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Revolución #125, 6 de abril de 2008

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El escándalo de Spitzer

La moral que necesitamos… y la que no necesitamos

La revelación de que el gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, fue cliente repetidas veces de un grupo de prostitutas y su decisión de renunciar el 12 de marzo desataron un frenesí periodístico. No se sabe quiénes iniciaron el escándalo ni por qué lo hicieron ahora. Pero un aspecto muy revelador de los informes fue el comentario de Ashley Alexandra Dupre (conocida como “Kristen”), de 22 años, en una entrevista que le hizo el New York Times: “No quiero que me vean como un monstruo”.

¿Por qué se le va a ver a ella como un “monstruo” en este incidente? Lo monstruoso es un mundo en que millones de jóvenes y mujeres son víctimas del tráfico sexual y la prostitución, literalmente compradas y vendidas como mercancías, la vida deformada y distorsionada, sometidas a la subordinación, la degradación, la violencia y la crueldad. Lo monstruoso es la idea de que un hombre puede comprar el derecho de tratar a una mujer como objeto sexual y mercancía… en esencia, que puede comprar la humanidad de una mujer. Pero en todos los informes casi no se ha dicho nada en oposición a la existencia de la prostitución; de hecho, se considera una de las “realidades de la vida”.

“Así son los hombres”… eso es lo que han dicho muchos comentaristas. Si así es, ¿qué tienen que ser y hacer las mujeres? En esta sociedad tienen que subordinarse al hombre y dejar que los hombres controlen su sexualidad. En la sociedad feudal, se compraban esposas (y eso sigue pasando hoy). En la sociedad capitalista, todavía controlan su sexualidad… y la tratan como mercancía. Esto lo justifican con declaraciones seudocientíficas acerca de la “naturaleza humana” o la mitología religiosa (como la historia de la transgresión de Eva en el paraíso terrenal), pero no es más ni menos que un ejemplo concentrado de la opresión de la mujer.

Para esbozarlo en términos generales, esa opresión surgió con la división de la sociedad en clases hace varios miles de años; antes la gente vivía en sociedades de cazadores-recolectores en que las relaciones de hombres y mujeres eran más igualitarias. Pero especialmente con el ascenso de la agricultura, surgió la propiedad privada… y los hombres dominaban típicamente esta nueva forma, debido a su papel previo en la división del trabajo. (La experiencia de los hombres de formar grupos de cazadores, cuidar a los animales, etc., los dejó en una posición para dominar las nuevas formas de agricultura estable realizadas por muchos individuos). Con la necesidad de preservar y heredar la nueva propiedad privada, los hombres tenían que saber quiénes eran sus hijos, y con eso surgieron las restricciones a la sexualidad femenina. Los frutos del trabajo de la mujer pasaron a ser propiedad alienable controlada por el hombre, y su papel esencial se institucionalizó como reproductora. La prostitución fue de la mano con esto: una forma de sexualidad privilegiada solo para los hombres.

Hoy todavía se trata a las niñas, desde el nacimiento, como propiedad de los padres, y del padre en particular. (Incluso si la madre hace la mayor parte del trabajo, el padre “sabe lo que es mejor”, como decía el título de un programa de televisión de los años 50). Cada año a millones de niñas las maltratan, abusan y violan en la familia… y les enseñan de muchas otras maneras que su valor depende de su atractivo a los hombres. En el matrimonio, el padre “entrega” simbólicamente a la mujer, para ser propiedad simbólica del esposo. Desde el comienzo, a las relaciones entre mujer y hombres las influencia y condiciona el marco general de las relaciones sociales, en que la opresión de la mujer es una parte fundamental.

La forma ha variado durante la historia y en los lugares diferentes, y ha dependido del tipo de sociedad, pero hay que decir: ¿quién quiere vivir en una sociedad que tiene esta clase de relaciones? ¿Quién quiere vivir en un mundo que tiene esta clase de moral? ¿Y en qué clase de sociedad una mitad subyuga y oprime a la otra mitad, no importa la justificación que dé?

La prostitución: Una fuerte concentración de la opresión
de la mujer

La prostitución es una fuerte concentración de estas relaciones sociales opresivas. La “profesión más antigua” desarrolló de la mano, y está vinculada íntegramente, con la primera división de la sociedad en clases, y el surgimiento de la familia patriarcal y los valores familiares que conlleva, que justifican e imponen el control masculino de la mujer y los niños. Hoy, la expresión la “profesión más antigua” huele a que es otra trayectoria profesional más, una idea reforzada por los informes periodísticos acerca de unas prostitutas que ganan miles de dólares en una noche. Un estudio de prostitutas de San Francisco desmiente esto: demostró que al 82% las han agredido físicamente, el 55% por los clientes. El 68% informaron que las han violado, y la mayoría más de cinco veces.

