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Revolución #128, 1 de mayo de 2008
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Respuesta al discurso de Obama “sobre la raza”, parte II:
“Separado pero igual”… y el mito de “nosotros el pueblo”
En la primera parte de nuestra respuesta al discurso de Barack Obama del 18 de marzo “sobre la raza”, hablamos de su afirmación de que, aunque la esclavitud era una “mancha” sobre “el improbable experimento de Estados Unidos con la democracia…, la respuesta al problema de la esclavitud se encuentra dentro de la Constitución, una Constitución que tenía en su esencia la idea de la igualdad de los ciudadanos bajo la ley”. En realidad la Constitución representó un pacto entre el sistema sureño de esclavitud y el sistema norteño de esclavitud asalariada. Éste se vino abajo en una guerra de secesión (civil) que fue producto de los antagonismos cada vez mayores entre estos dos sistemas de opresión y explotación, y la resistencia y rebeliones de los negros y otra gente. Unos 200.000 negros lucharon en el ejército del Norte durante la guerra de secesión y 40.000 de ellos dieron la vida en la lucha para acabar con la esclavitud. Después de la época de la esclavitud, la Constitución siguió siendo un marco para imponer varios modos de explotación y para promover una mentalidad de “nosotros el pueblo” y un sentido de comunidad entre los blancos de todas las clases.
El eje del discurso de Obama es la afirmación de que “hace 221 años cuando un grupo de patriotas firmaron ese documento en Filadelfia… empezó la perfección”.
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Para comprobarlo, Obama pasa por alto y oculta las décadas de la formación de la sociedad estadounidense, de finales de la esclavitud a la post II Guerra Mundial. Para descubrir lo que oculta, tenemos que examinar brevemente ese período.
Durante diez años después de la guerra de secesión (la Reconstrucción), las tropas del Norte apoyaron las luchas de los ex esclavos negros y unos blancos pobres a favor de los derechos políticos y económicos. A los negros y los blancos pobres les dieron unas tierras y el derecho de votar. Pero estos cambios no eran parte de un programa que retara de fondo el sistema sino que eran pasajeros.
Para tumbar el sistema de relaciones del Sur —las plantaciones, la condición de casta de los negros y el racismo muy arraigado… la subyugación estructural del pueblo negro— hubiera requerido una revolución profunda. Hacer eso hubiera requerido arrancar de raíz todo el sistema, lo que hubiera sido formidable. Pero no ocurrió. Después de solo diez años, las tropas federales fueron al Oeste para masacrar a los indígenas (y para aplastar las huelgas de los trabajadores a finales del siglo 19).
Después, vinieron cuatro generaciones del sistema de aparcería en el Sur, en que los negros continuaron trabajando en condiciones parecidas a la esclavitud (y en muchos casos como esclavos en el sentido literal en las cuadrillas de trabajos forzados del sistema carcelario). Los ex esclavistas reaparecieron como dueños de plantaciones para quienes los negros tenían que seguir trabajando en el campo, ahora a cambio de una “tajada” de la cosecha, una tajada que, cuando la recibían, los mantenía en la pobreza absoluta y sujetos a las leyes, relaciones sociales opresivas y cultura que se desarrollaron sobre la base de esta estructura y subyugaba a los negros como pueblo.
La decisión Plessy vs. Ferguson
A finales del siglo 19, el sistema de segregación del Sur (conocido como Jim Crow) empezó a desmoronarse bajo la presión del rápido crecimiento de la industria capitalista y la mecanización de la agricultura. Asimismo, impusieron la segregación con renovada virulencia en el Sur. En 1896, en el caso de Plessy vs. Ferguson, la Suprema Corte federal aprobó por un voto de 7 a 1 la constitucionalidad de la segregación abierta y legal de acuerdo a la doctrina jurídica de “separado pero igual”.
Es interesante leer el fallo de la Suprema Corte: “[La XIV Enmienda que supuestamente estableció la igualdad de los negros] claramente tenía por objeto hacer valer la igualdad absoluta de las dos razas ante la ley, pero va implícito en la propia naturaleza de las cosas que no podía pretender abolir diferencias basadas en el color de la tez, ni imponer una igualdad de tipo social, distinguiéndola de la igualdad política, ni una equiparación de las dos razas en términos poco convenientes para ambas” [énfasis nuestro].
