Revolución #164, 17 de mayo de 2009
Los memos sobre la tortura…
y la justicia que se necesita
Un hombre encapuchado está parado en un banco en la cárcel estadounidense Abu Ghraib en Irak, con alambres que corren bajo una manta con el fin de administrarle choques eléctricos.
“Los interrogadores” de la CIA le aplican el “submarino” a Khalid Sheikh Mohammed 183 veces en un mes en 2003, utilizando un método de tortura que induce el instinto humano por dar boqueadas al ahogarse y que se cuenta entre los métodos de tortura más horrorosos jamás concebidos.
Miles de historias e imágenes similares todavía quedan por descubrirse.
Nuevas noticias han arrojado luz sobre cómo y por qué se llegó a aprobar abiertamente un reinado de tortura sin restricciones durante los años de Bush. El 16 de abril de 2009, el Departamento de Justicia hizo públicos cuatro memorandos, antes secretos, escritos por abogados del gobierno de Bush. Los memorandos documentan que, en los altos niveles del gobierno, el sello de legalidad desempeñó un papel crítico en desatar una brutalidad depravada.
Al hacer públicos estos memorandos, Barack Obama anunció: “Es nuestra intención asegurar a quienes llevaron a cabo sus deberes, confiando de buena fe en la asesoría legal del Departamento de Justicia, que no estarán sujetos al procesamiento”.
Si no “se somete al procesamiento” a los autores y a los comandantes, eso sentaría un precedente terrible para el futuro.
Se desata la tortura sistemática: veintenas de muertos,
miles de traumatizados
Los memorandos acerca de la tortura se escribieron en la forma de respuestas (y aprobación) a las solicitudes de la CIA para torturar a los detenidos después del 11 de septiembre. Aprueban el “submarino”; tirar a los presos contra la pared; confinar en una pequeña caja oscura con un bicho al preso que tiene un temor a insectos que pican; y una larga lista de acciones sádicas, deshumanizantes y brutales.
Los memorandos acerca de la tortura eran ilegales, y aquellos que los emitieron sabían eso. Oficialmente les dieron el sello de aprobación a métodos de tortura, como el submarino, que son ilegales conforme a los acuerdos internacionales firmados por Estados Unidos. Durante la II Guerra Mundial el gobierno estadounidense había acusado y condenado a torturadores japoneses por aplicar el submarino a soldados estadounidenses.
Esos llamados “métodos de interrogación ampliados” —la prensa estadounidense todavía se resiste a llamarlos formas de tortura— mutilaron y traumatizaron a miles de personas. Causaron la muerte de al menos veintenas de personas.
Un informe del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), fechado el 14 de febrero de 2007, sobre el tratamiento de 14 detenidos en Guantánamo, describe un cuadro horroroso en que en repetidas ocasiones se aplicaron combinaciones de métodos de tortura (se puede leer el informe en varios sitios en línea, por ejemplo http://www.nybooks.com/icrc-report.pdf). Para tomar un caso, el informe reveló que los “interrogadores” de la CIA aplicaron el submarino a Khalid Sheikh Mohammed 183 veces en un mes en 2003, un promedio de 6 veces al día. El submarino es ahogamiento. Es inequívocamente ilegal conforme a los acuerdos internacionales firmados por Estados Unidos y es un crimen de guerra conforme a la ley estadounidense.
Hace poco, la organización Human Rights First (HRF, Derechos Humanos Primero) publicó un informe que documenta la muerte, desde 2002, de 98 detenidos capturados en Irak y Afganistán y recluidos en centros de detención estadounidenses. A Jamal Naseer, un soldado del ejército afgani detenido por error en 2004, “le pegaron y le dieron puntapiés” y luego, de acuerdo al informe, lo colgaron patas arribas y lo golpearon con palos o cables. Naseer se desplomó y murió aproximadamente dos semanas después. En 2002, cuatro soldados estadounidenses mataron a Mohammad Sayari, detenido por supuestamente andar siguiendo sus movimientos. Un documento del Pentágono obtenido por la Unión Americana de Libertades Civiles en 2005 dijo que el Departamento de Defensa determinó que un capitán y tres sargentos habían “asesinado” a Sayari, pero la parte del informe que trataba la investigación del departamento fue redactada (censurada).
