Sobre el libro Plot Against America, de Philip Roth

Toby O'Ryan

Obrero Revolucionario #1272, 27 de marzo, 2005, posted at rwor.org

"Mi padre lloraba en voz alta con la boca abierta, lloraba como un bebé abandonado y como un hombre torturado, porque no tenía los medios para parar lo imprevisto. Y como la victoria electoral de Lindbergh me dejó muy en claro, el desenvolvimiento de lo imprevisto lo es todo. Con una vuelta al azar, lo imprevisto era lo que los niños estudiaban como `Historia', historia inofensiva, en que todo lo inesperado en su propia época se registra en los libros como inevitable. El terror de lo imprevisto es lo que oculta la ciencia de la historia convirtiendo un desastre en una epopeya".

En 1940, Franklin D. Roosevelt ganó las elecciones presidenciales; al año siguiente, Estados Unidos entró a la guerra con el estandarte de la democracia americana contra la alianza fascista de Alemania, Japón e Italia. Como enseñan las escuelas, y como repite sin cesar el canal de Historia, era prácticamente el destino.

¿Pero si hubiera sido diferente? Después de todo, poderosas fuerzas de Estados Unidos querían aliarse con Alemania (con una apariencia de estudiada neutralidad), y apoyar su campaña para destruir a la Unión Soviética y disminuir el poder de Gran Bretaña. ¿Y si hubieran desafiado la estrategia de Roosevelt? Vayamos un paso más allá: ¿y si hubieran logrado dar un golpe fascista, pero al estilo estadounidense, por medio de las elecciones? ¿Qué hubiera pasado? ¿Cómo hubiera sido la vida?

La nueva novela de Philip Roth, The Plot Against America, examina esa posibilidad. Entramos a ese mundo alternativo por medio de los ojos de un hombre maduro llamado Philip Roth, que experimentó la toma de posesión de los fascistas cuando tenía ocho años1. Charles Lindbergh, pionero de la aviación, que en su tiempo fue una de las tres o cuatro mayores celebridades del mundo, y simpatizante de los nazis, acaba de barrer por mayoría aplastante las elecciones de 1940. A continuación, a pasos tanto metódicos como bruscos, tanto fuertes como sutiles, llega el fascismo. Un día las premisas políticas de la sociedad dan un capirotazo; otro día, las reglas de la vida diaria y la vida diaria en sí dan una vuelta de campana.

El mundo de pesadilla de Roth nos arrastra con su innegable lógica. Como las fuentes de esa lógica están profundamente arraigadas en la psique nacional, casi empieza a parecer más real (casi "más inevitable", si eso fuera posible) que lo que aprendimos en la escuela. Es como la aventura loca de un adolescente una noche al volante: en cada curva frenética mira por la ventana y lo ordinario descuella en alto relieve.

Lindbergh y el rabino Lionel

La reseña del Washington Post (que reconoce el arte de Roth pero critica el "subtexto" político de la novela) dice que hubiera sido más justo inventar un "cripto- fascista ficticio" que usar a Lindbergh.

Por el contrario: el personaje creado de Charles Lindbergh es esencial para la verosimilitud de la novela (y para mi gusto, es uno de sus grandes placeres). El Lindbergh de la vida real simpatizaba mucho con el nuevo gobierno nazi, tanto así que aceptó una esvástica de Hermann Goering, el nazi número dos, e hizo campaña contra la intervención de Estados Unidos con discursos antisemitas.

El Lindbergh ficticio de la novela oculta su antisemitismo durante la campaña electoral. ¿Y por qué no? Los antisemitas, así como los judíos y liberales, ya lo tienen ubicado, pero para el público en general se necesita dar otra imagen. Lindbergh da vueltas por el país en su avión y da discursos de los que emana "el atractivo del individuo templado, del legendario protohombre americano que logra lo imposible por sus propios esfuerzos". En vez del fascista, el país ve "al joven presidente en su famosa chompa de aviador y gorro de cuero", al "hombre del pueblo realista y que las canta claras", que repite mensajes sencillos de "proteger a América" una y otra vez.

Roth también crea al personaje ficticio (pero muy real) del rabino Lionel Bengelsdorff. El rabino sube con Lindbergh a la plataforma del enorme cierre de campaña, no para convencer a los judíos (eso sería imposible), sino para "hacer que Lindbergh sea kosher para los gentiles", como dice un personaje del libro. Mejor dicho, la función del rabino es calmar la conciencia de los que gravitan hacia el subtexto racista del candidato Lindbergh, pero simultáneamente sienten un poco de incomodidad.

Solo en América.

Para no dañarles la sorpresa a los que no han leído la novela, no diré más sobre la odisea del rabino. Digamos nada más que Roth penetra profundamente en el lenguaje y la psicología del acomodacionismo, y que capta totalmente el papel esencial, y sumamente peligroso, de gente como el rabino Bengelsdorff en cualquier sociedad.

