Revolución #182, 8 de noviembre de 2009


El horror de la violación tumultuaria de Richmond… y trazando las conexiones

El sábado 24 de octubre por la noche. Una joven de 15 años va a un baile de bienvenida de una escuela secundaria en Richmond, California. Debería ser un momento de relajo, de pasársela bien y disfrutar la compañía de amigos. La amiga de esta joven dijo que ésta llevaba semanas esperando el baile. “Cuando llegamos al baile juntas, ella dijo: ‘No puedo sino esperar entrarle a bailar’”. En cualquier sociedad sana, el mayor temor que le preocuparía serían las situaciones un poco embarazosas de la adolescencia.

Pero una ocasión que debió haber sido de alegría de repente se vuelve una pesadilla horrorosa. Un “amigo” la invita a cotorrear con un grupo de personas detrás de la escuela. Ahí, durante más de dos horas, más de diez hombres la golpean y la violan. En el curso de la agresión, los atacantes la violan con lo que se ha informado era un “objeto extraño”.

Mientras que con violencia y vileza le roban la humanidad a la joven, se congrega una muchedumbre —no para intervenir y detener este crimen contra la humanidad— sino para reírse y tomar fotos.

Pero por fin cuando alguien acude en ayuda a la joven, ella se ha quedado semiconsciente debajo de un banco. La aerotransportan en un helicóptero al hospital en condición crítica.

A todos ustedes que leen esto: Deténganse un minuto. Ciérrense los ojos —sí, en verdad, háganlo— e imagínense lo que esta joven sufrió. Imagínense concretamente el dolor físico indescriptible, la tortura mental y emocional, que ella tuvo que soportar. Imagínense la desesperación y el terror mientras esperara con cada fibra de su ser que alguien —cualquier persona— acudiera y la salvara de esta pesadilla. Imagínense la humillación de saber que una muchedumbre de personas se formaba con morbo ante el “espectáculo” de su destrucción, tomando fotos. Imagínense los ecos de las risas burlonas de sus atacantes y de la muchedumbre.

Después de imaginarse todo eso, vuelvan a abrirse los ojos. Mediten sobre este hecho: mucha gente en nuestra sociedad, tras la brutal violación tumultuaria de esta joven, hasta dice que la mujer se la buscaba, que fue de su propia culpa, que no debería haber salido sola.

Ahora, háganse a ustedes mismos estas preguntas: ¿Cuál ser humano de este planeta querría jamás semejante horror para sí mismo? ¿Y en qué clase de sociedad vivimos si una joven no puede ir a un baile de la escuela o salir sola a cotorrear sin el temor de ser víctima de los crímenes más brutales imaginables?

Piensen en esto: si alguien es víctima de un ataque a causa de su raza, orientación sexual u origen étnico, eso se clasifica como un crimen de odio (al menos a los ojos de cualquier persona de respeto) — y definitivamente se debe clasificar así. Pero por algún motivo, se permite cometer los crimines más horrorosos contra una mujer y se le califica de culpa suya o de “cosas de muchachos”.

¡Basta ya! Lo que le pasó a esta joven es un crimen de odio y un crimen contra la humanidad. Pero no basta con eso. Es necesario plantear preguntas espinosas sobre una sociedad en que se dan estas cosas y no solamente en este caso sino en todas las ciudades, zonas suburbanas y pequeños pueblos del país.

