Revolución #164, 17 de mayo de 2009


Afganistán: La masacre y las mentiras

Una pequeña aldea de Afganistán. Los campesinos trabajan la tierra. Las mujeres están en casa preparando la comida. Los niños están jugando. Cerca, estallan combates entre los milicianos talibanes y las fuerzas armadas afganis con aval yanqui. Las mujeres y los niños huyen a lo que esperan sea un lugar seguro. Terminan los combates y los combatientes abandonan la zona. Por un tiempo parece que no hay peligro. De repente, en el horizonte, se asoma un escuadrón de cazas de guerra yanquis. Se abre la panza de los aviones, llena de bombas. Cae una lluvia de muerte sobre la aldea.

Así es la vida y la muerte bajo la ocupación yanqui. Este incidente ocurrió el 4 de mayo de 2009 en las aldeas de Shiwan y Granai, en la provincia de Farah del oeste de Afganistán.

Muhammad Jan, un campesino, le dijo al New York Times (6 de mayo): “Bombardearon y destruyeron completamente seis casas y los habitantes siguen debajo de los escombros. Y ahora estoy trabajando con otros aldeanos para sacar los cadáveres”. Los aldeanos, conmovidos por dolor, recogían cadáveres mutilados en frazadas y chales y los amontonaban sobre tractores. Otro aldeano, Sayed Ghusuldin Agha, describió la pedacería de cadáveres regada por el terreno. “Es tal que asustaría a un hombre si lo viera en un sueño”.

 El 7 de mayo, una delegación de Kabul acudió al lugar; el jefe de la Comisión Indagatoria Especial Afgani le dijo a la Agencia Noticiosa Xinjua que todas las casas de la aldea habían quedado completamente destruidas. “La lista que se elaboró de los que murieron en el bombardeo aéreo contiene los nombres de 147 personas, en su mayoría mujeres y niños”.

Un legislador. Mohammad Naim Farahi, dijo: “El gobernador [de la provincia siniestrada] dijo que los aldeanos han traído dos tractores llenos de pedacería de cadáveres humanos a su oficina para probar que ocurrieron las muertes”. Farahi dijo que había hablado con alguien que conocía personalmente el quien había presenciado el entierro de 113 cadáveres, entre ellos muchas mujeres y niños.

Cuando salieron los informes de la matanza en los noticieros, el líder títere afgani de Estados Unidos, el presidente Karzai, estaba en una reunión con Obama en la Casa Blanca. La secretaria de Estado Hillary Clinton “lamentó profundamente” las muertes causadas por el ataque aéreo estadounidense. Después de recibir  múltiples informes de los aldeanos, la Cruz Roja y los funcionarios del gobierno afgani confirmaron que Estados Unidos era responsable del ataque. Pero el secretario de Defensa yanqui Robert Gates y el alto comandante yanqui en Afganistán, el general David D. McKiernan, alegaron que Estados Unidos no tenía la culpa insinuando que las muertes eran resultado de las granadas de los talibanes.

Los aldeanos señalaron que los daños causados por las bombas eran tan extensos que no los pudieran haber causado unas granadas. “Los talibanes no tienen armamento pesado para traer esta clase de bajas. No lanzaron granadas contra las casas de civiles”.

El 7 de mayo, después de que los aldeanos se quejaron iracundos por las muertes y exigieron que las fuerzas yanquis se largaran del país, un funcionario anónimo del Pentágono por fin reconoció que “cuando menos algunas de las muertes eran resultado de los ataques aéreos” y que contaban con “unos fundamentos tenues” los informes iniciales de las fuerzas armadas estadounidenses de que algunas muertes pudieran haber sido producto de las granadas de los talibanes y no de los ataques aéreos estadounidenses.

“La esencia de lo que existe en Estados Unidos no es democracia, sino capitalismo-imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo que Estados Unidos lleva al resto del mundo no es democracia, sino imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen”.

Bob Avakian

presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos

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