Revolución #180, 25 de octubre de 2009


Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

Si no pueden salvar a este pez, ¡no les confíen el planeta!

12 de octubre de 2009. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Las personas que están a la expectativa de la próxima Conferencia sobre el Cambio Climático de Copenhague o algún otro organismo internacional de los estados capitalistas de hoy para salvar el planeta deben considerar la pena de muerte que la Unión Europea acaba de publicar para el atún rojo del Atlántico.

El Atlántico solía estar lleno del atún rojo, pero sólo se reproducían en el Golfo de México y el Mar Mediterráneo. Ahora, con su número enormemente reducido, el Mediterráneo se ha convertido en un punto crítico para su supervivencia como especie. Sin embargo, la Unión Europea se ha negado a respaldar un plan para reducir la pesca anual de atún rojo a un nivel en el que podría evitar la extinción.

El atún rojo es uno de los peces más magníficos del mundo. (El atún que la mayoría de la gente come de las latas es una especie diferente.) Debido a su metabolismo único, la estructura muscular y la casi perfecta forma hidrodinámica, pueden impulsar su gran tamaño (hasta cuatro metros de largo y pesan tanto como tres cuartas partes de una tonelada) desde un extremo del Atlántico al otro, desplazándose a varios kilómetros la hora con ráfagas de hasta 80 km/h, y buceando a medio kilómetro de profundidad. Los antiguos griegos y romanos los consideraban bellos y fascinantes. Desde entonces, se les consideró buenos para nada más que para la pesca deportiva hasta hace sólo unas cuantas décadas atrás, cuando el mercado mundial se apoderó de ellos. Ahora uno solo puede ser vendido al precio de un auto común, y un atún grande por el precio de un Rolls Royce.

Con un alto contenido de una especie de grasa sana, muchas personas creen que su carne roja sabe particularmente deliciosa cuando está cruda. Pero no culpen a los gustos ancestrales de nadie por la popularidad que puede llegar a ser fatal para esta especie. Los nobles en el Japón solían estar de acuerdo con sus homólogos norteamericanos acerca de que este pescado no era apto para su consumo. La demanda del mercado para esta especie ha sido determinada socialmente, incluyendo, es cierto, el hecho de que las personas pueden adquirir un gran amor por su sabor, además de la condición emblemática del atún rojo como uno de los alimentos más prestigiosos del mundo, en medio del auge del consumo de lujo en los países de origen de la economía mundial imperialista (monopolista capitalista). De hecho, el desarrollo de las fuerzas productivas ha desempeñado hoy un papel más decisivo en el desarrollo del gusto para los peces de alta mar que cualquier antojo antiguo, ya que sólo con la difusión de los refrigeradores domésticos en el Japón rico de la post-guerra y en otros lugares ha sido posible que la gente común podía comer mucho pescado crudo. Con los modernos equipos de pesca y buques frigoríficos ha resultado muy rentable la captura y transporte del atún rojo mediante métodos industriales y en cantidades industriales. Logradas estas condiciones, el mercado creó la popularidad de este producto mediante su introducción al sushi o sashimi (platos de estilo japonés con pescado crudo) en los menús que, gracias a su rentabilidad, han arrasado en los mercados de los países más acomodados.

Hoy, con la gran reducción de la población de ejemplares adultos este atún en el Mediterráneo, los equipos de pesca generalmente los capturan mientras son jóvenes y pequeños y luego los ponen en unas jaulas de engorde dentro del océano durante unos pocos meses antes de introducirles un clavo en el cerebro y venderlos sobre hielo. Por algunos años se promovió la idea de que este tipo de piscicultura intensiva en capital podría salvar la especie, pero en realidad hizo que el problema empeorara, porque el número de peces dejados para crecer hasta la edad reproductiva ha disminuido drásticamente y el atún rojo no se ha reproducido en cautividad.

