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Glosario

¿Qué es la contrarrevolución?

La revolución es un asunto serio. No es algo al que se juega.

Como la revolución quiere decir llevar a un fin el poder que tienen los capitalistas imperialistas sobre la vida de millones de personas, precisamente aquellos que tienen ese poder se le opondrán con todos los medios que puedan, por medio de representantes directos del estado y por medio de colaboraciones con otros agentes "independientes". También habrá fuerzas reaccionarias organizadas que defienden el sistema para las cuales la posibilidad del cambio revolucionario representa una amenaza; estas también trabajarán activamente contra la revolución y las organizaciones revolucionarias. Esto es de esperarse. La revolución conllevará la contrarrevolución. Pero también existe otra clase de contrarrevolución: las personas que salen del campo de la oposición al orden actual y quienes dan poses de revolucionarios pero cuyo propósito único o esencial y razón de ser es destruir a las auténticas organizaciones revolucionarias y líderes revolucionarios — la dirección que se necesita para hacer la revolución.

Que quede claro: la contrarrevolución quiere decir la oposición activa a la revolución, con la intención de destruir la revolución, grupo revolucionario o individuo.

Aquellos que tomen en serio lo de hacer la revolución tienen que establecer e insistir en criterios para el movimiento revolucionario que favorecen la revolución y se oponen a toda forma de contrarrevolución.

Cabe señalar una diferencia muy importante entre la lucha, incluso la lucha muy aguda, que se lleve a cabo sobre una base de principios acerca de las diferencias de línea y orientación, en contraste con la actividad destructiva que es objetivamente contrarrevolucionaria. Esa lucha de principios es muy distinta al trabajo que se centra en la propagación de mentiras, insinuaciones y provocaciones que no solo no llevará a la claridad sino que tiene por objeto regar confusiones y desbaratar la revolución — y que solamente puede beneficiar al estado.

En el mundo actual, se necesita con requete-urgencia la revolución dirigida por los comunistas pero esta aún es muy rara. Los diferentes partidos comunistas que se han responsabilizado de hacer la revolución en los países específicos en que trabajan tienen que distinguir entre los amigos y los enemigos de la revolución. Al hacer la revolución, cuando los partidos lleven a cabo la lucha por determinar cuál línea, cuál camino y cuál plan de acción puedan llevar a liberar a las personas de los grilletes muy reales con que este sistema las tiene atrapadas, tiene mucha importancia dedicar todo esfuerzo posible a forjar la unidad más amplia sobre una base de principios.

Los comunistas tienen y tendrán diferencias sobre la manera de sintetizar la anterior experiencia de las revoluciones socialistas, qué lecciones sacarles, cómo avanzar en la siguiente etapa, cómo analizar las condiciones para la revolución y a cuál estrategia seguir. Además, habrá diferencias y luchas de principios entre los comunistas y otras personas que no están de acuerdo en que el comunismo es el camino hacia adelante, pero que aún quieren ver cambios sociales progresistas o radicales y/o resisten los ataques de las clases dominantes. Se necesita mucho debate y efervescencia acerca de estas cuestiones hoy y en el futuro.

Esta clase de lucha de principios, que a veces puede abarcar fuertes polémicas sobre ideología y línea —polémicas cuyo motivo es descubrir la raíz de los desacuerdos sobre qué es el verdadero problema y qué es la verdadera solución— es un elemento clave de hacer la revolución. Todo esto es una parte necesaria de conocer la realidad con la que estamos tratando y que estamos trabajando por cambiar; es importante para atraer a las masas hacia el proceso de determinar cómo avanzar hacia la revolución y la emancipación de la humanidad — y cómo sortear los falsos caminos. Los auténticos comunistas revolucionarios que están tratando de dirigir a la humanidad a alcanzar el comunismo procurarán aprender incluso de aquellos que se oponen a las metas y el rumbo hacia los cuales los comunistas están dirigiendo la sociedad, tanto de los descubrimientos y observaciones como de los críticas válidas, o incluso válidas en parte, que aquellos que se oponen puedan tener y, en ocasiones, por medio de aprender de ellos por ejemplo negativo. En este tipo de crítica, hay que aplicar el siguiente criterio: cuando alguien tiene desacuerdos al nivel de la línea, debería dirigirse a la mejor representación de la línea a la cual está criticando, sobre la base de lo que los grupos e individuos publican acerca de sus puntos de vista, y luego expresar sus diferencias lo más clara y concisamente que sea posible.

