran cuidadosamente” los cambios que propuso el gobierno de Chávez “de manera apresurada y a través de un procedimiento fraudulento”. Era un mensaje o por lo menos un intento de ver qué posibilidades había de dar un golpe de estado.
Estados Unidos se ha metido en una campaña difamatoria contra Chávez y en intrigas en el país (el gobierno venezolano publicó lo que dice son documentos que detallan las actividades clandestinas de una unidad de la CIA en Venezuela).
Hay que oponerse enérgicamente a todo intento del imperialismo estadounidense a desestabilizar o complotar contra el gobierno de Chávez y el pueblo de Venezuela. Y nosotros en Estados Unidos tenemos una responsabilidad especial de actuar conforme a esto.
Los más fieles partidarios de Chávez, especialmente los pobres, no le dieron el apoyo que le habían dado en el pasado. Por otro lado, la oposición reaccionaria, que desde hace tiempo estaba desacreditada y fragmentada, ha logrado recuperar credibilidad y movilizar sus fuerzas contra Chávez.
En Estados Unidos el cuento es que el público venezolano rechazó el intento de Chávez de convertirse en mandatario absoluto. La valoración de los partidarios de Chávez es que el hecho de que respeta el resultado del referéndum es prueba de que representa la democracia.
La realidad es muy diferente.
Hugo Chávez no ha estado dirigiendo a Venezuela hacia el socialismo o una especie de “democracia participatoria” de base encima de las relaciones económicas y sociales dominantes de la sociedad. Hugo Chávez reivindica un proyecto nacionalista-capitalista dentro del orden económico existente. Es un proyecto que, para su implementación, requiere cambios en la manera en que funcionan las instituciones políticas nacionales de Venezuela, entre ellas mayor capacidad para rechazar conatos reaccionarios de golpe de estado.
Por su parte, Estados Unidos y sus aliados en Venezuela no representan la democracia en el abstracto. Más bien, Estados Unidos busca volver a imponer en Venezuela algo que se asemeja institucionalmente al viejo sistema del dominio político de las élites que trabajan más estrechamente en aras de los intereses del imperialismo estadounidense.*
Estados Unidos no puede tolerar a Hugo Chávez; lo considera una influencia hostil y negativa en las relaciones del hemisferio occidental, en un momento en que Estados Unidos busca un mayor imperio mundial. En el 2002, Estados Unidos apoyó un golpe de estado contra Chávez. Si está tramando o fomentando activamente un golpe de estado esta vez o no, no cabe duda de que está tratando de debilitar y minar a Chávez.
II. La “revolución bolivariana” de Chávez
La “revolución bolivariana” de Chávez consta de cuatro componentes principales:
A) Usar el petróleo como motor del crecimiento y bienestar social. Chávez se dedicó a romper el yugo de la dirección corrupta de la compañía estatal petrolera, diversificar los mercados internacionales del petróleo, renegociar las condiciones para la explotación y colaboración con el capital extranjero en el sector petrolero y usar los ingresos provenientes del petróleo para ampliar el desarrollo económico capitalista y financiar importantes proyectos sociales.
B) Forjar un bloque comercial sudamericano. Chávez busca una mayor integración regional y ampliar los mercados y abrirse espacio dentro del marco general hemisférico de dominación política y económica estadounidense. Es una estrategia que se apoya en una división de funciones regional (en cuanto a materias primas, agroindustria, finanzas, etc.), la explotación de la mano de obra y la colaboración continuada con el capital imperialista.
C) Reestructurar las instituciones estatales actuales. Después del conato de golpe de estado del 2002 por fuerzas pro estadounidenses, Chávez tomó medidas para purgar los altos mandos derechistas y forjar un cuerpo de oficiales fieles en las fuerzas armadas. Intentó fortalecer su posición en el ejecutivo, forjar coaliciones de mayoría en el parlamento existente y hacer aprobar leyes que le permitirían llevar a cabo ciertas reformas y programas sociales. Ha impuesto límites a la libertad de movimiento de las fuerzas de oposición.
D) Crear organizaciones y estructuras políticas de base. El propósito de estas asambleas y concilios locales es unir y movilizar a las masas en torno a ese programa nacionalista-populista... y limitar a las masas ideológica y políticamente a ese programa.
