Irak: Elecciones bajo ocupación militar

¡Están rodeados! ¡Salgan con los votos arriba!

Larry Everest

Obrero Revolucionario #1268, 20 de febrero, 2005, posted at rwor.org

"Se habla de soberanía, pero, ¿qué soberanía puede haber con tanques estadounidenses en las calles de Mosul?"

Imán del norte de Irak

Bush y la prensa grande alaban las elecciones del 30 de enero en Irak como triunfo de la democracia y prueba de las buenas intenciones de Estados Unidos. Paul Bremer, el ex cabecilla de la ocupación, dijo: "Las elecciones en Irak esta semana fueron una gran victoria para los iraquíes, para la democracia y para el toque de clarín del presidente Bush por la libertad". Bush dice que los iraquíes "han tomado control legítimo del destino de su país y han optado por un futuro de libertad y paz".

La verdad, sin embargo, es todo lo contrario. Estados Unidos montó y manejó las elecciones con el fin de legitimar su invasión y conquista de Irak, y de forjar un gobierno comprador que le permita ejercer control del país a largo plazo y minar la resistencia. Parte integral de un plan para fortalecer la posición estadounidense en esta región estratégica, otro fin de las elecciones era legitimar futuras agresiones en nombre de "libertad" y "democracia", como ya se está discutiendo con respecto a Irán y Siria.

Estas elecciones no expresaron más la voluntad del pueblo que las 12 elecciones que se llevaron a cabo entre 1925 y 1958 durante la monarquía pro inglesa, una odiada tiranía que el pueblo iraquí destronó en 1958. Estas elecciones no pondrán más el destino del país en manos del pueblo que las elecciones celebradas por el gobierno de Saddam Hussein.

Muchos iraquíes y partidos políticos se opusieron a las elecciones porque se oponen a la ocupación estadounidense y rehusaron participar en un proceso político bajo el control de Estados Unidos. Sin embargo, muchos sí votaron, aunque no está del todo claro cuántos. Muchos de los que votaron también se oponen a la ocupación: en las regiones chiítas y curdas muchos votaron para demostrar que sus grupos reprimidos desde hace años están organizados y no se les debe ignorar en el nuevo gobierno. Otros esperaban que las elecciones les permitirían ejercer cierta influencia en el destino de su país.

Autodeterminación falsa

La idea de que estas elecciones ponen el poder en manos del pueblo se desbarata si vemos cómo fueron organizadas, lo que hicieron y no hicieron los votantes, y cómo van a repartir el poder.

Los iraquíes tuvieron que escoger entre 100 listas de candidatos que representan a diferentes partidos y corrientes políticas. Las reglas de la votación y las listas fueron aprobadas de antemano por la Alta Comisión de Elecciones designada por el virrey Bremer (que también designó una comisión a cargo de la prensa de Irak). La Comisión tenía autoridad para descalificar cualquier lista de candidatos con la que no estaba de acuerdo.

Tres listas de candidatos dominaron la elección:

La Alianza Iraquí Unida, una coalición religiosa islámica de partidos e individuos chiítas respaldada por el gran ayatolá Ali al-Sistani y compuesta principalmente de los dos mayores partidos chiítas: el Consejo Supremo de la Revolución Islámica y el Partido Dawa.

La Lista Iraquí, encabezada por el primer ministro y agente de la CIA desde hace muchos años, Ayad Allawi, que cuenta con reconocidos sunitas y chiítas que prefieren un gobierno secular.

La Alianza Curda, compuesta principalmente de dos partidos curdos pro independencia: la Unión Patriota de Curdistán y el Partido Democrático Curdo.

Aunque entre estos grupos existen ciertas diferencias ideológicas y políticas, así como tensiones con la ocupación yanqui, todos están encabezados por fuerzas compradoras (pro imperialistas) que dependen del imperialismo estadounidense para mantenerse en la posición en que están y prefieren no llevar a cabo cambios fundamentales a pesar de lo que las masas quieran o necesiten.

Mejor dicho, fueron elecciones en las que no se pudieron debatir las principales inquietudes ni expresar los puntos de vista del pueblo iraquí. Fueron elecciones en que los partidos postulados (de una u otra manera) estaban dispuestos a "jugar" (por ahora) el juego de los ocupadores yanquis.