A otro detenido, Abed Hamed Mowhoush, “el ejército estadounidense, la CIA y otras fuerzas no militares lo golpearon durante varios días, lo metieron en un saco de dormir, envolviéndolo con cuerda eléctrica, y lo asfixiaron hasta que murió”. El documento de HRF relata: “En el proceso, recientemente concluido, de un oficial militar de bajo rango acusado de la muerte de Mowhoush, el oficial recibió una reprimenda escrita, una multa y 60 días de confinamiento al trabajo, la casa o la iglesia.” (Ver “La responsabilidad del comandante: Muertes de detenidos bajo el control estadounidense en Irak y Afganistán”).
Esa tortura y esos asesinatos se llevaron a cabo, en la mayoría de los casos, contra gente arrestada básicamente al azar. Un informe de Amnistía Internacional dice: “Más del 85 por ciento de los detenidos en la Bahía de Guantánamo fueron arrestados, no en el campo de batalla de Afganistán por fuerzas estadounidenses, sino por la Alianza del Norte que combatía contra el Talibán en Afganistán, o en Pakistán en un momento cuando se pagaban recompensas de hasta 5 mil dólares por cada ‘terrorista’ entregado a Estados Unidos” (“Bounties paid for terror suspects”, 16 de enero de 2007). La Alianza del Norte es una facción de fundamentalistas islámicos, señores de la guerra y capos del narcotráfico alineados con Estados Unidos en la ocupación de Afganistán.
Tortura “casi coreografiada” por “los más altos funcionarios del gobierno de Bush”
El uso generalizado de la tortura fue cosa sabida para los que estaban en la cima de la cadena de mando.
Todos los altos funcionarios del régimen de Bush, incluso Bush mismo, aprobaron lo que Bush insistía en llamar “métodos de interrogación ampliados”. Bush le dijo a Martha Raddatz, corresponsal de la Casa Blanca para el noticiero ABC: “Bueno, comenzamos a juntar los cabos con el fin de proteger a la población estadounidense. Y sí, sé que nuestro equipo de seguridad nacional se reunía en torno a esta cuestión. Y lo aprobé”.
El noticiero ABC informó: “Los funcionarios más altos del gobierno de Bush discutían repetidamente y aprobaban detalles específicos de exactamente cómo la CIA iba a interrogar a los sospechosos de al-Qaeda de alto valor. Las discusiones de alto nivel sobre esos ‘métodos de interrogación ampliados’ eran tan detalladas, de acuerdo a esas fuentes, que algunas sesiones de interrogación casi se coreografiaron, por ejemplo cuántas veces los agentes de la CIA podían usar una táctica determinada” (“Bush Aware of Advisers’ Interrogation Talks”, de Jan Crawford Greenburg, Howard L. Rosenberg y Ariane de Vogue, 11 de abril de 2008).
A raíz del escándalo mundial sobre la revelación de la tortura brutal y sádica que ocurría en la cárcel de Abu Ghraib bajo el mando de Estados Unidos, el ejército estadounidense encomendó que el general de división Antonio M. Taguba encabezara una investigación oficial. Cualquiera que fuera la intención de aquellos que lo designaron, el informe de Taguba concluyó que “abusos criminales sádicos, flagrantes y gratuitos” ocurrían en Abu Ghraib y que eran “sistémicos e ilegales”.
