Revolución #148, 23 de noviembre de 2008
Hacer la revolución en Estados Unidos
El 26 de octubre, oradores del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, dieron presentaciones en Nueva York y Los Ángeles sobre “Hacer la revolución en Estados Unidos”. Revolución ha colocado el texto íntegro del discurso en su portal y lo está publicando por entregas en el periódico. Se revisó levemente en preparación para su publicación.
Comencemos con las cuatro preguntas que se plantearon en el anuncio de esta presentación.
¿Necesitamos una revolución y una sociedad radicalmente diferente? Lo que ocurre cada día —lo que le hace a la gente este sistema día tras día aquí y en todo el mundo— clama: SÍ.
¿Es posible una revolución en un país como Estados Unidos?
SÍ, LA ES.
¿Hay verdaderamente una estrategia y un método para abordar cómo hacer tal revolución? SÍ, LOS HAY.
¿Hay un grupo que está organizado partiendo de esa estrategia y ese método, que está trabajando por tal revolución, y que podría dirigir esa revolución cuando llegue la hora? DE NUEVO, SÍ.
Por estas preguntas es que ustedes están aquí hoy. Así que vamos al grano para contestarlas.
Primero, ¿es cierto que necesitamos una revolución y una sociedad radicalmente diferente?
Nuestro partido, y en especial nuestro presidente, Bob Avakian, han dado muchos discursos y escrito muchos textos que tratan la necesidad de la revolución. En un reciente número especial de nuestro periódico, Revolución, titulado “La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos”, tratamos de nuevo este tema.
Mostramos cómo este sistema —o sea, este sistema del capitalismo— surgió primero en Europa mediante el destierro violento de los campesinos con la respectiva separación de sus medios de vida y muchas veces a costa de su propia vida, y su transformación en los primeros elementos de la clase obrera moderna — es decir el proletariado. Mostramos que posteriormente el capitalismo llegó a las Américas, del sur y del norte, y exterminó a decenas de millones de indígenas y les robó sus tierras. Mostramos a su vez cómo el mismo capitalismo fue a África y raptó a más de diez millones de personas, las metió en la esclavitud y mató a un sinnúmero más. Y cómo el capitalismo en Estados Unidos se desarrolló y se cebó de la esclavitud. Y luego estos capitalistas traicionaron los grandes sacrificios hechos por los ex esclavos y por otras personas, en la guerra de Secesión y la Reconstrucción, prometiendo la emancipación, pero al final solamente cambiaron las formas en que explotaban y oprimían al pueblo negro.
Mostramos cómo esta traición constituyó una parte crucial de los cimientos de todo un sistema de explotación y saqueo del mundo: el imperialismo-capitalismo. Todas las semanas en nuestro periódico, mostramos cómo el imperialismo ha ordenado la muerte de decenas de millones de personas en todo el mundo en guerras coloniales y guerras mundiales, hasta hoy en Irak, Afganistán y quién sabe cuál país será el siguiente. Hemos mostrado lo que todo esto significa para los habitantes de todo el mundo —el hambre, la brutal explotación y aun la esclavitud abierta—, como ilustramos en un número reciente de nuestro periódico, los niños de apenas seis años de edad en la India tienen las manos ensangrentadas de tanto coser etiquetas para productos que dicen “No se utilizó el trabajo de niños para fabricar este producto”.
Casi todas las semanas en nuestro periódico mostramos cómo el capitalismo tomó y modificó la opresión patriarcal de la mujer y cómo este sistema sigue sometiendo a la mitad de la humanidad, oprimiéndolas en cada momento — mientras ofrece al hombre el nocivo privilegio de ser un pequeño opresor y tirano en el hogar, las relaciones y en la calle.
Espero que hayan leído nuestra cobertura de la locura financiera de hoy — cómo el capitalismo ha tomado algo tan básico como la necesidad de vivienda del pueblo y la ha convertido en un objeto de especulación parásita. Hoy millones de personas han perdido sus hogares por los que pasaron la vida trabajando, y millones más podrían correr la misma suerte mañana, la semana entrante o el otro año. Además, está la dura ironía de que muchas de las mismas personas que hoy se han visto obligadas a vivir en la calle y en albergues son los trabajadores de la construcción que, en otro sistema, podrían hacer uso de sus destrezas para construir vivienda digna para seres humanos. Bajo el capitalismo, no se puede hacer nada a menos que sirva a la mayor acumulación del capital y los intereses políticos de la clase dominante capitalista. Esta necesidad fundamental representa una barrera entre el trabajo que la sociedad necesita y las masas que podrían hacerlo.
Veamos el planeta, que se está muriendo de asfixia del veneno y contaminación generados por la loca lógica de las “ganancias ante todo”. Veamos a los maestros, trabajadores de salud y otros que se dedican a ayudar a las personas. Veamos cómo el sistema les exprime lo que pueda y después las entrampa en la constante frustración y agotamiento emocional. Veamos las ciencias, que tienen los conocimientos para prevenir la muerte sin razón de no solo millones sino cientos de millones o prevenir la vida acortada por la malaria, la diarrea infantil, el SIDA y la diabetes. Pero, repitiendo, hoy eso no conviene a la acumulación del capital y por ende mueren personas.
Se puede decir lo mismo sobre el hambre — hoy la humanidad podría producir, por primera vez en la historia, suficiente comida para dar de comer a todos los habitantes del planeta. Pero la “necesidad fundamental” de la acumulación capitalista constituye una barrera y por tanto no solo millones sino cientos de millones padecen desnutrición y hambre e incluso mueren de hambre — y hoy se está empeorando esta situación a causa de la misma clase de especulación capitalista parásita que causó la crisis de vivienda. En las famosas palabras de Carlos Marx, el fundador del comunismo, el capitalismo vino al mundo cubierto de pies a cabeza de sangre y hoy esa sangre sigue cubriéndolo y la puedes ver por todos lados al salir de este edificio, ocurre en formas aún peores por todo el mundo, y esa sangre seguirá goteando, fluyendo y chorreando mientras exista el capitalismo.
Pero de fondo esto no se trata de personas avaras o malas. Que no me malinterpreten —las personas que manejan este sistema de hecho son avaras, sádicas, monstruosas, horribles, hipócritas y cien cosas más— pero solo son la personificación de un sistema. No existe ningún dios y “él” no creó al hombre a su semejanza. Pero sí existe el capital y este deforma, marca y moldea a las personas de esta sociedad con el punto de vista, las relaciones y los valores de cuidarse del número uno y la competencia despiadada que requiere para su funcionamiento cotidiano. Este es un sistema — un sistema que no es sino la avaricia organizada con el respaldo de la maquinaria de asesinato en masa.
A propósito —o no tanto— que no nos digan que poner a otra persona en el poder para administrar el mismo sistema de avaricia organizada y asesinato en masa vaya a cambiar un ápice la situación. Que no nos digan que si un día permitieran a los presos de Ática, San Quintín u otra de las miles de cárceles que este sistema construye para encerrar a los jóvenes negros y latinos a los que ha descartado y dejado en el olvido, no nos digan que si permitieran que los presos eligieran su celador, estos dejarían de estar enjaulados, que estarían ejerciendo su libertad.
Estamos hablando de un sistema, en cuya base hay un sistema económico. Es un sistema económico en que las masas populares —cientos de millones en todo el mundo— tienen que trabajar en común para crear riqueza. Es un sistema económico en que un puñado relativo de capitalistas toma y controla la riqueza que crean esos cientos de millones de personas. Eso es lo que significa cuando hablamos de “explotación”. Sobre esa base se levanta un sistema político — un sistema político en que esta misma clase de capitalistas monopoliza los instrumentos de fuerza y violencia, o sea, los ejércitos, las cárceles y los policías, con el objeto de reforzar, defender y extender esas relaciones. El dominio político y muchas formas de opresión social sobre la base de la explotación económica —todo eso son la esencia y la realidad de lo que George Bush llama “capitalismo democrático”.
