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Revolución #128, 1 de mayo de 2008

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La crisis mundial de alimentos… y el voraz sistema del capitalismo

En Haiti, la mayoría de la gente viven de menos de $2 al día, y sobre el año pasado los precios de comida subieron más de 40%.  Charlene, de 16 años, que tiene un hijo de un mes, utiliza un remedio tradicional haitiano para punzadas de hambre: galletas hechas de tierra amarilla seca mezclada con sal y manteca vegetal.  Esta galleta de lodo se vende a 5 centavos en la calle y alguna gente ni siquiera puede adquirir este alimento no comestible que causa desnutrición grave y sufrimiento intestinal y contiene toxinas potencialmente letales y parásitos1 .

En India, el febrero pasado, Narendra Totaram Chauhan entró silenciosamente en sus algodonales, abrió una botella de pesticida y se la tomó.  El veneno rápidamente le segó la vida.  En los días siguientes, 60 campesinos se suicidaron.  En los últimos diez años, 150.000 campesinos indios se han suicidado, impulsados hasta la desesperación porque no pueden pagar los préstamos de la cosecha2.

Llenar el tanque de gas de un vehículo utilitario deportivo (SUV) con etanol puro requiere más de 990 k de maíz, calorías que bastan para alimentar a una persona por un año3 .

Como dijo Josette Sheeran del Programa Mundial de Alimentación el mes pasado: “Vemos alimentos en los estantes pero la gente no tiene para comprarlos”. En tales situaciones, la gente empieza a cuestionar las relaciones de propiedad que les niegan acceso a esas bolsas de arroz y fríjol estibadas detrás de las rejas de la tienda y los policías antimotines delante de las mismas”4.

—Tony Karon, Time.com, 9 de abril de 2008

Al comienzo de abril de 2008, hubo un estallido de “motines de comida” por el mundo entero.

En Haití, miles protestaron por días por todo el país.  En la capital de Puerto Príncipe, llevaron platos vacíos en señal de hambre y rompieron ventanas, prendieron fuego a edificios y coches, saquearon tiendas en busca de comida e intentaron invadir el palacio presidencial.

Los “cascos azules” de la ONU (MINUSTAH) dispararon y mataron a por lo menos cinco haitianos e hirieron a muchos otros.  En Bangla Desh, muchos trabajadores ganan solamente $25 al mes y el precio del arroz se ha doblado en el año pasado;  20,000 trabajadores de textil se tomaron las calles para demandar sueldos más altos y para protestar por los aumentos del precio de comida y hubo decenas de heridos cuando la policía disparó para dispersarlos.

En Egipto, cuando los trabajadores protestaron por los precios de comida en el centro textil de Mahalla al-Kobra, al norte de Cairo, las fuerzas de seguridad dispararon y mataron a dos personas y detuvieron a cientos.  En Burkino Faso en el África occidental, sindicatos y tenderos hicieron una huelga de dos días para demandar un recorte del precio de arroz y otros alimentos básicos.  En Pnom Penh, Camboya, donde el  ingreso medio es de 50 centavos al día y el precio de un kilo de arroz ha aumentado a $1, los manifestantes marcharon al Parlamento para protestar por los aumentos del precio de alimentos.  En la Costa de Marfil, donde el precio de la comida se ha disparado entre 30% y 60% de una a otra semana, miles marcharon a la residencia del presidente Laurent Gbago coreando “Tenemos hambre” y “La vida es muy cara, nos matarás”.  Más de una decena de manifestantes resultaron heridos cuando la policía atacó con gas lacrimógeno y porras.

Manifestantes demandaron COMIDA en muchos otros lugares del mundo, como Bolivia, Perú, México, Indonesia, las Filipinas, Pakistán, Uzbekistán, Tailandia, Yemen, Etiopía y la mayoría de países subsaharianos de África.

*****

Vivimos en un sistema capitalista.  Eso quiere decir que la producción de las necesidades básicas –como alimentos– la propulsa y moldea solamente una cosa: la maximización de las ganancias.Vivimos en un sistema imperialista.  Eso quiere decir que un pequeño puñado de países imperialistas ricos dominan al resto del planeta, con Estados Unidos en la cima.  Estas potencias imperialistas dictan lo que producirá la gran mayoría de las naciones oprimidas – y en este caso, la cuestión fundamental es qué va a dar la ganancia máxima.

