Revolución #145, 19 de octubre de 2008


“El arte y la revolución de China” en el museo Asia Society

Una guía no oficial a la exposición

Bájate del metro en la calle 68 al noreste de Manhattan y camina hasta la avenida Park. Dos cuadros al norte, sobre la mediana en medio de cuatro carriles llenos de tráfico, te encuentras ante una escultura de acero de una chaqueta Mao de tres metros de alto. Luego colgada de un edificio a la derecha está una bandera grande con un dibujo de Mao Tsetung rodeado de obreros, soldados y jóvenes que desfilan con banderas rojas, el Libro rojo y rifles. Esta es la introducción desde la calle a una nueva exposición del museo Asia Society titulada: “El arte y la revolución de China”.

Durante los próximos meses, decenas de miles de conductores pasarán por la gigantesca chaqueta Mao, y a muchos les provocará sorpresa y curiosidad. A algunos se les refrescaría la memoria sobre los años 60 cuando millones de personas por todo el mundo, como en Estados Unidos, valoraron a la China socialista como una sociedad realmente liberadora. Algunos se acordarán de la imagen pop-art de Mao creada por Andy Warhol que hasta la fecha se ve de vez en cuando en playeras o tarjetas de felicitación. Tras décadas del bombardeo propagandístico de que “el comunismo ha muerto”, es probable que la mayoría de aquellos que pasan por la calle consideren estas referencias artísticas como iconos del “fracaso del comunismo”. Pero aquellos que entran por las puertas giratorias de vidrio y ven la exposición tendrán una oportunidad de examinar y pensar más sobre de qué se trataban Mao, la Revolución Cultural y el socialismo, y para reconsiderar la “opinión común” sobre el efecto de esa lucha histórica en el arte y el artista, y por su parte, el papel del arte y del artista en esa lucha histórica.

“El arte y la revolución de China”, en exposición hasta el 11 de enero del año que viene, se enfoca en el arte creado durante los diez años de la Revolución Cultural, de 1966 a 1976. Contiene pinturas a escala grande, pinturas a tinta, esculturas, dibujos, bosquejos del artista, grabados al boj, carteles y objetos de la vida cotidiana. Los curadores de la exposición, Melissa Chiu y Zheng Shengtian, la organizaron por los temas de: El culto de Mao; La rebelión se justifica; Nunca olvidar la lucha de clases; Arriba a las montañas, abajo a las aldeas; y Arte, historia y política. También hay otra exposición sobre un colectivo de artistas de Beijing que en 2002 inició el “Proyecto Gran Marcha: Una exposición visual ambulante”.

Esta muestra cultural importante impactará ampliamente la opinión pública y el discurso crítico e intelectual sobre el tema del arte revolucionario y la Revolución Cultural de China en general. Una reseña de la exposición salió en primera plana de la sección de arte del New York Times el día de la apertura, en la cual Holland Cotter escribió: “La importante exposición ‘El arte y la revolución de China’ del museo Asia Society plantea su propia pregunta pos-olímpica oportuna: ¿Qué hubo antes?”. Yo añadiría: en camino al futuro, ¿qué debemos aprender de lo que hubo antes?

Esta exposición sale en un momento en el cual en gran parte han descartado la experiencia del socialismo por fallido y no deseado. Como parte de eso, han calumniado y desechado el hermosísimo arte expuesto aquí. Sin embargo, representa un poderoso capítulo de la historia de la Revolución Cultural. Arroja luz sobre los logros abrumadamente positivos de la China socialista. Es terrible que en gran parte se haya negado a la gente de todo el mundo la oportunidad de ver y apreciar este arte revolucionario. Así que es muy positivo que se haya expuesto esta obra ahora en un museo importante y prestigioso de Nueva York. La gente debe aprovechar esta insólita oportunidad y asistir a esta exposición.