Por ejemplo, las encuestas recientes indican que el 82% de los sunitas y el 69% de los chiítas quieren que las fuerzas yanquis se vayan de Irak. Sin embargo, este importantísimo tema no se tocó en las elecciones. Tanto antes como después de las elecciones los funcionarios estadounidenses, con Bush a la cabeza, repitieron que no se irían pronto. El presidente iraquí, Ghazi al-Yawer, dijo que era "completamente absurdo" pedirles que se vayan, secundado por el primer ministro, Ayad Allawi.

Veamos el asunto del petróleo. Debido a la presión popular tras la revolución de 1958, se nacionalizó la industria petrolera y se asocia con la soberanía del país. Sin embargo, los deseos del pueblo con respecto al petróleo no se pudieron expresar en las elecciones. Pero líderes de la Alianza Iraquí Unida y de la Lista Iraquí, como Ahmad Chalabi y Ayad Allawi, sí han expresado su opinión de que los capitales extranjeros deberían tener derecho a poseer el petróleo. Antonia Juhasz (AlterNet, 27 de enero) escribe que en diciembre, cuando el ministro de Finanzas y un alto funcionario de la Alianza Iraquí Unida estuvieron en Washington, dijeron que "sería muy beneficioso para los inversionistas y empresas estadounidenses y para las compañías de petróleo".

Es claro que los votantes iraquíes no tenían idea de que esos planes estaban en marcha. Bob Herbert, corresponsal del New York Times, escribió el 31 de enero que la mitad de los votantes pensaron que iban a elegir un nuevo presidente. La mayoría ni siquiera sabía por quién iban a votar. De hecho, de los 7,700 candidatos, 7,000 eran anónimos por temor a ser asesinados. Según el profesor As’ad Abukhalil, citado en el periódico del propio Allawi, solo el 7% conocía las posiciones y programas de los candidatos.

Después de las elecciones: Pura transa a puertas cerradas

La cantidad de escaños a la Asamblea Nacional se determinará según el porcentaje de votos que reciba cada lista de candidatos. La Asamblea designará un consejo presidencial que nombrará el primer ministro, quien a su vez designará un gabinete y escogerá los jueces de la Suprema Corte. La Asamblea, supuestamente, asumirá el manejo cotidiano del gobierno y escogerá un grupo a cargo de redactar una nueva Constitución nacional.

Sin embargo, votar no les da a los iraquíes voz en el proceso, que se llevará a cabo a puertas cerradas entre los peces gordos de Irak y Estados Unidos. Este, gracias a los 150,000 soldados de ocupación y miles y millones de dólares de ayuda, está moldeando el nuevo estado iraquí. Phyllis Bennis, del Institute of Policy Studies, escribe:

A partir de las elecciones la dominación estadounidense de Irak no cambiará. La Ley Administrativa Transicional que impuso seguirá vigente tras las elecciones. Modificar esa ley requiere una supermayoría de la Asamblea, así como un acuerdo unánime de parte del consejo presidencial, lo cual sería casi imposible en vista de la variedad de grupos que hay que satisfacer. Los jefes de comisiones importantes, como la Comisión General Impositiva, de Integridad Pública, el de Comunicaciones y Prensa, fueron designados por Bremer por cinco años y solo pueden ser destituidos por "razones fundadas". El Consejo de Jueces, así como jueces o procuradores individuales, fueron escogidos, investigados y capacitados por los estadounidenses y tienen el respaldo de exilados apoyados por Estados Unidos. Los más de 40,000 "asesores" civiles y militares, contratistas particulares y funcionarios públicos estadounidenses asignados a ministerios e instituciones públicas seguirán ejerciendo mucha fuerza. Debido a que la Asamblea enviará nuevo personal a esos ministerios, los "asesores" estadounidenses podrían ser los depositarios de la memoria institucional.

La amplia resistencia a las elecciones

En una orgía de descarado apoyo de la guerra, la prensa grande de Estados Unidos presentó las elecciones como una gran efusión de apoyo popular. Lo que la prensa nunca explicó fue que en Bagdad a los reporteros solo se les permitió ir a cinco casillas electorales y cuatro estaban en barrios chiítas, donde se anticipaba que muchos votarían (lo que recuerda la caída de la estatua de Saddam Hussein montada para la prensa unos días después de la invasión). Los primeros cálculos de que el 72% votó bajaron pronto a 60% y probablemente pasarán varias semanas hasta que sepamos la verdadera cantidad.

No había observadores internacionales para verificar el proceso electoral ni la presencia en la urnas. Los únicos observadores estaban en Ammán, Jordania.