Lo que la Suprema Corte quería decir con “la propia naturaleza de las cosas” fue un sistema de relaciones sociales e ideas que se desarrolló sobre la base económica del capitalismo y la aparcería en el Sur. La lógica de la Corte demostró que la igualdad formal (“política”) prometida pero raras veces otorgada por la Constitución enmascara la desigualdad sistémica, real y profunda arraigada en la propia naturaleza de este sistema explotador. Según la realidad de “separado pero igual”, los negros tuvieron que tomar agua de fuentes “para la gente de color” que en muchos casos estaban sucias o rotas; los niños negros tuvieron que caminar muchos kilómetros a la escuela y pasar de lado las escuelas “exclusivamente para blancos” a unas cuadras de sus hogares; o —y esto era muy común— los negros se murieron porque no los atendían en los hospitales para blancos.
En Plessy vs. Ferguson, la Suprema Corte adaptó la Constitución a los requisitos del capitalismo de esa época: mantener a los negros oprimidos y subordinados tal como una casta en el Sur, y establecer la segregación legal a nivel nacional. La decisión definió la condición legal de la segregación durante décadas.
Llegan los inmigrantes blancos, pero los negros siguen oprimidos como pueblo
En su discurso, Obama dice que la Constitución “es una Constitución que tenía como principio central el ideal de igualdad de ciudadanía bajo la ley, una Constitución que prometió al pueblo la libertad y la justicia, y una unión que se podía y se debía perfeccionar con el tiempo”. No es cierto. Específicamente, entre 1900 y la II Guerra Mundial, según su interpretación de la Constitución, se defendió e impuso la segregación.
A finales del siglo 19, mientras la Suprema Corte definía y defendía la segregación, se dieron grandes cambios en Estados Unidos. En el Norte, la industria capitalista expandía rápidamente. Aprovechaba la enorme cantidad de inmigrantes que llegaban desde Europa. Al mismo tiempo, los cambios obligaron a los negros a salir del Sur a los ghettos de las ciudades del Norte en busca de trabajo: 1.6 millones de negros emigraron entre 1900 y 1940.
Los inmigrantes europeos obligados a ir a Estados Unidos en busca de trabajo padecían una bárbara explotación en las fábricas. Las costureras, por ejemplo, trabajaban 16 horas al día y para mantenerse a flote tenían que llevar más trabajo a casa. Estallaron férreas luchas entre estos trabajadores y los capitalistas. Estos inmigrantes trajeron las ideas revolucionarias a Estados Unidos en una época en que afectaba profundamente al mundo la revolución comunista de 1917 en lo que sería la Unión Soviética. De las luchas de esta clase obrera principalmente inmigrante nació el Día Internacional de la Mujer, un día feriado revolucionario que se ha celebrado en lucha por todo el mundo desde ese entonces. El Primero de Mayo también tiene sus orígenes en las luchas de los trabajadores de Estados Unidos.
Durante ese período, las autoridades atacaron con saña específicamente a los movimientos radicales y revolucionarios: arrestaron a 15.000 radicales en las Redadas Palmer de 1917 y a muchos los deportaron o metieron a la cárcel. Un blanco especial fue International Workers of the World (IWW, o Trabajadores Internacionales del Mundo), un sindicato que organizó a los obreros blancos y negros por igual y se oponía conscientemente al capitalismo y al racismo. Las tropas federales atacaron sus huelgas y los esbirros de las compañías mataron a sus dirigentes. Ahorcaron al organizador y cantautor del IWW Joe Hill.