El motivo de este comentario mío no es de reseñar “El arte y la revolución de China” (si bien eso se necesita y se publicará próximamente) sino de comunicar unas reflexiones sobre el contexto mayor en el cual se crearon las obras expuestas. Espero que ayude al lector a entender el significado de este arte y esta exposición, lo anima a asistir y que le sirva de guía “no oficial” de la exposición.

Es de esperarse que una exposición sobre Mao, el arte y Revolución Cultural sea controvertida y polémica. La exposición en sí expresa cierta perspectiva política. Los visitantes traerán sus propios puntos de vista. No ocurre en un vacío sino que 30 años después de la muerte de Mao, tras tres décadas de propaganda anticomunista de que la Revolución Cultural era un desastre y una tragedia. También hay gran confusión sobre la naturaleza de la China que existía bajo Mao y la China que existe hoy.

La mayoría de la gente considera que China todavía es un país socialista. Pero la China de hoy —el gobierno y el carácter general de la sociedad— es totalmente capitalista, a pesar de que se declara un país “socialista” y sus líderes siguen llamándose “comunistas”. Después de la muerte de Mao en 1976, sus adversarios en los altos rangos del Partido Comunista de China, encabezados por Deng Xiao-ping, tomaron el poder, derrocaron el socialismo y restauraron el capitalismo; en el proceso arrestaron a cientos de miles y mataron a miles de personas.

Cuando caminas por la exposición, hay un cronograma gráfico que traza unos de los momentos decisivos de la Revolución Cultural, pero distorsiona y excluye el verdadero contenido y carácter de esos momentos (y de la lucha en general). Eso deja al visitante sin un contexto para entender el arte que está viendo. Por ende, he aquí una guía no oficial para ayudar al lector a sacar lo máximo de su visita a esta exposición:

1. Realmente ve el arte

Al andar en la exposición, impresiona inmediatamente la exuberancia de la obra. Impactan los tonos brillantes de rojo y amarillo. Esta obra encarna tiempos de gran vitalidad; tiene el aire de los años sesenta por todo el mundo. Tienen una presencia las figuras en los cuadros: Mao Tsetung, los campesinos, los jóvenes y los artistas. Eso, como mínimo, debe motivar a ver más a fondo estas obras y las historias respectivas.

La he visto dos veces y he notado en los comentarios de las personas a mi alrededor que, desafortunadamente, alguna gente tiende a pasar por alto la obra y se enfoca más en los escritos que la acompañan, a los cuales los revuelve con sus propios prejuicios preconcebidos. Escuché a una mujer que declaró, al ver un muro de arte: “Todo eso lo destruyó Mao”. Al nivel aparente, eso es simplemente ridículo: la misma exposición es testimonio a la importancia de la creación y promoción de arte en la Revolución Cultural, así como el papel del artista durante toda esa lucha. Sin embargo, esta mujer “vio lo que quiso ver”: los veredictos oficiales anticomunistas la cegaron a lo que la obra por sí misma le contaba y a su calidad artística como arte, así como su significado histórico y político real.

Entonces, lo primero que quisiera yo decir a los que planean ir a ver esta exposición es: Realmente ve y experimenta el arte y los tiempos que representa.

Parte del gran discurso anticomunista sobre la Revolución Cultural es que esta persiguió y suprimió a los artistas y que la obra cultural no tenía vida, era didáctica y muy controlada. Falsea por completo tanto los motivos como los logros respecto al arte durante la Revolución Cultural. Al mismo tiempo, sí hubo problemas en la manera en que los revolucionarios abordaban cuestiones de arte y ciencia. Por ejemplo, no hubo suficiente espacio (aire) para que los artistas experimentaran, respiraran, exploraran diferentes caminos, e incluso crearan arte disidente. Relacionado a eso algunas prácticas y políticas surgían del punto de vista erróneo de abordar el arte reaccionario “penalizándolo”.

Pero estos problemas, aunque reales, eran secundarios a los verdaderos logros y grandes avances en construir una cultura revolucionaria, que desencadenó tanto a los artistas de carrera como las masas populares —antes siempre excluidas de ese campo— a crear asombrosas obras de arte revolucionarias. Y todo eso ocurrió en el contexto de una sociedad en plena lucha de salirse de las garras de la explotación de clase.