Las causas específicas de la actual crisis global de alimentos están en el mayor desarrollo de una “agricultura mundial capitalista” y la mayor integración de los países oprimidos en el funcionamiento de este sistema global de alimentos dominado por los imperialistas.

Cuatro factores principales –y todos son consecuencias de este sistema– impulsan la actual crisis de alimentos: más industrialización de la agricultura; la reestructuración de la agricultura en los países oprimidos en mayor beneficio de los imperialistas; el uso del maíz y otros productos agrícolas para fabricar energéticos, en lugar de alimentos; y la especulación financiera.

 

1. La industrialización de la agricultura.  A escala mundial hoy, la producción agrícola requiere más recursos energéticos, especialmente el petróleo, y tecnología moderna.  De la ingeniería genética al supermarketing de alimentos, la impulsa el afán de ganancias.

La agricultura mundial industrial tiene una mayor dependencia de los recursos energéticos, sobre todo del petróleo; sirve al mercado mundial y la exportación de alimentos; y subcontrata la producción de alimentos a los países del tercer mundo donde saca provecho de las tierras y mano de obra baratas.

Y al centro de esta transformación es la integración de cultivos y animales en complejos agroindustriales de gran escala (y a menudo transnacionales).  Incluye la promoción de productos agrícolas comerciales para la exportación. Y depende de un sistema global del transporte de alimentos, lo que causa que muchos países del tercer mundo importen y exporten enormes cantidades de alimentos de lejanas partes del planeta.

En otro sistema, o sea, en una nueva sociedad socialista, asegurar que la gente tenga alimentos suficientes sería la prioridad primaria en la producción agrícola.  Pero, hoy, la agricultura de los países oprimidos se orienta a producir alimentos para la exportación, y a la vez estos tienen que depender más del mercado mundial para obtener alimentos básicos.

Esta industrialización de la agricultura funciona bajo la batuta de las grandes corporaciones agroindustriales basadas en los países imperialistas. Ha significado que, más y más, la agroindustria controlada por el imperialismo ha rebasado y se ha tragado la agricultura de subsistencia (basada en la siembra de alimentos básicos como maíz, frijoles, etc.).  En algunos casos, la agricultura tradicional de pequeña escala de los campesinos se ha transformado e integrado como cultivos bajo contrato para servir a la gran agroindustria.

La mayor industrialización de la agricultura afecta profundamente cuáles alimentos se cultivan, dónde se cultivan, dónde se van y a qué precio se venden.  Por eso, la producción de alimentos en el tercer mundo es muy vulnerable a cambios repentinos y dramáticos del mercado mundial. Por ejemplo, en los años 80 y 90, muchos países del tercer mundo invirtieron en la siembra del café a fin de sacar provecho del alto precio mundial del grano. Pero acabaron compitiéndose entre sí y en algunos de ellos, cuando desplomó el precio, hubo consecuencias económicas graves.

En gran parte, la gente de los países pobres del tercer mundo no come alimentos cultivado en su país.  En lugar de esto, hay esta situación totalmente irracional en que alimentos básicos para cientos de millones de los países pobres se transportan e importan desde lugares a miles de k de distancia. Por eso, la actual agricultura requiere grandes cantidades de recursos energéticos.

Por ejemplo, un factor principal en la actual crisis de alimentos es el continuo aumento del precio de petróleo.  Significa que los costos de transportación –por ejemplo el costo de llevar el arroz cultivado en Tailandia a México– han incrementado muchísimo.  Esto ha contribuido al aumento del precio del arroz.  El mayor precio del petróleo también afecta el costo de otros productos utilizados para producir alimentos, como fertilizantes y pesticidas que contienen derivados del petróleo.  Así que el incremento del costo de petróleo ha contribuido a los galopantes precios para los alimentos que importan los países pobres.  Y significa que muchos más pobres no pueden comprar la comida que necesitan.

 

2. La reestructuración de la agricultura del tercer mundo. En los últimos 20 años y pico, los países pobres de Asia, África y América Latina, han estado sometidos a los programas de ajustes estructurales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM). Estos exigen que los gobiernos del tercer mundo cumplan estrictos términos a fin de recibir nuevos préstamos u obtener bajas tasas de interés para los préstamos que ya tienen. Las potencias imperialistas, sobre todo Estados Unidos, controlan el FMI y el BM. La reestructuración genera un ambiente más favorable para el comercio y las inversiones de los imperialistas.

