Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

¿Por qué no hubo advertencia?

Los intereses económicos y políticos del desastre

Obrero Revolucionario #1264, 16 de enero, 2005, posted at rwor.org

Recibimos lo siguiente del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar:

3 de enero de 2005. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar.En las semanas y meses por venir, saldrán muchos aspectos de este desastre y quienes se preocupan de las masas tendrán que analizarlos desde diversos ángulos, desde lo que las masas vivieron hasta cuestiones de ciencias naturales. Por el momento, quisiéramos plantear unas preguntas y centrarnos en la más obvia e inmediata: ¿por qué se llevó el tsunami a tantas personas sin ninguna advertencia?

Un editorial del New York Times del 29 de diciembre decía: "De haber tenido una red de alerta internacional como la que montó Estados Unidos para proteger la vecina cuenca del Pacífico, se pudiera haber reducido a la mitad el número de muertes en la región". En cosa de días, un organismo de la ONU dijo que trabajaría por establecer una red de alerta en el océano Índico. ¿Por qué tuvo que pasar medio siglo y tantas muertes antes de reconocer esta necesidad? Se trata de más que ignorancia. La clave son los intereses políticos y económicos.

La respuesta "fácil", repetida hasta la saciedad por los funcionarios gubernamentales y algunos científicos, es que los tsunamis son poco frecuentes en el océano Índico. Como sabemos, ese argumento es muy parcial. El 90% de los tsunamis se dan en el océano Pacífico a causa de una actividad subterránea muy intensa; los geólogos hablan de un cinturón de fuego. Algunos expertos dicen que la peor explosión de la historia geológica ocurrió hace 71 mil años, poco tiempo en la historia de la Tierra, en Sumatra, a 150 km del epicentro del terremoto del 26 de diciembre. La más potente explosión de la historia escrita se dio en 1883, cuando una erupción volcánica en la isla de Krakatoa, cerca de Sumatra, provocó un tsunami aún mayor que el del 26. La región tembló en 1797, 1833 y 1861. Singapur presenció un sismo de 7 grados en 2000 y se dio otro de 7.4 grados en una isla al noroeste de Sumatra, que tal vez fuera el precursor del fenómeno reciente. Los científicos que conocen los estudios geológicos que hicieron los colonizadores holandeses de la región y los rastros de previos sismos que se hallan en los patrones de crecimiento de los arrecifes de coral llevan un tiempo preocupados.

En la década pasada, el Grupo de Coordinación Internacional de la ONU del Sistema de Alerta de Tsunamis del Pacífico recomendó que se ampliara la red al océano Índico y el mundo. Se ignoró la propuesta. Se presentó un proyecto similar en una reunión internacional de expertos de 1997 en el Perú, con una respuesta similar. En una reunión de octubre de 2003 en Nueva Zelanda, se votó en contra del proyecto... no por razones científicas sino porque rebasa el ámbito geográfico del grupo.

Un geofísico del Instituto de Tecnología de California estaba tan preocupado que pagó de su propio bolsillo la impresión de 5 mil folletos y los repartió en la región a fin de dar a conocer el peligro y qué hacer al respecto. Tenía planes de ir a Indonesia hace un mes, pero por falta de fondos canceló el viaje.

La semana pasada, el sismólogo Phil Dunning, de Geosciences Australia, dijo: "Fuera de Australia e Indonesia, la comunidad científica se interesaba poco en los tsunamis del océano Índico". ¿Por qué? Ha habido muchos menos tsunamis en el océano Índico que en el Pacífico, dicen. Pero hay una inconfundible razón, muy sencilla y horrible: cuesta dinero monitorear e investigar y ninguna potencia estaba interesada. Estados Unidos creó la red de alerta del Pacífico (con ayuda de Australia y Japón), y sin el apoyo estadounidense la red no se extendió a otras partes.

Es importante examinar en qué medida Estados Unidos no estuvo interesado en tal sistema, en qué medida lo truncó por pasividad y en qué medida le restó importancia activamente. Colocar en el mar detectores del movimiento de las olas en boyas entrelazadas por satélite tiene enorme valor militar. Por eso, probablemente, Estados Unidos lanzó la red del Pacífico tras la II Guerra Mundial, cuando logró hegemonía naval. Hoy, gran parte de la investigación de los mares está relacionada con la armada estadounidense. Todos los estudios de la corteza terrestre están relacionados con objetivos militares; también son un aspecto central de la despiadada y estratégica industria petrolera.