Un tema principal de la exposición es la campaña de mandar a los artistas al campo para laborar al lado de los campesinos y aprender de ellos. Muchas personas la consideraban, equivocadamente, una manera de castigar y suprimir al artista. Pero en realidad, era una parte importante de bregar con el desequilibrio de recursos entre la ciudad y el campo, y de eliminar las barreras entre el intelectual y el campesino y el obrero. Si bien hubo problemas en algunas de las medidas para implementar esta campaña —por ejemplo no hubo suficiente espacio o recursos para que los artistas de carrera trabajaran más concentrada y enfocadamente— esta experiencia contribuyó a la creación de importantes obras de arte y el desarrollo de técnicas artísticas. La exposición contiene pinturas y dibujos muy hermosos de artistas que “fueron al campo”. Uno es de Xu Bing, ahora vicepresidente de la Academia Central de Bellas Artes en China. El catálogo de la exposición explica: “La experiencia le era positiva en la mayor parte, como era libre de crear arte y dibujaba de la naturaleza muchas horas al acabar su jornada en el campo. Experimentar las culturas locales, el arte de propaganda y la caligrafía durante la Revolución Cultural influenció profundamente su filosofía y metodología artísticas”.

Esta complejidad de crear arte revolucionario la puede percibir el que entre en la exposición con la mente abierta. El arte comunica algo real que refleja la verdad de que la China socialista bajo Mao representaba un verdadero avance para la historia humana en términos de la teoría y la práctica de construir una sociedad en la cual las masas participan en revolucionar todos los aspectos de la sociedad con el fin de eliminar las clases y todas las desigualdades e ideas opresivas que conlleva la sociedad de clases.

Ver estas obras es una experiencia muy impactante y conmovedora, y gran parte de la exposición es de muy alta calidad artística.

A fines de los años sesenta y los principios de los años setenta, yo era uno de esos jóvenes estadounidenses que se inspiraban en la Revolución Cultural de China; cargaba el Libro Rojo de Mao en el bosillo del pantalón y pegaba carteles de los Guardias Rojos en la pared de mi recámara juntos con grabados brillantes de Pinturas campesinas del condado de Husien. En 1970, compré el libro Patio de recolección del arriendo y estudié las fotos de las “Esculturas de opresión y rebelión”. Pero ver en persona las pinturas, grabados al boj y esculturas me resultó una experiencia cultural y sensorial a otro nivel. Me recordó de una ocasión en que fui al museo; después de haber visto como cien veces una copia de Noche de estrellas de Van Gogh en calendario, vi al original y me quedé completamente asombrada por la formidable fuerza artística y profundidad táctil del óleo.

El presidente Mao inspecciona el campo de Guangdong
Chen Yanning, El presidente Mao inspecciona el campo de Guangdong. 1972. Óleo sobre lienzo.

Muchas de las piezas en la exposición comunican un aire y un entendimiento visual de la historia china: cómo era en realidad para las masas en China antes de la revolución y cómo era la sociedad tras la liberación. La forma y el contenido del arte hablan elocuentemente del tenor de los tiempos y lo que estaba en juego en esa lucha. Se ven ejemplos de lo que los revolucionarios trataban de lograr, por ejemplo el Gran Salto Adelante, una gran campaña para revolucionar no solo la producción sino todas las relaciones económicas y sociales entre las personas y hasta su modo de pensar.

Cuando entré al salón que contenía la enorme pintura de Chen Yanning, El presidente Mao inspecciona el campo de Guangdong, me quedé literalmente sin respiración del asombro. Era una de las piezas con las cuales estaba familiarizada, pero me era una experiencia bien diferente ver la textura del óleo sobre el lienzo y la gama de los tonos.  Me asombraron la forma y el contenido de la pintura; el gran tamaño del cuadro pone de relieve el peso histórico del campo (y del campesinado) en la historia china, y la posición de Mao en el centro del retablo hace hincapié en su dirección y la profundidad de la investigación que hacía entre los campesinos.

