Revolución #137, 27 de julio de 2008


Polis de Chicago balean a 12, matan a 6, en 4 semanas

Policías no dudan en disparar …
y un sistema criminal

Entre el 11 de junio y el 5 de julio de este año, la policía de Chicago baleó a 12 personas, todas negras y latinas. Seis fueron heridas y sobrevivieron. Seis murieron.

Las víctimas eran jóvenes y grandes, una madre, unos padres, y niños. Estudiantes que aspiraban a ir a la universidad, y trabajadores. Personas con amigos, familias y sueños. A Shapell Terrell, un chofer de un camión recolector de basura de 39 años con siete hijos, la chota le pegó 14 balazos en la espalda, matándolo inmediatamente. Esa misma noche, la chota de Chicago mató a Darius Nicholson de 49 años; su esposa dijo a las noticias de televisión, “vinieron por una [llamada] doméstica, acabamos con una muerte”. Robin Johnson sufría de problemas de salud mental y de epilepsia; a ella la balearon pero no murió. La lista sigue.

El hecho de que los tiroteos policíacos en Chicago fueron al azar revela mucho sobre de qué se tratan. Un estudiante joven de secundaria… un trabajador de servicios sanitarios… una madre con una historia de problemas de salud mental. El mensaje es que cualquier persona puede ser el próximo, especialmente cualquier joven varón afroamericano o latino. La racha de balaceras policíacas en Chicago este verano es parte de una campaña de terror que quiere decir que millones de personas en este país despiertan cada mañana conscientes de que pueden ser baleadas por cualquier razón. O por ninguna. Los cuentos de la chota están sospechosamente similares… “se encontró un arma”. La chota sirvió de juez, jurado y verdugo.

¿Qué ha sido la reacción? ¿Protestas? ¿Editoriales indignados en los medios de la ciudad? ¿Demandas en pro de una investigación? No, no y no. Ha habido un silencio casi total en cuanto a esta ola de tiroteos policíacos.

En los últimos meses, ha habido una frenética avalancha de noticias de crímenes, y se ha propagado mucha confusión paralizante en varios sectores de la gente… desde aquellos directamente en la línea de tiros hasta gente de muchos sectores sociales. Tenemos que dejar en claro la verdadera situación: NO hay justificación para que la chota se desboque y ataque al pueblo negro y latino, NO IMPORTAN LAS EXCUSAS QUE DIFUNDAN. En este artículo, haremos un alejamiento con cámara, y mostraremos cómo los tiroteos y asesinatos policíacos, y el problema que alegan resolver, o sea, la violencia de jóvenes contra otros jóvenes, vienen del mismo lugar. Más policías en las comunidades, más hostigamiento a los jóvenes y más disparos a la gente no es la solución, y de hecho solo empeorará la situación entera.

Pero antes de eso, enfoquémonos en la realidad intolerable de lo que ha pasado.

La realidad

Jonathan Pinkerton, 17, yace en una cama del hospital, paralizado por una bala disparada por la policía de Chicago. Jonathan Pinkerton pensaba visitar universidades este verano, antes de su último año en la secundaria Corliss. El 11 de julio ya habían pasado la graduación y el baile de graduación, y él estaba con sus amigos en la noche cálida del verano en el multifamiliar Altgeld Gardens. Esa noche, la chota persiguió a Jonathan, le pegó un tiro en la espalda. Mientras yacía en el suelo, un policía se arrodilló sobre su espalda, según testigos, mientras otro le pegó una patada en la cabeza.

Jonathan Pinkerton no tenía antecedentes criminales. Eso llama la atención porqueen los ghettos y barrios de Chicago y en todo el país, el sistema de “justicia” juvenil detiene a muchos jóvenes desde muy joven. El tío de Jonathan le dijo a Revolución que en el barrio donde a Jonathan lo balearon, arrestan a jóvenes frecuentemente por algo tan pequeño como estar en la calle. La gente de los barrios y ghettos de Chicago le dijo a Revolución que la chota rutinariamente para y hostiga a los jóvenes por vestirse de camisetas blancas, que están muy comunes entre los jóvenes.

Al parecer, Luis Colon sí tenía un arma cuando lo baleó y mató la policía de Chicago el 24 de junio. Tenía 18 años y ya tenía antecedentes criminales. Pero los vecinos le dijeron a Revolución que Luis ya había soltado el arma e intentaba rendirse cuando lo baleó la policía.