Conexiones

Hagámonos esta pregunta: ¿existe una conexión entre lo que pasó detrás de una secundaria durante un baile en Richmond y una industria multimillonaria de pornografía, la que transmite imágenes de mayor violencia, crueldad e inhumanidad y cuyo mayor público son hombres menores de 20 años de edad? ¿Existe una conexión entre lo que pasó en el suelo y las hojas de los árboles una oscura noche californiana y una sociedad en que casi todas las religiones dividen la mitad femenina de la humanidad entre vírgenes y putas y que menosprecian a las mujeres en relación a los hombres? ¿Existe una conexión entre el horror detrás del gimnasio y una cultura que presiona a las mujeres jóvenes para que se vendan como objetos sexuales y midan su propio valor con ese criterio y que ridiculiza y vilipendia a las mujeres jóvenes que tienen curiosidad acerca de las relaciones sexuales, mientras que ensalza a los varones como sementales que ven en las mujeres unas conquistas más para registrar en sus haberes? ¿En que los medios de comunicación trafican gozosos con cada contratiempo y cada error en la vida de una Britney Spears, una Whitney Houston o una Lindsay Lohan con la finalidad de celebrar ritos humillantes que son tan horrendas como de alta tecnología, regando de forma inmisericorde imágenes de estas mujeres cuando las pesquen en sus momentos de mayor vulnerabilidad? ¿En que los “guardianes de la moral” atacan y calumnian por insensibles y “asesinas de bebés” egoístas a las mujeres por pretender controlar su reproducción… y menosprecian a las mujeres que de plano deciden no tener hijos? ¿En que una de cada tres mujeres que se alisten en las fuerzas armadas estadounidenses será víctima de la agresión sexual o de la violación de parte de sus “compañeros de la tropa”, como parte de un horror más amplio? ¿En que cada día en Estados Unidos más de 600 mujeres son víctimas de la violación o de la agresión sexual y no se hace nada en serio para detener esto?

Para colmo, ¿existe una conexión entre todo eso y un sistema que se ceba de esa moral, que la inculca en los hombres jóvenes en los equipos de deportes de las secundarias, que la refuerza en las leyes y campañas políticas, que la alienta en sus fuerzas armadas como parte importante de condicionar a los soldados masculinos jóvenes para que maten sin conciencia y que utiliza esa moral y ese condicionamiento con el fin de comercializar todo, desde los automóviles que manejamos hasta la cerveza que tomamos?

Si este sistema no tuviera ningún otro aspecto negativo salvo el horror de lo que pasó en Richmond, California, con sus profundas raíces y ramas torcidas, ¡pues eso en sí sería más que suficiente justificación para hacer la revolución!

Y de hecho para detener esta clase de horror, será necesario nada menos que esa clase de cambio social fundamental, nada menos que una revolución.

Caminos falsos… y una respuesta real

No obstante, las mujeres y los hombres sabios de los medios de comunicación no están hablando de esto ni dejan que se transmita. Arman mucho escándalo acerca de lo deplorable de la violación y a la vez hasta la aprovechan para fomentar una agenda de aún más represión, aún más policías, aún más vigilancia. Dejemos de lado el hecho de que los mismos policías en que quieren que confíe la gente tienen triste fama de explotar y, sí, violar a las mujeres en condición de vulnerabilidad con que se encuentren en el curso de sus deberes.1 Piensen no más en el hecho de que los lugares de la sociedad que más se han “asegurado”, o sea, las cárceles, son precisamente los lugares en que más se ha generalizado la violación. ¿Es eso lo que nosotros realmente queremos, los que ustedes realmente quieren? ¿Una sociedad con aún más policías, que se parece aún más a las cárceles que han brotado como hongos en las últimas tres décadas? ¿Una sociedad en que la respuesta para todo es aún más fuerza represiva, una fuerza, fíjese, la cual se dirige y se maneja desde los mismos organismos gobernantes que no solo han permitido sino que han fomentado las relaciones opresivas y las ideas que supuran, crecen y asfixian a la gente en primer lugar?

Respecto a los voceros y lo que predican en la televisión por cable, es el colmo de la hipocresía que siquiera hablen estas personas sobre esta cuestión ni hablar de sermonear las 24 horas al día sobre el mismo tema, pues en los medios informativos, estas mismas personas azuzan los citados ritos de humillación a mujeres prominentes, hacen lo que puedan para convertir a las personas en esta sociedad en una nación de paparazzi2 y espectadores de turbas de linchamiento y callan estos crímenes escandalosos cuando los cometan sus propias “fuerzas de seguridad”. No tienen derecho de hablar y las alternativas que plantean solamente harán que las personas se atasquen más profundamente en la arena movediza que está arrastrando rápidamente a todo el mundo hacia el fondo.