Una de mis piezas favoritas de la exposición contiene cuatro paneles de dibujos al carboncillo que representan actividades de los Guardias Rojos durante la Revolución Cultural. La vitalidad de los dibujos atrae a uno a compartir la emoción de los escenarios, y salta a la vista la exuberancia de las personas retratadas. El aire de los tiempos se respira en estas imágenes hermosas de jóvenes, entre ellos mujeres, que le entran a la teoría, salen a las masas, y se dedican a construir una nueva sociedad y cambiar el mundo.

Otra pieza que me gustó mucho fue un grabado al boj de un hombre que está enseñando a leer a una niña... titulada simplemente Revolución. Expresa elocuentemente el significado histórico de lo que representa: ¿qué significaba que diferentes generaciones de campesinos antes pobres y analfabetos estén leyendo como parte de ser protagonistas conscientes de la historia?

Las obras en esta exposición hablan por sí mismas, de muchas maneras. Deben hacer que hasta los cínicos se pregunten de qué se trataba la revolución en China y por qué desencadenó a tantas personas a crear obras de arte como estas.

2. Piensa en la historia

En su mayoría, las reseñas y los comentarios en las paredes informan y no tratan de darle un sesgo “anticomunista”. Sin embargo, hay en el trasfondo un hilo que sintonizará con lo que la mayoría del público ya piensa, erróneamente: que lo principal de la Revolución Cultural es que la población sufrió, los artistas en particular estuvieron perseguidos y Mao no se preocupó por la gente. Por ejemplo, la introducción a la exposición dice que durante la Revolución Cultural, “a veces llamada la década de catástrofe”, los artistas sufrieron “humillación pública y a veces tortura, y les confiscaron la casa y obras de arte y las destruyeron”.

El patio de recolección del arriendo<
El patio de recolección del arriendo. 1974. Fibra de vidrio.

Una sala de la sección llamada “La rebelión se justifica” exhibe varias recreaciones de tamaño natural de El patio de recolección del arriendo. La descripción en la pared dice: “La obvia explotación de los campesinos sirve para acordarle al público de la injusticia de la China feudal y así justificar la revolución”. En el comentario falta un análisis de la inmensidad de la historia representada en esas esculturas. Cuando lo leí, no podía sino pensar en que muchas personas no tienen idea de lo que eso significaba para literalmente cientos de miles de personas, pues antes de la revolución china “poder pagar la renta” era la cuerda floja entre vivir y morir de hambre; no poder pagarla significaba tener que venderle a su hija o hacerse un esclavo. Tristemente, no entender eso impide apreciar en verdad la gran maestría de esas esculturas. Hay que mirar el detalle de las caras, cómo ese arte capta las emociones humanas de sufrimiento, angustia y rebelión; cómo el lenguaje corporal silencioso de esas figuras hace vivir un período entero de la historia china... y por qué fue necesaria la revolución en primer lugar.

La escultura original de El patio de recolección del arriendo tenía más de 100 figuras de tamaño natural, hechas de arcilla; se las exhibió originalmente en 1965, en el mero patio de recolección del arriendo de Liu Wen-tsai, un terrateniente tiránico del condado Tayi de la provincia Szechuan, en el suroeste de China. Antes de la liberación, los terratenientes representaban solo del 3% al 4% de la población del condado, pero eran dueños de casi el 80% de las tierras de cultivo; explotaban a los campesinos sin piedad y los trataban como animales de carga. Esa fue una situación típica en China en esos tiempos, dado que los campesinos representaban la abrumadora mayoría de la población. El grupo de 18 escultores profesionales y aficionados que crearon El patio de recolección del arriendo durante la Revolución Cultural, se fueron a vivir y trabajar en ese mismo patio y hablaron con las personas que habían sufrido en la antigua sociedad.