Como dijo una mujer joven del barrio sureño: Para muchos jóvenes como Luis es necesario llevar un arma como parte de la vida en que se encuentran, para sobrevivir. Pero no llevan armas para disparar a la policía. Según los vecinos del barrio de Luis, cuando la policía lo confrontó, no tenía sentido que Luis intentara rendirse, tal como vieron los testigos, y al mismo tiempo apuntara un arma a la policía. Luis “hubiera sabido que sería suicidio” porque la policía tirotea a los jóvenes negros y latinos con armas, so cualquier pretexto que pueda alegar que indicara que el joven tuviera un arma.

“Opciones” y el funcionamiento del sistema

En Chicago la gente está matándose entre sí. Un ejemplo doloroso: unos 27 estudiantes de las escuelas públicas de Chicago murieron en incidentes violentos el año pasado.

¿Por qué? ¿Es fundamentalmente porque los jóvenes escogen “malas opciones”? ¿O lo generan y determinan la propia naturaleza y funcionamiento del sistema? Para contestar esa pregunta, tenemos que hacer un alejamiento con la cámara, y mirar las condiciones que colocan a la gente en estas situaciones. Y definir cuáles “opciones” hay.

Consideremos tres factores que moldean las “opciones” a que los jóvenes se encuentran restringidos.

Primero, ¿cómo acabaron un millón de negros en Chicago, cientos de miles de ellos en circunstancias muy desesperadas? Antes y después de la II Guerra Mundial, millones de negros emigraron a las ciudades del norte desde el sur rural; empujados por las viles leyes y tradiciones Jim Crow de segregación y opresión nacional, la pobreza atroz y el terror de las chusmas de linchamiento, atraídos por el rumor de trabajos en las fábricas de “la tierra prometida”. En Chicago, así como en otras partes, la superexplotación de los afroamericanos en los trabajos inestables, peligrosos y de muy baja paga fue una gran fuente de superganancias para los capitalistas dueños de las acerías, empacadoras y fábricas. Y en toda esfera de la sociedad, hubo segregación, brutalidad y discriminación contra los negros. Los blancos consiguieron préstamos del gobierno para comprar casas en las afueras de las ciudades; los negros se vieron obligados, según las medidas del gobierno, a vivir en los multifamiliares en las ciudades. Hoy, vastas extensiones de Chicago se han convertido en zonas económicas abandonadas mientras los trabajos han cambiado, o se han trasladado a otro lugar en busca de sangre fresca para explotar aún más despiadadamente (vea el recuadro, “El sur y el oeste de Chicago: Zonas de desastre económico”). En suma, ya no es posible explotar de la misma forma a las masas negras llevadas al norte para hacer los trabajos en la industria pesada. Para muchos (y especialmente los jóvenes) no hay trabajo.

Segundo, ante las brutales condiciones en que viven los negros y en el contexto de un auge revolucionario mundial y otros factores políticos y económicos en el mundo, nació un poderoso movimiento de liberación negra en los años 60. Los jóvenes que el sistema había descartado, a quienes el futuro no les ofrecía ningún futuro, encontraron algo por el que vivir: la revolución. El sistema odiaba, temía y atacaba con violencia al movimiento revolucionario, y logró desviar y aplastar el movimiento revolucionario que les dio a los jóvenes de muchos sectores sociales verdaderas esperanzas, algo positivo por el cual vivir y por el cual luchar.

Tercero, ¿qué generó el gran crecimiento de las pandillas? Las pandillas nacieron en un vació político e ideológico, en circunstancias en que los jóvenes no veían opciones de trabajo y en que la represión oficial había eliminado en gran medida la influencia de los revolucionarios. Además, el gobierno inundó los barrios y guetos con drogas y aprobó leyes para criminalizar a comunidades enteras de jóvenes mediante el “combate a las drogas” y “al crimen”. En los años 90, hubo decenas de miles de arrestos de jóvenes de Chicago por “vagancia” y muchos más acabaron en los bancos de datos sobre pandillas.

…Y las políticas públicas

El diezmo económico de grandes zonas de Chicago, el despojo de empleos a partes de la ciudad y el abandono de estos barrios y guetos, los ataques al movimiento revolucionario de los años 60, y la promoción del pandillerismo no eran “malas elecciones” de parte de los jóvenes que llegaban al sur o oeste del Chicago de hoy. No, eran y son las “elecciones” deliberadas de los imperialistas, una “elección” de seguir oprimiendo a los negros de formas nuevas y en muchos sentidos aún más grotescas y sádicas. Las “elecciones” que tienen estos jóvenes son producto del funcionamiento y la política del sistema capitalista.

