Diarios de motocicleta: Llegar al otro lado del rí

o Miguel Alfonso Cañero Del Colectivo de Escritores de Los Ángeles

Obrero Revolucionario #1265, 23 de enero, 2005, posted at rwor.org

Una amiga y yo nos platicábamos nuestras historias después de ver la película Diarios de motocicleta ; ella me contó de un viaje que hizo a Michoacán, México. Cada invierno miles de mariposas monarcas migran desde Canadá hasta un lugar de la sierra michoacana. Es una hermosura; se cuelgan de los árboles, desplegando majestuosamente los colores vibrantes de las alitas. Es una de esas experiencias de la naturaleza que asombra. Pero la caminata es dura. Uno sube por una brecha empinada; entre más sube, más se le dificulta la respiración y más tiene que parar a recobrar el aliento. En el camino la amiga se topó con una señora de un pueblo cercano que nunca había visto las mariposas; hubiera querido, pero no había podido. Es un ranchito pobre y muchos de los hombres se van de jornaleros a la ciudad la mitad del año, mínimo. Desde chiquita había oído hablar de las mariposas, pero nunca tuvo tiempo libre para explorar, admirar y reflexionar.

Pero tal como la oruga se transforma en mariposa, todo en la naturaleza también cambia y se transforma, incluso la sociedad y la conciencia. Este tema de "cambio y transformación" tiene un papel importante en la nueva película del director brasileño Walter Salles: Diarios de motocicleta .

Esta película, que se basa en Ernesto Che Guevara joven, quien más tarde fuera líder de la revolución cubana, me dio bastante curiosidad, puesto que mi ideología y estrategia revolucionarias discrepan de las suyas. Sin embargo, lo que más me impactó de la película es que nos hace pensar (algo que hace el arte bueno) en cambiar radicalmente el mundo en un momento en que el clima político en Norteamérica es tan hostil a tales nociones radicales como lo es el invierno a las mariposas.

Echando chispas de entusiasmo, Alberto Granado, de 29 años, bioquímico, despliega un mapa de Sudamérica sobre la mesa del restaurante. Ha soñado con viajar por el continente desde hace años y quiere hacerlo realidad antes de cumplir los 30. Su pasión se contagia al trazar la ruta con su amigo y compañero de viaje, Ernesto Guevara de la Serna, un estudiante de medicina de 23 años, quien decide interrumpir los estudios para unirse a esta increíble aventura a través de montañas, lagos, ríos, nevados, desiertos y paisajes asombrosos.

"De Buenos Aires hasta la Patagonia y después Chile. Luego al norte hasta los 6 mil metros por la columna vertebral de los Andes hasta Machu Picchu. De ahí, al leprosario de San Pablo en la zona peruana. Destino final, Venezuela ...".

Ernesto se despide de la familia y promete a su mamá escribirle "las cartas más lindas que has leído". Luego, sube a la agujereada motocicleta Norton 500 de 1939 de Alberto, "La Poderosa".

No obstante dicho nombrezote, la moto no prende en el primer intento, poniendo en vergüenza a Alberto. Pero le vuelve a jalar y la logra arrancar. Echando humo y zumbidos, la moto despega a toda velocidad y, ante los ojos de la familia de Ernesto, casi choca con un enorme camión de pasajeros.

Los dos amigos se avientan a experimentar un continente que solo conocían en libros. Ansiosos de explorar lo nuevo y conocer a gente nueva, los atrae el camino abierto y un mundo por conocer; tienen por delante sueños y posibilidades. Al partir en la moto, expresan el arranque de la juventud que busca un nuevo futuro.

"Buenos Aires quedó atrás... Ante nosotros se extiende toda América Latina. De ahora en adelante solo confiaremos en La Poderosa...".

Inspirada por los diarios de Ernesto Guevara de la Serna (que años después se conocería como el "Che" Guevara) y Alberto Granado, Diarios de motocicleta cuenta la historia de dos amigos que comparten la inquietud de la juventud, la capacidad de soñar y una insaciable pasión por el camino.

En una entrevista en el Tavis Smiley Show , Walter Salles indica que esta historia "trata de la juventud, la necesidad de cambiar el mundo y la certeza de que uno lo puede hacer... trata más que todo del idealismo, y creo que en la época en que vivimos, se nos olvida a veces que el idealismo hace falta... me atrajo intensamente la humanidad, el apetito por vivir que esta historia concentra de una manera muy fresca y sin refinar..."

Este apetito por vivir es un tema constante de la película.

