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Revolución #130, 25 de mayo de 2008
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El desastre del ciclón de Myanmar… y la tragedia humana del capitalismo global
El 2 de mayo de 2008, el ciclón Nargis azotó al país de Myanmar dejando un desastre humano catastrófico. El saldo estimado de 100.000 muertos sigue en aumento y la tormenta se llevó a pueblos y aldeas enteros. En un pueblo de la costa hubo 10 mil muertos.
Azotó durísimo a la delta densamente poblada del río Irauadí de 6 millones de personas, con muchas comunidades de pescadores. Se anegó completamente Yangon, la antigua capital, al borde de la delta, con una población de 6.5 millones. Demolió las chozas de los tugurios pobres de la ciudad. El ciclón, con vientos de 190 kph y olas de casi 4 metros que llegaron hasta 11 k tierra adentro, afectó a 24 millones de personas de los 5 estados golpeados por el desastre, casi la mitad de la población de 57 millones del país.
Además, en las zonas no tan afectadas escasean los alimentos y el agua. Quedaron arruinados los cultivos, ganado y otros animales, y peces, más los sistemas de riego, molinos de arroz y silos de almacenamiento. Las zonas afectadas constituyen la mitad de las tierras de riego, donde se siembra el 65% del arroz del país. Los millones que sobrevivieron ahora padecen hambre, enfermedades y falta de techo.
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Ante todo el mundo se está desenvolviendo la horrible situación de la población de Myanmar. Ante tal tragedia humana tan enorme, se espera que se haga todo lo posible para dar ayuda y aliviar el gran sufrimiento.
Hay enormes riquezas, recursos y tecnología en el mundo que podrían usarse para responder a este desastre. Hay muchas personas con los conocimientos y la compasión que se podrían movilizar para ayudar. Es obvio que eso no está ocurriendo.
Los grandes medios occidentales dicen que esto se debe a que Estados Unidos y otros países están tratando de ayudar pero que el régimen despótico de Myanmar se niega a cooperar y por tanto tiene la culpa por el gran saldo de muertos y sufrimiento.
Este artículo desmenuzará este argumento, analizará las causas del mismo, y lo comparará con la realidad.
No podemos entender la situación actual de Myanmar sin examinar dos contradicciones que se interpenetran. La primera son las relaciones entre el sistema imperialista mundial y Myanmar como país pobre dominado y oprimido por el capitalismo global. La otra es la importancia geoestratégica que tiene Myanmar para el imperialismo y la rivalidad entre los países capitalistas de la región. Estos factores de peso han afectado profundamente el alcance y el carácter de la destrucción causada por el ciclón, y el trabajo de rescate y socorro.
DESASTRES NATURALES Y CONDICIONES CREADAS POR EL HOMBRE
El argumento oficial dice: Ante los desastres naturales como el ciclón Nargis, la ayuda humanitaria lo es todo. Condeleezza Rice dice: “Lo que cabe es que el gobierno birmano permita que la comunidad internacional ayude a la población. Es un asunto sencillo. No se trata de la política”.
“La esencia de lo que existe en Estados Unidos no es democracia, sino capitalismo-imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo que Estados Unidos lleva al resto del mundo no es democracia, sino imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen.” — Bob Avakian |
La realidad: Existen terribles desastres naturales sobre los cuales los seres humanos tienen poco control, pero la organización de la sociedad humana afecta profundamente lo que ocurre en respuesta a tal catástrofe. Por tanto, en respuesta a Condeleezza Rice: NO es un “asunto sencillo” de labores de socorro. De cabo a rabo, TIENE mucho que ver con la política, las relaciones económicas y las relaciones del poder.
La ayuda y socorro en el caso de un desastre, en un país particular y entre países distintos, no se da en un vacío.
Vivimos en un planeta en el que la vida humana es vulnerable a tornados, tsunamis, ciclones y terremotos. Existen conocimientos científicos para predecir y prepararse en cierta medida para tales sucesos de la naturaleza. Pero el que este proceso funcione y cómo funcione y lo que ocurra después de tales desastres lleva las profundas huellas del funcionamiento del sistema capitalista mundial y pasa por medio del mismo.