En el 2005, Chávez empezó a promover su visión del “socialismo para el siglo 21”, pero ha sido impreciso con respecto a su contenido. La realidad es que ese “socialismo” descansa sobre bases en las que Venezuela sigue subordinado a la economía imperialista mundial, y en las que el petróleo sigue jugando su papel histórico como regulador clave de la economía.
Venezuela sigue siendo una sociedad profundamente polarizada entre ricos y pobres. Aproximadamente el 40% de la fuerza laboral urbana está atrapada en la “economía informal”: vendedores ambulantes, taxistas, etc., y buena parte de la población urbana vive en los “ranchos” (barriadas). La agricultura sigue siendo dominada por una oligarquía de terratenientes y no es capaz de satisfacer las necesidades alimenticias de la población; por su parte, los campesinos pobres y pequeños agricultores permanecen relegados a las tierras marginales. En los últimos cinco años, fuerzas paramilitares a sueldo de los terratenientes han asesinado a más de 150 organizadores campesinos.
III. La coalición de gobierno de Chávez
Hugo Chávez tomó las riendas en 1998. Gozaba de enorme popularidad, especialmente en la clase trabajadora y los pobres. También recibió apoyo de la clase media y sectores del capital frustrado por el viejo sistema político. Desde mediados de los años 80 a lo largo de los 90, creció enormemente la pobreza y la economía se encogió fuertemente. Buena parte de la población odiaba la vieja élite y la oligarquía, que estaban desprestigiadas.
El proyecto de Chávez para forjar una nueva sociedad venezolana se apoya en el petróleo, el comercio internacional y la inyección de la economía con capital extranjero. Si bien ha promovido la formación de cooperativas de trabajadores, no ha atacado las posiciones atrincheradas del gran capital doméstico. Aunque ha apoyado algunas tomas de terrenos baldíos, y ha repartido terrenos entre aproximadamente 150,000 campesinos, en lo fundamental no ha desafiado la posición dominante de la oligarquía de terratenientes. Donde ha nacionalizado (o vuelto a nacionalizar) los sectores como el de telecomunicaciones, todavía funcionan de acuerdo al criterio de las ganancias.
Chávez trabaja a través de su propio frente único. Se empeña en cooperar con sectores del capital grande privado y el capital imperialista extranjero, principalmente por medio de garantizarlos un clima aceptable para los negocios. Por otro lado, ha tomado medidas para limitar la libertad de acción política del capital doméstico. Eso es en parte lo que suscitó la reciente maniobra para revocar la licencia de una emisora particular ligada a poderosos y reaccionarios intereses capitalistas. Pero estas élites capitalistas dominan la economía a través del control de los medios de producción, las finanzas y el crédito, así como los conductos de distribución; por medio de sus vínculos al capital extranjero; y a través del poder organizado de sus federaciones y asociaciones comerciales.
Chávez ha logrado improvisar una coalición política dominante en la que predomina una mayoría de fuerzas pro Chávez con el apoyo de una minoría de las fuerzas llamadas “centralistas-liberales”. Se apoyó en figuras militares “moderadas” y “profesionales” como Raúl Baudel para que sirvieran como amortiguador contra las intervenciones estadounidenses. Pero si bien Baudel no era necesariamente representante de la vieja oligarquía pro Estados Unidos, estaba a favor de la conciliación con el viejo orden y aparentemente cultivó lazos con los militares colombianos pro Estados Unidos.
Los partidarios de Chávez han escrito sobre las cualidades “singulares” de las fuerzas armadas venezolanas y su supuesta fidelidad a las masas; otros han dicho que Chávez purgó a los militares pro estadounidenses. Estas son falsas ilusiones peligrosas. De ninguna manera se ha destrozado al viejo poder estatal.
Los intentos de Chávez de forjar su coalición son una expresión de su búsqueda de un “camino intermedio” entre romper con (y enfrentarse al) imperialismo y la preservación del statu quo. Una auténtica revolución debe procurar unidad con amplias fuerzas. Pero esa unidad debe estar al servicio de la creación y preservación de un nuevo poder proletario, y no una “unidad” que busca evitar el choque con las fuerzas que representan el viejo orden. El “camino intermedio” de Chávez no solo hace imposible lograr los objetivos de la revolución sino que en realidad facilita las maniobras de los que intrigan y de los golpistas.