Las cifras son tan claras que casi podrías llegar a pensar que eso por sí solo resolvería el debate. La cuota total de captura de atún rojo del mundo fue de 22.000 toneladas este año. Se cree que la cantidad real de pesca es de dos a tres veces más, porque no hay mucho control de las capturas declaradas por los buques pesqueros matriculados, y no hay límite de la pesca ilegal por embarcaciones no autorizadas. Si se fijara la cuota en 15.000 toneladas y se controlara durante un período suficiente de tiempo para que la población de peces pudiese recuperarse, entonces, de acuerdo a la destacada ONG en peces Oceana, cerca de 45.000 toneladas de atún rojo podrían ser capturadas cada año de forma indefinida. Eso sería un nivel sostenible, y es más o menos la cantidad de atún rojo habitualmente capturada hace una década.

Sin embargo, la Unión Europea (UE) se negó a respaldar una propuesta de que el organismo internacional a cargo de tales cosas fijara la cuota a ese nivel sostenible.

Ese órgano es la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (CICAA), apodado, por la extremadamente pro-negocios revista The Economist, “la conspiración internacional para capturar todo el atún” (30 de octubre de 2008) ya que realmente representa a los países de la industria pesquera mundial. La propia UE se divide en dos tal como que uno esperaría: los países que capturan atún rojo a lo largo del Mediterráneo se posicionan a favor de la libertad de la pesca (entre ellos Francia, cuyo presidente, Nicolás Sarkozy, hace poco dio un discurso haciéndose pasar por el nuevo mejor amigo del atún rojo), mientras que países como Alemania y el Reino Unido, cuyas aguas han sido vaciadas del atún rojo, estaban a favor de las nuevas cuotas.

Esto no es sólo el resultado de la presión de las empresas de pesca comercial, aunque hay mucho de eso. La naturaleza del capital y el funcionamiento del mercado, por encima y más allá de voluntad alguna, es la explicación más profunda.

En primer lugar, está la cuestión de la línea de tiempo: El atún rojo vive durante décadas y tal vez no sea capaz de reproducirse hasta la edad de ocho años o más; hoy a menudo son capturados cuando solo tienen uno o dos años de edad. Así que la reconstrucción de las poblaciones tomaría algún tiempo. En segundo lugar, como hay muchísimo dinero para obtener haciendo trampa, quizá no sea posible hacer respetar las cuotas. Este factor se entrelaza con otro: el capital tiene una base nacional y todos los gobiernos se verán presionados para mirar hacia otro lado y dejar que sus flotas de pesca prosperen tanto como los otros países costeros. Tal vez sólo funcionaría la prohibición total, incluyendo de la comercialización del atún rojo. La reducción de las cuotas de pesca a largo plazo sería muy buena para la pesca, pero la cuestión de “salvar la industria pesquera” no tiene que ver con salvar ninguna industria en abstracto. El hecho innegable es que en el mejor de los casos algunas compañías pesqueras serían eliminadas y otras se contraerían y tal vez nunca se recuperaría el capital invertido.

En tercer lugar, para la producción capitalista tales asuntos se consideran “factores externos”: el costo para la sociedad y el planeta de no reducir las cuotas de pesca o de no impedir otros tipos de daño al medio ambiente, es enorme, pero ese costo no es necesariamente cubierto por el capitalista individual o una formación de capital cualquiera. Desde el punto de vista de las ganancias para las empresas pesqueras y los bancos que las financian y las economías capitalistas monopolistas nacionales en las que opera esta industria (inyectando el capital obtenido por la pesca lucrativa en los grandes circuitos de capital mediante la compra de embarcaciones y otros equipos, etc.), lo más racional es pescar atún rojo hasta que no quede nada más.