Millones de iraquíes, especialmente en el centro sunita, boicotearon las elecciones. Se informa que en Samarra, menos de 1,400 de los 200,000 habitantes votaron. En Mosul, la tercera ciudad, votaron menos del 10%. En Ramadi, de una población de casi 400,000 solo 1,700 votaron. En Fallujah, una ciudad de 150,000 habitantes, 8,000 votaron.

El gobierno y los cagatintas de la clase dominante, como Michael Ignatieff, Thomas Friedman y David Brooks del New York Times, tildaron de "fascistas" a quienes se opusieron a las elecciones. ¡Esto de boca de personas que aplauden el "derecho" de los imperialistas yanquis a lanzar guerras contra quienes quieran y donde quieran para dominar el mundo por medio de la violencia!

La prensa burguesa tapó las voces de oposición a las elecciones pero cuando se expresaron, por medios alternativos, quedó en claro que la oposición se debía a un profundo odio a la ocupación. Por ejemplo, la Asociación Sunita de Eruditos Musulmanes declaró que las elecciones "carecen de legitimidad porque una amplia gama de la población las boicoteó".

Ghazwan Al Mukhtar, un ingeniero jubilado de Bagdad, dijo en el programa radial Democracy Now del 31 de enero:

Para mí las elecciones no son legítimas porque se realizan en medio de una ocupación. Las fuerzas de ocupación han cambiado las reglas para determinar quién es y quién no es iraquí. Nos impusieron las elecciones, porque la mayoría de los partidos, incluso el de Allawi, pidieron aplazarlas... si los partidos iraquíes querían aplazar las elecciones eso se debió hacer sin interferencia del gobierno de Estados Unidos... muchos han boicoteado las elecciones. Los sunitas las han boicoteado, al igual que algunos chiítas. La facción de Muktadar Al Sadr las boicoteó, así como la facción de Al Khalaf. Hay resistencia contra la ocupación. Esa resistencia se debe a que nuestra situación ha deteriorado en los últimos 22 meses; durante estos 22 meses nuestra situación no ha mejorado y nada se ha reconstruido... Lo sorprendente es que después de 22 meses de ocupación la situación es peor en todo en comparación con los 12 años de sanciones durante el gobierno de Saddam Hussein.

Un estudiante de teología islámica de 25 años de edad en Mosul le dijo a corresponsales del Institute for War & Peace Reporting (www.iwpr.net) que había organizado un boicot de las elecciones porque la ocupación llevará a que Estados Unidos tenga bases militares permanentes en Irak. Mientras repartía volantes a los que iban a rezar el viernes, dijo: "Estoy a favor de hacer elecciones, pero una vez que se hayan retirado los tanques estadounidenses. No puedo aceptar elecciones en medio de una ocupación".

¿Salvará esto los planes de dominación de Estados Unidos?

Estados Unidos todavía lleva la batuta en Irak y es posible que las elecciones lo fortalezcan temporalmente. Pero también podrían crearle nuevas dificultades, algunas muy graves. Vale recordar que tras otros "triunfos decisivos", como la captura de Saddam Hussein en diciembre de 2003, la "entrega" del poder en junio de 2004 y el arrasamiento de Fallujah en noviembre de 2004, la resistencia creció. Antes de las elecciones un analista de la cadena noticiosa Knight Ridder dijo:

La sublevación iraquí crece y es cada vez más efectiva... Estados Unidos está perdiendo ante ella, según toda medida militar... "Todas las demarcaciones de tendencia van en mala dirección", dijo Michael O’Hanlon del Brookings Institute... "No estamos ganando y las demarcaciones de tendencia de seguridad casi podrían llevar a pensar que estamos perdiendo".

De hecho, las elecciones son un ejemplo de que el plan que Estados Unidos quiso imponer tras la derrota de Saddam Hussein no ha funcionado. El plan inicial fue instalar en el poder a exilados (como el viejo agente de la CIA Chalabi), pero cuando eso no recibió mucho apoyo se escogió un Consejo Gubernamental encargado de redactar una nueva Constitución. Ese plan también fracasó y Bremer se vio obligado a crear un comité de élites para redactar la Constitución. En la primavera de 2004, cuando creció la sublevación y los líderes chiítas amenazaron voltearse contra la ocupación, Estados Unidos optó por realizar las elecciones que el ayatolá Sistani y otros demandaban. Sin embargo, Bremer y compañía decidieron que la única manera de celebrar las elecciones el 30 de enero de 2005 era si designaban escaños a la nueva Asamblea en proporción al total de votos a nivel nacional y no por distrito o provincia. El resultado de eso podría ser una patada total al voto de los sunitas en la nueva neocolonia a favor de los partidos y fuerzas religiosas organizadas de los chiítas y los curdos, que representan el 60% y el 20% respectivamente del total de la población. Excluir a los sunitas podría estimular la insurgencia, que en muchas partes está bajo la dirección del Partido Ba’ath, que es secular y tiene bases sunitas.

