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Revolución #126, 13 de abril de 2008

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Poderoso testimonio hace recordar el asesinato de Sean Bell por la policía de Nueva York

La semana pasada, en una sala de tribunal repleta de gente, le escucharon a Joseph Guzmán describir lo que sucedió la noche del 25 de noviembre del 2006, cuando policías secretos de Nueva York le dispararon a él, a Sean Bell y a Trent Benefield 50 veces al salir de la fiesta de despedida de soltero de Sean Bell. Guzmán pensó que todos iban a morir. Él y Trent Benefield (gravemente heridos) sobrevivieron, pero Sean Bell murió.

En el testimonio, Guzmán trasladó a todos al horror de ese momento. Dijo que intentó escaparse de los tiros dirigidos al lado del pasajero por la ventana del lado del chofer. Sean era el chofer, y Joseph quedó tirado sobre él con la mano sangrante de una cortada del vidrio. Joseph pensó que los dos iban a morir y le dijo a Sean: “Te quiero, S”. “Yo también te quiero”, le contestó en susurros Sean. “Entonces dejó de moverse”, dijo Joseph.

Guzmán dijo que él y sus amigos salieron del club Kalua cuando cerraba. Sean se iba a casar en unas pocas horas y ellos se reían hablando de si Sean debía ir a la casa de su novia, Nicole. Se sentían bien e iban a un restaurante para desayunar. Tuvieron un altercado con un tipo que estaba afuera del club y les pareció que tenía una pistola porque tenía la mano dentro de la chamarra. Joseph le dijo a Sean: “Te vas a casar más tarde, así que olvídate de esto, vámonos”, y se fueron al carro de Sean.

Momentos después de que subieron al carro y empezaron a rodar, un minivan —que resultó ser un carro secreto de la policía— les bloqueó el paso y hubo un choque. En eso, Joseph vio a un hombre —que resultó ser tiras— muy cerca del carro con una pistola apuntada hacia ellos. En el testimonio Joseph dijo: “Le estaba mirando en los ojos y este me disparó. Todo era como en cámara lenta. Yo le estaba mirando dispararme. Este dispara, dispara, dispara… Nosotros estábamos en el carro, yo dije ‘oye S, arranca, no es un robo —nos están tratando de matar, no es un robo’… Yo le decía, ‘arranca, tenemos que irnos. Tenemos que salir de aquí. Nos quieren matar, están disparando’”.

Sean metió el carro en marcha atrás y chocó contra una puerta después de subirse a la banqueta. Luego arrancó hacia delante y volvió a chocar con el minivan. Ya les estaban disparando.

Como han intentado hacer durante todo el juicio, los abogados de los policías quieren hacer ver que los tres jóvenes (dos negros y un latino) tienen la culpa de lo que sucedió porque son del “elemento delincuente”. Presentaron antecedentes de delitos graves de Joseph Guzmán, cuando era miembro de un grupo de raperos que se llamaba Young Thugs. Tras contestar docenas de preguntas sobre sus antecedentes penales, Joseph dijo: “¡Esa noche mis antecedentes no estaban pegados en la frente!”. Cuando uno de los abogados le preguntó a Joseph (que está comprometido) si estaba coqueteando con una de las cantineras del club Kalua, Joseph contestó, con ira: “¿Qué tiene esto que ver eso con que ustedes mataron a Sean Bell?”. Uno de los abogados de los policías le acusó a Guzmán de decirle a uno de sus amigos: “Tráeme la pistola”. Joseph le contestó: “No dije eso. De donde yo soy, ese farol no sirve”. Como todo mundo sabe, no hubo pistola en el carro de Sean.

Uno de los abogados de la policía dijo que el comportamiento de Joseph al dar testimonio es prueba de que él provocó el tiroteo. Dijo que la ira que demostró “fue exactamente la misma que demostró frente al club… Estabas haciendo lo que quería, como lo estás haciendo hoy mismo”.

Todo eso fue el colmo para los partidarios de la familia Bell y el juez les advirtió un par de veces que se callaran o iba a sacarlos del tribunal.

En las tres semanas del juicio, el testimonio ha incluido el de médicos sobre los disparos que mataron a Sean Bell y dejaron gravemente heridos a Joseph Guzmán y Trent Benefield. De vez en cuando los padres de Sean han tenido que salirse.

El testimonio de los policías demuestra que no esperaban que ninguno de los tres sobreviviera. El policía Michael Oliver disparó 31 veces, o sea que volvió a cargar la pistola. Leyeron el testimonio que Oliver dio ante el gran jurado en las actas del juicio. Cuando le preguntaron ante el gran jurado si disparaba para matarlos, dijo que entrenan a los policías a disparar contra la “masa central”, o sea, contra órganos vitales o “seguir disparando hasta eliminar la amenaza”. Michael Carey, un policía que estuvo presente pero que no acusaron, dijo que solo dejó de disparar porque otro policía se puso delante de él.

Los policías no mienten cuando dicen que lo que sucedió esa noche es precisamente lo que debe suceder según su entrenamiento. El tiroteo que dejó muerto a Sean Bell y gravemente heridos a Joseph Guzmán y Trent Benefield no tiene nada que ver con “policías pésimamente capacitados” o un “operativo pésimamente planeado”. A millones de jóvenes negros y latinos que el sistema imperialista global no puede explotar para sacarles ganancias los criminalizan y meten a la cárcel. Uno de cada nueve jóvenes negros está en la cárcel o la prisión, y miles han muerto a manos de la policía. En los años 90, el Proyecto Vidas Robadas, (http://stolenlives.org) documentó la muerte de más de 2,000 personas (la mayoría jóvenes negros y latinos) a manos de la policía; y sigue documentando las muertes desde ese entonces.

Como le dijo a Revolución un maestro de educación especial que fue al juicio: “Estos niños, aun cuando son muy jóvenes, como de seis o siete años, miran el mundo y se sienten indefensos y sin esperanza. Piensan que no tienen ningún futuro. Así es como algunos hacen cosas que no deben hacer. ¿Pero cómo se les va a culpar a ellos? A fin de cuentas ellos no tienen la culpa”. La única razón por la que hay un juicio de los policías que mataron a Sean Bell y dejaron gravemente heridos a Joseph Guzmán y Trent Benefield, y la única razón que no son otras víctimas más escondidas y olvidadas, es que miles de personas se lanzaron a las calles después del asesinato. No se puede permitir que este caso termine con la absolución de los policías o un jalón de orejas. Si eso sucede, la ira que ha estado por debajo de la superficie debería florecer en una poderosa resistencia que contribuya a poner fin a este sistema criminal cuyo tiempo ya pasó hace mucho. Basta ya.

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