Estos programas han obligado a los gobiernos del tercer mundo a poner más mercados, tierras y otros recursos a la disposición de la agroindustria imperialista, como los exportadores de alimentos. Han perjudicado a las masas de productores campesinos. Obligan a los gobiernos a recortar los subsidios a los pequeños agricultores y programas de apoyo del campo y a fomentar la agricultura de exportación de alto valor (como espárrago y flores exóticas). Este proceso le quita recursos a la agricultura tradicional y de subsistencia. Los pequeños campesinos productores que se han dedicado a los cultivos de exportación se han convertido en víctimas de las fluctuaciones de los precios mundiales. Debido a las presiones de los programas y políticas del FMI y el BM, los gobiernos del tercer mundo han tenido que recortar los subsidios alimentarios y servicios sociales para los citadinos.

Se ha venido reestructurando la producción agrícola del tercer mundo en las últimas décadas. Este proceso ha continuado con mayores efectos, lo que constituye un claro factor en la actual crisis de alimentos.

En las fincas de café de El Salvador que anteriormente producían mucho grano de exportación, se extiende la desnutrición. Los caficultores no han podido competir en el mercado mundial y han perdido ingresos y sustento. A su vez, debido al alza del precio de alimentos, ahora necesitan dos veces más ingresos para adquirir la misma cantidad de alimentos que podían comprar hace un año. Por eso, se han reducido a la mitad los alimentos que obtienen5.

El acuerdo sobre la agricultura de la Organización Mundial de Comercio y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) han recortado fuertemente los aranceles agrícolas en el tercer mundo, lo que ha abierto más los mercados en beneficio de la agroindustria mundial. A su vez, el gobierno yanqui subvenciona a los granjeros en su territorio, lo que posibilita que los alimentos que exporta Estados Unidos sean más competitivos en el mercado mundial. Como resultado del TLCAN, 1,3 millones de campesinos tuvieron que abandonar sus tierras porque ya no podían seguir subsistiendo con sus cultivos6. Muchos campesinos desterrados han tenido que emigrar a las ciudades o a Estados Unidos en busca de trabajo.

En otras palabras, debido a la deliberada política exterior del imperialismo occidental, los países pobres, algunos de los cuales habían contado con una autosuficiencia de producción en la mayoría de los alimentos, se han convertido en países importadores de alimentos.

Eso es una dinámica infernal: los países del tercer mundo han tenido que desviar buena parte de su producción alimentaria de los cultivos de subsistencia hacia exportaciones de alto valor. Bajo presión, han tenido que abrir sus mercados a la importación de alimentos de bajo costo. Por eso, se ha socavado la producción nacional de alimentos de consumo interno. Ahora muchos países están atrapados en un círculo vicioso: el precio de los alimentos de importación ha disparado a la vez que se ha erosionado la capacidad de sembrar cultivos de consumo local. Por tanto, millones de campesinos y agricultores arruinados que ya no pueden vivir de sus tierras han inundado los cinturones de miseria y pueblos jóvenes de las ciudades.

3. La producción de biocombustibles. La producción de biocombustibles a partir de cultivos ricos en azúcar como maíz, trigo y caña de azúcar se ha convertido en una industria muy lucrativa  y pujante. Por eso, las tierras que antes se destinaban a la producción de alimentos de consumo humano, ahora se usan para la agricultura no alimentaria.

La utilización de granos y otros productos agrícolas para fabricar biocombustibles como etanol y biodiesel es una importante causa de la escasez de alimentos y de buena parte del aumento del precio de granos. Eso ha azotado a los países pobres con una fuerza devastadora, porque estos depende tanto de la compra de granos y otros alimentos en el mercado mundial.

El FMI ha calculado que la producción de maíz para fabricar etanol en Estados Unidos representa al menos la mitad del aumento de la demanda mundial de maíz en cada uno de los últimos tres años. Eso ha causado un aumento del precio de maíz y forraje. El precio de otros cultivos también subió, como la soya, porque los agricultores cambiaron de cultivo al maíz.

Un artículo de 2007 de Foreign Affairs dice: “La enorme cantidad de maíz que requiere la industria de etanol está teniendo repercusiones por todo el sistema alimentario. (Estados Unidos cultiva el 40% del maíz del mundo y exporta la mitad del mismo.) En marzo de 2007, los futuros de maíz subieron a más de $4.38 por fanega (bushel), el mayor nivel en diez años. El precio del maíz y trigo también han subido a niveles no vistos en décadas, porque, aunque esos granos están sustituyendo con mayor frecuencia al maíz, los agricultores están sembrando más hectáreas con maíz y menos con otros cultivos”7.