Como señalamos en la Constitución de nuestro partido, lo más cruel de todo eso es: ¡ESTO NO TIENE QUE SER ASÍ! La propia forma en que cientos de millones de personas están reunidos para crear las enormes riquezas del mundo ha sentado las bases para un mundo completamente nuevo. Como explicamos en nuestra Constitución, solo se podría lograr eso mediante una revolución. En ella, explicamos qué haría esta revolución. Cómo este nuevo poder revolucionario arrebataría de inmediato el poder y propiedad a la clase capitalista imperialista. Cómo de inmediato se tomarían medidas para satisfacer las necesidades más apremiantes del pueblo y solucionar lo que los que nos gobiernan hoy dicen son problemas “espinosos” que no se pueden resolver. Cómo este poder sería parte de algo más grande — de una revolución mundial, que lleve a la emancipación general de la humanidad. Cómo esta nueva sociedad tendría mucha efervescencia, disentimiento y debate, y la dirección se ejercería para desencadenar todo eso y en un sentido global guiaría todo eso hacia el objetivo final del comunismo — el objetivo de eliminar toda la explotación, toda forma de dominio político, todas las relaciones sociales opresivas y todas las formas de pensar que acompañan y refuerzan todo eso.
Así que en respuesta a la primera pregunta: SÍ, NECESITAMOS una revolución y tenemos una visión y una concepción de una sociedad radicalmente diferente y mucho mejor.
Bueno, pues, ¿y qué de la siguiente pregunta difícil: Es posible una revolución en un país como Estados Unidos?
Empecemos con un aspecto serio y muy grueso de esa pregunta: ¿las fuerzas revolucionarias podrían enfrentarse y derrotar a la fuerza represiva y violenta que los opresores desatarían en un país como este?
Bien, incluso para entrar a esta pregunta correctamente, es necesario entender que tal lucha solamente se podría llevar a cabo correctamente en un país como este en una situación muy distinta a la de hoy. Solamente podría darse, en un país como este, en tiempos de una gran crisis al nivel de toda la sociedad y en un momento en que millones y millones de personas tomen conciencia de la necesidad de la revolución. En unos minutos, hablaremos de cómo eso podría ocurrir — y lo que nuestras acciones tendrían que ver con todo eso. Pero aunque se desarrollara la situación así, no obstante, ¿sería posible, incluso en ese momento futuro, hacer una revolución en un país como Estados Unidos?
Bien, analicémoslo. En primer lugar, por callado que lo hayan mantenido el siguiente hecho, las fuerzas revolucionarias sí han derrotado a ejércitos imperialistas — estas fuerzas revolucionarias empezaron mucho más débiles y pequeñas en comparación con el opresor. Veamos la guerra yanqui contra Vietnam. En particular en las primeras etapas de esa guerra, los revolucionarios vietnamitas tomaron de la doctrina militar que elaboró el gran líder comunista revolucionario, Mao Tsetung, durante la revolución china. Mao dijo que no tenía sentido luchar directamente contra los ejércitos imperialistas, que no tenía sentido, sobre todo al inicio, tratar de igualarlos en armas, fuerzas o entrenamiento. Al contrario, dijo Mao, la posición de los revolucionarios tenía que ser “ustedes combaten a su manera, y nosotros a la nuestra”.
“Nuestra manera” significa que las fuerzas revolucionarias tendrían que ser como peces que nadan en un mar de las masas. Tendrían que echar profundas raíces en las masas, contando con ellas para apoyo, protección, inteligencia y nuevas fuerzas. Para hacer eso, tendrían que ganarse a las masas a entender y apoyar de manera consciente el programa revolucionario básico. Fue un proceso de dos aspectos. Cuanto más las masas vieran la seriedad de los revolucionarios y cuanto más vieran las formas en que los revolucionarios luchaban —que vieran no solo que estas fuerzas lograban enfrentarse a los opresores sino que también vieran que las formas en que combatían los revolucionarios eran tan diferentes a aquellas de las fuerzas reaccionarias— cuanto más las masas vieran todo eso, más se vieron atraídas a este programa, y más profundamente muchas de ellas le entraron.
A su vez, estas fuerzas revolucionarias, si bien pequeñas y débiles, tenían que encontrar las formas de tomar la iniciativa. Así que, para agotar y debilitar al enemigo, desarrollaron unas tácticas para concentrar los puntos fuertes que sí tenían. Evitaron los enfrentamientos grandes. Como dijo Mao, no engulles de golpe un plato de comida; no podrías hacerlo y aunque sí, te podrías perjudicar. Pero lo puedes masticar y digerir bocado a bocado.
¿Y qué pasó en Vietnam? Estados Unidos envió su ejército, armada y fuerza aérea. Criminales como John McCain soltaron bombas sobre aldeas, fuentes de agua e incluso hospitales y dejaron un saldo terrible. Pero con el desarrollo de la guerra, las fuerzas de liberación desarrollaron las tácticas con que agotar al ejército yanqui.
Mientras los vietnamitas combatían, también llevaban lucha política con los soldados yanquis. Con volantes les decían a los soldados negros: “¿Por qué estás combatiendo y muriendo aquí por un sistema que te oprime donde vives?” Todo eso, y el movimiento contra la guerra en Estados Unidos, empezaron a propiciar la desintegración de las fuerzas armadas. Los soldados valientes como Carl Dix se negaron a irse a Vietnam y por estos actos fueron a dar al presidio. Otros soldados y marineros lanzaron declaraciones contra la guerra o participaron en protestas. Los soldados se amotinaron y en algunos casos impidieron a la fuerza que sus oficiales los mandaran de patrulla. Bien, no es cierto que Estados Unidos no podía movilizar tropas para combatir — pero en cierto momento todo eso los obligó a cambiar cuando menos sus tácticas por temor de que “se difundiera el contagio”.
¿Y al final, qué le pasó a este, el más poderoso ejército del mundo? Perdió.
Bien, que quede muy claro: no se trata de trasladar esas lecciones directamente para hacer una revolución en una potencia imperialista como Estados Unidos. Vietnam era y es un país del tercer mundo. En esos países, continuamente la mayoría de la población vive en circunstancias desesperadas. Muchos viven en aldeas relativamente remotas a las que el poder central no siempre puede llegar fácilmente. En esos países, en general la revolución puede empezar como una guerra de guerrillas en una o más zonas del campo antes de que la crisis abarque al país entero, y las fuerzas revolucionarias pueden acumular fuerzas y con el tiempo tomar el poder nacional.
Esa NO es la situación en un país imperialista avanzado como Estados Unidos. Como dije arriba, la lucha revolucionaria por el poder sólo podría empezar en un país como este cuando ocurra un gran cambio cualitativo en la sociedad, de “tiempos normales” a tiempos en que la sociedad entera y el gobierno padezcan una crisis seria. Sobre esa base, la situación tendría que cambiar, de una en que la gran mayoría de la población no toma en cuenta en serio la revolución, a una en que haya un pueblo revolucionario, de millones y millones, consciente de la necesidad del cambio revolucionario y resuelto a luchar por él. Únicamente así sería posible y correcto iniciar la lucha revolucionaria por el poder en un país imperialista.
Así que no, no se debe aplicar la estrategia desarrollada por Mao de una manera tan directa a un país como este como lo hicieron los vietnamitas. Pero sí HAY importantes principios específicos que se puede aprender de Mao y que se pueden integrar en una estrategia militar muy diferente que, en ciertas condiciones, podría ajustarse a un país imperialista moderno como Estados Unidos.
Primero, para hacer esto de modo que lleve a una verdadera revolución y no solo a un cambio de régimen, el proceso tendría que contar con la dirección de un partido comunista revolucionario y estar al servicio de metas verdaderamente liberadoras. Segundo, esta lucha tendría que apoyarse en las masas populares y atraer de diversas formas a una cantidad cada vez mayor de personas a la lucha. Esta lucha revolucionaria también tendría que plantear una manera completamente diferente de organizar la sociedad de modo que parezca muy concreta para la población. Tendría que evitar enfrentamientos decisivos o batallas estratégicas muy grandes antes de estar lista. Al contrario, tendría que combatir de formas que les quiten a los imperialistas sus propias ventajas, y que aprovecharían los puntos fuertes de los revolucionarios.