Este enfoque reducido es una locura, incluso desde el punto de vista de la ganancia capitalista a largo plazo, sin mencionar los intereses de la gente y el planeta. El Proyecto de Los Miles de Millones Hundidos del Banco Mundial y la FAO de la ONU indica que cuanto mayor capital sea invertido en la pesca, más peces serán capturados y menor será la población de pescado que queda, lo que requiere aún más capital (más barcos de pesca por períodos más largos de tiempo, etc.) para capturarlos y la reducción de la rentabilidad global de la industria, aunque no señalan que eso no se aplica necesariamente a la ganancias de ninguna empresa en concreto, que pueda prosperar comiéndose sus competidores. “Si se reconstruyeran las poblaciones de peces, las capturas marinas actuales podrían realizarse con aproximadamente la mitad del esfuerzo de pesca global actual”, concluye el informe. De hecho, una razón por la cual las empresas pesqueras requieren de los subsidios del gobierno para mantener su rentabilidad es porque hay demasiado capital invertido en la pesca. (Otras razones incluyen el calentamiento global, un problema que no es ajeno a los dictados de la rentabilidad y el mercado.)

Los peces del océano son parte de las fuerzas productivas, como la tierra, las materias primas, la maquinaria y tecnología, y las personas y sus habilidades, que producen la riqueza. Los peces tienen la particularidad poco común de ser la propiedad común de la humanidad (a veces llamados “los comunes”), al igual que la tierra solía ser antes del desarrollo de la sociedad de clases y sobre todo del capitalismo.

Los peces tienen el potencial de ser una fuente sumamente importante de alimento de alto contenido proteínico para la humanidad y para su placer también. Sin embargo, “los comunes” y además el trabajo colectivo de personas en todo el mundo no pueden usarse para el beneficio de la humanidad y su planeta, mientras el sistema capitalista monopolista basado en las ganancias de particulares prevalezca y la clase capitalista monopolista detente el poder político.

El problema radica en lo que el capitalismo requiere, en lo que el capital mismo requiere, lo cual tiene una relación antagónica a los intereses de la humanidad y el planeta. Los gobiernos deben responder a los dictados de la ganancia o si no, resultará en caos económico. Los políticos que representan el capital pueden desear o no desear salvar al atún rojo, pero está en marcha fuerzas mucho más poderosas que sus conciencias individuales. Incluso cuando se han promulgado leyes para salvar especies apreciadas en unas regiones mediante la restricción de la captura (por ejemplo, las anguilas en Holanda y el salmón rey en Alaska que en ambos casos, cabe señalar, requieren una baja inversión de capital), el carácter internacional del ciclo de vida de los peces y los efectos ambientales globales del capitalismo y el mercado mundial han limitado la efectividad de tales esfuerzos.

Tal como el colaborador más cercano de Carlos Marx; Federico Engels, escribió en la obra Dialéctica de la naturaleza: “No debemos, sin embargo, lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Esta se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le inferimos. Es cierto que todas ellas se traducen principalmente en los resultados previstos y calculados, pero acarrean, además, otros imprevistos, con los que no contábamos y que, no pocas veces, contrarrestan los primeros…

“No cabe duda de que cada día que pasa conocemos mejor las leyes de la naturaleza y estamos en condiciones de prever las repercusiones próximas y remotas de nuestras ingerencias en su marcha normal. Sobre todo desde los formidables progresos conseguidos por las ciencias naturales durante el siglo actual, vamos aprendiendo a conocer de antemano, en medida cada vez mayor, y por tanto a dominarlas, hasta las lejanas repercusiones naturales, por lo menos, de nuestros actos más habituales de producción. Y cuanto más ocurra esto, más volverán los hombres, no solamente a sentirse, sino a saberse parte integrante de la naturaleza…

“Pero también en este terreno una larga y a veces dura experiencia y el acopio y la investigación de material histórico nos va enseñando, poco a poco, a ver claro acerca de las consecuencias sociales indirectas y lejanas de nuestra actividad productiva, lo que nos permite, al mismo tiempo, dominarlas y regularlas.

“Ahora bien, para lograr esta regulación no basta con el mero conocimiento. Hace falta, además, transformar totalmente el régimen de producción vigente hasta ahora [el capitalismo] y, con él, todo nuestro orden social presente”.

Cuando se trata de algo tan complejo, a largo plazo y verdaderamente global como la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y empezar a tratar seriamente la amenaza del calentamiento global, entonces el destino del atún rojo que, después de todo, es solo un pez, debe servir como una advertencia.

El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar (aworldtowin.org), una revista política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas del mundo.

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