Veamos lo que ocurrió y no ocurrió antes, durante y después del huracán Katrina que azotó a Nueva Orleáns. Todo mundo atestiguó cómo las relaciones del poder de la sociedad, la pobreza y la opresión de los negros determinaron quiénes lograron salir y quiénes no, quiénes murieron y quiénes sobrevivieron, y cómo todas las desigualdades que ya existían afectaron lo que ocurrió a medida que subían las aguas anegadas.
Los desastres naturales no “discriminan”: los tornados, huracanes y terremotos azotan a regiones en todo el mundo. Pero diferentes pueblos y diferentes países no padecen los mismos afectos.
Vivimos en un mundo enormemente desequilibrado en el que un puñado de países imperialistas ricos domina al resto del planeta. Estados Unidos está en la cima de un sistema capitalista global impulsado y modelado por la maximización de las ganancias. La mayoría de la población del mundo vive en países pobres del tercer mundo oprimidos y dominados por el imperialismo y por las estructuras socio-económicas que reflejan y refuerzan los intereses de las elites internas subordinadas al imperialismo. El imperialismo ha truncado y distorsionado el desarrollo de estos países. Todo eso afecta profundamente la sociedad y la capacidad del gobierno y la población de responder cuando ocurra un desastre.
Myanmar ya tenía altos precios de alimentos y productos básicos, sobre todo los energéticos. El 10% de la población no recibía suficientes alimentos para subsistir. En muchas zonas rurales, el 70% de la población vivía por debajo del umbral de la pobreza absoluta. Las ciudades estaban rodeadas de cinturones de miseria.
Lo que vemos ahora es un ejemplo vívido de cómo la pobreza y el desarrollo distorsionado surgidos de la dominación y opresión de las potencias extranjeras puede convertir un desastre natural en una tragedia humana catastrófica. Debarati Guha-Sapir, directora del Centro de Investigación sobre la Epidemiología de las Enfermedades, dijo: “Las aldeas padecen niveles tan altos de desesperación, como la calidad de la vivienda, la condición nutricional, los caminos, los puentes y las represas, que las pérdidas se determinan más por su situación que por la fuerza del ciclón”.
Además, las relaciones políticas internacionales con Myanmar, en que las potencias imperiales occidentales en general muestran hostilidad hacia el régimen militar de Myanmar, tienen que ver con los pleitos sobre la entrega de la ayuda a Myanmar. Los intereses económicos y la relación política de China con Myanmar han afectado las labores internacionales de socorro. Las relaciones económicas y políticas de Myanmar con los otros países sudasiáticos también han afectado la ayuda que se haya ofrecido.
¿“AISLADO” DEL MUNDO?
El argumento oficial dice: Una bola de dictadores gobierna a Myanmar que elige aislarse del resto del mundo.
La realidad: La sociedad de Myanmar es represiva y relativamente cerrada al mundo exterior. El reaccionario régimen militar quiere conservar el poder y controlar la sociedad con una combinación de fuerza sanguinaria y poco contacto con el resto del mundo. Pero Estados Unidos no critica a Myanmar por eso.
Lo que Estados Unidos quiere decir cuando dice que Myanmar se ha “aislado” es que no ha abierto de par en par sus puertas al imperialismo estadounidense. El régimen militar no ha estado completamente maleable, dócil y servil a Estados Unidos. Ahora se ha negado a aceptar ayuda de Estados Unidos con muchas condiciones y potenciales “requisitos obligatorios”, tal como las presiones de Bush para que Myanmar deje entrar a los funcionarios, rescatistas y personal militar de Estados Unidos.
No es de sorprenderse que Myanmar dudara en aceptar la ayuda estadounidense puesto que se especula y se discute abiertamente acerca del uso de aviones militares, soldados y buques de guerra estadounidenses para entregarla. La revista Time llevaba el titular: “¿Es hora de invadir a Birmania?” Para entregar la ayuda, Francia recomienda activar una doctrina de la ONU sobre la “responsabilidad de proteger”… sin el permiso de Myanmar.
Estados Unidos ha impuesto sanciones contra Myanmar desde 1997 y las prorrogó en julio de 2003, con una prohibición de nuevas inversiones e importaciones de ese país. Dice que lo hace debido a abusos de los derechos humanos pero en los hechos, el “aislamiento” estadounidense de este país apunta a socavar y desestabilizar al gobierno y generar condiciones para poner en el poder a un régimen más servil a Estados Unidos.
