Revolución #192, 14 de febrero de 2010


Obama y la guerra de Afganistán... Un año después y ¿dónde están los estudiantes?

Parte 2

Nota de la redacción: Ésta es la segunda parte de “Obama y la guerra de Afganistán... Un año después y ¿dónde están los estudiantes?” La primera parte se publicó en el número #190 del periódico Revolución.

En la primera parte explicamos cómo los estudiantes estaban reaccionando a la intensificación de la guerra de Afganistán por Obama. Continuaremos eso en este artículo y trataremos algunas de las suposiciones detrás de esos comentarios y sugeriremos algunos de los retos, las necesidades y el potencial que esto plantea para los comunistas revolucionarios en este momento político.

Estados Unidos: ¡¿una fuerza para el bien?!

Concluimos la primera parte con los comentarios de Mira, una estudiante que expresó oposición a la guerra de Afganistán y al “militarismo” generalmente, pero luego añadió:

“No creo necesariamente que el gobierno debe actuar como yo quisiera que actuara, porque entiendo que mi papel como ciudadana es distinto al papel de los actores estatales en términos de las decisiones que necesitan tomar como agentes del estado. Entonces, lo que estoy tratando de decir es que, en mi opinión, mi papel no es forzosamente el de parar el aumento de tropas o hacer que el gobierno cambie su política, en particular porque me parece que hay cierta opinión entre los que tienen que ver con tales decisiones de que los militares y el comandante en jefe son quienes deben tomar las decisiones sobre los asuntos militares”.

Examinemos este comentario, porque refleja algo que va mucho más allá de solamente las creencias personales de Mira. Examinemos la suposición que motiva este comentario…

Para argumentar que es mejor dejar las decisiones acerca de Estados Unidos y su papel en el mundo en manos del gobierno y ejército norteamericanos, uno tiene que aceptar, conscientemente o de otra forma, una suposición subyacente básica: que aún si Estados Unidos hace “algunas cosas malas” en el mundo, es en última instancia y en un sentido general y básico una fuerza para el bien. Sin aceptar esa premisa, no tiene sentido argumentar que los políticos y generales norteamericanos deben decidir el futuro de la guerra de Afganistán y el papel de Estados Unidos en el mundo.

Y el argumento que Estados Unidos es (al menos principalmente) una fuerza para el bien en el mundo a su vez refleja una falta de entendimiento acerca de lo que Estados Unidos en realidad hace alrededor del mundo y por qué lo hace.

Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, ha observado sucinta pero profundamente que: “La esencia de lo que existe en Estados Unidos no es democracia, sino capitalismo-imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo que Estados Unidos lleva al resto del mundo no es democracia, sino imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen”.

En la universidad #1 cuando les preguntamos a los estudiantes por qué pensaban que Estados Unidos estaba en Afganistán, generalmente nos dieron una versión de una de las siguientes repuestas (o ambas):

1) Estados Unidos está en Afganistán para llevar la “estabilidad” y la “democracia” al país.

Aun en los casos cuando los estudiantes consideraban esta misión como equivocada, innecesaria o no realista, todavía creían que era en realidad la misión que persigue Estados Unidos. Además, aun si los estudiantes reconocían hasta cierto punto que “promover la democracia” no es lo que Estados Unidos está haciendo ahora en Afganistán, parecía que todavía esperaban que el ejército norteamericano pudiera jugar este papel en el futuro.

Una conversación con Sophie, una estudiante de segundo año, concentró estos sentimientos.

“Personalmente me siento que desde el inicio, yo pensaba que no era nuestra tarea asegurar la estabilidad de la democracia en Afganistán, pero así lo hizo Bush”, dijo. “Así que yo no pienso que es particularmente nuestro deber como norteamericanos asegurar que todo el mundo sea democrático, aunque ésa es más o menos la posición histórica que tomamos con todas las guerras que lanzamos, especialmente en Vietnam, la guerra fría y cosas semejantes, como la crisis de los misiles en Cuba”.

Un poco después explicamos el análisis del periódico Revolución.

“Estoy completamente de acuerdo con eso”, respondió Sophie. “En los otros casos, y en otras guerras en que hemos metido, en realidad tenemos intenciones imperialistas pero medio lo encubrimos con esta idea de que estamos llevando la democracia al mundo y estamos ilustrando al mundo. Y creo en primer lugar que no debíamos haber ido allí nunca”.

Pero luego Sophie repitió: “Creo que retirar sin establecer la democracia probablemente desperdiciaría esta oportunidad”.

2) Estados Unidos está en Afganistán para luchar contra el terrorismo.

Los estudiantes que respondieron así dijeron que Estados Unidos invadió a Afganistán por los ataques del 11 de septiembre y/o dijeron que Estados Unidos estaba en Afganistán con el propósito de luchar contra Al Qaeda, el Talibán y el terrorismo.