En estas condiciones, de las que no son culpables, los jóvenes luchan por subsistir, y lo hacen en una mortal competencia entre sí. Viven en un mundo en que el “crimen es una opción racional” como dijo un comentarista burgués. Un sistema de valores acompaña esa “opción”, es una moral y una mentalidad de “actuar o morir” que hace eco a los valores y pensamiento de los capitalistas de pesos pesados. En la calle, eso quiere decir pelear por territorios a fin de llevar chanchullos de poca monta, en competencia con los demás; más allá de participar directamente en la venta de drogas, estar atrapado en una cultura de resolver disputas con balas. Los jóvenes que hacen lo que puedan para distanciarse de esta “vida”, que viven en comunidades en que el código de la calle determina su conducta y en que estar pescado con un arma pueden llevar a la muerte a manos de alguien más desesperado que uno mismo.

Las políticas oficiales como el cierre generalizado de escuelas y tener que ir a otra escuela, y la destrucción de vivienda pública, han empeorado la situación. Respecto a los alumnos de las escuelas públicas de Chicago muertas en el último año, Bill “Doc” Walls, director del Comité por un Chicago Mejor y ex candidato a alcalde, le dijo a Revolución: “Están empapadas de sangre las manos del alcalde Daley, del jefe de policía Weiss y del [superintendente de escuelas] Arne Duncan. Ha disparado la violencia pandillera, pero ni por el diablo se aproxima a lo que dicen con tanto sensacionalismo. Se debe al cierre de las escuelas, que genera una situación en que los jóvenes tienen que pasar entre uno y otro territorio de las pandillas para ir a otras escuelas. El arrasamiento de los multifamiliares ha generado el mismo problema”.

El mismo sistema que manda la chota a las comunidades como un ejército de ocupación, trabaja para meter a la gente, sobre todo los jóvenes, en una situación de matar o que te maten. Cuando los jóvenes hacen lo que se les han enseñado y programado a hacer, el mismo sistema que los programó utiliza eso como pretexto para reprimirlos de manera aún más implacable. El sistema es el problema. Este, con sus defensores, jamás puede ser parte de la solución.

Luchar contra el sistema, y transformar al pueblo, para la revolución

¿Quiere decir todo eso que no hay esperanzas? ¿O que la única opción es esperar inútilmente que de alguna manera o forma se puede confiar en que el sistema elimine los horrores que ha creado?

¡No! Hay una manera de abrir cancha, pero la única esperanza para esta generación y para la gran mayoría del pueblo es reconocer la verdadera causa de los problemas que matan a la gente y luchar contra el sistema que causa todo este sufrimiento y muerte.

En el curso y proceso de luchar contra el sistema, y únicamente así, teniendo en la mira el premio de construir un movimiento revolucionario que tenga la respuesta a la locura del capitalismo, el pueblo puede y deber empezar a transformarse a sí mismo. Esto lo vimos en la sociedad en los años 60, cuando en muchos guetos y barrios los jóvenes se zafaron de toda clase de tontería y se metieron en algo positivo, la lucha por la revolución. Vimos chispas de eso, si bien no un movimiento revolucionario, en la Rebelión de Los Ángeles de 1992 cuando las masas dejaron de lado las divisiones entre pandillas y nacionalidades para levantarse en rebelión contra el sistema y luchar por justicia. Hemos visto señales de esto en la manera en que los jóvenes y otros de diferentes guetos, barrios y pandillas de Chicago se unieron y dejaron de lado, al menos por un tiempo, las rivalidades por territorio, a fin de protestar contra la brutalidad policial. Esa clase de transformación de la visión de la gente puede asumir una expresión aún más poderosa, y puede florecer en toda su plenitud, en el contexto de un movimiento revolucionario dirigido a emancipar a toda la humanidad.

Una consigna que planteó el Partido Comunista Revolucionario habla de este proceso: “Luchar contra el sistema, y transformar al pueblo, para la revolución”. Así, los jóvenes, y los demás, pueden transformarse a sí mismos, en el curso de construir un movimiento revolucionario y en el contexto del mismo, para arrancar de raíz la fuente de todas las cadenas mentales y materiales que esclavizan a la gente.

Desde esta perspectiva, de construir un movimiento revolucionario, es crucial y urgente construir una poderosa lucha política de masas contra los desmanes de la policía de Chicago.

Envíenos sus comentarios.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.

Basics
Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
From Ike to Mao and Beyond