La realidad: Myanmar no está “aislado” y separado del resto del mundo. En la historia y hoy día, su desarrollo lo ha condicionado su integración al sistema global del imperialismo y su subordinación al mismo.
Birmania (que cambió de nombre a Myanmar en 1989) era una colonia del imperialismo inglés por más de 60 años. La producción comercial del petróleo de Myanmar se inició en 1871 cuando los colonizadores ingleses establecieron la Compañía Petrolera Rangún.
Desde declarar su independencia formal en 1948, diferentes potencias imperialistas han explotado a la población y saqueado los recursos del país. Rebasa el ámbito de este artículo repasar esa historia, pero un ejemplo de la manera en que el imperialismo controla y desarrolla los recursos energéticos del país da un vistazo a su relación con el sistema capitalista mundial.
Myanmar ocupa el décimo lugar en reservas de gas en el mundo. Ha estado produciendo gas natural desde los años 1970. Hoy, las exportaciones de gas son la fuente más importante de ingresos del país.
En los años 1990, Myanmar dio concesiones a empresas extranjeras de Francia e Inglaterra. Luego, Texaco y Unocal (ahora fusionada con ChevronTexaco) también obtuvieron derechos al gas de Myanmar.
En 2005, China, Tailandia, Corea del Sur y otros países de la región invirtieron en la industria petrolera y de gas de Myanmar.
¿Qué implicaciones ha traído todo eso para las masas populares de Myanmar?
En 1996, se entabló una demanda de derechos humanos contra la Corporación Unocal con sede en Estados Unidos. Un grupo de aldeanos de Myanmar la acusó de ser responsable de trabajos forzados bajo soldados del gobierno, violaciones, asesinatos y reubicaciones forzosas durante la construcción de un gasoducto de 1.2 mil millones de dólares hacia Tailandia, iniciada en 1990.
La demanda, en que Unocal pagó una indemnización, puso al descubierto la clase de horrendos crímenes que estaban cometiendo un consorcio de Unocal y otras empresas extranjeras, quienes contaban con el apoyo y protección del régimen militar.
Una señora testificó que los soldados llegaron a su casa, balearon a su esposo y mataron a su bebé. Otros aldeanos relataron que ejecutaron a sus vecinos porque se negaron a dejar las tierras que Unocal quería. Dos niñas dijeron que los soldados las violaron con amenazas de cuchillo (The Nation, 30 de junio de 2003). Human Rights Watch entrevistó a cientos de aldeanos expulsados de sus hogares y tierras y obligados a trabajar a punta de fusil y golpeados por guardias.
La ONU emitió advertencias de graves abusos de derechos humanos en 1995. Después de salir a la luz estos hechos tan incómodos, Texaco abandonó al país en 1997, pero Unocal conservó una participación de 28% en el gasoducto.
El Departamento del Estado estadounidense reconoció que aún existían trabajos forzados. No obstante, el gobierno estadounidense defendió abiertamente a Unocal en la demanda. Luego, el procurador general John Ashcroft registró una impugnación que recusó el intento de los aldeanos de demandar a Unocal, diciendo que habría que desechar la demanda (y demandas similares) porque interfieren con la política exterior estadounidense y socavan su “guerra contra el terrorismo”.
Hoy, sobre la sangre y los huesos del pueblo de Myanmar, el gasoducto de Unocal transporta unos 700 millones de pies cúbicos de gas al día.
Esta situación da un vistazo a la relación de Myanmar con el imperialismo mundial: cómo la integración de Myanmar y subordinación al sistema global del imperialismo ha condicionado su desarrollo.
Aparte del interés del imperialismo en lucrar con los recursos y población de Myanmar, está la importancia geoestratégica de esto en el mundo. Eso es un importante factor en la manera en que Estados Unidos y las diversas fuerzas internacionales ven su relación con Myanmar y cómo han respondido al actual desastre.
LOS INTERESES GEOESTRATÉGICOS ESTADOUNIDENSES EN MYANMAR
El argumento oficial dice: Laura Bush se sumó al coro de críticos estadounidenses diciendo que el gobierno de Myanmar es “inepto”, porque no avisó a la ciudadanía sobre el ciclón y porque ahora estorba la ayuda humanitaria.
