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Revolución #130, 25 de mayo de 2008
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La nueva concepción de la revolución y
el comunismo
¿QUÉ ES LA NUEVA SÍNTESIS DE BOB AVAKIAN?
Parte II: Una filosofía para conocer, y cambiar, el mundo
A continuación presentamos la segunda parte del texto de un discurso pronunciado en varios lugares del país esta primavera. Se han hecho leves cambios en preparación para su publicación. Revolución publicará la charla en cinco entregas. Texto íntegro del discurso
Ahora bien, una filosofía es una manera más o menos elaborada de conocer el mundo que guía, o influye, la manera en que una persona ve su posición en el mundo y lo que piensa que se puede o se debe hacer al respecto. Si piensa que la gente es egoísta por su herencia genética, esa es una filosofía. Es una manera de entender toda la naturaleza y la sociedad, y va a guiar lo que uno piensa que se puede y se debe hacer.
Si una persona dice que no tiene una filosofía, que solo se basa en lo que funciona… bueno, lo siento pero esa también es una filosofía, es la filosofía hecha en Estados Unidos conocida como el pragmatismo. Una persona que se basa en esa filosofía, no piensa mucho en las causas subyacentes, la dinámica global que le da forma al mundo, sino que acepta el mundo tal como es y se limita a hacerle pequeños ajustes superficiales.
Y si dice que todas las filosofías no son más que “constructos sociales” de igual validez —o invalidez— para llegar a la verdad; y si hasta pone en duda la existencia de la verdad; bueno, eso también es una filosofía —el relativismo—, que está muy de moda hoy y que —desafortunadamente, aunque de manera previsible— va de la mano con una falta de convicción y firmeza en cuanto a oponerse, y luchar contra, los crímenes muy reales de los que están en el poder.
En otras palabras, la filosofía importa con respecto a lo que uno HACE.
Bueno, el comunismo también encierra una filosofía. Y en el corazón de la nueva síntesis está la labor de Bob Avakian para interrogar críticamente, o analizar, sus cimientos filosóficos… y para poner esos cimientos sobre una base más plenamente científica.
Para entender por qué es así, vamos a tener que abordar brevemente unos cuantos conceptos muy complejos. Al principio algunos de estos conceptos serán complejos y tal vez nuevos —pero tengan paciencia— todo esto tiene implicaciones sumamente importantes para el “mundo real”, y espero que eso se haga evidente.
El avance de Marx
Carlos Marx y Federico Engels fueron estudiantes del método dialéctico que desarrolló el filósofo alemán Hegel, quien había comprendido que todo en el mundo está en constante cambio y desarrollo. Ese desarrollo lo impulsan las fuerzas contrarias que a la vez coexisten y luchan dentro de todo fenómeno y proceso. Aun cuando una cosa parezca relativamente estable... en su interior hay lucha, cambio y desarrollo, y esto le da su carácter. Hegel propuso que a través de esa lucha de opuestos, un aspecto de la cosa llega a ser dominante, lo cual resulta en un salto a algo fundamentalmente nuevo.
Veamos un ejemplo, que dicho sea de paso fue desconocido para Hegel: el Sol parece una bola sólida al rojo vivo; pero en realidad es una masa de ininterrumpidas explosiones termonucleares, que transforman el hidrógeno en el núcleo del Sol en helio, lo cual genera calor y luz. Nuestro Sol pasará por etapas de desarrollo, cambiará de composición y tamaño y de la cantidad de calor y luz que genera, hasta que por fin muera y se convierta en alimento para nuevas estrellas. Es un caso de la unidad, lucha y transformación mutua de contrarios, que abre paso a algo nuevo.
Pero para Hegel, la fuente de todo desarrollo fue una esfera preexistente de ideas, que luego se desenvolvían en el mundo material. En ese sentido, en la esfera de la filosofía Hegel era un idealista. Ahora bien, en esta esfera, el idealismo quiere decir algo diferente a lo que quiere decir en el mundo cotidiano, donde el idealismo por lo general quiere decir que alguien se preocupa por algo más que sí mismo. Pero en la filosofía, el idealismo se refiere a la noción de que las ideas surgen antes del mundo material, o existen en una esfera superior independiente de ese mundo.