Además, en el "nuevo" Irak existen muchos otros puntos neurágicos, como las futuras relaciones con Irán. Los primeros resultados de las elecciones indican que el 72% de los 1.6 millones de votos contados son de la Alianza Iraquí Unida, una coalición de partidos chiítas dominados por el Consejo Supremo de la Revolución Islámica y el Partido Dawa (partidos religiosos que tienen el apoyo de Irán, con quienes tuvieron una alianza durante la guerra entre los dos países de 1980 a 1988). La lista de Allawi, que es secular, solo recibió el 18% de los votos.

Esto plantea dos problemas para la ocupación estadounidense. El primero es el fortalecimiento de la influencia iraní en Irak y la región. Esa podría ser una de las razones por las que Estados Unidos amenaza con atacar a la república islámica.

El segundo es que importantes fuerzas chiítas están pidiendo una Constitución y un gobierno islámicos. Como consecuencia, el nuevo gobierno podría representar un enorme paso atrás para la posición de la mujer. Unos clérigos están a favor de que el Islam gobierne los asuntos de matrimonio, divorcio y herencias familiares. (La ley Shariah dicta que las hijas solo reciban la mitad de la herencia que los hombres). Otros dicen que la ley coránica debe ser la base de toda legislación.

El profesor Juan Cole (1§ de febrero) explica que aun en asuntos personales la ley Shariah "típicamente le niega a la mujer el derecho a divorciarse y recibir herencia, le da a la mujer la mitad de la herencia que a sus hermanos, restringe el derecho de la mujer a iniciar el divorcio, así como su apariencia en público y, el testimonio que da ante un tribunal vale la mitad del de un hombre".

Asimismo, tal orden religioso podría molestar a importantes sectores de la población que tienden a ser seculares, especialmente los sunitas y los curdos (entre quienes hay musulmanes y de otras religiones).

De hecho, las contradicciones entre los curdos y los árabes —tanto sunitas como chiítas— podrían ser el punto más neurálgico del país. Desde 1991, tras la primera guerra del Golfo, los curdos, con el apoyo de Estados Unidos, prácticamente establecieron un estado autónomo. Aunque no se le dio mucha publicidad durante las elecciones, además de votar por la nueva Asamblea Nacional, el Movimiento pro Referendo Curdistán preguntó a los votantes si querían separarse de Irak y tener su propio país. La propuesta fue aprobada 11 contra 1. Los curdos podrían usar esto como palanca en negociaciones o podría darles una salida si la situación no se inclina a su favor. Actualmente, la Constitución provisional (redactada por Bremer) permite a tres provincias iraquíes (por ejemplo, la región curda) vetar las medidas de la nueva Constitución. Los líderes chiítas se oponen fuertemente a ese poder de veto.

El plan de fortalecerse en Kirkuk, el centro histórico curdo, donde está el 40% del petróleo iraquí, le echa leña al fuego. El control de Kirkuk por los curdos podría sentar las bases para un estado independiente. El vecino, Turquía, que tiene la mayor población de curdos, a quienes ha reprimido salvajemente desde hace años, ha condenado a Estados Unidos por no frenar las ambiciones de los curdos y ha advertido que no permitirá la existencia de un estado curdo independiente. El primer ministro de Turquía, Recep Tayyep Erdogan, le dijo al Wall Street Journal: "Algunos se hacen los de la vista gorda ante la migración en masa de curdos a Kirkuk. Esto va a causar enormes dificultades en el futuro".

Larry Everest es autor de Oil, Power & Empire: Iraq and the U.S. Global Agenda (Common Courage Press 2004) Su página web es www.larryeverest.com

DéjÖ vu imperialista

En 1967, Estados Unidos organizó elecciones en Vietnam, y el 4 de septiembre de ese año el New York Times escribió lo siguiente:

"Hoy los funcionarios estadounidenses estaban sorprendidos y contentos ante la cantidad de gente que acudió a las urnas de Vietnam del Sur, a pesar de que los terroristas del Vietcong dijeron que trastornarían las elecciones. Según informes de Saigón, el 85% de los 5.85 millones de votantes inscritos votaron ayer. Muchos lo hicieron a pesar de las amenazas del Vietcong".

Como se dice, el resto es historia.