Además, Melissa Farley y Victor Malarek, autores de varios libros sobre el tráfico sexual y la prostitución, escribieron en el New York Times que “los estudios demuestran que a la mayoría de las prostitutas, entre ellas la mayoría de las que trabajan con los servicios de acompañantes, las abusaron de niñas. El incesto prepara a las jóvenes para la prostitución, porque les dice lo que valen y lo que se espera de ellas. Otras fuerzas que encauzan a la mujer a la prostitución son las dificultades económicas y el racismo”. Una telefonista del grupo de prostitutas que utilizó Spitzer se quejó de que una de las mujeres limitó el tiempo que pasó con los clientes porque tenía que recoger a sus hijos de la escuela.

Una moral diferente… un mundo diferente

¿Qué dice acerca de esta sociedad que la mujer tiene que recurrir a esta degradación y peligro?

Pero no tiene que ser así.

Puede haber un mundo totalmente diferente en que la liberación de la mujer es un elemento clave de la emancipación de toda la humanidad y en que la liberación de la mujer contribuye al avance de toda la sociedad… en que a las niñas y los niños los tratan plenamente como seres humanos desde el nacimiento, libres de estereotipos de género y propiedad de nadie… en que las relaciones de mercancía —y la mentalidad que engendran— no marcan ni condicionan a todo, incluso cómo el hombre trata a la mujer y cómo la mujer se ve a sí misma… en que la violación y el maltrato de la mujer es cosa del pasado y la gente se pregunta cómo lo que debe ser un acto feliz podía haber sido una relación de violencia… en que la emancipación de la humanidad conlleva, entre otras cosas, nuevos valores y las relaciones sexuales de los seres humanos se basan no en la objetificación sino en el florecimiento mutuo, en el contexto de una sociedad de seres humanos que se asocian libremente y transforman a la naturaleza y sus propias relaciones sociales de maneras que liberan y no oprimen.

Esta es una concepción de una sociedad en que la gente realmente quiera vivir, y tenemos un programa y una moral que se basan en llegar a esa sociedad. Que dictan cómo tratamos y bregamos el uno con el otro ahora, y lo que luchamos por realizar entre el pueblo. Tratamos de cultivar una receptividad genuina y continua a las ideas nuevas y nos interrogamos continuamente e interrogamos a los demás también acerca de nuestro enfoque y análisis, y los atraemos al proceso de identificar y bregar con los problemas de la revolución, con el fin de entender la verdad más profundamente y cambiar el mundo.

En su libro Predicando desde un púlpito de huesos: Necesitamos moral, pero no la moral tradicional, Bob Avakian dice:

“Entre los principios comunistas está la meta decisiva de superar todas las desigualdades entre el hombre y la mujer, y entre diferentes pueblos y nacionalidades. El punto de vista y la metodología comunistas dejan en claro que la opresión de la mujer está inextricablemente ligada a la división de la sociedad en clases y a toda la explotación y opresión que la han acompañado por milenios, y que la abolición de esa explotación y opresión, y de las diferencias de clases en sí, está inextricablemente ligada a la emancipación de la mujer. Mejor dicho, la emancipación de la mujer es una parte crucial de ‘las 4 todas’* y hay que evaluar todos los aspectos de las relaciones sexuales y familiares desde el punto de vista de su relación con esa emancipación. La moral comunista apoya todo lo que promueve la lucha por esa emancipación y se opone a todo lo que degrada a la mujer y fortalece su opresión de cualquier manera, ya sea la decadencia sexual de ‘fin de imperio’ o la ‘moral tradicional’, la degradación de la pornografía o la de la Biblia”.

Este es un mundo al que se puede aspirar y por el cual se debe luchar; y esta es una moral que se puede vivir y difundir ahora.

 

* “Las 4 todas” es una referencia a una declaración de Marx, en Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, de que la dictadura del proletariado representa la transición necesaria a la supresión de todas las diferencias de clase (o “diferencias de clase en general”); la supresión de todas las relaciones de producción en que estas descansan; la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción; y la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales. Las “dos rupturas radicales” es una referencia a una declaración de Marx y Engels en el Manifiesto comunista de que la revolución implica romper con las relaciones de propiedad tradicionales y con las ideas tradicionales.

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