¿Cómo sería eso en un país como Estados Unidos, en una situación cualitativamente diferente a la de hoy? Como dije, millones de personas tendrían que estar alzadas y en resistencia. Pero la propia revolución casi a ciencia cierta NO tendría la forma que tuvo en la única otra revolución socialista que haya ocurrido en un país capitalista — la revolución de Rusia de 1917. En esa situación, se dio una insurrección de masas en las ciudades seguida rápidamente de la formación de un gobierno revolucionario y el desarrollo de una guerra civil. Si las fuerzas revolucionarias intentaran aplicar esa estrategia en los tiempos de hoy, incluso en una situación revolucionaria, muy probablemente los ejércitos imperialistas serían capaces de inmovilizar y pulverizar fácilmente a las fuerzas revolucionarias. Al contrario, la lucha por el poder en un país imperialista, incluso en medio de crisis y trastornos, sería una lucha un tanto prolongada, de modo que facilitara que el bando revolucionario ganara fuerza con el paso del tiempo.
Al contemplar esto, cabe estudiar lo que dicen algunos de los propios expertos y analistas militares de los imperialistas. El artículo “Sobre la posibilidad de la revolución”, de Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos, cita a un tal Rupert Smith. Bien, Smith es un militar imperialista —o sea, un asesino— y a propósito confunde las luchas revolucionarias basadas en las masas, con las estrategias terroristas que, como analizaré en adelante, están diametralmente opuestas. Pero si bien es necesario tomar en cuenta eso, es interesante ver que Smith —de nuevo, desde un punto de vista imperialista— analiza el problema de que algunas formas de la organización de las fuerzas imperialistas y algunas formas en que operan, como su dependencia de una fuerza abrumadora, pueden obrar en su contra.
En una futura lucha revolucionaria por el poder, los combatientes revolucionarios estarían muy entretejidos con las masas, las cuales constituirían su principal fuente de apoyo. Smith señala que en estas situaciones, de hecho muchas veces los ataques imperialistas a las fuerzas revolucionarias hacen que más personas se unan al bando revolucionario.
“Sobre la posibilidad de la revolución” da una idea de la dinámica de esto:
“Los principales objetivos de los revolucionarios, al librar la clase de lucha prolongada descrita aquí, en una situación que permitiría librar tal lucha, serían: atraer a aún mayores cantidades de personas, por medio de la confrontación y el contraste vivo entre las dos autoridades radicalmente diferentes, y al mismo tiempo frustrar, desintegrar y desmoralizar a las fuerzas imperialistas y reaccionarias —que buscarían reimponer y reforzar por medios violentos el viejo orden y las viejas relaciones de explotación, opresión y dominación— y a fin de cuentas derrotar a esas fuerzas reaccionarias. En el curso de esto, las fuerzas revolucionarias emprenderían una línea de acción resuelta y estratégicamente concebida, caracterizada por luchas calibradas contra las fuerzas reaccionarias, en que los revolucionarios se esforzarían por conquistar cada vez más iniciativa sin entrar prematuramente a enfrentamientos que correrían el riesgo estratégico de la derrota decisiva y la aniquilación. Y, con respecto a los efectivos de las fuerzas reaccionarias, especialmente los que vinieran de los oprimidos y explotados de la sociedad, y cuyos intereses objetivos correspondieran fundamentalmente a la revolución, los revolucionarios seguirían exhortándolos políticamente- a pasar al lado de la revolución” [p. 88].
Analicemos esto por partes. Primero, nótese bien: “atraer a aún mayores cantidades de personas, por medio de la confrontación y el contraste vivo entre las dos autoridades radicalmente diferentes”. He aquí un punto crucial: la manera en que estas fuerzas revolucionarias estarían combatiendo daría a conocer la clase de sociedad por la cual estarían combatiendo y eso, y el hecho de que seguirían sobreviviendo y combatiendo, les daría autoridad revolucionaria ante las masas. Veamos estos ejércitos imperialistas — en que el odio a la mujer pesa tanto que los soldados femeninos en Irak tienen que llevar escoltas para hacer el baño de noche por temor a una violación de parte de sus compañeros; en que por lo común los soldados asesinan a civiles y cometen muchas formas grotescas de tortura; en que su tradicional manera de combatir depende de artillería y bombas que masacran y descuartizan de manera indiscriminada a todo el que les cruce en el camino, incluidos los niños. Las fuerzas revolucionarias —tanto en su programa como en la manera de combatir— representarían una manera completamente diferente de organizar la sociedad — por ejemplo, en las relaciones entre los hombres y las mujeres en las fuerzas revolucionarias, y el papel de las mujeres. La población vería que, de un lado, las fuerzas reaccionarias estarían cometiendo asesinatos y desmanes a fin de mantener su sistema de explotación, y, de otro lado, habría una fuerza revolucionaria contendiente seria que podría ganar de hecho y gestar una sociedad nueva y mucho mejor.
Continuemos con el siguiente pasaje de “Sobre la posibilidad…”: Las fuerzas revolucionarias, dice, “al mismo tiempo [trabajarían para] frustrar, desintegrar y desmoralizar a las fuerzas imperialistas y reaccionarias —las que estarían buscando reimponer y reforzar por medios violentos el viejo orden y las viejas relaciones de explotación, opresión y dominación— y a fin de cuentas derrotar a esas fuerzas reaccionarias”. Para repetir: son las fuerzas reaccionarias las que estarían intentando reimponer sus mecanismos opresivos; son las fuerzas revolucionarias las que estarían impidiendo eso y derrotando a estos reaccionarios; y la población llegaría a verlo con aún más claridad.
Sigamos analizando esto por partes: “En el curso de esto, las fuerzas revolucionarias emprenderían una línea de acción resuelta y concebida estratégicamente, caracterizada por luchas calibradas contra las fuerzas reaccionarias, en que los revolucionarios se esforzarían por conquistar cada vez más iniciativa sin entrar prematuramente a enfrentamientos que correrían el riesgo estratégico de la derrota decisiva y la aniquilación”.
Estas nuevas fuerzas revolucionarias estarían aprendiendo sobre la marcha. De nuevo, esto es algo que gente como Smith considera un problema, según su punto de vista de defensor del imperialismo. Los revolucionarios empiezan con poca experiencia, pero rápidamente pueden aprender y hacer innovaciones. Pero si bien los reaccionarios han recibido mucho entrenamiento, cuentan con un entrenamiento para combatir de ciertas formas con ciertas clases de equipo en ciertos tipos de formaciones. En ciertos momentos eso puede constituir una ventaja, pero si las fuerzas revolucionarias pudieran “sacarlos de su juego”, digamos, eso podría obrar en contra de los reaccionarios y hacerlos inflexibles. Calibrar la lucha sobre la marcha —contra las fuerzas a las que podrían vencer cuando fuera posible— y desarrollar las formas de frustrar al enemigo, no solo para sobrevivir sino para tomar la iniciativa al combatir a su manera, las fuerzas revolucionarias podrían “definir los parámetros del conflicto [y] como consecuencia [presentar] una fuerza y un poder alternativos” — de nuevo, tomando del análisis de Rupert Smith. [p. 86]
Finalmente, citando de nuevo “Sobre la posibilidad de la revolución”, “con respecto a los efectivos de las fuerzas reaccionarias, especialmente los que vinieran de los oprimidos y explotados de la sociedad, y cuyos intereses objetivos correspondieran fundamentalmente a la revolución, los revolucionarios seguirían exhortándolos políticamente a pasar al lado de la revolución”. Nótese bien: que la presencia de gran cantidad de soldados que provienen de los sectores sociales oprimidos constituye una especie de talón de Aquiles, o una gran vulnerabilidad, de las fuerzas reaccionarias. Miren cómo reclutan en las escuelas de los centros urbanos o buscan que gente en condiciones difíciles se alisten en su ejército. Piensen en cómo eso se podría convertir en su opuesto y tener un efecto bumerang en otra situación, en que estos soldados se enfrentarían a personas como aquellas con que crecieron, y a las que se les estaría haciendo poderosos llamamientos políticos que corresponderían a sus intereses fundamentales y sí, a sus aspiraciones más elevadas.
