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Revolución #131, 1 de junio de 2008

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Hay Que Ver

El visitante

Hace poco, un artículo del New York Times de Nina Bernstein informó sobre la muerte de Boubacar Bah, un sastre guineano de 52 años. Describe el tratamiento de Sr. Bah en el centro de detención de Nueva Jersey, donde lo tuvieron por quedarse más tiempo de lo debido según su visa de turista: “Esposado y sujeto al suelo de la unidad médica mientras gemía y vomitaba, después dejado en una celda de castigo más de 13 horas, a pesar de repetidas anotaciones de que no respondía y echaba espumarajos a ratos”.

The Visitor (El visitante), una nueva película del director/escritor Tom McCarthy, da un destello de la vida de algunos de los inmigrantes detenidos en estos horrendos centros de detención.  Pero es mucho más.  La película sencilla y conmovedora cuenta lo de cuatro personas cuyas vidas se entrelazan: Walter, un profesor de economía blanco que medio deambula sin rumbo por la vida, más muerto que vivo; Walter, enviado por su colegio a dar un discurso en una conferencia en Nueva York, descubre que dos inmigrantes, Tarek, un baterista de Siria, y Zainab, su novia senegalesa quien vende joyería hecha a mano en tianguis, viven en su apartamento.  Mientras se desarrolla la película, se relacionan e introducen en la vida de los unos y los otros una parte del mundo en que vivimos, de maneras sorprendentes pero también reales. Cuando un desastre ocurre, Walter tiene que decidir si apoyar a Tarek, Zainab y la madre de Tarek, Mouna; o hacerse de la vista gorda.

En la película vemos uno de los “centros de detención”, una especie de bodega sin ventanas en Queens, que desde afuera uno jamás supondría que alojara cientos de inmigrantes que no hayan cometido ningún crimen salvo ser expulsados de sus tierras natales hasta Estados Unidos por el funcionamiento económico y político del imperialismo. Los inmigrantes se quedan aquí por meses o hasta años, trasladados a través del país sin previo aviso al inmigrante ni su familia. A los presos, la mayoría de quienes no tienen para contratar a abogados, los tienen en pequeñas celdas, y la única luz que ven viene de un agujero en el techo de una celda a que se les permite entrar por períodos breves. Y sus familias a menudo no pueden visitarlos por miedo de que también sean encarceladas.

McCarthy dice que la idea de la película se le ocurrió cuando visitaba Líbano con su previa película, The Station Agent, y dirigía un taller de actores. Muchos artistas jóvenes a que encontraba llegaron a ser los modelos para el personaje de Tarik. Al regresar a Nueva York, empezó a hacer amistades con gente de la comunidad mesooriental y a visitar a gente en los centros de detención. “Lo único que puedo hacer es presentarlo, y sí sé que todas estas experiencias son, para mí, personales. No son experiencias imaginarias”, dijo McCarthy en una entrevista.

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