A Taguba lo mandaron presentarse en la Casa Blanca, donde lo interrogaron y se burlaron de él el secretario de Defensa Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, otro arquitecto de peso de la guerra de Irak, quien le preguntó si lo que se hizo a los detenidos fue tortura “o abuso”. Taguba dijo a los funcionarios de la Casa Blanca, incluido el secretario de la Defensa Rumsfeld: “Un detenido desnudo que está esposado, en el suelo mojado, mientras un interrogador le mete cosas al recto… Eso no es abuso. Eso es tortura”. Eso fue en 2004, hace cinco años. (Ver “The General’s Report” de Seymour M. Hersh, 25 de junio de 2007).
La lógica inmoral, e imperialista, de la tortura
Los términos del debate sobre los memos de tortura en los medios grandes se basan en si la información extraída por la tortura es “confiable” o no. Esos términos son tanto engañosos como moralmente equivocados.
El uso sistemático, generalizada y abiertamente aprobado de la tortura por Estados Unidos en la llamada “guerra contra el terror” no se trata principalmente de información. Las imágenes de Abu Ghraib y Guantánamo, de la humillación sexual degradante y de la tortura grotesca física y sicológica, tenían por objeto infundir terror en la mente y el corazón del pueblo en general, no sólo en Irak y Afganistán, sino alrededor del mundo.
Que quede claro: la tortura es literalmente y en esencia un crimen de lesa humanidad. Al igual que la violación, de manera sistemática se pretende degradar por medio de la violencia a las personas y quitarles la propia humanidad. Cualquier gobierno que desde sus puestos más altos no sólo tolere cosas así sino que las justifique y diga que sean “instrumentos de la política”... cualquier gobierno que, una vez que esto se hubiera denunciado, no procese a los autores sino al contrario les dé una inmunidad por adelantado... pone de manifiesto que es un gobierno que para funcionar, necesita tales crímenes y tales criminales. Cualquier pueblo que no resista tales crímenes y no exija acción judicial contra los torturadores y aún más contra aquellos del más alto rango que formularan la política, pone de manifiesto que está en complicidad con esos crímenes. Y al dejar pasivamente que se degrade y ataque la humanidad de los demás, pierde la suya.
Es aleccionador examinar la columna de Thomas Friedman en el New York Times en apoyo de la decisión de Obama de hacer públicos los Memos pero de no procesar a los torturadores. Mientras alega que ahora se opone a la tortura, Friedman sostiene: “Al Qaeda fue de veras un enemigo único y en varios sentidos, la era post-11 de septiembre fue una guerra profundamente confusa”. Más adelante, agrega: “Logramos disuadir a los rusos porque amaban a sus hijos más que nos odiaban a nosotros; no querían morir. Los agentes de Al Qaeda nos odiaban a nosotros más que amaban a sus propios hijos. Pusieron por los cielos el martirio y dejaban atrás a las familias” (“A Torturous Compromise”, 28/04/09).
El argumento de Friedman es que amenazar de matar a sus hijos fue suficiente para que Estados Unidos pudiera enfrentarse a sus antiguos rivales, los rusos, pero como, según Friedman, eso no funcionará con los fundamentalistas islámicos, se necesitan métodos aún más brutales, sádicos, extremos y atroces.
Habla Thomas Friedman, y no Barack Obama. Pero Friedman no es simplemente un columnista cualquiera — es una influyente voz de las fuerzas de la clase dominante representadas por el Partido Demócrata. En realidad la lógica de su argumento es simplemente una versión más franca y burda del argumento de Obama de que la acción judicial dañaría la “confianza” de “los hombres y las mujeres de nuestra comunidad de inteligencia que sirven con valor en las primeras líneas de un mundo peligroso”.
La aprobación legal de la tortura que vino de los más altos niveles fue una declaración de que las personas que gobiernan a Estados Unidos son despiadadas, locas y no escamitarán esfuerzo alguno para defender su “derecho” de dominar el mundo; que no sólo matarán a ti y a tu familia, sino te mantendrán preso, te torturarán y te joderán diabólicamente la mente, no sólo te torturarán el cuerpo sino te torturarán la misma psiquis de modos que te harán querer que estuvieras muerto. Hacen todo eso al servicio de su imperio.