Una vez cambiada radicalmente la situación en un país como este y una vez surgida una fuerza que se enfrentara en serio a los reaccionarios —una fuerza que tanto sobreviviera como asestara mayores derrotas, si bien iniciales, a estos reaccionarios—, decenas de millones ya no estarían considerando la nueva sociedad como solamente otra idea bonita. Empezarían a verla como una verdadera alternativa — como algo que de veras podría lograrse. Cuando eso ocurra, muchos millones de personas más que nunca se habían dado el lujo de soñar con la verdadera libertad, de siquiera contemplar cómo sería eso o cómo se sentiría, empezarían a pensar y a actuar de diferentes maneras. En ese momento esas ideas representarían una realidad que se podría alcanzar y por ende la gente vería la situación de otra manera.
Bien, quiero volver a señalar un hilo que recorre “Sobre la posibilidad de la revolución” — por ejemplo, de la página 89, donde señala:
“Todo esto sería radicalmente diferente, en filosofía-guía, objetivos y métodos, de lo que se consideran generalmente las estrategias ‘terroristas’ —que constan de acciones que están aisladas de las masas populares y/o que apuntan el fuego a las fuerzas no combatientes y utilizan medios y métodos que buscan aterrorizar con la fuerza a la población, o a sectores de la población, y obligarlos a aceptar las metas de los que practican esa clase de violencia—, y en general sería radicalmente diferente de las metas, orientaciones y métodos reaccionarios de las fuerzas históricamente anticuadas, lo que sin duda incluye a los imperialistas mismos”.
Además, quiero volver a señalar un punto relacionado: “intentar lanzar tal lucha —o cualquier clase de guerra— sin el surgimiento de una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario y antes de eso, llevaría a una terrible derrota para la revolución y a la desmoralización de las masas que ansíen un mundo radicalmente diferente y mejor” [p. 86]. Sin una situación revolucionaria y sin un pueblo revolucionario, cualquier tentativa así no podría apoyarse en las masas explotadas y oprimidas y no podría conseguir el apoyo de otros sectores sociales que en otra situación de hecho se podría ganar a apoyar la lucha revolucionaria. En tal caso, la clase dominante sería capaz de polarizar la sociedad a su favor, y podría negarles a las fuerzas revolucionarias la iniciativa y aislarlas, confinarlas y pulverizarlas.
Lo que se está contemplando aquí es algo muy distinto. Estamos hablando de una fuerza —en el futuro, claro está— que estaría actuando en medio de un pueblo revolucionario, en un momento en que millones y millones de personas hayan llegado a estar convencidos de la necesidad de un cambio revolucionario y que estén dispuestas a luchar por él. Estamos hablando de una fuerza que estaría luchando de modo que se ganara el apoyo del pueblo y que no hiciera cosas para intimidarlo.
Obviamente, todo esto plantearía enormes retos. Las fuerzas revolucionarias, y el pueblo, ante un enemigo tan vil, tendrían que hacer sacrificios enormes. Una fuerza como esta tendría que encontrar las formas de vencer la estrategia enemiga de “decapitación”: es decir, perseguir y eliminar la dirección de la lucha revolucionaria. Tendría que determinar y desarrollar las formas de hacer que todos se guíen por el mismo punto de vista, objetivos y estrategia, pero a su vez estas fuerzas tendrían que practicar suficiente descentralización como para poder tomar mucha iniciativa al nivel local. Así, al desgastar más al enemigo y desintegrarlo, y al quedarse reducido este a su núcleo duro, la revolución tendría que determinar cómo obtener el triunfo final. Porque este proceso no puede tratarse solamente de causar problemas a fin de negociar un lugar en el mismo festín imperialista. Tendría que tratarse de obtener un mundo completamente nuevo — y los revolucionarios, aun en las últimas fases de la lucha, aún se enfrentarían a poderosas fuerzas y en lugar de dar pasos rápidamente para librar las batallas de modo que beneficiaran las ventajas que quedaban de su enemigo, las fuerzas revolucionarias probablemente tendrían que trabajar para aislarlo y desintegrarlo más, y así sentar las bases para al final derrotarlo.
Pero piensen en el peso asfixiante y aplastante que la victoria en esta lucha quitaría de la espalda del pueblo, no solo en este país sino en el mundo. Piensen en las posibilidades que generaría para la humanidad y en el faro de la esperanza que brillaría. Para tener una idea de esta posibilidad, piensen un momento en qué efecto tendría si se hubiera dado una revolución en Estados Unidos en los años 60 —qué hubiera implicado para las masas de América Latina, África y otras partes de Asia, donde Estados Unidos y sus sustitutos mataron a literalmente millones de personas en los años 70, 80 y 90 y condenaron a cientos de millones más al hambre, la enfermedad y la muerte prematura. Además, ¿qué habría implicado en este país— donde en lugar de padecer el terrible azote del crack y la criminalización en masa en el ghetto, en lugar de que los valores de patriarcado, castigo y religión fundamentalista asfixiaran la sociedad, la población habría estado construyendo una nueva sociedad sin explotación y opresión?
Bien, para repetir, examinar estas ideas NO quiere decir que hoy alguien deba lanzar una lucha revolucionaria por el poder. Eso sería muy incorrecto y sumamente perjudicial en un país como este. Pero no tiene nada de malo contemplar cómo estos asuntos podrían desarrollarse en una futura situación hipotética. De hecho, es importante analizar y debatir esto — y en particular leer y pensar profundamente acerca de la estrategia y los principios que aparecen en el artículo “Sobre la posibilidad de la revolución”. Eso es parte de querer en serio cambiar el mundo.
Con eso en mente, analicemos más profundamente qué queremos decir por una situación revolucionaria. Una declaración muy importante de nuestro partido, “Puntos esenciales de orientación revolucionaria — en oposición a los alardes y poses infantiles y las tergiversaciones de la revolución”, reimpresa en Revolución y comunismo, dice:
“En un país como Estados Unidos, solo se puede hacer una revolución para tumbar este sistema cuando se dé un cambio mayor y cualitativo en la situación objetiva, de modo que toda la sociedad esté en una profunda crisis, debido fundamentalmente a la naturaleza y al funcionamiento del sistema, y cuando junto con eso surja un pueblo revolucionario, de millones y millones de personas, consciente de la necesidad de un cambio revolucionario y resuelto a luchar por él. En tal lucha, el pueblo revolucionario y quienes lo dirigen tendrán que enfrentar la fuerza represiva violenta de la maquinaria del estado que encarna e impone el sistema de explotación y opresión, y para triunfar, la lucha revolucionaria tendrá que enfrentar y derrotar esa fuerza represiva violenta del viejo orden de explotación y opresión”.
Bueno, eso es todo un paquete. De nuevo, analicémoslo por partes.
“En un país como Estados Unidos, solo se puede hacer una revolución para tumbar este sistema cuando se dé un cambio mayor y cualitativo de la situación objetiva, de modo que toda la sociedad esté en una profunda crisis, debido fundamentalmente a la naturaleza y al funcionamiento del sistema…” ¿Qué ES un cambio mayor y cualitativo de la situación objetiva? Significa que en la sociedad en general se haya dado una ruptura con la situación cotidiana, que a los sectores sociales que en tiempos normales, o no les importa o simplemente no se pueden ocuparse de asuntos políticos, estén buscando respuestas, y que en el seno de los propios gobernantes reine la confusión sobre qué hacer, y estén reñidos de manera aguda y aun abierta.