Chávez se ha apoyado en algo más para forjar su coalición dominante: movilizaciones en masa de los pobres durante las elecciones y como respuesta a las maniobras de sectores del viejo orden y los imperialistas. Esta “presión desde abajo” organizada cada vez más desde arriba ha robustecido el “mandato” de Chávez.
Para finales del 2006, las fuerzas pro Chávez en efecto controlaban la Asamblea Nacional y la Suprema Corte. Las recientes acciones de Chávez para modificar la constitución apuntaban a consolidar su posición política y permitirle ser más maniobrable que los sectores del gran capital, a través de tener mayor autoridad para nacionalizar ciertas empresas y sectores de la economía, y vincular el banco central más estrechamente al gobierno central.
Hugo Chávez personifica un sector de la clase capitalista venezolana y de la pequeña burguesía radicalizada. Estas fuerzas se molestan por las desigualdades que causa el dominio extranjero, pero no pueden concebir romper con el dominio condicionado por el imperialismo.
IV. Una situación cambiante y las masas
La coalición de fuerzas de clase de Chávez se ha encontrado bajo mayores presiones. Hay desacuerdos entre sus ministros y el principal partido con que cooperaba ha abandonado su coalición. Las fuerzas reaccionarias pro Estados Unidos (con el aliento de Estados Unidos) se han movilizado con mayor audacia contra Chávez. Las propuestas del referéndum pasaron a ser su punto de unidad. ¿Qué ha estado sucediendo? Podemos señalar dos factores.
La situación económica
Primero, la economía ha tropezado con dificultades. Bajo Chávez, el petróleo ha sido el punto central del desarrollo económico. Y, en términos capitalistas, ha sido más “rentable” usar los ingresos del petróleo para importar alimentos en vez de invertir en el desarrollo omnímodo de la agricultura. Pero el gran capital ha estado promoviendo su propia agenda económica y política. Los grandes agricultores y ganaderos han recortado la producción ante el control de los precios. Los vendedores al por mayor y minoristas acaparan los alimentos importados o los venden en el mercado negro. Eso ha resultado en escasez de alimentos (y otros artículos de primera necesidad). Hay un alto nivel de inflación, lo cual ha afectado especialmente a los pobres y la clase media baja. La oposición reaccionaria se ha aprovechado del descontento.
Chávez y sus partidarios le echan la culpa por los problemas económicos a la corrupción, la especulación en divisas, la fuga de capital a Miami y el sabotaje. La oposición dice que el problema es la ineptitud del gobierno. Hay algo de verdad en lo que los dos lados dicen. Pero el problema fundamental es que no ha habido una transformación fundamental, una transformación auténticamente socialista, de la sociedad y la economía.
No ha habido una revolución agraria para quebrantar el poder de los grandes terrateniente y ganaderos, repartir la tierra como parte de una reorganización fundamental de la economía y sentar las bases para la agricultura colectiva capaz de satisfacer las necesidades alimenticias de la sociedad y contribuir al desarrollo general.
Los recursos económicos de Venezuela no están bajo el control social: es una economía en la que predominan la propiedad estatal y privada. No existe un plan socialista unificado para lograr el desarrollo equilibrado, integrado y autosuficiente. La dependencia del petróleo y del mercado mundial le tienen al gobierno entre clavijas: entre la necesidad de invertir en el sector petrolero y modernizarlo, para que sea competitivo en el mercado capitalista mundial, y la necesidad de financiar los programas sociales con los ingresos del petróleo.
En Venezuela no se ha aplastado al viejo sistema estatal. No lo ha reemplazado un nuevo poder estatal proletario capaz de movilizar a la gran mayoría de la sociedad, para respaldar a los oprimidos y explotados al tomar las riendas de la sociedad y transformarla, y suprimir a las fuerzas que buscan revocar tal proceso revolucionario.