Pero las luchas de los trabajadores inmigrantes tuvieron lugar bajo una estructura en que los negros seguían oprimidos como pueblo. Las formas de esa opresión en las ciudades del Norte no eran iguales a aquellas del Sur, pero estaban generalizadas. Los negros eran “los últimos contratados y los primeros despedidos”. Trabajaban en los oficios más peligrosos. Los blancos, entre ellos los trabajadores blancos más explotados, podían relajarse en los parques públicos a los cuales no podían acudir los negros. Los barrios y las escuelas estaban segregados, y las escuelas para los negros eran claramente inferiores. Los policías, jueces y funcionarios del gobierno eran blancos. Todo esto afectaba cómo los blancos de todas las clases se veían a sí mismos; tendía a ocultar la verdadera posición de los trabajadores blancos en la sociedad y sus verdaderos intereses. Aunque tenían más en común, en un sentido fundamental, con el pueblo negro que con la clase dominante capitalista, gozaron de privilegios menores, en defensa de los cuales esta los cooptó.
Durante todo ese período complejo y contradictorio, acomodaron al trabajador blanco dentro de la estructura de supremacía blanca. Junto con la represión de movimientos anti-capitalistas y revolucionarios, los términos mismos de la lucha por la sindicalización y por mejores salarios y condiciones de trabajo tendían a bajar fuertemente las miras del trabajador blanco y canalizar sus esfuerzos hacia cómo avanzar —en oposición a los demás— dentro del sistema.
Al mismo tiempo, bombearon el veneno ideológico de la supremacía blanca por las venas de la sociedad estadounidense, muy ampliamente en la cultura. Los espectáculos de teatro de actores blancos promovían estereotipos degradantes de negros. La película El nacimiento de una nación, que exalta el ascenso de la KKK para “defender” a los blancos, tuvo un impacto profundo tanto en el Norte como el Sur en el año 1915 (y aún hoy día la consagran como “clásica del cine”).
Por medio de un complejo de factores entretejidos, el trabajador blanco, así como el blanco de otros sectores, se convenció de que el negro, de un pueblo aún más explotado, representaba una amenaza a sus privilegios.
Los resultados fueron, en muchas ocasiones, muy feos. En mayo de 1917, en una reunión de trabajadores blancos en San Luis Este, corrió el rumor de que hombres negros andaban con mujeres blancas. Unos 3.000 blancos salieron de la reunión y corrieron al centro, dando golpizas a todo negro que encontraran. Un mes más tarde, racistas violentos atacaron a la comunidad negra de San Luis Este y lincharon a negros. Según muchos informes, cuando llegó la Guardia Nacional, se unió al pogromo. Las zanjas y arroyos se llenaron de los cuerpos de negros. Otros pogromos semejantes ocurrieron en el mismo período, como en Chicago donde resultaron muertos 23 negros y 15 blancos.
Durante todo ese período el pueblo negro libraba una lucha persistente y heroica en toda esfera de la sociedad. En las primeras décadas del siglo 20, ante una represión salvaje, aparceros negros se organizaron por todo el Sur, a veces juntos con blancos pobres. A pesar de la mala educación sistemática —y para muchos la denegación abierta de la educación— se desarrolló una clase media e intelectualidad negras (la película The Great Debaters o “Los grandes polemistas” retrata las luchas de los aparceros y el surgimiento de la intelectualidad negra).
Lo que surgió del funcionamiento del sistema capitalista; las políticas conscientes de la clase dominante; la promoción del racismo en toda esfera de la sociedad; las luchas y la represión de estas, especialmente de los movimientos revolucionarios; fue el criadero de una mentalidad común de “nosotros el pueblo” y un sentido de comunidad entre los blancos de todas las clases.
En toda esfera de la sociedad, privilegiaron al blanco, y sobre esa base lo movilizó para pelear por mantener esos privilegios. Y todo eso ocurrió, repetimos, en el marco en que en “ese documento en Filadelfia… empezó la perfección”: la Constitución estadounidense.
El surgimiento de las zonas residenciales suburbanas de los blancos y el “resentimiento” de los mismos
Tras la Segunda Guerra Mundial, que arrasó con gran parte de Europa, Asia y África, Estados Unidos surgió como una potencia imperialista hegemónica sin precedente. Llegó a dominar en las colonias antiguas de Gran Bretaña y Francia, y en el proceso confrontaba a su rival la Unión Soviética (que era un país socialista hasta los mediados de los años 1950). También lo desafió la revolución mundial en las vastas regiones de Asia, África y Latinoamérica.