Por ejemplo, la religión. “En el principio ya existía el Verbo” o “todo es controlado y creado por un dios que existe en un reino diferente que no es material” o “todo mi sufrimiento es en realidad parte del propósito que Dios me ha dado”… todas estas son formas de idealismo filosófico. Otro ejemplo es el libro El secreto, que promueve Oprah Winfrey, que dice que uno mismo crea su propio mundo con lo que piense. Repito, eso es idealismo, porque en realidad el pensamiento se desarrolla con relación a la sociedad específica en la que uno nace y el puesto que uno ocupa en ella, y en el contexto de las “opciones” que te da.
En oposición al idealismo está el materialismo. Aquí también, esta palabra se usa de diferentes maneras en la vida cotidiana y en la filosofía. Hoy por lo general cuando se habla del materialismo se está refiriendo al consumismo... el amor a las joyas y cadenas de oro. Pero en la filosofía, el materialismo se refiere a la concepción del mundo que busca las causas de los fenómenos, incluidos nuestros pensamientos, en la dinámica concreta del mundo material. La conciencia es la propiedad de una forma particular de materia que piensa; o sea, los seres humanos.
En la época de Marx, el materialismo era principalmente mecanicista; eso quiere decir que los materialistas de ese entonces comprendían que se podían conocer las leyes del mundo físico, pero tendían a ver a esas leyes como si fueran un tanto estáticas y mecánicas, un universo como un reloj. Lograron entender que los planetas giraban en torno al Sol, las leyes de gravedad que explican ese fenómeno y cómo podía continuar; pero no comprendían cómo el Sol había surgido, cómo se había desarrollado, ni que morirá. Por tanto, sus ideas tenían límites y eso se reflejaba en su filosofía. No podían comprender bien cómo los cambios cualitativos —los saltos de una cosa a otra completamente nueva— podrían surgir de causas materiales.
Marx y Engels hicieron suyo el gran conocimiento de Hegel sobre la dialéctica —que todo cambia debido a la lucha de fuerzas opuestas—, y lo despojaron de su idealismo; y tomaron la concepción materialista de que la realidad existe independientemente y antes de todo pensamiento y a esta la despojaron de su carácter mecanicista. La síntesis de las dos es el materialismo dialéctico: la concepción de que todo en el mundo está cambiando y se está desarrollando constantemente debido a las fuerzas contradictorias internas, y que el pensamiento humano mismo surge de ese proceso y lo refleja.
Poner el estudio de la sociedad sobre una base científica
Aplicaron el materialismo dialéctico para poner el estudio de la sociedad humana sobre una base científica, y así desarrollaron el materialismo histórico. Analizaron, primero que todo, que los seres humanos tienen que producir las necesidades de la vida, y que para llevar a cabo esa producción tienen que entrar en relaciones entre sí mismos, o sea, relaciones de producción.
A su vez, esas relaciones de producción corresponden en líneas generales a cierto nivel de desarrollo de las fuerzas de producción, o sea, la tecnología, recursos y conocimientos que tiene la gente en una sociedad dada y en un momento dado. Con la esclavitud, la producción se lleva a cabo por medio de relaciones en las que una clase literalmente es dueña de otra. Esas relaciones de producción del sistema de esclavitud corresponden, generalmente, a la agricultura en gran escala y herramientas muy primitivas.
En el capitalismo, la producción se lleva a cabo por medio de relaciones sociales en que una clase, los capitalistas, es dueña de las fábricas, las bodegas, etc., y la otra clase principal, los obreros o proletarios, no es dueña de nada salvo su capacidad de trabajar, y tiene que venderla para subsistir. Los trabajadores no son la propiedad de los capitalistas , lo que pasa es que los capitalistas les pagan un salario cuando pueden sacarles ganancias y los despiden cuando no lo pueden hacer, como podemos ver hoy. Esas relaciones de producción corresponden a los medios de producción a gran escala que requieren una colectividad de personas para funcionar; en una fábrica, los trabajadores tienen que trabajar juntos para producir acero o tractores o lo que sea.
Tanto el capitalismo como la esclavitud son sistemas de explotación, pero las relaciones de producción son diferentes. Así que diferentes tipos de sociedades tienen diferentes relaciones de producción. Además, diferentes relaciones de producción generan diferentes tipos de gobierno, diferentes concepciones de la naturaleza humana, diferentes formas de familias, diferentes tipos de arte, diferentes concepciones de derechos y deberes, y diferentes morales.