La situación política
Segundo, ante las vacilantes y contradictorias medidas económicas y sociales de Chávez, y la creciente intervención estadounidense, la situación política se ha vuelto menos favorable para Chávez. Sus propuestas unificaron a las fuerzas reaccionarias que fácilmente reconocieron que sus prerrogativas serían aun más restringidas. Tácticamente, estas fuerzas vieron en el descontento popular una oportunidad política. Azuzaron a muchos de la clase media con el fantasma de que les arrebatarían sus derechos y propiedad.
Por otro lado, cada vez más algunos de los pobres que forman la base política-electoral de Chávez se ven como meros espectadores. Salieron a la calle para defender a Chávez en el 2002; en el 2004 y el 2006 lo apoyaron masivamente en las elecciones. Pero no está claro qué significarían los cambios a la constitución. Y qué significa la retórica de Chávez sobre el socialismo: bueno, es cierto que hay unas clínicas en las barriadas, pero sigue siendo una sociedad… de barriadas.
En el extranjero, muchos partidarios de Chávez alaban las organizaciones de base. ¿Pero qué significan “asambleas de ciudadanos” y “consejos comunales” en un mar de relaciones de producción dominadas por el imperialismo-capitalismo? Supongamos que estas asambleas “votaran democráticamente” a favor de revolucionar la economía, desarrollar una economía equilibrada e independiente con la agricultura como base, y asignar recursos a la irrigación y a la movilización de la sociedad para superar la brecha entre el campo y la ciudad. Bueno, en Venezuela las masas no tienen el poder político ni el control socialista auténtico concentrado en la propiedad estatal de la economía para efectuar tales cambios radicales y emancipadores. Y, pongamos que esas asambleas comunales intentaran efectuar dichos cambios radicales, no cuadrarían con y de hecho minarían el proyecto de Chávez que se basa en el petróleo.
Los poderes de urgencia que Chávez propuso reflejan el carácter de clase y los requisitos de su proyecto. Los cambios a la constitución apuntaban principalmente a que las fuerzas derechistas, pro estadounidenses, no tumbaran al gobierno. Pero una auténtica corriente revolucionaria en la sociedad venezolana que desafiara y movilizara a las masas para superar los límites del “camino intermedio” de Chávez enfrentaría los poderes represivos del viejo aparato estatal, aun en la forma reestructurada de Chávez. Y el descontento y oposición, aunque no fuera una revolución sino que amenazara la estabilidad de ese proyecto, se encontraría ante el poder estatal hostil.
V. ¿Y las clases medias?
Una revolución socialista para superar todas las clases y las divisiones de clase tiene que forjar unidad con amplios sectores de la capa intermedia y luchar ideológicamente con ellos. Si de veras se está rehaciendo la sociedad y el mundo, si ese es el rumbo en que está encaminado, se puede apelar a las más elevadas aspiraciones de la gente para cambiar las circunstancias y a ellas mismas para emancipar a la humanidad. Se hace posible apelar y bregar con ellas para que apliquen sus habilidades y conocimientos, y trabajar con otros y aprender de ellos, como parte de forjar en los hechos un mundo radicalmente diferente.
Pero Chávez —y esto refleja el punto de vista de clase de su movimiento— ha optado por el peor de ambos mundos. Su proyecto no es para rehacer la sociedad de una manera radical. Lo que ha hecho es intentar sobornar a las clases medias por medio de mantener una sociedad de consumo alimentada por la importación de artículos de lujo, subvenciones de la gasolina para automóviles y centros comerciales para la gente adinerada. Por otro lado, ha atacado a la oposición de la clase media. Cuando los estudiantes (indudablemente muchos de ellos conservadores y pro estadounidenses) se lanzaron a la calle, Chávez restó importancia a las protestas como actos de niños mimados. Y Chávez ha tildado a la oposición de traidores influenciados por la CIA.
En una auténtica sociedad socialista, la juventud y los estudiantes desempeñarían un papel particular: destapar e interrogar al proyecto socialista, y así contribuir a la efervescencia de la sociedad socialista. Un proyecto verdaderamente radical y emancipador promovería el disentimiento, aun el disentimiento desde puntos de vista que se oponen al socialismo. Porque eso es parte de la lucha para conocer más profundamente la sociedad y el mundo; porque en la sociedad algunas cosas podrían ir mal y la gente tiene que poder protestar y luchar para cambiar las cosas; y porque se quiere una sociedad en la que la gente se sienta libre de expresarse sin temer represalias.