La realidad: Es una hipocresía total y descarada que Estados Unidos critique a cualquier gobierno por no ayudar a la ciudadanía durante un desastre natural. Estados Unidos tiene más dinero y recursos que los demás países, y definitivamente mucho. mucho más de lo que tiene un país pobre como Myanmar. Pero cuando el huracán Katrina azotó a Nueva Orleáns, el régimen de Bush fue responsable de horrorosos crímenes humanitarios. No evacuó a la población hacia lugares seguros, abandonó a la muerte a miles de personas en las zonas anegadas y luego sometió a decenas de miles, en su abrumadora mayoría afroamericanos, al trato más infrahumano y degradante.
Las deficiencias y fracasos del gobierno de Myanmar en su respuesta al desastre del ciclón tienen mucho que ver con dos hechos delimitantes: su naturaleza reaccionaria y la mayor dinámica geoestratégica.
El régimen militar es una fuerza corrupta y opresora que ha estado en el poder desde 1962. No ha dudado en usar los métodos más brutales para aplastar toda resistencia popular.
Los militares dominan y administran importantes sectores de la economía nacional. Se permite que solamente el personal militar tenga acciones en las corporaciones militares paraestatales que constituyen una parte importante de la economía. Los militares ocupan altos puestos en casi todas las dependencias del gobierno. Supervisan una sociedad y economía de grandes disparidades y una vil explotación capitalista y semifeudal.
En los últimos 15 años, la economía se ha integrado más a la economía capitalista mundial, sobre todo mediante el desarrollo de las industrias del petróleo y gas del país. Los militares han participado en varias empresas conjuntas con empresas extranjeras de energéticos y, en el caso de Unocal (ver la primera parte), les han suministrado trabajadores contratados a la fuerza.
La realidad: La crítica estadounidense al gobierno de Myanmar no tiene nada que ver con una preocupación por las víctimas del ciclón. Tiene que ver con los fríos cálculos sobre cómo usar el desastre en beneficio de los intereses estadounidenses: meterse más en el país, debilitar al régimen militar y generar condiciones más favorables para un cambio general de régimen. Estados Unidos quiere poner en el poder a un gobierno que obedece más a los intereses políticos y económicos suyos, como la relación de la contienda estadounidense con otras potencias capitalistas. Para entender esto, primero tenemos que analizar los intereses geoestratégicos que persigue Estados Unidos en Myanmar.
Tres grandes regiones de Asia se confluyen en la parte del planeta donde Myanmar se encuentra: China al norte, el sur de Asia al sur e India al oeste. En un mapa se puede ver por qué Myanmar es tan importante para establecer los lazos terrestres entre el centro de Asia al oeste, Japón al este y Rusia al norte.
Cerca de la costa de Myanmar está el estrecho de Malaca. Ubicado entre Malasia e Indonesia, es una de las vías marítimas más estratégicas del mundo. Conecta los mares Índico y Pacífico y es la vía marítima más corta entre el golfo Pérsico y China. Los buque-tanques con más de 12 millones de barriles de petróleo pasan por este estrecho todos los días. Más del 80% de las exportaciones de petróleo de China pasan por esta vía.
Desde el 11-S, Estados Unidos ha estado fortaleciendo su influencia militar en la región, diciendo que es parte de la “guerra contra el terror”. Se ha puesto a extender y profundizar su dominación del mundo y el actual eje de su plan es dominar y controlar al Medio Oriente. A su vez, está una serie de contradicciones mundiales en que el control del sudeste de Asia es sumamente importante.
Estados Unidos ha hecho críticas virulentas contra el gobierno militar de Myanmar, pero no por la naturaleza reaccionaria del régimen. La verdadera raíz de su hostilidad hacia Myanmar es porque su gobierno no es la clase de estado neocolonial dócil que Estados Unidos quiere y necesita en la región.
Se sabe que Estados Unidos quiere un “cambio de régimen” en Myanmar. Utiliza la “carta de los derechos humanos”, respaldando a movimientos antigubernamentales proestadounidenses y procura satanizar y estrangular al régimen con sanciones y otras medidas. A su vez, el régimen militar ha respondido fortaleciendo sus lazos con China y otros países de la región. En parte, Estados Unidos quiere más influencia y control en el sudeste de Asia (y en Myanmar) porque quiere contrarrestar la creciente fuerza regional de China.