Por ejemplo, la Biblia —incluido el Nuevo Testamento— fue escrita en una época en la que una parte importante de la producción se llevaba a cabo a través de relaciones de esclavitud. Por eso en ninguna parte de la Biblia se considera que la esclavitud es un crimen horrible contra la humanidad, con excepción de la esclavitud de los israelitas por los no judíos en el Antiguo Testamento. Y los esclavistas del viejo Sur aprovecharon eso para justificar la esclavitud.
Hoy, cuando la esclavitud ya no corresponde a los intereses de la clase dominante, el consenso político y cultural la considera horrible. Pero en cuanto a la explotación de los trabajadores por los capitalistas, y el despido de esos trabajadores cuando ya no es rentable explotarlos, se dice: “así es la vida, así es la naturaleza humana”, tal como se decía durante los tiempos de la esclavitud. Tal como hicieron los abolicionistas antes de la guerra de Secesión de Estados Unidos, pero sobre una base mucho más científica, tenemos que plantear que esas cosas NO se deben a la naturaleza humana, ni ahora ni durante la esclavitud, sino que simplemente son el resultado de las relaciones capitalistas, y tenemos que plantear nuestra moral diferente y opuesta, basada en relaciones de producción y sociales completamente distintas.
Abordemos el caso con el que empecé esta charla desde un enfoque científico e histórico materialista. ¿Qué llevó a que maltrataran a Biko Edwards y a los demás estudiantes? ¿Se trató de una “conducta indisciplinada” sin motivo? Pues hay que examinar el contexto social y la historia más amplia que desembocó en ese incidente. Hay que preguntar: ¿Cómo arrojan luz sobre esto las relaciones de producción subyacentes de la sociedad, y las maneras cambiantes, a lo largo de la historia, en que los negros se han visto obligados a encontrar su relación con ellas? Hay que analizar de una manera científica lo que ha impulsado la transformación de los afroamericanos, desde un comienzo como esclavos traídos aquí encadenados para construir la enorme riqueza de este país, y después de la guerra de Secesión como aparceros atados a las plantaciones, y luego empujados y atraídos a las ciudades principalmente como trabajadores industriales en los trabajos más explotadores y opresivos... y ahora en una situación en la que la mayoría de los afroamericanos o son esclavos asalariados o los tratan como un pueblo sobrante, y en el caso de los jóvenes negros como Biko Edwards, como delincuentes. (De nuevo quiero citar al New York Times: uno de cada nueve jóvenes negros está preso, la mayor tasa de encarcelamiento del mundo1)).
Hay que analizar las instituciones y las ideas que surgieron, se establecieron y se promovieron en cada una de estas épocas, y cómo la supremacía blanca cambiaba, pero seguía siendo muy poderosa en todas las instituciones sociales. Hay que examinar todo eso con relación a todos los demás fenómenos sociales importantes. Entonces sí, basándose en todo eso, se puede empezar a analizar científicamente de dónde vino y de dónde viene toda esa opresión, y lo que hay que hacer para acabar con ella. Ese es un ejemplo del enfoque histórico materialista.
Superar las limitaciones
Es difícil exagerar la importancia de ese descubrimiento y, en general, de los aportes de Marx al pensamiento humano y a la emancipación humana. Junto con Engels, puso los cimientos teóricos y alumbró el camino.
Pero, como es lógico, había limitaciones en cuanto a la manera en que Marx y Engels abordaron esto, y esos problemas se agravaron debido a las serias debilidades metodológicas de Stalin, quien dirigió a la Unión Soviética y al movimiento comunista internacional durante casi 30 años después de la muerte de Lenin. Lo que es peor, esos errores se cometieron precisamente cuando se necesitaba con urgencia un avance en el conocimiento. Mao, el líder de la revolución china, luchó contra algunos de esos problemas, pero luchaba contra un marco heredado y tampoco estaba libre de sus influencias. Esas debilidades tuvieron consecuencias.
