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Revolución #114, 30 de diciembre de 2007

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“Allí iremos…”

Pensamientos sobre Magic de Springsteen

Anduvimos en el carro yo y unos amigos y ya nos habíamos llenado de cotorrear y cantar; yo por viejito estaba dando cabeceadas cuando uno de mis amigos preguntó que si queríamos escuchar el nuevo de Springsteen. Yo había escuchado “Long Way Home” (Largo camino a la casa) en YouTube y mi impresión fue: “Ah qué novedad, Springsteen quiere que Estados Unidos cumpla con ‘su promesa’, noticias a las 11”, pero dije, ¿por qué no darle otra pruebadita?

Y me quedé embelesado desde la explosión rítmica de rabia “¿hay alguien vivo por allá?” de la primera pieza. Al escuchar el resto del disco, lo que me afectó más a fondo no eran tanto lo memorable y variado de las melodías ni lo poética de la letra sino lo que expresaban: una profunda rabia contra lo que considera traición. (Al investigarlo más tarde, descubrí que esa era la intención explícita de Springsteen). Aunque me había caído bien Ghost of Tom Joad, Springsteen no se ha entregado con la intensidad de este nuevo disco desde Darkness on the Edge of Town o unas de las canciones en The River, dos discos que compuso hace casi 30 años. “El golpe a la tripa” de Darkness regresa en Magic, pero en muchas maneras la rabia y angustia que expresa son más profundas o quizás más tajantes, y ciertamente más políticas.

Sea como sea, Magic es una obra de arte para hoy día. Canción tras canción hace uso de esta tensión para abrir las venas de la sociedad estadounidense y inspeccionar el veneno que corre por ellas en estos días. No voy a analizarlas detalladamente aquí: escuchen el disco desde el principio hasta el fin. Luego darle otra pasada con la letra en la mano. Tiene muchas dimensiones, pero un tema principal es el impacto de los años criminales de Bush en el corazón de los millones de estadounidenses callados. En algunas canciones las relaciones románticas interpenetran con el horror de estos tiempos de una manera tanto alegórica como textual; lo que la gente hace, y lo que no hace, le tiña políticamente y le corrompe la vida más íntima. Un beso sencillo el día de los comicios deja “el sabor a sangre en la boca”. Escuchen “Last to Die” (El último que muere) en la cual se entrelazan una relación que está por terminar y las guerras yanquis en el Medio Oriente.

De la sangre derramada ni cuentas sacamos
A la calle sacamos los muertos anónimos

Luego, como a la mitad del disco, traído por y en contaste con el rock del E Street Band, sale la canción del título “Magic” (Magia), de bajo volumen y de salvaje intensidad. El narrador es un charlatán que se reconocerá como elemento histórico y profundamente arraigado de la psique estadounidense, pero al mismo tiempo es tan contemporáneo como la más reciente rueda de prensa presidencial. Explora ese cruce de caminos donde, como dijo una vez Bob Avakian, “la epistemología y la moral se encuentran”, donde “voluntarios dispuestos” a sabiendas tragan el cuento de que (en las palabras de otra canción del disco) “aquí todavía no ha pasado nada de eso”. Es una canción muy impactante, que resuena en muchas dimensiones y se entiende por distintos niveles de profundidad. Sus últimos versos recuerdan la canción antiracista “Strange Fruit” (Fruta extraña) de Billie Holliday”:

Por el camino caen las tinieblas
Por los árboles cuelgan los cuerpos
Por allí iremos, por allí iremos