Cuando vas a la exposición, debes tener en mente que ese arte se creó en la caldera de diez años complejos e intensos, durante un esfuerzo inmenso y sin precedentes de cientos de millones de personas de construir una nueva sociedad liberadora, en un país muy pobre afligido todavía por las profundas cicatrices de las disparidades feudales. En un pasado no tan remoto, la abrumadora mayoría de la población había estado hambrienta y analfabeta; potencias extranjeras habían dominado al país y regían enormes disparidades entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, la ciudad y el campo, y entre el hombre y la mujer. Ahora no solamente estaban proveyendo ropa y comida a la gente, pero estaban movilizando a cientos de millones de personas a abordar de manera consciente todos los grandes problemas económicos, sociales, filosóficos y prácticos de cómo eliminar la sociedad de clases.

Debes pensar en ese contexto cuando vas a la exposición, y no en el “gran discurso” y el análisis de la Revolución Cultural que ofrecen los defensores occidentales del capitalismo y los enemigos de Mao que derrocaron el socialismo, restauraron el capitalismo y ahora presiden una China que vende a las masas a las maquiladoras del capitalismo global.

Piensa en cómo sería tu reacción si fueras a una exhibición de museo sobre la historia de la guerra de Secesión de Estados Unidos y encontraras ahí una “reinterpretación” de la guerra desde el punto de vista del antiguo esclavista... quejándose y lloriqueando que perdió su plantación, que se le quitaron su propiedad privada y de más importancia los seres humanos de quienes era el dueño, y que toda su familia ha sufrido como resultado.

Eso sería como ver una foto de la espalda de un esclavo, cubierta de gruesas capas de cicatrices de los latigazos; escuchar que cuando los esclavos trataban de huir, los persiguieron como si fueran perros y los mataron; que separaron a las familias... y luego te dicen: “Esas historias se usaron para justificar la lucha contra la esclavitud”. Saldrías con una perspectiva completamente distorsionada de ese período y tal vez compadecerías con el antiguo esclavista debido a su “pérdida personal” y debido a eso, y desde esa perspectiva estrecha, sacarías la conclusión de que la guerra de Secesión que puso fin a la esclavitud fue uno de los períodos más “catastróficos” de la historia estadounidense.

Piensa en esa analogía. Luego piensa en Mao y los revolucionarios que dirigió, y lo que estaban tratando de lograr durante ese período relativamente breve de 30 años, desde la toma del poder revolucionario en 1949 hasta la restauración del capitalismo en 1976. En ese tiempo, los seres humanos no teníamos mucha experiencia en crear esa clase de sociedad: una sociedad de transición hacia el fin de gestar un mundo comunista libre de clases. Mao aprendió de la experiencia de la Unión Soviética e hizo tremendos avances teóricos en conocer la naturaleza de la sociedad capitalista. En particular, señaló que las clases y la lucha de clases siguen en el socialismo, y que continúa una lucha aguda acerca del rumbo de la sociedad en torno a si se quedará en el “camino socialista” o si al final se restaurará el capitalismo. Es por eso que Mao lanzó la Revolución Cultural. Mao no inventó a sus enemigos. Fuerzas poderosas dentro del partido comunista estaban organizando para tomar el poder y restaurar el capitalismo. Si vas a esta exposición y sales pensando que Mao era un paranoico, pues mira cómo China hoy es un paraíso de maquiladoras para el capitalismo internacional.

Zhang Songnan, Joven. 1972. Carboncillo sobre panel.

3. Entra con la mente despejada

Recomiendo que, antes de ver la exposición, despejes la mente. Anda por la exposición, asimila el arte y déjate llevar por él. Camina con lentitud y mira el arte como arte. Al mismo tiempo, piensa en los grandes interrogantes que esta exposición —y ese capítulo de historia humana de la cual es una tajada— plantea.

