Tres mujeres

Reflexiones sobre transformaciones, Día Internacional de la Mujer 2005

Luciente Zamora

Obrero Revolucionario #1270, 13 de marzo, 2005, posted at rwor.org

Mariela se pone una flor roja en el cabello.
Sus paredes, pinturas, poemas y delicias culinarias son fuertes,
rebosantes de color y de inesperada sazón.
Trepa montañas entre piedras con falda y zapatos de plataforma.
Su risa es fuerte y llena de sentimiento.

Mariela no se ponía nada rojo porque le dijeron que ese color no le queda bien a las morenas; pero le encanta el rojo y le gusta cómo se le ve sobre la piel. Un día se puso un vestido rojo, de un rojo "chíngame-la-pupila". Nunca más quería sentir vergüenza por ser morena.

Casi toda la vida se ha dedicado a auxiliar mujeres. Ha ayudado a jóvenes que están en relaciones violentas, les ha dado casa y ha internalizado un poco de su dolor con la esperanza de aliviarles la carga. Ha ayudado a unas cuantas aquí y allá, pero no hay suficientes vendas para que pueda curar cada herida de cada mujer que pasa por su puerta.

En las noches que cree que va a estallar, se va al mar, se arremanga los pantalones y camina por la orilla sintiendo en los pies las piedras lisas y las algas. Busca estrellas entre las nubes; a veces las nubes son espesas y no se ven las estrellas, pero ella sonríe porque sabe que están ahí.

*****

Valentina tiene una voz profunda.
Teje carpetitas azules y blancas que reposan como nubes en el sofá y las sillas,
y fuma aunque a su esposo no le gusta.

El día que oyó las campanas,
se quitó el mandil, agarró el machete
y luchó contra el gobierno
que quería asfaltar sus verdes campos.
Por primera vez en la vida se sintió completa.
Empezó a soñar con volar.

A Valentina no le gusta que digan que es valiente. Me dijo: "Cualquiera es capaz de hacer cosas que nadie espera que uno haga o que nadie quiere que haga o que uno no sabía que podía hacer".

Cuando el gobierno trató de construir un aeropuerto en las tierras comunales de Atenco, estado de México, tierras que los antepasados de Valentina conquistaron con la Revolución hace casi un siglo, le hirvió la sangre. La injusticia la impulsó a luchar.

Salió de su casa por primera vez; no en el sentido textual, como salir al mercado o una visita: salió al mundo y al planeta.

Ella ve que el problema es fundamental: el imperialismo se alimenta de la gente y los recursos del planeta. Los tractores siguen excavando, las mezcladoras de cemento siguen dando vueltas: el imperialismo destruye el campo mexicano, llena las ciudades con la gente sin tierra, y manda a miles de hombres y mujeres a atravesar el desierto a ver si llegan al Norte.

También ve las caras de los desposeídos: las señoras que venden chucherías a la orilla de la carretera, los niños que venden chicles, los tragafuegos y las chamacas que venden el cuerpo en la calle. Unos tienen los ojos vacíos, ojos que solo volverán a brillar con un cambio muy dramático y con un amor que por ahora no abunda en la calle; otros todavía tienen una chispa que late detrás de las bravuconadas y el negocio.

*****

Ernestina va a cumplir 60 años.
Cuando los patrones le ofrecieron trabajar de planta,
le dijeron que comprara su propio refrigerador.
No les gusta el olor de las tortillas.
Ella los mandó a la chingada y se largó.

Ernestina no se casó: no quiso ni quiere.

Siempre ha querido leer un libro enterito, pero nunca ha tenido el tiempo.

Lava, plancha, dobla, cocina, limpia, friega: ninguna crema del mundo puede alisar sus manos agrietadas. Es lo que hace todos los días, como si hubiera nacido para hacerlo. Lo hace como empleada doméstica de planta y lo hace para su familia en los días de descanso. Se dice: "De todas maneras no sé leer, ¿así que qué importa?".

Pero no puede dejar de pensar en leer un libro.

*****

Hoy, Mariela puede ver las estrellas.
Hoy, a Valentina no se le rompe de dolor el corazón.
Hoy, Ernestina no está tan cansada que no puede ni pensar.

Cada nube parece una flor
con pétalos de todos los tonos de rojo.

Tres mujeres han encontrado a un gran científico,
la realidad y un sueño.

Están en la cima del precipicio.
No fue fácil,
El acantilado es peligroso
pero la vista...

Abajo, las corrientes del mar son fuertes;
pueden triturar y tragar.

Las tres emprenden el vuelo.
Lo que existe más allá de lo que ven sus ojos las llena de admiración.
Las asombra su belleza y magnificencia.