"Ellos viven en un sueño y nosotros vivimos en una pesadilla"

Uno de los elementos extraños, pero muy familiares, de la América fascista de Roth es la enorme brecha entre la minoría discriminada y los demás. El gobierno de Lindbergh toma medidas graduales mas implacables contra los judíos (medidas que ni se comparan en dureza a las que tomaron aquí contra los inmigrantes y musulmanes tras el 11 de septiembre). Un antisemitismo intangible pero muy envalentonado penetra la vida social, y el gobierno encubre los programas de reubicación con nombres innocuos. El avance del fascismo suscita divisiones en la familia de Roth. (Un punto fuerte del libro es la descripción de la interacción entre la familia y la sociedad). No obstante, la mayoría de la población parece estar inconsciente de lo que pasa, y la tasa de aceptación de Lindbergh se dispara.

Los judíos que dan advertencias quedan aislados. Un tío le resta importancia a lo dicho por el padre de Roth: "No estamos en guerra y nos mantendremos fuera de la guerra. Lindbergh no me ha hecho nada malo que yo sepa". Cuando los temores no se encarnan como se preveía, eso los calma, y "se adaptan como lo hacen los americanos comunes al nuevo gobierno". Tal vez tenga razón el rabino, piensan (al fin y al cabo, se entrevista con el presidente), y no los que hacen predicciones sombrías: puros "judíos de ghetto" sumidos en la paranoia y el pasado de víctima, según los seguidores del rabino.

Pero algo pasa debajo de la superficie. El padre de Philip lo lleva al cine a ver los noticieros en que Roosevelt critica a Lindbergh; "la mitad del público abucheaba y siseaba mientras que los demás, como mi padre, aplaudían con toda el alma, y me preguntaba si en ese momento estallaría la guerra a medio día en plena calle Broad y si, al salir del cine, encontraríamos al centro en escombros con hogueras por todos lados".

Eso nos lleva a algo interesante, que comentó un amigo que discutió el libro en un club de lectores: de los personajes de la vida cotidiana, los más firmes opositores son el operador del cine (que ve todas las escenas antes de la censura) y el padre de Roth, que todos los días lee asiduamente su periódico de centroizquierda: "al deambular por la casa siempre llevaba en la mano un ejemplar del PM . . . enrollado como arma, como si se preparara, como si le llamara, a ir a la guerra. . ."

Cuando comienza a deshilacharse el tejido social

¿Y dónde están los líderes? Algunos demócratas dan tibias muestras de disentimiento pero los calla el aparato de propaganda de la Casa Blanca. Cuando el joven Philip le pide una explicación a su padre, que fue firme partidario de Roosevelt, explota: "Hijo, no me preguntes sobre los demócratas, que ya estoy bastante encabronado".

Una de las partes de la novela más deliciosas y penetrantes es cómo cristalizan y nacen los brotes iniciales de la resistencia. Para no dañarles la sorpresa, solo diré que Roth muestra que en tiempos extremos la resistencia puede nacer en lugares inesperados y desarrollarse en torno a personajes muy dispares (pero diré que hasta en un mundo ficticio podemos esperar que los editoriales del New York Times sean la voz de la estupidez moderada y tibia).

Cuando la resistencia comienza a deshilachar el tejido social y luego este se desgarra, la situación se pone peliaguda rápidamente. Roth retrata con imaginación, percepción y viveza el endiablado ritmo de los acontecimientos, los inverosímiles cambios de lealtad en un solo día, el desencadenamiento de la mentalidad de chusma linchadora, desde arriba y desde abajo, que en la vida de este país apenas se mantiene a raya, y el surgimiento de aliados en los lugares más improbables. Todo eso me hizo pensar: estemos sobre aviso y muy preparados.

El desenlace no acierta al conservar la premisa de la novela de que a) todo esto ocurrió pero b) el "Philip Roth" que la narra todavía está entre nosotros hoy. Primero, parece demasiado ordenado. Segundo, mi pareja observó que no hay masas negras en la novela, y me parece que es un punto válido. De un lado, se puede decir que la historia la cuenta un joven de un barrio judío insular pero, de otro, en ciertos momentos el "Philip Roth" adulto entra en escena para describir lo que pasa, y esa voz nos informa que, en un mitin en Harlem a favor del principal personaje antifascista, la mayoría del público "estuvo respetuosamente insatisfecho, como si para superar sus antipatías tuviera que echar un rollo muy distinto".

No estoy seguro. Lindbergh, como señala Roth en otras partes, fue un descarado supremacista blanco, y las fuerzas que desate un gobierno fascista estadounidense en 1942, o en 2005, en poco tiempo muy probablemente atacarían a los negros. Recordemos lo que dijo Martin Niemîller de que Hitler eligió a sus blancos más o menos en secuencia y los destruyó uno por uno.

Como pueden ver, aún no me decido (y tengo otras inquietudes pero por ahora no las expresaré por mi promesa de "no dañarles la sorpresa"). Las inquietudes que genera este libro muy popular representan una gran parte de su valor: te hace pensar, te hace discutir, y de ahí. . . ¿quién sabe?


NOTA:

1. En sus novelas, Roth utiliza un narrador llamado "Philip Roth". Divertido pero desconcertante, lo que, supongo, es parte de su plan.

[Regrese al artículo]