Revolución #136, 20 de julio de 2008


Testimonio de excombatientes

Investigación Soldado del Invierno:
Irak y Afganistán


Del 13 al 16 de marzo, se llevó a cabo la Investigación Soldado del Invierno: Irak y Afganistán en Washington, D.C. En las audiencias, organizadas por Veteranos de Irak contra la Guerra, casi 50 excombatientes dieron testimonio sobre lo que hicieron contra la población y el territorio de Irak y Afganistán. En cualquier momento, estaban presentes unas 350 personas, principalmente excombatientes estadounidenses, familias de soldados y padres de soldados muertos en la guerra.

El evento de cuatro días juntó a excombatientes de todo el país para hablar de sus experiencias y presentar evidencias fílmicas y fotográficas. Varios paneles de académicos, veteranos, periodistas y otros especialistas le dieron contexto al testimonio y hablaron de una amplia gama de temas, de la historia del movimiento de resistencia militar a la lucha por cuidado médico y apoyo para los ex soldados.

Los siguientes pasajes son de Hart Vigas, uno de los excombatientes que hablaron en el primer panel sobre las “Reglas del combate”. Se publicaron testimonios de otros excombatientes del segundo panel y una carta sobre esa investigación de un veterano de la guerra de Vietnam en Revolución #126 y #134. Los lectores pueden escuchar el testimonio (en inglés) de las audiencias en ivaw.org/wintersoldier/testimony.

 

Hart Vigas: "Fuimos a Bagdad y dejamos esa ciudad en ruinas”

Me llamo Hart Vigas. Me metí al ejército lueguito del 11 de septiembre y pedí la aerotransportada, pedí la infantería, y me tocó la División Aerotransportada 82, primero en la 325 Honorable Compañía de Artillería, Batallón de Morteros, los “cazadores del cielo”, “la muerte desde arriba”. Entré en noviembre de 2001 y salí del ejército en diciembre de 2004. Me desplegaron a Kuwait en febrero de 2003 y posteriormente participé en la invasión en marzo. El plan original era que íbamos a lanzarnos con paracaídas al aeropuerto de Bagdad pero, como la III ID iba adelantada, entramos manejando y pasamos a controlar un pueblo en el cual saboteaban nuestro suministro, un pueblo que se llamaba Al-Samawa. Esa fue mi primera experiencia con el trabajo que me habían entrenado a hacer. Yo era el morterista, disparaba morteros de 81 milímetros. Nos acampamos en las afueras de Al-Samawa en lo que era básicamente un basurero; hubo un mosquero tan feo que no dejaban comer. Cuando el sol caía a plomo, uno tragaba un bocado de moscas junto con su cartoncito de pudín.

Lo que vi allí, mucho más de lo que conocí personalmente: yo escuchaba las llamadas por radio de las compañías que estaban en dificultades, o que veían a unas personas entrar en un edificio; nos tocaba esa misión de fuego y destrozábamos el edificio a morterazos. Yo puse los relojes, puse los morteros y los cargadores. Yo era parte de ese equipo que mandó esos morteros al blanco. Y sabes, no se trataba de ejército a ejército: son gente los que habitan los pueblos. Está completamente fuera de lo que se pueda imaginar que los que habitan los pueblos no sean gente normal, población civil. Nunca vi con los propios ojos los efectos de los morteros que mandé sobre esos pueblos, así que tengo que imaginarme la gran cantidad de muertos de que no tengo la cuenta, cuánta población civil, cuántos inocentes, maté, ayudé a matar.

Otro armamento fuerte que usaban contra ese pueblito de Al-Samawa se llamaba el Spectre. Es un avión armado C-130 con cañones obús de correa, dos de esos y unas super-ametralladoras Gatling. Ni sé la nomenclatura exacta para eso. Esos sobrevolaban Al-Samawa y simplemente aporreaban el pueblo, y realmente no hay nada igual a eso. Ese avión, es casi, aunque las balas vienen desde el cielo, es casi como la tierra estuviera temblando. Repito, sobrevolaban el pueblo, los vecindarios, helicópteros de ataque Kiowa con sus misiles Hellfire, los aviones F-18 con sus bombardeos, te sacuden hasta los huesos. Al mismo tiempo estamos echando morterazos sobre este pueblo lleno de habitantes. La radio siempre era, nada bueno salía por la radio. Una vez mandaron disparar contra todos los taxis porque el enemigo los usaba para transportarse. En Irak cualquier carro puede ser un taxi, no más lo pintan de blanco y anaranjado y ya está. Y uno de los francotiradores preguntó por radio: “Disculpe, ¿le oí bien, que disparemos contra todos los taxis?” El teniente coronel contestó: “Tú me oíste, soldado, disparen contra todos los taxis”. Al terminarse esa conversación, el pueblo como que se prendió. Todas las unidades que estaban allí dispararon contra varios carros. Otra vez, tú sabes, contra gente. ¿Dónde están las pruebas? Esa fue mi primera experiencia con la guerra, y realmente estableció el tono para todo mi servicio militar allí.