Bob Avakian ha identificado y criticado a fondo debilidades en cuatro dimensiones distintas de la filosofía comunista. Estas son: 1) una mayor ruptura con formas de pensar idealistas, y hasta cuasi-religiosas, que se metieron en los cimientos del marxismo y con las que todavía no se había roto; 2) una comprensión mayor y cualitativamente más profunda de las formas en que la materia y la conciencia se influyen mutuamente y se transforman la una en la otra; 3) una crítica de una serie de problemas asociados con el pragmatismo y otras tendencias filosóficas afines; y, 4) una epistemología, o manera de llegar a la verdad, radicalmente diferente. Al hacer esto, Avakian ha puesto el marxismo sobre cimientos más plenamente científicos.
Avakian ha excavado, criticado y roto con ciertas tendencias tipo religiosas secundarias pero de todos modos importantes que existieron previamente en el movimiento comunista y en la teoría comunista, que sostienen que la realización del comunismo es una “inevitabilidad histórica”, y el concepto afín de que el comunismo es casi como el cielo, o una especie de “reino de gran armonía” sin contradicciones o lucha entre las personas.
Pero el comunismo no es inevitable. No hay una Historia “parecida a un dios”, con mayúscula, que está impulsando todo hacia el comunismo. Y si bien el comunismo acabará con los conflictos antagónicos y violentos entre los seres humanos, lo que lo caracterizará serán las contradicciones, los debates y las luchas, que se llevarán a cabo sin conflictos violentos y de hecho serán muy buenos, dado que contribuirán continuamente a entender mejor y seguir transformando la realidad de acuerdo con los intereses de la humanidad en general.
El concepto de que el triunfo del comunismo es “inevitable” y que lo impulsa la “Historia” (con mayúscula), y la tendencia de ver el comunismo como una especie de utopía, sin contradicciones y lucha, fueron muy marcados en el caso de Stalin, pero también han existido en cierta medida en el marxismo en general. En algunos aspectos importantes y en gran medida, Mao rompió con esos puntos de vista y métodos; pero lo importante es que todavía existían, incluso en el caso de Mao, un aspecto de “inevitabilismo” y otras tendencias afines, y Avakian ha continuado la ruptura con esas maneras de pensar, que dan a entender que existe cierto elemento de religiosidad en el marxismo, si bien nunca ha sido lo principal ni ha definido la teoría marxista. En esta conexión (y en un sentido general), Avakian no solo ha defendido a Mao y sintetizado sus contribuciones a la revolución y a la teoría comunista, sino que ha continuado la ruptura que Mao representó con relación a Stalin, y sobre esa base ahora Avakian ha hecho unas rupturas con ciertos aspectos del pensamiento de Mao también.
Eso NO quiere decir que la historia es solamente un revoltijo. De hecho, como dijo Marx, sí HAY una conexión en la historia, por el hecho de que las fuerzas de producción (repito, la tierra, la tecnología, los recursos y la gente y su conocimiento) se transmiten de una generación a la siguiente y están en constante desarrollo; y que cuando las relaciones que contraen los seres humanos para llevar a cabo la producción se vuelven una traba que impide el mayor desarrollo de esas fuerzas, se dan cambios grandes. Las relaciones de esclavitud del Sur que coexistieron y alimentaron durante décadas al capitalismo en el Norte se volvieron una traba para el desarrollo de ese capitalismo, y eso resultó en la guerra de Secesión.
Como dije, cambios grandes.
Hoy, la contradicción fundamental de esta sociedad es la existente entre la producción socializada (el hecho de que en estos días la gente tiene que trabajar colectivamente para producir las cosas) y el hecho de que los medios para producir esa riqueza y el producto de esos medios siguen siendo la propiedad de individuos, que los controlan y se apropian de ellos. Por un lado, esta contradicción se manifiesta en todas las diferentes formas de la lucha de clases y, por el otro lado, en el hecho de que el desarrollo solo puede proceder mediante el choque frontal, de expandir o morirse, entre diferentes bloques de capitales. Esta contradicción se presentará y seguirá presentándose una y otra vez, de diferentes maneras, para su resolución.
Ahora bien, no hay “garantía” de que esto se resuelva de una manera positiva ni de que avancemos al estilo de vida comunista que ahora es posible. Depende de nosotros y de si cumplimos el trabajo duro para desarrollar tanto nuestra concepción científica de la sociedad y la naturaleza, así como nuestra capacidad de arrancarle la libertad a los retos ante nosotros.