La China capitalista ha invertido mucho en los países del sudeste de Asia y busca sacar ganancias de la madera, los minerales y el gas natural de Myanmar. Myanmar también es una ruta terrestre para los productos chinos hacia el mar Índico. Ha crecido el comercio entre los dos países. Desde 1989 China le ha dado al régimen unos 1.5 mil millones de dólares en armamento.
En el caso de Estados Unidos, Myanmar es un importante eje en cuanto a sus intereses geoestratégicos y económicos. Ahora Estados Unidos está buscando formas de traficar con la devastadora tragedia de Myanmar a fin de acelerar sus maniobras para un “cambio de régimen” ahí. Bush dijo: “Estamos preparados para trasladar fuerzas navales estadounidenses a fin de ayudar a encontrar a aquellos que han muerto, a encontrar a los desaparecidos, a estabilizar la situación. Pero para hacer eso, la junta militar debe permitir que nuestros equipos de valoración de desastres entren al país”.
El economista y autor F. William Engdahl ha escrito sobre los planes estadounidenses para llevar a cabo un “cambio de régimen” en Myanmar y el papel específico de la National Endowment for Democracy (NED, o la Fundación nacional para la democracia), una entidad financiada por el gobierno estadounidense cuyo propósito es apoyar las metas de su política exterior. Dice:
“El Departamento del Estado estadounidense ha reclutado y formado a importantes dirigentes de oposición de diversos grupos antigubernamentales en Myanmar. Desde 2003, Estados Unidos le ha dado más de 2.5 millones de dólares al año a la NED para actividades que promueven un cambio de régimen en Myanmar. La NED da fondos a importantes medios de la oposición, como el New Era Journal, Irrawady y la emisora Voz Democrática de Birmania…”.
Todo eso ocurre tras bambalinas y ahora es un factor claro en los ofrecimientos estadounidenses de ayudar a Myanmar tras el ciclón Nargis. Tal “ayuda humanitaria” trae condicionamientos políticos y una agenda imperialista global. La administración de Bush dice que una condición para recibir la ayuda es permitir que funcionarios de su gobierno, rescatistas y personal militar entren a Myanmar y manejen directamente las operaciones de socorro y rescate, en lugar de dejar que las autoridades de Myanmar administren y entreguen la ayuda.
En 1997, Estados Unidos impuso sanciones contra Myanmar, que prohibieron nuevas inversiones en el país. En 2003, Estados Unidos prohibió la importación de productos de Myanmar y restringió las transacciones financieras con ciertos funcionarios del gobierno. En 2007, Bush impuso nuevas sanciones financieras contra Myanmar y congeló las acciones y cuentas de otos integrantes del gobierno militar. Una semana antes del ciclón, Estados Unidos reforzó las prohibiciones de comercio e inversiones y congeló cuentas y acciones. El 17 de mayo, dos semanas después del ciclón, Bush ordenó que siguieran en vigor las sanciones. Eso agravó más la situación económica de la población. Mientras tanto, ChevronTexaco sigue operando su gasoducto en Myanmar, que es el proyecto de inversión extranjera más grande en el país y la mayor fuente de ingresos para el régimen militar.
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Cuando un terrible desastre natural azota a un país como Myanmar, eso afecta a millones de personas; muchas vidas penden de un hilo. Hay que juntar los conocimientos y recursos de la humanidad. Hay que movilizarse para salvar vidas, dar servicios médicos y entregar alimentos. Pero en el mundo en que vivimos hoy, dominado por el sistema global del capitalismo, mandan los apremiantes intereses de las ganancias y no las necesidades del pueblo.
Hoy, en tales catástrofes humanas, quedan mucho más al desnudo las anticuadas relaciones sociales, políticas y económicas del imperialismo. El mundo necesita la revolución, y las cosas se podrían hacer de otra forma. En una nueva sociedad socialista, el poder estaría en las manos del pueblo. Los recursos y conocimientos de la sociedad y, sobre todo, la compasión, la creatividad y la conciencia política de las masas, podrían movilizarse y se movilizarían para construir una nueva sociedad emancipadora que podrá identificar y resolver toda clase de problemas, como desarrollar las formas de responder a desastres naturales.
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