Como monitorea temblores y explosiones mucho menores en todo el mundo, la organización del Tratado Internacional de Prohibición de Pruebas Nucleares, con sede en Viena, detectó de inmediato el terremoto de Sumatra. Pero no tiene poderes de emergencia y nadie estaba trabajando. Incluso después del terremoto, no se decidió si permitir que los científicos estudiaran los datos. Muchos países dicen que los datos son un secreto militar, por tratar de sus propias actividades atómicas y las de otros países, y no quieren que se divulguen automáticamente al público. Estados Unidos se ha negado a participar en la organización de Viena, con el objetivo de proteger sus propios secretos, pero tiene acceso a los datos de otros países. India, que ha llevado a cabo sus propias pruebas de armas nucleares, no es miembro de la organización. Como veremos, el aspecto militar de tales datos contribuyó a convertir un desastre inevitable en una tragedia aún más devastadora. En general, los cambios que generan los terremotos aumentan la presión sobre algunas fallas y la disminuyen en otros casos. Es un asunto de vida o muerte y podría ser extremadamente urgente estudiar los datos de este terremoto.

Tan criminal como la falta de una red de alerta en el océano Índico es lo que pasó cuando los científicos del Pacífico captaron la inminente catástrofe. Tal como las autoridades ignoraron las advertencias de la posibilidad de que ocurriera un tsunami en el océano Índico, cuando las olas se estaban aproximando a las costas, que sepamos nadie en posición de autoridad tomó medidas para proteger a la población.

Los expertos de Japón, Hawai y la costa oeste norteamericana se dieron cuenta del fenómeno en cuanto ocurrió. En 15 minutos, ya despachaban notificaciones. Como no todo terremoto submarino genera un tsunami, al comienzo no podían pronosticar las gigantescas olas y no había ningún detector en el océano Índico que pudieran consultar. Debido a la complejidad de interpretar los diversos datos, por varias horas no calcularon correctamente la potencia del terremoto: primero, calcularon que era de 8 grados, o sea, sabían que podría tener efectos muy graves. Luego se dieron cuenta de que era de 9 grados, diez veces más poderoso. Desde el comienzo, sabían que era al menos posible que se diera un tsunami, por la ubicación del epicentro submarino. Poco más de media hora después del terremoto, de 20 minutos a una hora antes de que las primeras olas tocaran tierra firme, según diversos informes, lanzaron una alerta, sin siquiera saber si se daría un tsunami ni de qué tamaño. Cuando se dieron cuenta de la magnitud precisa del fenómeno, cundió un terror bárbaro. Cuando recibieron los primeros informes de que las olas gigantescas habían tocado tierra en el noroeste de Sumatra, corrieron a armar modelos matemáticos para pronosticar lo que iba a pasar. Ya era muy, muuuy tarde.

Los científicos se hallaban atrapados en sus laboratorios, sin poder dar a conocer lo que pasaba. Dieron aviso a sus superiores; hasta ahora, no se sabe qué hicieron éstos. Dieron aviso a las fuerzas armadas. Enviaron mensajes electrónicos, faxes y SMS a sus colegas. No tenían cómo informar a la población que estaba en el camino del tsunami. Podemos imaginarlos gritando con frustración y consternación.

Un desastre natural inevitable dejó aún más estragos porque afectó a tantas personas cuya vida ya pendía de un hilo. Un desastre similar en cualquier capital imperialista del mundo dejaría muchas muertes. Pero la particularidad de la región en cuestión, si bien un accidente con relación a la sociedad humana, determinó en gran medida las consecuencias del desastre.

Sumatra fue el primer lugar afectado directamente por el terremoto (el único donde dejó muertos en tierra firme) y repetidamente desde el mar. Al cierre, al parecer dos tercios de las víctimas murieron en la punta norte de la isla. La provincia de Aceh, Sumatra, sufrió tanta destrucción que una gran parte ya no se reconoce desde tierra o aire. Quedó destrozada la mayor parte de la ciudad capital, Banda Aceh, y otras ciudades y muchos pueblos y aldeas se esfumaron. Según los informes de quienes sobrevolaron las zonas alejadas, sólo se ven unos pocos habitantes con vida. Rebasa el ámbito de este artículo analizar la relación entre la vida de la población, en qué lugares vive, en qué tipo de vivienda, etc., y lo que le pasó. Sumatra está ubicada sobre una conocida falla geológica y la amenaza de un terremoto es obvia a quien quiera saberlo y a quien se le permita saberlo. Aceh está ocupada por 40 mil tropas indonesias a fin de servir y proteger la planta de gas natural licuado y yacimiento de gas de la trasnacional Exxon Mobil, porque la zona es demasiado valiosa para dejarla en manos de la población autóctona. Algunos periodistas dicen que el gobierno indonesio recibió una advertencia del desastre. Está en debate cuántas vidas se pudieran haber salvado, pero nadie duda que se hubieran salvado miles.