En una auténtica sociedad socialista, no se puede mandar al ejército para reprimir el disentimiento y las protestas, aun si esas protestas son contra el nuevo sistema socialista. Pero el estado proletario no es indiferente. Tiene que dirigir a las masas a debatir y solucionar los asuntos. Tiene que dirigir a las masas a descubrir la verdad. Tiene que dirigir a distinguir entre el disentimiento y los intentos de tumbar a la nueva sociedad. Esto es complicado y conlleva mucha incertidumbre y riesgo porque, si tomamos el ejemplo de las protestas estudiantiles en Venezuela, a menudo el disentimiento va mezclado con las fuerzas que están preparando el terreno para golpes de estado y cosas así.
El punto es que hay que mantenerse en el poder... pero ese poder tiene que ser algo que valga la pena preservar, y movilizar a las masas a participar en esas circunstancias complicadas y en el debate social bajo el socialismo es un aspecto vital del proceso por medio del cual las masas adquieren cada vez mayor dominio sobre todas las esferas de la sociedad y toman cada vez más responsabilidad por la dirección de la sociedad.
VI. La sociedad de clase y la dirección
A Hugo Chávez lo han criticado desde varios puntos de vista por querer institucionalizar la dirección. Pero la verdad es que todos los sistemas políticos en una sociedad dividida en clases son una forma de dictadura en la que una clase domina a otra. Todos los sistemas políticos en una sociedad dividida en clases institucionalizan, de una u otra manera, la dirección de una clase dominante.
En las condiciones generalmente más estables de las sociedades imperialistas tal cual se han desarrollado históricamente, esto por lo general toma la forma de un sistema multipartidista y de elecciones (que implica cierta “rotación” dentro de la clase dominante). En los países oprimidos, el imperialismo impone estructuras políticas adecuadas a sus necesidades económicas e intereses estratégicos. Estados Unidos ha desarrollado el mecanismo del estado neocolonial. Ha recurrido a golpes de estado, invasiones y “elecciones respaldadas por la fuerza” para reestructurar y reconstituir a esos estados clientes (como Estados Unidos ha hecho en Irak y muchas veces en América Latina). Y aun aquí, en “su propio territorio”, la gente choca con la realidad de que puede votar en contra de la guerra de Irak, como en el 2004, pero el sistema político no expresa esa voluntad sino los intereses de la clase dominante.
Un sistema socialista requiere una nueva clase de dirección, una dirección que concentra los intereses de los oprimidos por forjar en los hechos un nuevo modo de producción, que se basa en la propiedad social y la cooperación; establecer y proteger una nueva forma política de dominio de clase que le permita a las masas rehacer la sociedad y a sí mismas; y dirigir la lucha hacia el comunismo, un mundo sin clases. Eso también requiere una dirección institucionalizada de nuevo tipo: para desencadenar a las masas y para dirigirlas a suprimir la contrarrevolución.
El reto, como ha escrito Bob Avakian, es mantener la dirección y al mismo tiempo dar expresión a la clase de sociedad y estado que el socialismo tiene que ser. Una sociedad en la que la gente está forcejeando sobre los mayores problemas... en la que se promueve un ambiente de creatividad, iniciativa y espíritu crítico... y en la que la sociedad está obrando conscientemente por superar, paso a paso y en oleadas, la contradicción entre la vanguardia y las amplias masas.
* Los poderes de urgencia de Chávez hubieran otorgado el derecho a una defensa, a un juicio y a comunicarse, y prohibido la tortura, a diferencia de la Ley de Comisiones Militares del 2006 de Estados Unidos, que le permite al presidente arrestar sin el debido proceso y usar “métodos coercitivos” para obtener pruebas.[back]
Para un análisis a fondo de la economía política que guía la “revolución bolivariana” de Hugo Chávez, ver el suplemento especial, “Hugo Chávez tiene una estrategia petrolera... ¿Pero conducirá a la emancipación?”, en Revolución #94 (1º de julio de 2007)
Para apender más sobre el significado y contenido científicos del socialismo en comparación con otras concepciones y modelos, ver Bob Avakian, “Los tres mundos posibles”, en Revolución #94 (1º de julio de 2007)
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