Hablemos de una alternativa real.

La revolución —la verdadera revolución— ha dado pasos enormes hacia la eliminación de la violación, como parte de una orientación general de superar la opresión de la mujer — de verdaderamente posibilitar que las mujeres sean plenos actores en la sociedad, libres de las cadenas de la tradición y de la violencia que impone esas cadenas. Esa revolución se propone desmantelar todas las instituciones, todas las formas de la sociedad en general y de lo más íntimo de las personas, que sometan a la mujer, la humillen y la degraden y que supriman violentamente —sí, violentamente— la propia humanidad. Hemos hablado de eso con detenimiento en Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad que publicamos en marzo de 2009. Entrarle a esta Declaración —y difundirla— debería tener alta prioridad para cualquier persona que quedara conmovida por la violación tumultuaria en Richmond.

Aun antes de que se pueda hacer una revolución, tenemos que ponernos a cambiar esto AHORA, como parte de demostrar a la gente que se puede forjar un camino completamente diferente... como parte de elevar las aspiraciones de la gente hacia lo que se podría lograr si tuviéramos el poder… como parte de animar y apoyar a aquellos que sí odian estas cosas. Solamente la gente puede hacer esto. La gente que está dispuesta a asumir una posición en contra cuando ocurran estas cosas... la gente que tiene una moral diferente sobre las relaciones entre hombres y mujeres y que desafía y se pone en pie contra estas feas cosas dondequiera y cuando quiera que se manifiesten, desde lo horroroso hasta lo aparentemente pequeño... la gente que ve todo lo que hace como parte de construir una cultura diferente y valores diferentes, que van directamente en contra de las relaciones e ideas dominantes de la sociedad y como parte de dar origen a un mundo completamente diferente y la gente que hace todo lo que pueda para vivir según esa ética.

Es posible forjar los cimientos para un cambio fundamental concreto en la sociedad por medio del proceso de tire y afloje de resistir los crímenes del sistema y de luchar con la gente que vive bajo este sistema y que se deja llevar por los valores del sistema para que rompa con esa degradación —y llevar a cabo ambas cosas como parte de contribuir a hacer la revolución y forjar un camino completamente diferente.

Si usted es una de esas personas dispuestas a ponerse en pie contra la locura ahora... o si quiere ser una de esas personas... pues, tenemos que hablar.

“La mujer no es una reproductora. No es un ser de menos. No es un objeto creado para el gozo sexual del hombre. La mujer es un ser humano capaz de participar plena e igualmente en toda esfera de la actividad humana. Cuando a la mujer se le restringe, eso frena el avance de la humanidad en conjunto. La mujer tiene que conquistar la liberación y solamente se liberará por medio de la transformación revolucionaria del mundo y la emancipación de toda la humanidad y al ser una poderosa fuerza motriz en dicha revolución…

“En un momento en que tan pocos se atreverán a hacerlo, esta declaración clama por algo que no se ha visto en generaciones: una resistencia masiva consecuente de mujeres y hombres por todo el mundo que no permiten que se oprima a la mujer, que la golpeen, la encarcelen, la insulten, la violen, abusen de ella, la acosen, la exploten, la asesinen, que le escupen o que le echen ácido, que la manoseen, la avergüencen y la subvaloren sistemáticamente”.

— un pasaje de “Una declaración: Por liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad”, Revolución #158 (8 de marzo de 2009) que se vende en las librerías Libros Revolución alrededor del país y que se puede descargar en línea en http://revcom.us/a/158/Declaration-es.html.

1 En un ejemplo reciente, dos agentes del Departamento de Policía de Nueva York fueron acusados en abril de haber violado a una mujer ebria a la cual habían “escoltado a su casa”. nydailynews.com/news/ny_crime/2009/04/28/2009-04-28_nypd_cops_charged_in_rape_of_druken_woman_they_escorted_home.html. [regresa]

2. Se refiere a los fotógrafos parásitos que es especializan en tomas de celebridades en momentos embarazosos. [regresa]

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