Por eso, es muy importante y esencial llevar la lucha de principios sobre la línea o incluso sobre los principios básicos que, en realidad, pueden ser determinantes entre la revolución y una u otra forma de derrota. Tal lucha también es cualitativamente diferente a la clase de trabajo destructivo que hacen aquellas fuerzas que en nombre de la revolución, se ocupan de traficar en el anticomunismo y alientan la animosidad hacia los comunistas y sobre todo hacia los líderes comunistas que insisten en que se puede y se debe cambiar el mundo radicalmente — y que dedican la vida a este objetivo. Aquellos que especulan sobre las diferencias y las fomentan, que se presentan como voceros de "información autorizada" sobre asuntos de los cuales no saben nada o los cuales tergiversan a propósito, no solo no contribuyen a tener claridad sobre la línea y el camino hacia delante, sino que ayudan a las actividades de los enemigos de la revolución para aislar y atacar a la dirección revolucionaria.

Con el mundo ciberespacial es aún más posible que circulen y encuentren apoyos los viles ataques contra las organizaciones y la dirección revolucionarios. Si bien la Internet ha facilitado muchas cosas positivas —tal como la capacidad de que personas de todo el mundo tengan acceso a la información y el pensamiento de personas de hoy como del pasado, y la capacidad de comunicarse velozmente por el mundo entero—, esta nueva libertad también ha conllevado tendencias muy peligrosas. Por ejemplo, cualquiera con una computadora puede confeccionar cualquier "verdad" que quiera, escribir fantasías, combinar cosas y luego circularlas por todo el mundo. Uno puede establecerse como una llamada autoridad y soltar su veneno en toda clase de portal, diario digital y servidores — pues ahí son puros bytes de información de igual acceso, de igual validez. Hay organismos que son parte del gobierno, centros de investigación de orientación imperialista, de la izquierda a la derecha, y diversos reaccionarios independientes que se ocupan de navegar la Internet en busca de chismes que pueden utilizar para oponerse a las fuerzas revolucionarias. Y nótese bien que en los años 60 el gobierno, sin siquiera la facilidad de la Internet, tomó tal "información" y especulación y literalmente destruyó vidas, en sus labores de trastornar y destruir las organizaciones revolucionarias. Entre las personas que en ese entonces aspiraban al cambio, las lecciones pagadas con sangre generaron una amplia conciencia de la necesidad de tener elevados criterios.

Hoy, la cultura en general padece los excesivos efectos del voyeurismo de los tabloides, de superficialidad más "discurso" — mi historia personal, mi realidad personal, "cuanto más sensación cause, mejor". Vivimos en una cultura en que acosar y desnudar la vida de importantes figuras de la cultura y la política ha llegado a ser un pasatiempo nacional; desgraciadamente también han adoptado esa misma mentalidad algunas personas que juegan a la revolución. En el "movimiento" encontramos el sensacionalismo tipo National Enquirer [periódico amarillista que se vende en el supermercado] que alientan individuos arribistas quienes se hinchan dando poses de "conocedores" — lo que generan un ambiente en que se piensa que está bien publicar y transmitir mentiras sobre las personas, pedir datos sobre el paradero de las personas, especular y chismear sobre el papel de diferentes individuos y tratar de hacer que otras personas reaccionen a ese nivel de discurso.

Puede que todo esto desconcierte a las personas que recién entran al movimiento revolucionario. ¿Por qué actuarían así las personas que se dicen estar a favor de la revolución? Desgraciadamente, este tipo de actividad contrarrevolucionaria es una parte inevitable de hacer la revolución — pero no quiere decir que hay que perdonarla o hacer caso omiso de ella. Para que no nos dejemos salir del camino o desorientar, necesitamos tener claridad de que este tipo de actividad perjudica en lo concreto, propiciando un ambiente en que las fuerzas del estado en el poder pueden desatar la despiadada represión contra la revolución. Esta es una forma en que es posible distinguir entre las personas que expresan diferencias de principios con los revolucionarios, incuso de manera fuerte, por una parte, y por otra, los contrarrevolucionarios. En lugar de dedicarse a desarrollar cualquier tipo de línea, programa o estrategia revolucionaria, la única característica que los unifica es la de atacar y echar por tierra la dirección revolucionaria. Estos son asuntos de vida o muerte que afectan la vida de millones de personas. Los movimientos revolucionarios serios tienen que elevar sus criterios y aprender a rechazar y a no tener nada que ver con alguien que lleve a cabo estas formas de actividades contrarrevolucionarias.

Todos los que quieren ver un fin al dominio de los monstruos que manejan este país y que causan trastornos y caos por todo el mundo tienen que trazar claras líneas de demarcación entre la lucha sincera de principios sobre línea y programa, y las actividades destructivas de aquellos que solo pueden regodearse vilipendiando y desbaratando al único partido que tienen las masas, el único partido que está decidido a aferrarse a los principios del comunismo y a hacer de esa visión liberadora una fuerza material en la sociedad — algo hacia lo que pueden trabajar las personas que anhelen y esperen un mundo radicalmente diferente y mejor, con la dirección que sabe cómo llegarle.

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