Salen volando del camino y caen en una zanja lodosa. Chocan con un hato de vacas y se raspan las rodillas. Una ventolera se lleva la tienda de campaña y pasan la noche en una troje. Alberto recurre a cualquier jugada para conseguir comida y abrigo, pero siempre lo descubren por la franqueza de Ernesto. Pero de vez en cuando Ernesto demuestra que tiene un lado transa, como cuando se le ocurre decir a un periódico en Chile que son "expertos en lepra" para que les hagan favores en el pueblo, como arreglarles la moto sin cobrar.

Los dos amigos tienen mucho en común, pero también son muy diferentes. Discuten porque Ernesto se niega a gastar los 15 dólares que le dio su novia Chichina (Mia Maestro) para que le comprara un traje de baño si es que llegan hasta Miami.

El mujeriego de Alberto brinca de un romance a otro por todo el camino, mientras el seriecito de Ernesto se mantiene fiel a la novia argentina Chichina. La única vez que coquetea, le va como en feria, pues trata de bailar el "Chipi Chipi" con la esposa del mecánico y los dos muchachos tienen que huir del pueblo.

Al mismo tiempo que saborean el mundo, les impactan las personas que conocen y las historias que les cuentan.

En Chile, después de muchos accidentes, se ven obligados a abandonar "La Poderosa". Prosiguen caminando y pidiendo raite.

Se topan con agricultores y comunidades indígenas, de los cuales oyen de la vida y las penas del campesino y el obrero. Cada vez encuentran más pobreza, hambre, enfermedad e injusticia. Se ven ante una realidad muy diferente a la que conocían, y poco a poco los está cambiando.

Después de cruzar el desierto se acercan a las minas de Chuquicamata. En el camino se juntan con una pareja que también se dirige hacia allá. Al caer la noche, hacen una fogata a un lado del camino, toman mate y cuentan sus historias. El señor les cuenta que le quitaron sus tierras y lo corrieron del pueblo los policías por comunista. Ahora se dirigen a las minas a buscar trabajo.

Entonces, la señora les pregunta: "Y ustedes, ¿por qué viajan?". Los muchachos se miran uno a otro y Ernesto contesta: "Viajamos por viajar". Esta experiencia le impresiona profundamente. Se le graban las imágenes de lo que contaron: "...esos ojos tenían una expresión oscura y trágica. Nos contaron de unos compañeros que habían desaparecido en circunstancias misteriosas y que al parecer terminaron en una parte del mar. Esa fue una de las noches más frías de mi vida. Pero conocerlos me hizo sentir más cerca de la especie humana, extraña, tan extraña para mí".

En la entrada al campamento minero, el supervisor de la compañía minera (propiedad estadounidense) va escogiendo a los que trabajarían ese día, en una escena que reconocerán los jornaleros en cualquier parte del mundo. Escoge al señor con el cual pasaron la noche, pero no a la mujer. Ella se aparta lentamente, y uno se pregunta cuánto tiempo estarán separados. Ernesto se enfurece de que no les hayan dado agua para beber a los obreros, y avienta una piedra al camión que se aleja.

Ernesto describe lo que siente: "Al salir de las minas empezábamos a sentir que la realidad empezaba a cambiar, ¿o éramos nosotros?" "...encontrábamos más indígenas que ni siquiera tenían un techo en donde fueron sus propias tierras...".

Walter Salles leyó ambos diarios mucho antes de que Robert Redford (el productor ejecutivo de la película) le contara del proyecto. Es del movimiento brasileño cinema novo,que usa métodos realistas como los del movimiento italiano neorrealista de los años 1940, por ejemplo, filmar en el lugar, usar actores espontáneos junto con profesionales e incorporar material improvisado.

Una vez que comenzó la filmación, Salles quería ser fiel a los libros pero también al espíritu del viaje. Reconociendo que los encuentros en el camino eran un choque para los muchachos, mantuvo vivo ese espíritu en la película. Animó a los actores, Gael García Bernal y Rodrigo de la Serna, a relacionarse con la gente durante el rodaje, igualito como lo hicieron los personajes hace 50 años. Como resultado, hay escenas improvisadas e imprevistas en las cuales los actores se relacionan con la gente y sus condiciones de vida actuales, las cuales no han cambiado mucho desde los tiempos del viaje.