Fui a Faluya durante un par de semanas; nuestra compañía buscó un pleito allí y tuvimos que salir corriendo. Mi historia de Faluya no es como las otras historias de Faluya, estábamos en una zona turística en las afueras, la conquistamos y yo tenía a mi arma a 30 metros de distancia, mientras me bronceaba a la orilla de un lago artificial. Pero oía las historias de lo que estaba pasando en la ciudad. Luego fuimos a Bagdad y dejamos esa ciudad en ruinas. No hubo nada de estructura, nada de policía, nada de autoridad aparte de nosotros y nos aprovechamos de la situación en lo que respecta el trato a la gente y los puntos de vista en general. Hablando personalmente, nunca me he considerado una persona racista, pero para todo decíamos hadji: cigarros hadji, hamburguesa hadji, casa hadji, ropa hadji, harapos hadji. “Hadji” viene siendo lo mismo que “honky”. Es lo mismo, tengo que acordarme.

Y luego con las redadas, nunca hicimos una redada en que cayéramos sobre la casa indicada, mucho menos la persona indicada, ni una sola vez. Estábamos fuera de Bagdad, en esa planta de tratamiento de agua, y parecía un lugar bonito, con árboles, mucha vegetación verde. Pero ya cuando nos íbamos, nos salieron corriendo en frente dos tipos con RPG (granadas propulsadas por cohete) y hubo todo un griterío y se protegieron con unas mujeres y niños que estaban ahí, y nosotros gritábamos: “Tiren las armas, tiren las armas”. Todos tenían su RPG en bandolera y yo estaba vigilando el sector a mi lado izquierdo mientras ellos estaban a la derecha. Yo era muy firme allí en la vigilancia del sector que me tocaba pero no más ya no aguantaba. Giré el rifle hacia allá y tenía en la mira a un tipo que estaba en la entrada de un edificio. Él traía el RPG sobre la espalda, yo le tenía el pecho en la mira, eso es lo que me entrenaron a hacer. Pero cuando le vi la cara, no era el Cucuy, no era el enemigo, tenía una expresión de miedo y de confusión que a lo mejor era la misma expresión que yo tenía en la cara durante ese mismo tiempo. A lo mejor le habían dicho las mismas mentiras que me dijeron a mí. Pero me sacó de onda verle la cara y no apreté el gatillo. Se escapó.

Nos mandaron refuerzos en forma de helicópteros Apache y vehículos de combate Bradley y volvimos a entrar en ese bonito pueblito para investigar. Ya es historia conocida en Irak, que si uno tenía algún pleito con el vecino en los tiempos de Saddam, simplemente decía: “Oiga, oficial, aquél hizo un comentario contra Saddam, anda, arréstenlo”. Y a aquél lo arrestaban y lo torturaban. Bueno, ahora con Estados Unidos, preguntamos quiénes son los buscapleitos y nos dicen: “aquéllos” “de por allá”. Entonces vamos yo y otro soldado a revisar la casita del tal “aquél”. Lo único que encontré fue una pistolita 22, nada de AK47, ni granadas propulsadas por cohete, ni fotos de Saddam, ni sacos de dinero, pero de todos modos nos llevamos a los dos muchachos. Vi al sargento y le dije: “Pues, mi sargento, éstos no son los que estamos buscando”. Y me contestó: “No te preocupes. De todos modos hubieran hecho algo, tenlo por seguro”.

Y todo ese tiempo la madre está llore y llore frente a mí, trata de besarme los pies. Sabes, no hablo árabe. Pero puedo hablar humano. Me estaba diciendo: “Por favor, ¿por qué se llevan a mis hijos? No han hecho nada malo”. Eso me hizo sentir totalmente impotente. Yo era de la Infantería Aerotransportada 82 con helicópteros Apache, vehículos de combate Bradley, blindaje corporal y mi M4, y me sentí impotente, no podía hacer nada para ayudarla. Y entonces yo era muy ingenuo, pensé que se los llevarían y se iban a dar cuenta de que “estos no saben nada”. Pero más adelante supe que los detenidos siguen en detención durante años, que los padres ni siquiera saben el paradero de sus hijos. Y la falta de humanidad en la guerra. El lugar en que se pone uno, cuando uno lo recuerda de ese tiempo atrás, es como algo de otro mundo.

Un día andábamos manejando por Bagdad y encontramos un cadáver a una orilla de la calle. Estacionamos el vehículo para llamar y esperar al policía militar o alguna autoridad que viniera a encargarse de este muerto que claramente fue asesinado. Se bajaron mis amigos y empezaron a sacarse fotos con el muerto con unas sonrisotas en la cara, y me dijeron: “Oye Vigas, ¿no quieres sacarte una foto con el tipo?”. Y dije: “No”, pero no lo dije en el contexto de que “eso está feo porque va en contra toda ética”, lo dije porque no era mío, no lo había matado yo. Uno no debe llevarse el trofeo por lo que no hizo. Digamos que así era mi modo de pensar de entonces, pues ni siquiera me inquietaba que el tipo estuviera bien muerto, sino que ellos no debían adjudicarse el trofeo por algo que no hicieron. Pero así es la guerra, raza, así es la guerra. Pero ahora, en vez de ser un armado, soy un “almado”. Ya le volteé la tortilla; me gustaría ofrecerles este poemita ahora.

 

Un almado ha bajado el rifle y ha recogido el alma.

En vez de balas, el almado cuenta con sus palabras.

En vez de dogma, el almado escucha al corazón.

En vez de códigos secretos, el almado expresa
sus sentimientos y sus pensamientos.

En vez de robar tierras, el almado aumenta
el intelecto.

En vez de apuntar el arma, el almado apunta razones.

En vez de construir fortificaciones que dividen, el almado crece con la unidad de toda la humanidad.

Y creo que eso es lo que estamos haciendo ahora. Gracias a todos por escucharme.

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