Reflexiona sobre el papel importante que el arte y los artistas han desempeñado a lo largo de la historia humana. Y piensa en esto: ¿Qué significa crear una cultura revolucionaria como parte de construir una sociedad verdaderamente liberadora? Ponte en el lugar de los revolucionarios que estaban tratando de crear algo que no se había hecho nunca en la historia de la humanidad. Considera las maneras en que esa pregunta adquiere un nuevo sentido en una sociedad revolucionaria y socialista que tiene el objetivo de hacer que las masas conozcan el mundo conscientemente, como dijo Marx, para cambiarlo.

En particular, piensa en la sociedad opresiva que, con la dirección de Mao, las masas estaban dejando atrás y en la realidad de que, antes de la Revolución Cultural, la gente común no figuraba en los escenarios del teatro ni en las paredes de las galerías de arte. En su lugar, como dijo Mao, había “emperadores, generales, beldades y momias extranjeras”. ¿Qué efecto tenía eso en los valores y la conciencia social? Para hacer una analogía, ¿qué significaba en este país cuando los espectáculos racistas de blancos pintados de negro y series como Amos and Andy (novela radial y luego de tele) eran lo que se veían de los negros en el arte?

Cuando miras los afiches políticos, no los condena automáticamente como “propaganda política”. Piensa en el papel que ese arte desempeñó en una sociedad en que cientos de millones de personas estaban discutiendo y debatiendo economía, política y filosofía, asuntos que importaban muchísimo al rumbo que la sociedad iba a tomar; júzgalo en parte con ese criterio. Piensa en la importancia crucial de cosas como los cartelones de “grandes caracteres” en una sociedad en que la mayoría de la población no tenía televisor, muchos eran analfabetos todavía y ¡claro que no había nada como el internet!

Cuando miras todos los botones y afiches de Mao, piensa en por qué cientos de millones de campesinos pobres, trabajadores, jóvenes y, sí, intelectuales le querían tanto a Mao por la dirección crucial que dio en la guerra de liberación y la construcción de una nueva sociedad.

4. Piensa en los interrogantes grandes

La creación de un arte revolucionario en China planteó tremendos interrogantes. Por ejemplo, ¿cómo fomentar ampliamente entre las masas la creación colectiva y consciente de obras de arte y, a la vez, apreciar, apoyar y aprender de la obra de artistas individuales altamente capacitados, incluidos los que crean obras de arte que representan el desacuerdo y el disentimiento? Para dirigir un movimiento amplio de creación de arte revolucionario, ¿cómo manejar la relación entre la necesidad de crear “obras modelo” que suponen una dirección más finamente calibrada y, al mismo tiempo, permitir la creación en direcciones muy amplias y diferentes de otras obras, incluso hacia el disentimiento o posiblemente a no tener relación directa (objetiva o conscientemente) con la política? La lucha en la esfera del arte, la forma en que la lucha política y la crítica se hacen en la esfera del arte, y la política y la práctica que toman en cuenta en particular a los artistas y el desarrollo del arte revolucionario: cada tema encierra enormes cuestiones. (Por ejemplo, aquí se habló de exposiciones de “pinturas negras”, un arte “expuesto a la denigración”, un asunto que se debe investigar, entender y evaluar).

Antes de ir a esta exposición, o después, lee algo de la obra de Bob Avakian, por ejemplo Observaciones sobre arte y cultura, y ciencia y filosofía (solo hay edición en inglés), en que examinael manejo de ese tipo de cuestión en el socialismo de la Unión Soviética y China, aprende de la experiencia revolucionaria previa pero también sintetiza las lecciones, positivas y negativas, y señala las maneras en que las futuras sociedades socialistas tendrán que hacerlo mejor.

5. Reconocer y darle cancha
a las contradicciones

La exposición late con tensiones positivas y negativas. En la propia exposición hay disonancia, hay contradicciones.