Oímos a un campesino indígena que a duras penas saca de la cosecha para mantener a la familia, y al cual lo hostigan constantemente los grandes propietarios de la tierra. Vemos a una indígena que solo habla quechua, que creció sin estudios y a quien no le queda más que la labor del campo. También sentimos sus momentos de risa. Por ejemplo, en Cuzco, Perú, un niño los guía por el pueblo y les explica la diferencia entre dos muros que están juntitos: uno lo construyeron los incas, y el otro, los "incapaces", o sea los españoles. Esta divertida escena no se ensayó y no está en el guión.

Walter Salles explicó a The Guardian que el niño "se nos arrimó y nos preguntó si queríamos conocer más la ciudad, y se ofreció como guía. Dijimos, ‘Sí, pero ¿podemos traer la cámara Super16?’. Contestó, ‘Traigan lo que quieran’. Y allí salió. Esa escena, todo fue de la primera toma, no se repitió nada". También comentó de la actuación magistral de Gael y Rodrigo: "Y los dos se adentraron tanto en los personajes que podían improvisar libremente dentro de la estructura del guión".

La calidad del guión de José Rivera permitió la flexibilidad para incorporar muchas de las escenas improvisadas e inesperadas. Como Salles lo describió a BlackFilm.com respecto al guión: "Es algo así como el jazz . Si uno agarra un acorde bien firme, entonces tiene chance de bifurcarse y explorar otras ondas, porque cuando quiere regresar a la melodía, allí está, bien firme, puedes entrarle de nuevo y no se pierde".

Cuando suben a la cima de Machu Picchu, es tan imponente que uno casi quiere pararla para alcanzar a ver todo. Ernesto reflexiona sobre la civilización inca: "Los incas tenían un alto conocimiento en astronomía, medicina, matemáticas entre otras cosas. Pero los invasores tenían la pólvora". Más adelante, Alberto, que se la pasa ideando alguna jugada, habla de hacer cambios votando, y Ernesto contesta: "¿una revolución sin tiro? Estás loco".

En Lima, Perú, conocen a un doctor al cual Alberto le había escrito antes de emprender el viaje. Les da comida, dinero y un lugar para dormir, y les presta libros, entre ellos de Mariátegui, un teórico comunista peruano. En una escena, Ernesto lee un libro de Mariátegui mientras se oye la narración del doctor de un pasaje: "el problema del indio es el problema de la tierra ...".

Lo que sigue es un lírico collage de fotos en blanco y negro de las personas con que se toparon en el camino: vemos las caras de mineros, agricultores, campesinos e indígenas. Uno mismo revive el viaje como si fuera Ernesto, se le revelan las imágenes que se le grabaron en la conciencia. Al usar estas imágenes impactantes en blanco y negro, Walter Salles y el cinematógrafo Eric Gautier le rinden homenaje a Martín Chambi, "un fotógrafo peruano que, en 1920, sacó la cámara del estudio y se puso a retratar a la gente auténtica de la calle".

Experimentamos el poder del cine como medio visual, diferente al teatro o la literatura, cuando Ernesto está en un buque de vapor camino al leprosario de San Pablo en Perú. El buque de vapor lleva de remolque una lancha donde apartaron a los pobres. Ernesto se queda mirando la lancha, profundamente inquieto. La escena no usa palabras, solo imágenes imponentes y música penetrante. Toda la música de la película la compuso Gustavo Santaollala, una figura destacada del rock alternativo latinoamericano, y especialmente en esta escena expresa agudamente las contradicciones. Las fotos en blanco y negro de la gente humilde que duerme en hamacas en la lancha se combinan con la guitarra eléctrica alocada y el tambor urgente, barriendo todo espejismo de "calma y estabilidad". El tono agudo y vibrante de la primera guitarra insinúa que en medio del trastorno interno, hay transformación.

En el leprosario San Pablo, donde se quedan tres semanas para atender a los pacientes, se dan cuenta de que todos los doctores y enfermeras viven en un lado del río y los pacientes en el otro. Lo primero que hacen Ernesto y Alberto es romper las reglas al darle la mano a los pacientes sin guantes. Esto los mete en problemas con la monja principal que supervisa a los pacientes y pone las reglas. Pero con los pacientes se encariñan rápidamente; con ellos juegan fútbol y tocan el tambor entusiasmados.

Sentado en su recámara, viendo el extenso río que corre en frente de su ventana, Ernesto hace un comentario que concentra un tema de la película: "...el río aleja a los enfermos de los sanos". Camina a la ventana y observa calladamente la inmensidad y anchura: la metáfora del río resuena.