Se necesita: Acción judicial y justicia
Dick Cheney, el vicepresidente de Bush, y las personas alrededor de él en la clase dominante, están arremetiendo contra Obama supuestamente por no confrontar con la debida energía al terrorismo porque permitió que se divulgaran los memos de la tortura. Obama, a su vez, promete que mientras anda limpiando la imagen de Estados Unidos, nadie va a procesar a los torturadores.
Pero los intereses de la justicia son completamente inaceptables en el marco de los términos de ese “debate”.
La tortura es tortura. Es inmoral e ilegal.
La lógica subyacente de la negativa de Obama de procesar a los agentes de la CIA que llevaron a cabo la tortura es que “simplemente estaban siguiendo órdenes”. En los Juicios de Núremberg contra los criminales de guerra nazis después de la Segunda Guerra Mundial, se dictaminó que esa “defensa” era explícitamente inválida. Además, Obama se niega, al menos a este momento, sin ninguna protesta de masas ni agitación social, a procesar a aquellos que sí dieron las órdenes.
La negativa de procesar a los torturadores encierra una lógica inmoral. Esa “lógica” se reduce a lo siguiente: tenemos que hacer lo que sea para proteger a la vida de los estadounidenses. Luego, si esas medidas provocan aún más odio contra los estadounidenses alrededor del mundo, “nosotros” tenemos que llevar a cabo una brutalidad aún más vil para proteger a la vida de los estadounidenses. A esta “lógica” la acompaña la suposición de que la vida de los estadounidenses valga más que la de los demás. En un mundo de agudos desequilibrios, en que unos pocos países saquean al mundo y en que vastas zonas del planeta sufren inanición y dolor generalizados, esa lógica es moralmente inaceptable.
Esta lógica sí refleja los intereses de una clase específica, los imperialistas capitalistas que ocupan la cúpula del imperio estadounidense y lo manejan y que luchan por “su tajada” de ese botín. Pero esa lógica NO refleja los intereses fundamentales de la mayoría de los habitantes del mundo. NO concuerda con los intereses del pueblo vivir en un mundo en que los imperialistas pueden tener a sus agentes colocarles capuchas en la cabeza y electrodos sobre las partes privadas de los que consideren una amenaza y aterrorizarlos bajo el pretexto de la seguridad y al servicio de la explotación y el imperio.
Es un hecho que la tortura siempre ha sido parte del arsenal del imperialismo yanqui — desde cuando los colonos rostizaron vivos a los amerindios, hasta el uso del submarino durante la conquista y la ocupación de las Filipinas y la tortura de los presos para extraerles confesiones falsas en las mazmorras de la policía de Chicago. Toda esa tortura, encubierta y de costumbre ilegal, ya es bastante horrible.
Sin embargo, si los que establecieron, legitimaron y endosaron la tortura abierta simplemente se salen con la suya, si los que tramaron el “escudo dorado” jurídico para la tortura se salen con la suya y si los que “casi coreografiaron” la tortura se salen con la suya, será nada más que una declaración de que los torturadores no tienen que preocuparse de las consecuencias en el futuro. A pesar de las promesas almibaradas del representante del sistema imperialista, Obama, su acción dejaría intacto el derecho de los imperialistas yanquis de ordenar la tortura.
Por otro lado, si la gente EFECTIVAMENTE resiste, si EFECTIVAMENTE exige que se procese a los criminales y si libra una lucha política seria para hacer que ocurra eso, puede constituir el comienzo de una lucha que, entre otras cosas, puede conducir a los primeros pasos y a la posibilidad de la verdadera justicia, y no a una dizque redención y/o “reconciliación” falsa que supuestamente nos hacen sentir bien al estilo de “olvidemos lo que pasó y seguimos adelante” pero que en última instancia sólo posibilitan aún más y aún peores crímenes en la empresa criminal sangrienta conocida como Estados Unidos.
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