Dale cancha a esas contradicciones, y a la complejidad de las diferentes y grandes cuestiones históricas que plantean este arte y el contexto histórico más amplio en que se creó. Repito, pon al lado las ideas y los prejuicios preconcebidos y suspende por el momento lo que ya “sabes”, una recomendación que se aplica también a los que tienen un punto de vista positivo sobre Mao y la Revolución Cultural. Examina y brega con las contradicciones, entabla discusiones sobre estas con otros para que juntos se atrevan a mirarlo todo con “nuevos ojos” y descubrir o redescubrir cosas nuevas.

6. Diviértete y propaga
el debate y la discusión

Si lo dejamos todo a la espontaneidad, esta exposición de arte terminará reforzando en muchos casos gran parte de la conclusión oficial anticomunista: que ese período de la historia china (y de la humanidad) es prueba de que “el comunismo ha muerto”. Pero la pura verdad, lo que esta exposición demuestra en realidad, es que el socialismo en China tuvo grandes logros. Se enfrentó a grandes problemas: algunos los trataron y solucionaron de una manera positiva y otros no. Pero, ¿cómo no iba a ser así? La experiencia socialista de China sí llevó a la humanidad por cierto trecho del camino a un mundo emancipador, y la humanidad tiene que seguir adelante en ese camino. Esta exposición ofrece la posibilidad de abrir una nueva etapa de discusiones sobre los logros de China socialista, examinándolos y apreciándolos, incluido en la esfera particular del arte... y sobre la necesidad, la posibilidad y los caminos por los cuales la humanidad puede hacer las cosas mejor en futuras sociedades socialistas.


Liu Chunhua, El Presidente Mao va a Anyan. Cartel 1969.

Para mí, uno de los momentos más interesantes de la exposición fue el vídeo de una entrevista de 2007 a Liu Chunhua, el artista que pintó el famoso cuadro El presidente Mao va a Anyuan (incluido en la exposición). Durante la Revolución Cultural, se sacaron más de 900 millones de copias de ese cuadro. Al mero final de la entrevista, transcrita en el libro El arte y la revolución de China (en inglés, editado para coincidir con la exposición), el entrevistador dice que “la llamada Revolución Cultural puede considerarse una edad de tinieblas en la historia de China del siglo XX” y se pregunta: “¿Así que cómo deberíamos tratar las obras de ese período que sirven para ensalzarla y elogiarla? ¿En qué radica su valor?” Liu contesta:

“Esa es una pregunta extremadamente delicada. En realidad, la Gran Revolución Cultural fue una lucha política. La historia de las luchas políticas es siempre un caso de ‘o tú o yo’. Hoy se considera que la Revolución Cultural fue una catástrofe. Mucha gente pasó grandes injusticias, muchas familias quedaron destruidas; fue en verdad una tragedia. Cuando yo estaba haciendo investigaciones en Norteamérica, conocí en Canadá a un estudiante de tercer año de preparatoria, cuya abuela vivía en Taiwán. Durante la Revolución Cultural, saquearon la casa de su familia innumerables veces. Solo puede imaginarse las muchas penurias y el sufrimiento que su familia vivió. Después del período de reforma y de apertura [hacia el Occidente], su abuela pagó para que él estudiara en Norteamérica. Durante la reunión que tuve con él, le expresé muy espontáneamente mi profundo pesar. Le dije: ‘Mao Zedong permitió que esos crímenes se cometieran contra ustedes’. Pero él no miraba la situación de esa manera. Me dijo: ‘No fue Mao Zedong quien nos hizo sufrir, fueron las personas a quienes Mao se oponía que nos hicieron sufrir’. Así que podemos ver que cualquier fenómeno histórico es extremadamente complicado. Mirando la historia de la revolución proletaria desde una perspectiva sociológica, creo que la cuestión de que si [la Revolución Cultural] benefició los intereses del proletariado o no tendrá que evaluarse mediante futuras discusiones de la historia de la Revolución Cultural”.

Vete a ver esta exposición. No pierdas la oportunidad de vivir ese arte. Piensa en las preguntas importantes que suscita... y del período de historia humana que produjo ese arte... y discútelas y debátelas con otros.

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