Como una creencia religiosa, la “garantía de que es inevitable” podría consolar y sustentar a uno, pero no es cierta y va en contra de ver la realidad tal y como es. De hecho es una traba a cómo pensar en los diferentes senderos posibles que podrían tomar el desarrollo humano, que están sujetos a verdaderas limitaciones y que en ese sentido se “determinan”, pero no corren en una dirección predeterminada.
Y el comunismo no será un paraíso, ni un reino de gran armonía; como todo lo demás, cambiará y se desarrollará a través de la resolución de las contradicciones por medio de la lucha, con la (enorme) diferencia de que esa lucha ya no se llevará a cabo violentamente, por medio de grupos sociales antagónicos, y la gente misma habrá superado el pensamiento estrecho y a veces despiadado condicionado por el capitalismo, así como el patriarcado y la opresión nacional, que ahora vemos como la naturaleza humana.
El potencial del papel, y del poder, de la conciencia
Segundo, y relacionado a eso, Avakian ha profundizado aún más la concepción del papel y poder de la conciencia. Digámoslo de esta manera: en la medida que uno comprenda de manera científica y a fondo el carácter contradictorio, complejo y de múltiples niveles, de la sociedad, con todas sus diferentes limitaciones y los múltiples senderos posibles... en esa medida aumenta enormemente la libertad que uno tiene para operar sobre esa situación y afectarla.
Antes, no solo se reconocía sino que se ponía demasiado énfasis en la importancia de la base económica (o sea, las relaciones de producción). Esa era una tendencia hacia el reduccionismo—a reducir los fenómenos complejos a una causa única y primordial, a aplanar los procesos que tienen diferentes niveles respecto a aquellos de una manera que no corresponde a la realidad y de hecho la distorsiona. Es cierto, las instituciones políticas, las ideas, la moral de la sociedad —o sea, la superestructura de la sociedad— surgen, en última instancia, de las relaciones económicas; eso es algo fundamental que comprendió Marx.
Pero esas instituciones e ideas de la superestructura tienen una vida propia relativa; además operan, y se afectan las unas a las otras, en muchos niveles diferentes que se interpenetran. No se les puede reducir de plano a brotes directamente surgidos de las relaciones de producción o las relaciones de clases. Veamos un ejemplo. El racismo blanco —la idea de que hay diferentes “razas” de seres humanos y de que los negros son una raza inferior— es un rumor falso y seudocientífico, o mentira hueca, que surgió a principios del siglo 19. Surgió de las relaciones de esclavitud y en particular de la clase de los dueños de esclavos, que lo reafirmaron. Pero tenía una influencia mucho más generalizada y llegó a ser parte integral de lo que significa ser estadounidense y de lo que significa la democracia, que es un punto que Avakian profundiza enormemente en su charla sobre la democracia jeffersoniana2. Y esa idea ha cobrado vida propia y ha afectado el pensamiento de todos y se tendrá que combatirla por derecho propio en la sociedad socialista a la vez que se arranquen sus raíces materiales.
Si bien Lenin, y especialmente Mao, hicieron aportes muy importantes a una manera más correcta y dialéctica de entender cómo “funciona” esa relación entre la base y la superestructura, ninguno comprendió con suficiente profundidad o en todos los niveles el ámbito y la fluidez de esa independencia relativa.
Romper con las tendencias pragmáticas
Tercero, ha habido otras tendencias filosóficas negativas y problemas de método, muchos de los cuales están relacionados al pragmatismo—una filosofía, como dije, que se opone a la investigación de la realidad subyacente más profunda en nombre de “lo que funciona” y que también sostiene que las ideas son verdaderas en la medida en que sean útiles. Esto último esquiva la pregunta: “¿útil para qué?” y, de mayor importancia, en realidad niega el verdadero criterio de la verdad: si una idea corresponde a la realidad. La idea de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva era útil para Bush, pero eso no quiso decir que era cierto.