El discurso de Obama, al haber pasado por alto en lo básico la época de las turbas de linchamiento y el Jim Crow, retoma el hilo en ese momento histórico. Retrata la posguerra como parte de la “gran marcha de los que nos abrieron el camino, una marcha por un Estados Unidos de América más justo, más igualitario, más libre, más noble y más próspero”.
Cierto: en ese momento en el proceso del desarrollo del capitalismo-imperialismo estadounidense, se cuestionaban algunas formas de segregación abierta y se transformaban en otras formas de subyugación del pueblo negro, no porque los constitucionalistas descubrieran de golpe que la segregación era inconstitucional sino porque esta ya no era esencial al funcionamiento del sistema. Las leyes de Jim Crow y los linchamientos ahora eran un problema para las relaciones públicas internacionales. Es más, sirvieron e impusieron formas de explotación del pueblo negro ya reemplazadas.
La lucha del pueblo negro continuaba. La Segunda Guerra Mundial (igual a la Primera) llamó a filas a cientos de miles de negros; los metió en unidades segregadas del ejército y los expuso al mundo, a personas semejantes a ellos y a nuevas ideas. Después de estas dos guerras, los soldados negros regresaron a casa con coraje; se sentían muy traicionados al oír que habían luchado por la libertad y la democracia. En ese período, se aumentaron las luchas de los negros contra la segregación.
Después de la Segunda Guerra Mundial, hubo cambios masivos en la sociedad estadounidense; no por algún ingenio especial del estadounidense sino como resultado de un imperio que se estaba expandiendo y cebándose del mundo entero. A estos cambios sociales los impulsaron, en formas complejas, las contradicciones ante el sistema.
Por ejemplo, zonas residenciales suburbanas para los blancos, con sus “buenas escuelas” y la “calidad de vida” que son una parte fundamental del “sueño estadounidense”, resultaron del enorme crecimiento de empleos de clase media y del aburguesamiento de un sector significativo de la clase obrera a partir del botín del imperio global. Esto impulsó fuertemente el crecimiento de estas zonas, que llegaron a ser baluartes ideológicos del racismo.
Durante el mismo período, cinco millones de negros fueron expulsados del Sur hacia las fábricas del Norte. El sistema de plantaciones desintegraba, al mismo tiempo que la “Tierra Prometida” del Norte atraía con la ilusión (frecuentemente falsa) de trabajos y una vida mejor. En el Norte, los negros encontraban la segregación estricta en toda esfera, la cual la impusieron tanto las políticas oficiales concientes como la promoción del racismo.
Veamos solo un ejemplo: la vivienda segregada. El discurso de Obama reconoce que “a los compradores negros de casas se les negaba acceso a hipotecas del gobierno federal”. Pero políticas como éstas no eran un paso en falso en la “gran marcha por un Estados Unidos de América más justo, más igualitario, más libre, más noble y más próspero”, sino que eran una parte fundamental del desarrollo de la sociedad estadounidense en ese período.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estadounidense subsidiaba préstamos para la compra de casas para enormes números de blancos, entre ellos trabajadores mejor pagados y la clase media. Al mismo tiempo, la vivienda que subsidió para el negro era el multifamiliar público en los centros urbanos, situados en los ghettos negros ya establecidos de las ciudades del Norte. El privilegio del blanco lo reafirmó y lo impulsó la política oficial, y esta segregación oficial abierta en vivienda cabía perfectamente dentro de interpretación oficial de la Constitución.
Los blancos en general se convencieron del falso mito de que ellos tenían casa por muy trabajadores mientras los negros vivían en el barrio jodido por flojos. Como observa Thomas Sugrue en The Origin of the Urban Crisis (El origen de la crisis urbana): “Vivir en el centro urbano se convirtió en una estigma que se autoperpetuaba. La falta de empleo cada vez peor y el deterioro de la infraestructura de barrios urbanos reafirmaban los estereotipos que guardaban los blancos sobre la gente, las familias y las comunidades negras”.