Los revolucionarios no pueden gestar una situación revolucionaria solamente mediante sus propias actividades. El gran líder comunista V. I. Lenin, quien dirigió la revolución rusa, dijo una vez que en tiempos normales, “las masas se dejan expoliar sin quejas”. Al observar la superficie de la situación, las masas no ven cómo la situación podría cambiar. Por eso, aprenden a sortearla, aunque tengan un profundo descontento. Pero, acto seguido Lenin comparó las profundas contradicciones que se presentan en el funcionamiento del sistema durante una crisis a un volcán que podría hacer erupción en el momento que sea e insistió en que para tal ocasión los revolucionarios tuvieran que mantenerse “en tensión” preparándose a sí mismos y haciendo lo mismo con las masas que estuvieran políticamente despiertas.
¿Cuáles factores podrían hacer que el sistema entrara en crisis? Bueno, el pánico financiero y los choques económicos, entre otros sucesos. Nadie sabe a dónde la actual crisis llevará, pero millones de personas ya están preocupadas acerca del futuro, al debate en la población entran las cuestiones del capitalismo y el socialismo, si bien de formas poco comunes, y salen artículos sobre la policía que tendría que vérselas con masas empobrecidas furiosas. Se habla de guerras que no van bien y no cuentan con el apoyo popular, y que los gobernantes tendrían que convocar a la población a hacer aún más sacrificios.
Se puede vislumbrar cómo la manera de pensar y actuar de la población podría cambiar muy rápidamente cuando se den grandes sacudidas, incluso sin una situación revolucionaria. Un día todo el mundo anda como si no pasara nada; al día siguiente “la normalidad se va al traste”. Recuerdo muy claramente el día en los años 70 cuando la Guardia Nacional asesinó a cuatro estudiantes de la Universidad Kent State en Ohio, quienes protestaban contra la guerra de Vietnam. Aun en ese momento yo era revolucionario. Y aun en esos días de tenor más revolucionario, por lo común unas decenas de personas fueron a las reuniones. Cuando nos enteramos de Kent State, recuerdo que le comenté a un camarada, que más vale conseguir un salón más grande para la reunión de esa noche — pues debido a lo ocurrido, quizá asistieran cien o hasta doscientas personas. Bueno, lo que pasa es que llegaron tres mil gentes. En nuestra escuela así como en cientos de escuelas por todo el país los estudiantes se rebelaron, tomaron edificios y se defendieron contra la violencia de la policía y la Guardia Nacional; y para impedir que se propagara el contagio, sin demora el gobierno cerró muchas universidades y mandó a casa a los estudiantes.
Además, recuerdo, y otras personas aquí pueden recordar, la rebelión de Los Ángeles de 1992 — cómo estalló de repente cuando absolvieron a los policías que apalearon brutalmente a Rodney King y cómo la rebelión se extendió a muchas otras ciudades del país y ardió durante días. Y todos podemos recordar al huracán Katrina — cuando de repente, de la noche a la mañana, todos los ojos del mundo estaban clavados en Nueva Orleáns y que lo que normalmente el sistema mantiene oculto —en este caso, la opresión del pueblo negro— llegó a ser tema del que todo el mundo tenía que comentar y tratar. Estos ejemplos en sí no son situaciones revolucionarias, pero son algunos de los elementos que en ciertas circunstancias podrían formar parte de generar una situación revolucionaria, de la mano con otras rupturas y sacudidas de la situación objetiva. Para repetir, en un sentido básico todas estas cosas se deben “fundamentalmente al funcionamiento del propio sistema”. Y todas estas cosas ilustran la necesidad de que las fuerzas revolucionarias trabajen ahora, se preparen, y aprovechen con intensidad tales crisis y otras oportunidades a fin de influenciar la opinión pública y, sobre todo, aumentar y fortalecer sus lazos e incorporar a más personas a sus filas, para que pueda avanzar lo más posible hacia una situación revolucionaria y prepararse lo más que pueda en los frentes político y organizativo para tal situación, y para que esté en la mejor posición posible para aprovechar tal situación en el momento en que se dé, un tema al que volveré abajo.
Bien, además de una crisis así, sería necesario que surgiera “un pueblo revolucionario, de millones y millones de personas, consciente de la necesidad de un cambio revolucionario y resuelto a luchar por él”. De nuevo, hemos visto al menos el embrión de esta clase de fenómeno en la memoria reciente — los años 60. Entonces la gente quería ver una situación completamente diferente y estaba dispuesta a luchar y sacrificar por ella. Bien, fue una situación compleja, y la manera de la gente de verla traía mucha contradicción, pero como dijimos en el número especial de nuestro periódico sobre la opresión del pueblo negro: “la posición revolucionaria de dirigentes como Malcolm X y de fuerzas como el Partido Pantera Negra resonaba con millones en las calles y en las universidades de Estados Unidos”. Agrega: “Los años 60 mostraron que cuando las masas se levantaron en rebelión contra el orden establecido, cuando eso se fusionó con una posición política que denunciaba al sistema como el problema y cuando un sector creciente de ese movimiento se vinculaba con el movimiento revolucionario mundial y aprendía de él…, pues, cuando ocurrió todo eso, era posible cambiar radicalmente la polarización política de la sociedad. Lo que no se podía imaginar ayer de repente se convirtió en una posibilidad concreta para mañana, lo que hoy exigía acción”.
Bien, ese pasaje toca otro tema importante: ¿y qué de las decenas de millones de personas de este país que están acostumbradas a una vida cómoda y no se interesan tan inmediatamente por el cambio radical? Aun cuando la situación empiece a afectarlos negativamente, espontáneamente muchas personas tienden a echarle la culpa a la gente equivocada — y los demagogos peligrosos como Sarah Palin o Lou Dobbs están despistándolas de esa forma.
Pero lo mucho más estratégico es la certeza de que, como dice la Constitución de nuestro partido: “Los intereses fundamentales de la mayoría de los miembros de esta sociedad NO coinciden con los intereses de los imperialistas. Esta sencilla pero profunda verdad es una importante parte de la base material objetiva de por qué la revolución en este país es necesaria como también posible”. Se puede ver prueba de esto hoy en las formas en que las personas de estos sectores más acomodados a menudo desafían el sistema e incluso toman partido con las masas. Veamos a gente como Sean Penn durante el huracán Katrina — bueno, contrató un bote, rescató a gente en las calles anegadas y denunció al gobierno. La posición que asumió era justa y había muchos miles de personas no tan conocidas que hicieron y intentaron hacer cosas similares. Sí, esta situación tiene que ir mucho más lejos. Pero aun hoy, el descontento y la efervescencia de estos sectores de la población representan un embrión de lo que podría florecer plenamente en una situación revolucionaria, y es necesario tomar todo eso en cuenta y dirigirlo.
Volviendo a “Puntos esenciales”, dice: “En tal lucha [por el cambio revolucionario], el pueblo revolucionario y quienes lo dirigen tendrán que enfrentar la fuerza represiva violenta de la maquinaria del estado que encarna e impone el sistema de explotación y opresión, y para triunfar, la lucha revolucionaria tendrá que enfrentar y derrotar esa fuerza represiva violenta del viejo orden de explotación y opresión”.
Echemos de nuevo un vistazo a los años 60. Las autoridades, o los reaccionarios por medio de los cuales o con los cuales colaboraban, persiguieron y corrieron de las localidades a los activistas de derechos civiles y la gente común del Sur que luchaban por los derechos básicos del pueblo negro, y en más de 25 casos, los ASESINARON. El FBI persiguió y hostigó vilmente incluso a Martin Luther King —quien de hecho se oponía a la revolución y proponía reformas—, y finalmente fue asesinado. Los estudiantes opuestos a la guerra padecieron palizas y asesinato, o ataques de chusmas fascistas de llamados “cascos duros”, es decir los trabajadores de la construcción, movilizados por el entonces presidente Nixon. Además, en el caso del Partido Pantera Negra, más de dos decenas de militantes suyos fueron asesinados, entre ellos líderes como Fred Hampton, al que la policía mató mientras dormía. Una y otra vez el estado mató a sangre fría. Ante cualquier desafío serio, a las autoridades no les importaba un carajo la “voluntad del pueblo”. Una y otra vez el sistema dejó en claro que para que se diera un cambio básico y fundamental, el pueblo tendría que enfrentar y derrotar esta fuerza brutal. Y en esos días muchas personas llegaron a tener conciencia de eso.