Estas tendencias filosóficas erróneas, especialmente las de Stalin, contagiaron y hasta impregnaron al movimiento comunista. Ahora les pediré que me permitan explicar esto, porque como dije, estas tuvieron consecuencias serias. Incluyeron el instrumentalismo, que se refiere a la aplicación de la teoría como un instrumento para justificar ciertas metas a corto plazo en lugar de un medio para indagar la verdad; el empirismo, que valora la verdad a partir de la experiencia directa y lo que se puede observar inmediatamente, en un marco estrecho; el a priorismo, que quiere decir imponerle categorías al mundo, en lugar de derivar esos conceptos del mundo tal y como es, por medio de una interacción compleja entre la práctica y la teoría; y el positivismo, un método que tiende a limitar y restringir la ciencia a describir y codificar las observaciones, y se enfoca en los criterios de la medición cuantitativa y el pronóstico.
Enfoquémonos un momento en el positivismo. Este punto de vista niega o dice que no tiene importancia el análisis de niveles más profundos de la dinámica y la dirección. Debido a eso, tiende a separar los fenómenos del contexto mayor y de diferentes niveles, y también tiende a reducir las cosas y los procesos a una sola y sencilla causa. Por ende, tiende a negar, o rechazar, las maneras en que la teoría puede y tiene que “adelantársele” a la práctica, o sea, las maneras en que un análisis a fondo de la experiencia (ampliamente concebida) puede dar una concepción más profunda de la dinámica y las tendencias subyacentes inherentes, o en potencia, en esa realidad, y abrir nuevos caminos a la transformación de esa realidad. Si la teoría no se “adelanta”, no se podría concebir nada cualitativamente diferente a lo que ya se conoce; sin eso, ¿cómo pudieron haber escrito Marx y Engels el Manifiesto Comunista?
Quiero hablar de un ejemplo un tanto de mala fama, para darles una idea de las consecuencias de enfoques metodológicos erróneos. Esto tiene que ver con un genetista de nombre Trofim Lysenko en la Unión Soviética en los años 30. Lysenko insistió en que se podía heredar las características adquiridas; por ejemplo, si eres bien delgadito, pero si desarrollas músculos levantando pesas y tomando esteroides, los hijos heredarán ese físico. Pues, ese es un punto de vista erróneo. Pero como Lysenko tenía un programa global de cómo hacer crecer rápidamente una gran cantidad de trigo en un país que sufría hambruna, y porque tuvo cierto éxito a corto plazo con injertos de plantas, se declaró que eso era cierto.
Analicemos eso. Hay pragmatismo: juzgar la verdad de una idea a partir de si “funciona” para una u otra meta a corto plazo. Hay empirismo: juzgar la verdad solamente a partir de una serie limitada de experiencias empíricas. Al contrario, hay que poner lo que uno está haciendo y aprendiendo en el contexto de lo que sabemos en todo momento que es cierto, la imagen o el modelo más completo y más acertado de la realidad objetiva. Además hay que relacionar eso con las demás pruebas pertinentes disponibles de otras fuentes. ¿Cómo cuadraban las teorías de Lysenko con lo que sabíamos que era cierto, como la teoría de Darwin y algunos de los esfuerzos para comprobarla? Si había contradicciones entre los resultados obtenidos por Lysenko y lo que hubiera pronosticado la teoría de Darwin, ¿cómo entender esas contradicciones?
Pero no procedieron de esa manera. Y los resultados fueron desastrosos —para los genetistas a quienes les negaron el derecho a trabajar y reprimieron más fuertemente en algunos casos porque no estaban de acuerdo y para las ciencias en la Unión Soviética en general, como por la manera en que enseñaron a abordar y evaluar las ideas en todas las esferas.
Veamos un ejemplo del a priorismo, así como del positivismo. Stalin suponía de manera a priorista que una vez mecanizada la agricultura y una vez, por lo general, establecida la propiedad socializada de la producción en los años 1930, dejarían de existir las clases antagónicas en la sociedad soviética. Pero la lucha continuaba. Como el “modelo” a priorista de Stalin de una sociedad socialista sin antagonismos de clase no podía explicar eso, sacó la conclusión de que toda la oposición tenía que ser el trabajo de agentes del imperialismo. Los resultados fueron dolorosos, desde numerosos ángulos.