Y eso por su parte impulsó un ambiente cruel y frecuentemente violento de ataques contra los negros que se atrevían a comprar casas en una zona suburbana o a obtener trabajos “exclusivamente para blancos”. En junio de 1943, cuando los primeros tres obreros negros empezaron a trabajar en la cadena de montaje de la fábrica automovilística Packard en Detroit, 20.000 trabajadores blancos se salieron en protesta. Más tarde ese mes, un motín racista estalló en Detroit, y turbas blancas atacaron a negros que habían ido al Puente Belle Isle para escaparse del calorón del centro. Mientras los blancos atacaban, la policía quedaba con los brazos cruzados, para después invadir los barrios negros con órdenes de “tirar a matar”. El número oficial de muertos: 34.
Equiparar el “resentimiento” de los blancos con la lucha por la igualdad
El discurso de Obama sí reconoce las formas de discriminación que ha sufrido, y sigue sufriendo, el pueblo negro. Pero las presenta dentro del marco del mito de la “gran marcha de los que nos abrieron el camino, una marcha por un Estados Unidos de América más justo, más igualitario, más libre, más noble y más próspero”. Declara que esa desigualdad ha estado y está en contradicción con la “unión más perfecta” que promete la Constitución.
Luego equipara el coraje del pueblo negro contra su opresión continua con lo que llama “un coraje semejante que existe en sectores de la comunidad blanca. La mayoría de los estadounidenses blancos de clase obrera o clase media no cree que tengan muchos privilegios por su raza. Su experiencia es la del inmigrante: en lo que a ellos concierne, nadie les ha regalado nada, todo lo han construido ellos mismos de la nada... Entonces, cuando se les dice que tienen que mandar a sus hijos por autobús a una escuela al otro lado de la ciudad; cuando oyen que un afroamericano tiene ventaja para conseguir un buen empleo o entrar en un bueno colegio por causa de una injusticia que ellos mismos no cometieron; cuando se les tacha de prejuiciados por sus temores por el crimen en los barrios urbanos: con el tiempo, se les sube el resentimiento”.
Pero, como hemos visto, el “resentimiento” blanco contra el negro es muy distinto a la lucha contra la subyugación del pueblo negro. Al equiparar ese “resentimiento” blanco con la indignación y la lucha contra la opresión del pueblo negro, Obama establece términos que reconocen que el blanco se ganó merecidamente su posición social privilegiada. En realidad, esa posición privilegiada es producto de una estructura de explotación general en esta sociedad y le sirve, siendo una parte importante la subyugación del pueblo negro (y otras nacionalidades oprimidas).
Durante toda esa época, se invocaba la Constitución estadounidense, según Obama “el camino de una unión más perfecta”, para justificar la desigualdad y la opresión del pueblo negro. De hecho, esa misma Constitución era un marco perfecto para que el sistema capitalista mantuviera a la gente de todas las nacionalidades en una posición subordinada y explotada; y dentro de eso, que continuara la opresión política, económica y cultural del pueblo negro en diferentes formas, bajo diferentes condiciones, aún después de la abolición de la esclavitud.
Como explicaremos en la siguiente entrega de esta respuesta, el camino hacia adelante, el camino a la libertad, no va por medio de la Constitución estadounidense.
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Durante los levantamientos de los años 1960, estaban bajo sitio el sistema y, como una parte importante, las barreras a la igualdad para el pueblo negro y otras nacionalidades oprimidas. En esa lucha participaban muchas personas de todas las nacionalidades, particularmente la juventud. Si bien la presión no rompió las barreras, las sacudió. También lucharon contra el racismo y lograron avances iniciales sin precedentes y excelentísimos. Se respiraba la revolución en el ambiente.
Obama argumenta que “nosotros el pueblo” tenemos que dejar atrás el legado de esa época “si hubiéramos de continuar en el camino de una unión más perfecta” que promete la Constitución estadounidense. Trataremos las consecuencias de tal argumento en la próxima entrega de esta respuesta.
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