Este discurso también se basa, otra vez quizá no conscientemente, en la idea que el ejército norteamericano son los “buenos” en el mundo que están luchando para eliminar los “malos”.

Para sostener que Estados Unidos es una fuerza contra el terrorismo, es necesario sostener que no está infligiendo el terror, o al menos no con el nivel de intención o al mismo grado que la fuerza contra la que luche.

En realidad la historia de Estados Unidos en el Medio Oriente es una de infligir repetida y sistemáticamente niveles atroces de terror sobre personas inocentes en el servicio de imperio, en una escala sin comparación con ninguna otra fuerza en el mundo.

Miremos unos pocos ejemplos de lo que Estados Unidos está haciendo en Afganistán. Tomemos este pasaje de un artículo de Carlotta Gall, periodista del New York Times:

“Fotos tomadas con un móvil que he visto yo muestran al menos 11 niños muertos, algunos con heridas de explosiones y sacudidas, entre 30 y 40 cadáveres tendidos en la mezquita de la aldea. Diez días después de los bombardeos, los aldeanos excavaron la última víctima de debajo de los escombros, un bebé de unos meses de edad. Su angustia y dolor todavía son palpables” (http://www.nytimes.com/2008/09/08/world/asia/08afghan.html).

¿Eso suena como “luchar contra el terror” o infligirlo?

Ay, pero ese bombardeo tuvo lugar cuando Bush todavía era presidente. Ahora tenemos a Obama, lo que ha llevado repetidamente a escenas como ésta:

“Los aldeanos llevaron camiones llenos de cadáveres, la mayor parte mujeres y niños, a la capital de la provincia…Mohammad Nieem Qadderdan, el ex alto funcionario del distrito de Bala Baluk, le dijo a AP por teléfono que vio decenas de cadáveres cuando viajó a la aldea de Gerani. ‘Los aviones bombardearon estas casas que estaban llenas de niños, mujeres y ancianos. Las personas están excavando en los escombros con palas y las propias manos’. Qadderdan dijo que había ‘más víctimas civiles eran que en Azizabad’” (http://www.guardian.co.uk/world/2009/may/06/100-feared-dead-afghanistan-raids).

¿Eso suena como “luchar contra el terror” o infligirlo?

¿Y qué del aeródromo de Bagram, la tristemente célebre prisión y cámara de tortura de Estados Unidos en Afganistán? Después de un año de la presidencia de Obama, Estados Unidos todavía mantiene en secreto a cientos de presos en Bagram, sin cargos ni juicio (http://www.aclu.org/national-security/bagram-foia).

¿Eso suena como “luchar contra el terror” o infligirlo?

Los ejemplos de la conducta de Estados Unidos en Afganistán van de la mano con las acciones del ejército norteamericano en general en el Medio Oriente con las redadas contra hogares durante la noche en las cuales soldados norteamericanos tumba las puertas a patadas y se llevan a inocentes a punta de pistola en frente de sus hijos; y el uso de aviones no tripulados, controlados a distancia por pilotos en Estados Unidos, para volar en pedazos a personas en Pakistán.

Mientras los gobernantes estadounidenses siguen argumentando que la “lucha contra el terror” los motiva, sus acciones cuentan una historia diferente y horriblemente inmoral. Además, cabe señalar que aferrarse a la idea que Estados Unidos esté en Afganistán para “luchar contra el terror” fácilmente puede llevar a argumentar que la guerra de Afganistán antes era inmoral pero que ahora es necesaria a fin de llevar “estabilidad” al país y a la región.

Daniel, un estudiante de doctorado, hace precisamente este argumento. Dijo que, como principio, en general se opone a la guerra y que también se opone a la invasión norteamericana de Afganistán en particular porque la considera que “se hizo medio precipitadamente, decidida por la emoción”.

Sin embargo Daniel defendió el último aumento de soldados por Obama.

“Al inicio yo no estaba de acuerdo con la guerra”, dijo Daniel. “Pero el hecho de que las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN están allí, por eso, la intensificación es un mal necesario. Porque la estrategia actual no funciona y el retiro unilateral llevaría a repercusiones mucho peores”.

¿Cuáles “repercusiones mucho peores”?

“Más inestabilidad en la región”, respondió.

En la universidad #2, en general había más desconfianza, si no un entendimiento completo, de los motivos y objetivos de Estados Unidos en el Medio Oriente.

“Mi opinión es que es una cortina de humo”, dijo Ryan. “En realidad se trata del petróleo. Habrá miles de millones de dólares de divisas si Estados Unidos lograra controlar el petróleo del Medio Oriente”.

“Yo creo que se trata de algo territorial”, dijo Angela, una afroamericana-panameña. “Es lo mismo que Panamá. Es lo mismo que Puerto Rico. Es lo mismo que Cuba”.