La producción de biocombustibles tiene efectos muy destructivos en el medio ambiente. Por ejemplo, se predice que para 2020 en Indonesia, “las plantaciones del aceite de palma destinado a producir biocombustibles [seguirán siendo] la causa primaria de la pérdida de bosques [en un] país con una de las más altas tasas de deforestación del mundo”8.

 

4. La especulación financiera en mercancías agrícolas. Los especuladores compran, venden y acaparan las actuales existencias de alimentos. Otros especuladores maniobran y negocian la compraventa de las futuras existencias de alimentos en los mercados de “mercancías para entrega futura”. En estos se compran contratos para entregar y vender alimentos que aún no se han producido. Los especuladores hacen compras a bajos precios, con la esperanza de que suban los precios y que en la fecha acordada de la entrega, puedan sacar muchas ganancias.

Se estima que cientos de miles de millones de dólares han entrado al sector de futuros en los últimos cinco años, en gran parte para adquirir productos agrícolas. Los especuladores, que compran futuros a un ritmo sin precedentes, han contribuido al aumento del precio de alimentos, en particular el arroz.

Hace poco, un investigador explicó que el auge de biocombustibles ha agravado la especulación y aumento de precios: “En vista de la volatilidad del mercado y conscientes de que las reservas de granos estaban agotadas, en la compraventa de granos empezaron a acaparar las existencias en espera de obtener precios más altos, sacando provecho de coeficientes diferenciales de precios y trasladando a otros lugares la producción e inversiones en busca de mayor rendimiento… Los inversionistas comenzaron a arriesgarse comprando granos para entrega futura y hacer subir más los precios”9.

Como podemos ver, los especuladores no hacen sino jugar a una ruleta financiera de altas apuestas con los suministros diarios de alimentos a los más pobres del mundo.

Conclusión

No es necesario que se produzcan los alimentos y se compren y se vendan de esta forma, salvo que el sistema del capitalismo lo exige y lo impone mediante la fuerza de las armas y el poder político.

Vivimos en el siglo 21 con galopantes precios y escasez de alimentos. Las masas de los países pobres se están tomando las calles exigiendo algo tan básico como pan y un tazón de arroz.

Centenares de millones de pobres del mundo que ya padecen desnutrición, ahora están ante el peligro de la inanición. Todo eso es criminal e innecesario. La base existe, en los conocimientos de los seres humanos, la tecnología y los recursos, para satisfacer las necesidades alimentarias de la humanidad. Pero lo que impide eso es un sistema económico mundial de capitalismo impulsado por las ganancias.

A menos que se elimine y hasta que se elimine este sistema mediante la revolución, y que lo reemplace un nuevo sistema socialista, continuará la masiva hambre e inanición… y algunas personas seguirán teniendo que comer “galletas de lodo” y tragándose pesticidas a causa de su horrenda desesperación… en lo que podría “y debería” ser un mundo de abundancia común para todos.

Notas

1 Herald Bulletin, 25 de abril de 2008[back]

2 “PC’s farm bonanza fails to save dying farmers,” 14 de marzo de 2008, Reuters[back]

3 “How Biofuels Could Starve the Poor,” de C. Ford Runge y Benjamin Senauer, Foreign Affairs, mayo/junio 2007[back]

4 “A ‘Revolutionary’ Moment in Egypt?” de Tony Karan, 9 de abril de 2008 en tonykaran.com[back]

5 LA Times, “A ‘perfect storm’ hitting globe’s hungry,” 1º de abril de 2008[back]

6 “How Biofuels Could Starve the Poor,” obra citada[back]

7 Stuffed and Starved, de Raj Patel, Melville House Publishing, 2008[back]

8 “Food First Backgrounder: Biofuels--Myths of the Agro-fuels Transition”, colocado el 6 de julio de 2007 por Eric Holt-Giménez, Ph.D., director ejecutivo, Food First/Institute for Food and Development Policy,  "http://www.foodfirst.org" www.foodfirst.org[back]

9 Gretchen Gordon, “The Food Crisis: Global Markets and Deregulation Strike Again”, 18 de abril de 2008)[back]

 

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