Revolución #181, 1 de noviembre de 2009


El vil veredicto de La ley y el orden sobre el asesinato del Dr. George Tiller

A Revolución:

El 31 de mayo de este año, el Dr. George Tiller, un médico comprensivo y de gran dedicación que practicaba el aborto, y cuyo mantra era “tengan confianza en las mujeres”, murió de un balazo en una iglesia de Wichita, Kansas. Lo asesinó un llamado “activista pro-vida”, un fanático reaccionario odiamujer.

El asesinato del Dr. Tiller marcó un parteaguas en la enorme fisura social respecto al derecho al aborto. Tras el asesinato, pequeños grupos de activistas tomaron una postura resuelta en defensa de su vida, su clínica y su trabajo. Pero el estallido nacional de protestas e indignación que se necesitaba tan urgentemente no se hizo. Y de las voces en el Congreso y la Casa Blanca que apoyan oficialmente al derecho a decidir, aunque unas respondieron con someras declaraciones de consternación, ni una maldita persona fue a Wichita para el funeral del Dr. Tiller, ni mucho menos exhortó a la gente a lanzarse a la calle para demandar un alto a los asesinatos de médicos que practican el aborto.

Ahora tenemos un episodio del programa televisivo de policías La ley y el orden que pronuncia un veredicto odioso sobre todo eso. El episodio, transmitido el viernes 23 de octubre, fue obviamente un comentario sobre el asesinato del Dr. Tiller: los personajes investigan el caso de un médico asesinado que practicaba abortos tardíos (como el Dr. Tiller); el médico había sido el blanco de amenazas repetidas e incluso un balazo (como el Dr. Tiller); y un fanático antiaborto lo mata de un disparo mientras está en la iglesia (como el Dr. Tiller).

Además, durante todo el episodio, se promueve una equivalencia falsa y mortal entre el asesinato de un médico comprensivo que practica abortos tardíos... y la práctica misma del aborto.

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Enmarcando este episodio está un incidente crucial que representa una profunda tergiversación de la realidad: un médico, al practicar un aborto, por casualidad saca a un bebé vivo y lo mata adrede (con el permiso de la mamá). Por medio de ese incidente fabricado y ficticio, se plantea una supuesta equivalencia falsa entre el aborto, el aborto tardío en particular, y el asesinato.

Los personajes principales de este episodio promueven la mentira de que el aborto es igual al asesinato y actúan conforme a esa mentira. El guión presenta a una fiscal que dice haber sacado inspiración del fallo Roe v. Wade [la cual despenalizó el aborto], pero luego se queda tan repugnada por las acciones del médico que se niega a procesar al asesino. De hecho, ella socava las posibilidades de que la fiscalía gane el caso, al entregar una evidencia a los abogados de la defensa (y eso en un programa que semana tras semana promueve acciones “un poco” perjudiciales para los derechos constitucionales de los acusados, al justificar las evidencias obtenidas por medios ilegales y la negación de evidencia a los abogados defensores [según el derecho en los Estados Unidos, el fiscal y los abogados defensores tienen la obligación de compartir entre sí la evidencia que descubren en el curso de las investigaciones para fundamentar sus argumentos]).

En sus argumentos finales al jurado, otro fiscal dice que las personas que creen que la “vida” comienza al momento de concepción (o de “viabilidad”) y las que creen que la “vida” comienza al momento de nacer, deberían compartir valores en común. Pero confundir la “vida” en general con la vida humana es un engaño moral. No toda la “vida” es igual. Todos nosotros destruimos millones de vidas cada día cuando nos lavamos las manos, sacamos la maleza del jardín, degustamos una comida o cuando nos hacen una cirugía. La vida humana es una forma de vida  particular y preciosa, con específicas implicaciones morales. Y esa vida humana parte de un momento específico: el nacimiento de un bebé humano, que ya no es un feto que depende de una mujer para su existencia.

La realidad es que para millones y millones de mujeres vivas y reales de Estados Unidos (sí, son millones), el aborto les ha permitido tener una vida, o por lo menos la oportunidad para tener a vida tal como esta sociedad le permite a la mujer. Y en los lugares donde el aborto no es legal, accesible ni al alcance de la mujer, o en los casos en que se le impide física o psicológicamente hacerse un aborto, no tener la opción del aborto significa que sus sueños de tener una carrera, estudiar, entablar amistades o una relación sentimental, tener una vida... se arruinan.

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En un mensaje al final del episodio, el personaje representado por Sam Waterston (el fiscal Jack McCoy) dice que en el pasado pensaba que había congruencia en la moral de las personas, y que las personas “pro-vida” se opondrían a la guerra y que las que defienden el derecho a decidir apoyarían los derechos humanos de los que todavía no han nacido. Pero dice luego con un suspiro que aquí no se halla dicha congruencia moral.

Ese es un paralelismo moral falso y extremadamente dañino. Sí, la gente “pro-vida” es completamente hipócrita; son personas que dicen preocuparse por la vida de los bebés, pero para ellos, es una traición a la patria decir que los niños pobres de este país tienen el derecho a la asistencia médica u oponerse a la matanza de niños por los aviones sin piloto y las tropas estadounidenses en Irak, Afganistán y Pakistán. Pero no es hipocresía, en verdad es completamente congruente, apoyar los derechos básicos de los seres humanos vivos y, como parte de eso, apoyar el derecho de la mujer al aborto y el derecho a decidir si quiere tener un hijo o no.

El relativismo moral respecto al aborto que ese episodio de La ley y el orden promueve tan agresivamente, sea como sea su intención, no es simplemente falso, sino muy peligroso. Afecta solo a un lado de la guerra cultural en torno al aborto. Es poco probable que los fundamentalistas cristianos que por casualidad ven este episodio se suman en una angustia moral a raíz de las reflexiones del personaje que Sam Waterston representa sobre la incongruencia de estar “pro-vida” y pro-guerra. La moral de ellos no tiene que ponerse a esas pruebas de lógica formal (o sea, no es necesario que tenga sentido). Tampoco tiene que ponerse a la prueba de la realidad o de los intereses de la humanidad. Se basa en una interpretación literal de las reglas draconianas y opresivas de la Biblia: “La Biblia lo dice/ así lo creo/ se acaba la discusión”. La manera en que se arrancará de tal locura a la gente es mediante una intervención directa con la realidad y la verdad.

Ese relativismo moral falso puede caer en oídos sordos respecto a los oponentes del aborto, pero su impacto es paralizante para el otro lado de la guerra cultural sobre el aborto; inmoviliza criminalmente a los que debieron haber salido a la calle tras el asesinato del Dr. Tiller, y que ahora deben estar en las calles defendiendo a los valientes proveedores de aborto que arriesgan la vida para ofrecer ese servicio a las mujeres.

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Se transmitió este episodio de La ley y el orden en un momento en que Barack Obama está llamando para la conciliación y los “puntos en común” entre asesinos odiamujeres y los que apoyan el derecho de la mujer al aborto.

Esa conciliación ha llevado a una situación en que, como ha dicho el periódico Revolución: una actitud de “puntos en común” lleva al asesinato.

Urge, al contrario, tener certeza moral, pasión y oponer una resuelta resistencia a los ataques al aborto.

— Alan Goodman

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