Esta vez cuando escuché “Long Walk Home”, la penúltima canción del disco, se me hizo más significante, como si la angustia que expresa fuera producto de todo un proceso y el “largo camino” ya no trataba tanto de consolarse con un “punto de vista de largo plaza de que el péndulo regresará” sino una tentativa a captar lo lejos que hemos caminado hasta una situación tan abiertamente cruel y malévola: hasta cuestionar, o empezar a cuestionar, si “la casa” aún existe siquiera. He aquí una paradoja: el hecho de que Springsteen cree inveteradamente en lo que él se refiere a la “idea americana” puede que le cause más coraje que a los que tienen una crítica más radical de la sociedad. Estuve platicando con una amiga que se está dándole con todo el corazón para El Mundo no Puede Esperar, y a los dos nos afectó mucho el disco y sentimos que expresa la profunda fuente de apoyo en potencial para este movimiento. Springsteen, y los millones por quién y a quiénes canta, son parte de las personas que podría y debería vestirse de naranja, salir a la calle, actuar de una manera que valga la pena contra todo el malo que nos está cayendo encima, personas a las cuales debemos luchar para que no “queden cruzadas de manos y dejen que así sea” (para usar las palabras de Springsteen en “Jungleland”). Cierto, no hemos descubierto cómo abrir las puertas para que se suelte la fuente y bañe esta tierra manchada de sangre, pero carajo este disco es otro comprobante más de que existe la base para hacer precisamente eso y de que no debemos aspirar a menos.

Pero Magic trae una gran contradicción. Ofrece canciones muy conmovedoras que evocan las dudas y sufrimientos de los veteranos estadounidenses de la guerra de Irak. Pero, aparte de “a la calle sacamos los muertos anónimos”, no aparecen personajes afganos ni iraquíes en el disco. Escuchamos a los soldados estadounidenses muertos o destruidos y sus amigos y seres queridos heridos, y sentimos su dolor. ¿Pero dónde están las voces y los retratos de los presos de Abu Ghraib, de las víctimas y sobrevivientes de Haditha o Faluya o Guantánamo? Sí, sí, yo sé: Springsteen habla de lo que conoce. Pero llamó a los sobrevivientes del 11 de septiembre que desconocía como parte de componer The Rising, y goza de los recursos para conocer y hacer arte para las masas en sus millones que trata las víctimas que Estados Unidos ha jodido más. Este disco tiene valor, pero pudo haber sido más valiente, y debió haberlo sido.

Este tipo de limitación viene de paquete con la “idea americana”, ya altamente idealizada y a estas alturas, brutalmente ridícula, que mantiene encerrado a Bruce Springsteen y a tantos más. Su esperanza en la dichosa “promesa americana”, ante tanto comprobante al contrario, los lleva inevitablemente a una estrechez de miras que no permite rebasar la idea de que las vidas estadounidenses valgan más y que el sufrimiento estadounidense sea más significante que las vidas en el extranjero y el sufrimiento que Estados Unidos les inflija. Se niega a desafiar a los demás estadounidenses a imaginarse en “otro pellejo” que no sea el estadounidense. No se desencadenará esa fuente contra las “nuevas normas” criminales del gobierno de Bush en la gran escala necesaria, ni menos habrá un cambio más fundamental, sin desafiar y luchar duro contra las creencias arraigadas y todo el modo de pensar que por una parte impelen a Springsteen a hacer un disco como Magic y por otra encierran a él y a muchos de sus fieles aficionados en un chaleco de fuerzas mental de que “hay que volver a nuestro país a lo que antes era”.

¿La “idea americana”? Me recuerda de una pregunta que plantea “The River”: “¿si un sueño no se realiza, sería mentira... o algo peor?” Se expresa una alienación profunda en unas de las canciones de Magic: escuchen de nuevo “Long Walk Home” y fíjense cómo el narrador ni reconoce a la gente con quien creció, cómo llora la pérdida de la idea de que “hay cosas que no hacemos” y cómo incluso duda de que si “la casa” aún exista (“las ventanas del restaurancito estaban cerradas con tablas, con un letrero que solo dijo ‘no están’”). Esa alienación o se resbala hacia una retirada cínica de los sin esperanza (y al último ufanos)... o abre una brecha hacia una oposición y comprensión mucha más profundas, basadas en la plena realidad de esta sociedad. Esa pregunta de “The River” ha quedado suspendida para Springsteen y su público durante casi 30 años, pero no puede quedar así para siempre. Y mucho depende de cómo llegan a contestarla millones de personas.

Escuchen a Magic. Luego desafíen a quienes para las cuales y a las cuales habla.

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