Me recordó de la vía del tren o el puente de la carretera que segregan diferentes comunidades en una ciudad. Y me hizo pensar en el gran hueco que existe entre los que trabajan con la mente y los que trabajan con las manos. En la sociedad actual, estas vías del tren representan la persistencia de grandes divisiones y desigualdad.

A Ernesto se le plantea un urgente interrogante: ¿en cuál lado del río pasará la vida? ¿Cuál lado de la vía?

Todo lo que ha visto le ha planteado un desafío. En todo el camino ha captado no solamente la pobreza y la enfermedad sino también la humanidad de la gente que conoció: el pueblo goza de la vida, tiene historias qué contar y muchos conocimientos, es flexible y resistente. Decide tomar posición con el pueblo.

La noche que cumple 24 años, hace otro intento de bailar, esta vez tango al son de "Qué rico el mambo", de Pérez Prado, y da su primer discurso político. Luego sale, y lo que sigue es la escena más impactante de la película.

Es algo parecido a un renacimiento; es un momento muy conmovedor. Ernesto quiere celebrar lo que queda de su cumpleaños con la gente del otro lado, pero no está la lancha que normalmente cruza el río y no llegará hasta la mañana. Así que se avienta al agua, cruza el río —la gran división— nadando, y con cada brazada lucha por respirar. En ambos lados del río la gente lo aplaude y lo aclama.

Al llegar a Venezuela, los dos amigos toman cada quien su camino. Ernesto confiesa que no sabe qué va a hacer: "Hay tanta injusticia".

En el final de la película, aún sigue tratando de digerir todo lo que experimentó y queda claro que el contacto con el pueblo lo afectó muy positivamente.

Me recordó al doctor que les ofreció abrigo en Lima, Perú. Les presenta la teoría pero también los manda a conocer a las masas, diciéndoles: "Les miro los ojos... y veo en ustedes un gran idealismo, pero también muchas dudas, por eso me alegra que vayan a San Pablo. Me parece que ahí van a encontrar algo muy importante, importante para ustedes...".

Tiene razón. La relación con los pacientes en el leprosario los cambia. Por otra parte, la rebelión de los dos jóvenes contra la autoridad de las monjas da ánimos a los pacientes y el personal, y es un símbolo de la necesidad y posibilidad de una revolución social profunda, que elimine las contradicciones opresivas entre los que trabajan con la mente y los que trabajan con las manos.

Me parece una ironía, entre el arte y la realidad, porque más adelante en la vida, cuando Ernesto se convirtió en "el Che", la teoría que formó no era el tipo de teoría revolucionaria que sería capaz de poner el poder en manos del pueblo y dirigir una ruptura radical con todas las relaciones e ideas tradicionales de propiedad.

Su estrategia militar del foco se basa en una opinión sobre el pueblo muy distinta a lo que más inspira de la película. El foquismo refleja la visión limitada del Che de la sociedad futura, en la cual, como describe Bob Avakian en su charla, Dictadura y democracia, y la transición socialista al comunismo: "La estructura económica básica de la sociedad y algunas de las relaciones sociales y estructuras del dominio político cambiarán, además de aspectos de la cultura e ideología, pero fundamentalmente las masas no se incorporarán cada vez más y más y a grandes saltos en el proceso de transformar la sociedad de a de veras"1. En contraste, Avakian explica que lo que debemos soñar y luchar para hacer realidad es "una sociedad que responda a las necesidades del pueblo y, además, se caracterice más y más por la expresión e iniciativa consciente de las masas".

Pensé en la frase de promoción de la película: "Deja que el mundo te cambie... y tú podrás cambiar el mundo", y me dio tristeza que el icono en el cual se ha convertido el Che se haya distanciado tanto del joven de la película que buscaba ansiosamente la verdad.

Vivimos en un tiempo cuando más que nunca urge cambiar el mundo. Los jóvenes radicales sí tenemos que dejar que el mundo nos cambie, pero para cambiar radicalmente el mundo —para llegar al otro lado del río— la parte del mundo que urgentemente necesitamos que nos cambie es la teoría comunista revolucionaria, la única que puede llevarnos al "otro lado".

Tal como la oruga se transforma en mariposa, nosotros, toda la humanidad, también podemos crear un mundo hermoso, "un mundo en el cual la gran mayoría de la humanidad realmente querrá vivir", pero para lograrlo, tenemos que atrevernos a volar.


NOTAS

1 El texto completo de esta charla está en línea en rwor.org, y se han publicado selecciones en el Obrero Revolucionario , Nos. 1250-52, 1254-55, 1257-58 y 1260.

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