Ahora bien, posteriormente, Mao criticó y se opuso a esto, siendo una de sus grandes contribuciones que la lucha de clases persiste bajo el socialismo, y como parte de eso, hizo muchas críticas de las tendencias filosóficas de Stalin de restarles importancia a las contradicciones o no reconocerlas. Pero esas tendencias de positivismo, instrumentalismo, etc., causaron muchísimo daño, y antes de Avakian no se les había identificado plenamente como tal ni se había roto con ellas de una manera sistemática.
El avance radical de Avakian en la epistemología
Por último, y de mucha importancia, Bob Avakian ha criticado y roto con viejos puntos de vista epistemológicos del movimiento comunista. La epistemología tiene que ver con la teoría del conocimiento, de cómo llegamos a conocer la verdad. Entre esos puntos de vista epistemológicos erróneos está la idea de que “la verdad tiene carácter de clase”. En realidad, la verdad es la verdad y los disparates son disparates, sin importar quién se lo diga. Ahora bien, el materialismo y la dialéctica como método general deberían permitir establecer mejor la verdad, en la medida que se apliquen de manera consecuente a la realidad, pero cualquiera que sea la idea que uno descubra, el criterio para juzgar si es cierta tiene que basarse en si corresponde, de una manera fundamental, a la realidad, y no la manera de descubrirla.
De hecho, resulta que quienes no usan ese método —que en realidad lo detestan— pueden descubrir importantes verdades. NO existen realidades separadas para diferentes clases y no hay “verdades” distintas para diferentes clases; no es “una onda proletaria... tú no la entenderías”. Solo existe una realidad. El proletariado como clase no tiene ningún interés en ocultar el carácter fundamental de la sociedad humana, el materialismo dialéctico e histórico corresponde a sus intereses fundamentales; pero si se reduce ese punto sumamente amplio a “la verdad tiene carácter de clase”, podría llevar a decir que no se puede aprender nada de los pensadores burgueses o de pensadores que no son ni burgueses ni parte del marco marxista, e incluso a pensar que aquellos de origen proletario tienen un conocimiento especial de la verdad.
Aquí también tenemos que aprender de la experiencia negativa de Lysenko. Echó raíces la idea de que como Lysenko procedía de las masas trabajadoras y como apoyaba al gobierno soviético... y como aquellos que se le oponían en general procedían de lo que habían sido las clases privilegiadas de la vieja sociedad, y no apoyaban al gobierno soviético... eso era una prueba más de lo correctas que eran las teorías de Lysenko. Pero el origen de clase no tiene nada que ver —o no debe tener nada que ver— con la valoración de lo correcta o incorrecta de una idea.
Tampoco es cierto que lo que determina la veracidad de las ideas es su “utilidad” en un sentido inmediato. Ese enfoque pragmático ha llevado, para ser francos, a “distorsionar” o torcer la verdad; en el caso de Lysenko, repito, declararon que su teoría era cierta porque parecía útil en un sentido inmediato.
Ahora bien, no se trata de “buscar la verdad” de una manera divorciada de la lucha para cambiar el mundo. Tampoco se trata de que “la verdad te liberará”. No lo hará, sin lucha. Pero si no se entiende al mundo de una manera más o menos correcta —si no se sabe lo que es la verdad— tampoco se liberará. Se harán cosas que no corresponden a la dinámica y las contradicciones concretas de la realidad y no se podrá transformar esa realidad, al menos no en una dirección que lo va a acercar a uno a la revolución y al comunismo.
Ese proceso supone tremenda riqueza. No se puede ni descartar ni tampoco adoptar completamente las ideas de quienes no son marxistas o son anticomunistas; hay que pasarlas por el tamiz y sintetizarlas críticamente y a menudo reconfigurarlas. Pero si uno se aparta de eso —lo que llegó a ser la “tradición” del movimiento comunista—, ¿cómo va a conocer este mundo en que vivimos, que está cambiando constantemente y generando cosas nuevas e inéditas? De hecho, se necesita el choque de ideas, se necesita el debate, contienda y efervescencia, hay que seguir senderos que no parecen “contribuir” y que podrían acabar en callejones sin salida... pero que, por otro lado, podrían ofrecer nuevas perspectivas hacia la realidad. La idea de que “la verdad tiene carácter de clase” en realidad socava y tergiversa ese proceso vital necesario.