En otras palabras, muchas, muchas personas llegaron a entender que el uso de la fuerza por el estado fue ilegítimo. Y llegaron a ver como muy legítima a la gente que se defendía contra eso. Esa conciencia de millones de personas sería una condición esencial para que cualquier lucha revolucionaria por el poder tuviera una oportunidad de ponerse en marcha y ganar.
El objetivo de volver a examinar esos años no es de levantarnos el ánimo, ni pensar que de alguna manera se va a repetir la historia — sino de tener una idea más clara de lo que podría ocurrir y lo que tendría que ocurrir en el futuro, si bien sucederían muchos fenómenos nuevos y no anticipados. Pero al examinar todos los factores implícitos en este tema, desde diversos ángulos, de si una revolución es posible en un país como Estados Unidos, podemos contestar de hecho y con claridad: SÍ, LA ES.
Esto nos lleva a la tercera gran pregunta: ¿hay una estrategia y un método para abordar cómo hacer tal revolución? ¿en la actualidad, hay una manera de “preparar mentes y organizar fuerzas para la revolución” — para estar en una posición con que ganar cuando llegue el momento?
Como hemos señalado, solamente se puede hacer la revolución —en la forma de la lucha por el poder estatal— cuando se den ciertas condiciones. Pero hablemos de lo que eso quiere decir — y lo que eso no quiere decir ahora.
Lo que eso NO significa es que se puede simplemente aguardar y que un día una situación revolucionaria caiga como llovida del cielo. Lo que NO quiere decir es que de alguna manera se puede hacer que la gente aproveche el momento sin elevar su conciencia y sin dirigirla en resistencia política lo suficientemente antes de que llegue la hora en que la lucha por el poder esté a la orden del día. Esto sería como tener la esperanza de ganar el Super Bowl (Supertazón) sin ponerse en forma, sin hacer las prácticas de campo, sin desarrollar la unidad del equipo, sin estudiar las jugadas tanto del equipo propio como del otro equipo, sin ganar unos partidos cruciales mientras se aprende de los partidos que se pierden durante la temporada, etcétera. Bien, no se puede llevar muy lejos esta analogía, entre otras cosas porque el Supertazón no es una lucha completamente diferente de la “temporada regular” — y la lucha revolucionaria por el poder sí sería una cosa cualitativamente diferente a lo que hoy la gente tiene que estar haciendo. Pero aún se puede aprender algo de esta analogía — es decir, de que ahora hay que hacer el trabajo de preparación, el trabajo duro, urgente y esencial.
La gente necesita una revolución lo antes posible — y necesitamos un movimiento revolucionario ahora mismo. No en el futuro, pero ahora. Todo lo que hacemos hoy tiene que ver con la aceleración del desarrollo de una situación revolucionaria, de modelar lo más posible los términos políticos de la situación y de acumular fuerzas revolucionarias, mientras que nos mantenemos en tensión aguardando y preparándonos para más sacudidas y crisis de la situación general que podrían resultar de la propia dinámica del sistema. Sí tenemos que estar aguardando — tal como aguarda un tigre al acecho.
Esto quiere decir que el movimiento revolucionario tiene que llevar a cabo las actividades y librar las luchas que pueden moldear el curso de los acontecimientos en el mayor grado posible en cualquier momento dado, incorporando a más personas al movimiento revolucionario y a los movimientos de resistencia, mientras que constantemente las aparta de los callejones sin salida y los desvíos de los varios proyectos de reforma que promueve la clase dominante. El movimiento tiene que elevar la conciencia a las masas — dirigirse a millones, y capacitar como dedicados comunistas revolucionarios a aquellos que quieren con pasión un cambio ahorita mismo. Tiene que organizar a las personas con tanta firmeza que el enemigo no pueda destruir esta organización — pero con la versatilidad, agilidad y flexibilidad como para tomar mucha iniciativa.
Hablemos de qué se requiere para construir un movimiento revolucionario — ahora. Un movimiento que de verdad TIENE QUE VER con la revolución — que se prepara para ESO. Y, tal como hablamos en serio de ganar cuando llegue el momento, los preparativos de los que hablamos NO son preparativos directos para la lucha por el poder — sino preparativos, en el sentido político ahora, para estar listos cuando surja una situación revolucionaria.
Bien, ¿de qué constan estos preparativos?
Solemos decir que tenemos dos piedras angulares en nuestro trabajo. La primera es difundir las obras de nuestro presidente Bob Avakian, y correr la voz sobre su dirección. No sería exagerado decir que Bob Avakian ha rescatado el comunismo. En un tiempo en que no hay auténticos países socialistas, ha defendido y sacado a la luz los grandes logros de las revoluciones anteriores, sobre todo aquellos de la Unión Soviética y China en la primera etapa de la revolución comunista, y lo ha hecho ante una enorme avalancha de calumnias y distorsión.
Pero ha hecho más que eso. Además de aprender de los precursores logros de esas revoluciones, ha examinado y criticado las deficiencias de esa primera etapa y ha desarrollado una “nueva síntesis” del comunismo. Esta nueva síntesis incluye: poner el comunismo sobre cimientos más plenamente científicos… profundizar la base del internacionalismo del movimiento… revivir y desarrollar más la teoría crucial de Lenin acerca de hacer la revolución en los países imperialistas… y, muy especialmente, incorporar la visión teórica de Bob Avakian acerca de una transición socialista al comunismo que reconoce y se basa en los principios más sólidos establecidos en las revoluciones anteriores, entre ellos la necesidad de un nuevo poder estatal revolucionario con la dirección del partido, y también subraya la necesidad de un papel mayor para el disentimiento, la efervescencia intelectual y un ámbito más amplio y más creatividad en las artes en la sociedad socialista.
Llevar esta visión y este análisis a toda la sociedad puede ser una “fuente de esperanza y osadía sobre una base científica sólida”. Esto es crucial para un movimiento que con audacia está llevando, y tiene que estar llevando, la revolución y el comunismo al pueblo.
La presencia de un líder como este es un factor muy poderoso para la revolución. Hace décadas, Bob Avakian se entregó de corazón a la revolución y al pueblo. Ha dedicado la vida a analizar cómo podemos resolver los problemas de hacer la revolución, bregando profunda y minuciosamente con estos problemas, mientras que da dirección a la lucha práctica — y hace todo eso de la mano con una profunda convicción del potencial de las masas de levantarse por encima de toda la porquería de hoy y transformar el mundo. Una y otra vez ha vuelto a estos problemas, afinando el método científico y capacitando a otros a analizarlos, y profundizando nuestro análisis de la realidad.
¿Y sabes qué? Lo hace de manera muy, pero muy buena. ¿Sabes lo raro que es eso? Así que este es un enorme punto fuerte para la revolución. Todos los presentes deben conocer a este líder adquiriendo sus memorias, From Ike to Mao. . . and Beyond, que cuenta la historia de su vida y explica algunos elementos básicos de lo que él ha desarrollado, y viendo el DVD Revolución: Por qué es necesario, por qué es posible, qué es. Consigan estos materiales y conozcan de cerca este líder y quién es... y luego compártanlos con otros, corriendo la voz. Examina más profundamente cómo Bob Avakian ha desarrollado una concepción visionaria del comunismo y el socialismo... entren al método filosófico que está poniendo al alcance del pueblo... estudien, aprendan y apliquen su pensamiento sobre estrategia revolucionaria. Y ayuden a la gente a ver que tenemos que defender a este líder contra las muchas formas en que el enemigo lo persigue.