Pasaron dos horas antes de que las olas tocaran tierra en Sri Lanka, el segundo país más afectado. Al menos un científico estadounidense se comunicó por teléfono con su embajador en ese país. ¿Con quiénes se comunicó el embajador y qué hicieron?

Según algunos cotidianos, el gobierno tailandés estaba sobre aviso. Se ha dicho que el gobierno mantuvo en reserva la información porque no quería que se perjudicara el turismo en caso de que fuera una falsa alarma. Aunque movilizó el ejército tras el desastre, el 3 de enero el gobierno mandó 10 mil soldados en una misión de contrainsurgencia a las provincias del sur colindantes con Malasia.

Las islas de India Nicobar y Andaman, cerca de Sumatra y Tailandia, también sintieron la fuerza del mar. Para el gobierno indio, el valor principal de este archipiélago de pequeños picos bajos de la cordillera submarina, ubicado tan lejos de la India continental, es geopolítico, sobre todo militar, o sea, sirven a sus intereses expansionistas. La isla de Nicobar es una base naval y para el gobierno indio todo el archipiélago es una zona militar y prohíbe el acceso a gente de fuera.

El tsunami tardó de tres a cuatro horas en tocar tierra en el sureño estado indio de Tamil Nadu. No hubo alerta pública sobre las olas que arrasaron a Sumatra y estaban en camino a matar miles más. Para cuando las olas tocaron al este de África diez horas después, todo mundo debería haber sabido qué pasaba. Pero ningún gobierno tomó medidas de previsión.

Quizá el hecho más repugnante y desafortunadamente el más fácil de captar es el siguiente: en términos económicos, es posible que el tsunami no salga muy caro. Economistas citados por la agencia noticiosa Reuters el 31 de diciembre calculan un costo global de daños materiales en 14 mil millones de dólares, un poco más que una décima parte del terremoto de 1992 de Kobe, Japón, en que murieron 6,400 personas, y menos de la mitad del huracán Andrew de 1992 en que murieron 50 personas en Estados Unidos. Un hecho más reconfortante para la "comunidad financiera" es que Munich Re, la mayor empresa reaseguradora del mundo (que vende seguros a otras empresas de seguros contra grandes pérdidas inesperadas), anunció que sus clientes tendrían que desembolsar pagos menores. Predijeron que, a pesar de la muerte de lo que se estima en estos momentos en 150,000 personas y las severas penurias de cinco millones más, el impacto económico global será pequeño o insignificante, pues muchas personas que murieron sólo subsistían día a día y no eran una parte importante de la economía mundial. Un economista australiano de la banca explicó: "Principalmente, las viviendas sufrieron daños, lo que es una fuerte pérdida para la población, pero eso afectará poco la capacidad productora, salvo el turismo en Tailandia". El costo humano no afectó las bolsas bursátiles del mundo.

El capitalismo "construye lo mejor sobre lo mejor", o sea, es más eficiente impulsar el desarrollo en los lugares más desarrollados. Se nutre de las disparidades y las agrava, y éstas aumentan las muertes de desastres naturales. En el futuro, aunque se establezca una eficaz red de detección en el océano Índico y no sólo falsas promesas, no se eliminará un factor muy importante de esta tragedia: el desarrollo desigual y la opresión política que inevitablemente lo acompaña y lo refuerza.

En una palabra, el problema fundamental son las relaciones entre las personas y sobre todo las relaciones de propiedad: las relaciones entre los países, en que los capitales imperialistas subyugan a países enteros y los reorganizan en pos de los intereses de un puñado de parásitos ubicados en las ciudadelas imperialistas, y las relaciones entre todos los seres humanos, individual y colectivamente, en un sistema en que el primer, último y único factor decisivo son las ganancias: fríos cálculos al contado, la política de apuntalar este vil sistema y los intereses del país que hoy procura dominarlo todo, Estados Unidos.