Seamos francos. Hay verdades que, a corto plazo y en un sentido lineal, van en contra de la lucha por el comunismo, pero que, en un contexto más amplio y con el método y enfoque que Avakian está forjando, en realidad contribuyen a esa lucha. Eso abarca las “verdades dolorosas” —las verdades sobre los aspectos negativos de la experiencia del movimiento comunista internacional y de las sociedades socialistas que han dirigido los comunistas—, pero también, en general, las verdades que se descubren que, en ciertos aspectos, demuestran que la realidad es diferente a lo que pensaban los comunistas, o la gente en general.
Con respecto a la importancia de las “verdades dolorosas”, vale la pena volver a Lysenko por última vez. Tradicionalmente, los anticomunistas dicen que lo de Lysenko es un ejemplo que prueba que el comunismo inevitablemente tergiversa la verdad... y reprime a los intelectuales. Algunos comunistas se distancian del incidente Lysenko de una manera simplista, otros simplemente lo ignoran, pero por lo general no quieren “abordarlo”—desde el punto de vista de cómo los comunistas aplican correctamente el marxismo para dirigir en todas las esferas de la nueva sociedad. Avakian, al contrario, dice que hay que reconocer plenamente esta experiencia, por lo cual la ha abordado en varias obras y sacado lecciones más profundas: qué fueron los errores de método y cosmovisión que resultaron en eso... qué fue la situación que generó las presiones hacia eso... y qué tienen que hacer los comunistas para romper con ese punto de vista y, a un nivel más profundo, esa práctica, para que de veras puedan llevar al mundo a un lugar mejor.
Porque, repito, el problema no es solo “dar con la verdad”, sino de hacerlo desde un punto de vista y método plenamente científico, dialéctico materialista, y comprender correctamente la conexión entre eso y la lucha por la revolución y a la larga por el comunismo, y comprender toda la riqueza que eso implica. Reconocer la importancia de la verdad e insistir en buscarla de esa manera, libre de las consideraciones estrechas, pragmáticas e instrumentalistas de lo que parece más conveniente en un momento dado, o lo que parece concordar más con los objetivos particulares e inmediatos de los comunistas... buscar la verdad aplicando el punto de vista y método científico del materialismo dialéctico de la manera más amplia, global y consecuente con fin de abordar la realidad tal y como es y, a partir de eso, transformarla de una manera revolucionaria hacia la meta del comunismo: eso es radicalmente nuevo y representa una parte clave de la riqueza de la nueva síntesis que está forjando Bob Avakian. Ese es el significado global de lo que está concentrado en su declaración de que “todas las verdades son buenas para el proletariado… todo lo que sea verdad puede ayudarnos a llegar al comunismo”.
Se puede comparar esa declaración con “todo lo que concuerda con los intereses del proletariado y nos ayudará a llegar al comunismo es verdad”. Este punto de vista —con su contenido y enfoque pragmático e instrumentalista— ha prevalecido, de una manera desproporcionada, en la historia del movimiento comunista internacional—y, de hecho, representa lo contrario de lo que concentra la declaración de Avakian. Y esta es una parte clave de la ruptura radical que encarna su método y enfoque y de la riqueza de la epistemología que ha estado forjando y bregando para que los comunistas la hagan suya.
Repito, en la última media hora apenas he podido abordar este fundamento crucial filosófico y metodológico de la nueva síntesis. Para entender eso más a fondo, recomiendo que lean los libros Observations on Art and Culture, Science and Philosophy y Marxism and the Call of the Future Conversations on Ethics, History, and Politics3. Pero ahora quiero pasar a las implicaciones políticas de todo esto.
1. Adam Liptak, “US Imprisons One in 100 Adults Report Finds”, New York Times, 29 de febrero de 2008. [back]
2. El audio de la charla, “Communism and Jeffersonian Democracy” (El comunismo y la democracia jeffersoniana) está en línea (en inglés) en bobavakian.net y revcom.us [back]
3. Bob Avakian, Observations on Art and Culture, Science and Philosophy (Chicago: Insight Press, 2005) y Bob Avakian y Bill Martin, Marxism and the Call of the Future: Conversations on Ethics, History, and Politics (Chicago: Open Court Publishing/Carus Publishing, 2005). [back]
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