De nuevo, la gente necesita una revolución lo antes posible — y necesitamos un movimiento revolucionario ahora mismo. Hablemos de la otra piedra angular de este movimiento revolucionario, nuestro periódico, REVOLUCIÓN. Este periódico muestra QUÉ está pasando, POR QUÉ está pasando, y CÓMO otro mundo diferente es posible. Pone al descubierto que este sistema carece de todo valor — y lo que tenemos que hacer para deshacernos de él. Crea opinión pública... para tomar el poder.
¿Por qué la policía acribilló de 50 balas el coche de Sean Bell — un joven negro de Nueva York, sin arma, que se divertía con sus amigos en un club la noche antes de su boda? ¿Y por qué sigue pasando cosas así, una y otra vez? ¿Es porque los jóvenes negros y latinos quieren que la policía constantemente los hostigue, criminalice y a veces asesine? ¿Tienen una “vibra negativa”? ¿U ocurre otra cosa debajo de la superficie?
¿Por qué las personas de México, El Salvador y China dejan a sus hijos y familias y trabajan por una miseria y a veces mueren en tierras extrañas? ¿Porque quieren hacerlo? ¿U otra cosa los ha hecho venir a este país? Y una vez aquí, ¿por qué no tienen derechos, y por qué los obligan a vivir como proscritos en las sombras y los tachan de chivos expiatorios por los males de la sociedad?
¿Por qué las madres de Haití se encuentran en una situación en que piden a desconocidos a que lleven sus hijos porque ya no les pueden dar de comer? ¿Por qué los niños de Tailandia o la India acaban vendidos como esclavos sexuales? ¿Es porque a los padres les faltan sentimientos maternales o paternales? ¿O tiene que ver con las opciones asesinas que les ha ofrecido este sistema?
¿Por qué la administración de Bush constantemente ataca los derechos del aborto en este país así como en el mundo? ¿Por qué los demócratas se niegan a montar una lucha seria contra esto y otros ultrajes semejantes? ¿Qué está en juego en todo eso?
¿Por qué una guerra civil horrorosa en el Congo lleva más de diez años en marcha y ha dejado más de seis millones de muertos — y por qué no oímos nada de ella? ¿Por qué hay soldados yanquis en Irak y Afganistán — y por qué estando allá matan repetidamente con impunidad a inocentes?
¿Por qué hay tanta religión ahora? Todos hablan de estar bendecidos, o rinden culto a algún dios o salvador que no existe o estudian tonterías para resolver sus problemas. Hacer estas cosas solo los lleva a más sufrimiento y, para colmo, a aprender a aceptar su opresión. ¿De qué se trata todo eso? ¿Y por qué la clase dominante lo promueve tanto hoy?
¿Y por qué tiene pánico Wall Street? ¿Por la codicia? ¿O por la falta de regulación? ¿O por algo más profundo? ¿Y qué implica para el pueblo?
Constantemente surgen de repente nuevos sucesos y la clase dominante nos ofrece todas las explicaciones salvo las correctas. Día tras día, semana tras semana, nos están enseñando a ver el mundo a su manera. Así que se necesita esta ciencia para despejar esa confusión y distorsión — se necesitan las obras de Bob Avakian, y el método y enfoque que él ha desarrollado, y se necesita este periódico todas las semanas analizando en caliente la marcha de los acontecimientos en el mundo.
Lenin dijo que las personas siempre serán víctimas necias del engaño ajeno y propio hasta que hagan suya esta ciencia de la revolución. Dijo que la gente se esforzará constantemente por cobijarse bajo el ala de uno u otro salvador que ofrecen los gobernantes, o buscará uno u otro atajo, en gran parte porque no entiende la causa fundamental del problema. Dijo que la ÚNICA manera de cambiar esta situación es proporcionar un análisis científico de todos los sucesos de importancia en la sociedad, y señaló la importancia de un periódico como el vehículo para hacer eso. Bueno, Lenin tenía razón y construyó un movimiento revolucionario con esos cimientos, y ese movimiento llegó a tomar el poder — y tenemos que aprender de esa experiencia y llevarla adelante.
¿Cómo es posible que un periódico haga eso? Buena pregunta. Lo hace dando a las masas populares los medios para pensar y actuar juntas en torno a los grandes sucesos políticos en la sociedad, hacia un objetivo que puedan identificar con cada vez más claridad como una alternativa radical — hacia la revolución y el comunismo. Lo hace proporcionado una forma de organización —como un andamiaje de una obra de construcción con que se construirá un rascacielos— para construir un movimiento revolucionario ahora mismo. Lo hace proporcionando una forma concreta para preparar a un creciente número de personas para la revolución — y una forma continua de buscar y llegar a más personas y empezar a influenciar a muchas más a quienes la marcha de los acontecimientos esté despertando.
Consigan este periódico y por supuesto léanlo —de hecho, estúdienlo— pero hagan más que eso. Empúñenlo. Tomen cincuenta ejemplares y cuando salgan de aquí, vendan veinte de inmediato, luego ganen a cuatro personas más a que distribuyan cinco o diez, y después vayan a una de nuestras librerías y consigan más. Construyan redes hablando con gente todas las semanas — redes que aprenden a pensar y a actuar juntas. Reúnan a gente en un McDonald’s o en un Starbuck’s cada semana para hablar de lo que encuentran al difundir este periódico —porque van a encontrar muchas cosas— y para hablar de cómo interpretar lo que las gentes dicen y cómo responderles, y para aprender cómo llevar el debate con ellas y ganarse a ellas a que se acerquen más a la causa revolucionaria. Escriban cartas y mándenlas a este periódico sobre lo que están aprendiendo y lo que está pasando. Y ayuden al periódico a servir mejor como herramienta revolucionaria.
Distribuyan este periódico ampliamente para influenciar a miles hoy y a millones mañana. Distribuyan este periódico entre los más explotados y oprimidos de la sociedad, la base más sólida para la revolución, y distribúyanlo ampliamente en los demás sectores sociales también — porque de eso se trata nuestra revolución, y porque tendremos que ganarnos a muchas pero muchas personas, mucho más allá de los más oprimidos, para hacer una revolución en esta sociedad. Hagan que personas de todas partes le entren a este periódico y que debatan los grandes problemas de cómo hacer la revolución y cómo seguir haciéndola una vez que se haya tomado el poder. Construyan redes de lectores para que formen una columna vertebral de organización revolucionaria. No, en la situación actual la lucha por el poder no está a la orden del día. Pero este trabajo de hecho ES revolución, en el sentido de que todo conduce a construir un movimiento revolucionario — a preparar el terreno políticamente para una lucha revolucionaria por el poder, cuando ocurra un cambio cualitativo y surjan una situación revolucionaria objetiva y un pueblo revolucionario que cuenta con millones y millones de personas.
Como parte de eso, y para empezar a participar en todo esto, apúntense para distribuir muy ampliamente la semana y el mes que vienen el número especial del periódico sobre la opresión del pueblo negro. Piensen en lo que puede significar difundir algo que explica a fondo esta cuestión y señala el camino hacia adelante. Sean parte de hacer que el movimiento revolucionario salte a otro nivel, ya. La marcha de los acontecimientos de hoy ilustra que ahora mismo millones podrían estar dispuestos a un mensaje revolucionario — y al mismo tiempo hay millones que se ven atraídos a muchos caminos falsos y dañinos y callejones sin salida. No hay tiempo que perder para preparar mentes y organizar fuerzas para cuando la lucha total llegue y esté a la orden del día, cuando quiera que sea.
Que quede bien claro: este periódico no es algo que hacer en lugar de enfrentarse a los opresores; no, este periódico es esencial para luchar contra el sistema ahora mismo, para darle a la gente un indomable deseo de resistir. Eso es importante. Cuando no se moviliza al pueblo para llevar a cabo resistencia política masiva hoy, no se podrá llevar a cabo ninguna lucha más grande en el futuro. Ya es hora de que haya pasado a la historia el que la chota pueda entrar en una comunidad oprimida, matar con una pistola taser y salirse con la suya. Distribuir este periódico de manera constante y amplia es esencial para crear un ambiente en que la gente deje de soportar esas cosas. Cuanto MÁS se demuestre que esta opresión no solo es brutal sino innecesaria... que no es algo que la gente misma causa sino que es algo que el sistema impone... y que son posibles un sistema mejor y una sociedad mejor... cuanto MÁS que se haga todo eso, MÁS la gente resistirá y más esa resistencia contribuirá a construir un movimiento revolucionario. Luchar contra el sistema es una parte muy importante de lo que es este periódico y de lo que tiene que ser, y es una parte muy importante de lo que es cada camarada en este partido.
Y miremos a la juventud de hoy. Muchas personas se preguntan cómo podría darse una revolución cuando tantos jóvenes están metidos en tantas ondas nocivas. En primer lugar, no culpemos a la juventud por la situación en que el sistema los ha metido. Las críticas y las quejas de personas como Bill Cosby, Bill Clinton y, sí, Barack Obama contra estos jóvenes son tan despiadadas como lo son hipócritas y despreciables. El sistema no tiene ningún futuro para la juventud — ¡pero la revolución sí! Entendemos el deseo de liberación enterrado debajo de las ondas nocivas en que tantos jóvenes están atrapados.
Pero también entendemos que se tiene que retar a estos jóvenes. Retarlos a luchar contra el sistema de formas que tengan seriedad y que aprovechen la ira que tienen, y se tiene que retarlos a cambiarse a sí mismos — a dejar la mentalidad “gangsta”, o su gemelo, la religión esclavizante, y pasar a ser emancipadores de la humanidad.
Una revolución requiere un frente unido de muchos millones de personas y de muchas personas diferentes de todos los diferentes sectores sociales. Por razones que puedo explicar en adelante, o que se pueden estudiar en nuestra literatura, la revolución tiene que contar con la dirección del proletariado — la clase cuyos miembros viven en las condiciones que más los impulsan hacia el cambio radical y la revolución, una vez que vean la posibilidad, y que por el papel que juegan en la producción, pueden ser la columna vertebral de una clase de sociedad completamente diferente.
Pero la revolución tiene que alcanzar a mucho más gente que eso — primero y fundamentalmente por lo que es: la emancipación de toda la humanidad. No es la “propiedad”, digamos, de los de abajo de la sociedad, ni sirve para que estos obtengan una tajada más grande. No se trata de “los últimos serán primeros, y los primeros serán últimos”. Se trata de transformar muy radical y fundamentalmente toda la sociedad en toda esfera y de emancipar a toda la humanidad de todas las relaciones opresivas.
Segundo, se necesita un amplio frente unido bajo la dirección del proletariado porque una revolución no podría triunfar si limitara sus actividades a la base más sólida para la revolución. Si de alguna manera se diera una lucha revolucionaria por el poder de esa forma, las fuerzas revolucionarias se verían rodeadas, aisladas y fácilmente aplastadas.
Ahora mismo, el movimiento revolucionario también necesita maximizar la efervescencia radical, resistencia y corrientes revolucionarias de los sectores de la clase media. Necesita unirse con personas en toda la sociedad para luchar contra las principales formas en que se manifiesta la naturaleza opresiva y explotadora de este sistema en las medidas y las acciones de la clase dominante en cualquier momento — por una parte, poner al descubierto la ilegitimidad fundamental del sistema ante millones de personas y por otra, vencer, o hacer todo lo que se pueda para vencer, sus tentativas de oprimir más a las masas, o dividirlas y meterlas en una posición aún peor de la cual poder levantar la frente. Y se tiene que hacer todo eso partiendo de la orientación de hacer la revolución.
Bien, tenemos mucho más que examinar sobre estas cuestiones de estrategia — y necesitamos aprender mucho más, y todos tienen un papel que jugar en eso y un aporte que hacer no solo en el proceso de hacerlo sino también en el proceso de aprender. Pero también podemos examinar la orientación del partido de acelerar mientras que se aguarda una situación revolucionaria, las dos piedras angulares y su estrategia del frente unido bajo la dirección del proletariado, y podemos contestar la pregunta “¿Hay una estrategia y un método para la revolución?” diciendo con ganas que SÍ, LOS HAY.
Así que hemos llegado a la pregunta final: ¿Hay un grupo que está organizado partiendo de esa estrategia y ese método, que está trabajando por tal revolución, y que podría dirigir esa revolución cuando llegue el momento?
Después de oír todo lo que hemos tratado hoy, seguro todos aquí tienen una idea de que la revolución es necesaria, que es posible y que hay una estrategia y un método para hacer esa revolución. Además, seguro todos aquí tienen una idea de que existe una visión y un análisis sólido de cómo se podría ejercer ese poder revolucionario para gestar una sociedad mucho mejor. Pero ese análisis teórico tiene un origen y para que sirva, se necesita un instrumento para poder aplicar ese análisis a transformar la realidad.
Digámoslo así: el pueblo necesita una revolución, y necesitamos un movimiento revolucionario ahora… y necesitamos un partido revolucionario que esté creciendo al centro de ese movimiento. Así de básico es: jamás se podrá tener un movimiento revolucionario que de veras aspira a la revolución y que se prepara para ella, con la capacidad de sortear los vaivenes, curvas y giros… y que sabe qué hacer una vez que haga una revolución… sin una vanguardia comunista revolucionaria al centro de ella. Y ¿sabes qué? SÍ tenemos un partido —el Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos— y este necesita crecer.
Este partido ha estado y estará en la sociedad, en las tempestades, trabajando por gestar un pueblo revolucionario. Este partido estará esforzándose contra los límites de la situación, modelándola en el mayor grado posible, atrayendo a las personas al movimiento revolucionario y aumentando las filas del propio partido, en forma de olas, preparando el terreno político para cuando llegue el momento. Mientras tanto, en la medida que el sistema padezca trastornos más profundos, que los gobernantes se hallen cada vez más en dificultades e incluso derrotas y empiecen a pelearse entre sí, que la población exprese inquietudes, descontento, ira y desesperación, levante la frente y busque con urgencia una salida, que el partido trabaje para difundir su programa revolucionario y movilice a la población para la lucha por el poder… en ese momento, cuando quiera que se dé, la situación general dependerá de cuán fuertemente se haya construido el partido y cuán profundamente este haya echado raíces, cuán ampliamente pueda alcanzar su influencia. En ese momento, lo que cada individuo haya hecho con su vida—y lo que cada uno o una de los presentes decidan hacer de hoy en adelante— importará muchísimo, y será en parte lo que determinara si el partido será lo suficientemente fuerte, en todo sentido, para dirigir al pueblo revolucionario para obtener la liberación.
A todos los presentes: únanse con este partido. Acudan a ayudarlo. Si apenas empiezas a conocerlo, que aprendas más y que trabajes con él. Si ya estás colaborando con él, que trabajes más de cerca. Que vendas su periódico y contribuyas dinero para que este crezca. Que participes en los foros y reuniones del partido. Debatan con él. Únanse a un Club Revolución. Que estés con el partido mientras dirija a las masas en resistencia política y cuando lleve lucha con esas mismas masas para que levanten la frente y cambien su punto de vista. Que aprendas la ciencia de la revolución, incluido el conjunto de la obra, método y enfoque de su líder, Bob Avakian. Que lo apoyes, que lo defiendas, que te acerques más a él y cuando estés convencido de que ya estás listo o lista para dedicarte la vida a la revolución, que ingreses a él.
Retomemos las preguntas que los atrajeron al programa de hoy:
¿Necesitamos una revolución y una sociedad radicalmente diferente? SÍ.
¿Es posible una revolución en un país como Estados Unidos? SÍ, LA ES.
¿Hay verdaderamente una estrategia y un método para abordar cómo hacer tal revolución? SÍ, LOS HAY.
¿Hay un grupo que está organizado partiendo de esa estrategia y ese método, que está trabajando por tal revolución, y que podría dirigir esa revolución cuando llegue la hora? DE NUEVO, SÍ.
¡SÍ EXISTE TAL PARTIDO!
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