Luego en la conversación, cuando planteamos el análisis del periódico Revolución, Angela respondió: “Estados Unidos es solamente un bravucón…Los únicos países que no van a poder mangonear son los europeos. Van a tratar de controlar a los países del ‘tercer mundo’…Van a seguir y seguir hasta que no hay nada más para conquistar”.

Es claro que la búsqueda del control del petróleo y territorio son elementos claves de por qué Estados Unidos está en Afganistán, pero eso no es el quid del asunto: Estados Unidos no busca el petróleo y la tierra como fines en sí sino como los medios para promover y expandir un imperio y un sistema económico de capitalismo-imperialismo. Asimismo, mientras que en la universidad #2 se entendía a un nivel que Estados Unidos no es una fuerza benévola que lleva la democracia a los territorios que ocupa, no había un entendimiento fundamental de por qué el ejército norteamericano mangonea y aterroriza a personas alrededor del mundo, o sea, no solamente porque puede hacerlo sino porque el sistema imperialista que apuntala depende de él.

Puntos de vista divergentes y contradictorios acerca de Obama

Volviendo a un punto que recalcamos al inicio de este artículo, Obama, después de todo, fue el que formuló y anunció la intensificación reciente de la guerra de Afganistán. Dado que tantos jóvenes en este país creían que la presidencia de Obama iba a ocasionar un cambio dramático en la manera en que Estados Unidos lleva sus relaciones con el resto del mundo, era natural preguntarse a qué grado el aumento de soldados había alterado esta idea.

Las respuestas de los estudiantes a esta pregunta cambiaron de una entrevista a otra, y algunas veces en la misma entrevista.

En la universidad #1 algunos estudiantes estaban dispuestos a hacer excusas para Obama que reconocieron que no hubieran hecho para Bush. Casi la mitad dijo que con Obama al mando, tenían otra actitud acerca de la guerra de Afganistán.

Otros estudiantes, sin embargo, expresaron sentimientos de frustración, desilusión o decepción con la intensificación de la guerra por Obama y dijeron que eso había afectado negativamente su opinión respecto a él.

“No estoy contento con eso [el aumento de soldados], y no creo que Obama está haciendo algo muy diferente que lo que Bush hizo en muchos aspectos”, dijo un estudiante del último año en la universidad #1 que no quería que se publicara su nombre.

Por otro lado, Mira reconoció que estaba haciendo excusas: “Me doy cuenta de que esto es una tontería porque no tengo ninguna justificación salvo mis sentimientos acerca de ellos como personas y políticos”, dijo. “Pero pienso que si Bush hubiera tomado la misma decisión, quizás yo no estaría diciendo, ‘Ah, quizás están tomando la decisión correcta y yo simplemente no tengo toda la información que tiene el gobierno”.

Pero, continuó Mira, “yo creo que esta decisión me hace repensar mi imagen de Obama y qué tipo de político es en comparación con lo que yo me imaginaba. Y pienso que eso es algo que todo el país está experimentado ahora y con la reforma sanitaria, medio estamos comparando el Obama real con el Obama idealizado que queríamos que fuera”.

Curiosamente, en la universidad #2, había menos ambivalencia acerca de Obama: los estudiantes estaban enojados y se sentían que Obama los había traicionado.

“Yo lo apoyaba”, dijo Ryan. “Pero me hace preguntar, ¿para quién precisamente voté? Obama estaba predicando el cambio. Ya ha pasado un año y no ha habido ningún cambio”.

“Yo pienso que era un engaño”, dijo Angela. “Pienso que su intención de llegar a ser presidente, la gente estaba tan cautivada por el hecho de que es un presidente afroamericano que nosotros, como que nos tenemos puestos tapaojos, no vimos las cosas en que realmente debemos centrar nuestra atención. Así que con el hecho de que él está mandando a 30.000 soldados, no estamos centrando nuestra atención en el hecho que él se contradijo a sí mismo. Estamos diciendo, ‘ay, ahora tenemos a Obama’. Me entiendes, diablo ese, o sea, Bush, ya se fue”.

El pesimismo, la parálisis, la pasividad

Hasta este punto hemos tratado de dar una idea de la complejidad y la disparidad en el pensamiento de los estudiantes acerca de la guerra de Afganistán y el papel que Estados Unidos desempeña en el mundo.

Sin embargo, había un tema que se expresó repetidamente en ambas universidades:

Cuando preguntamos a los estudiantes qué era su papel en resistir a la guerra, la abrumadora mayoría de los estudiantes indicaron que no se veían a sí mismos en ese papel.

Algunos dijeron que no se sentían que sabían lo suficiente acerca de la guerra o que ésta no los afectaba directamente, al grado en que les representara una preocupación importante.

Cuando le preguntamos a Ryan, el estudiante de la universidad #2 que describió la guerra de Afganistán como “una guerra injusta desde el inicio”, qué necesitaría para que él participara en manifestaciones contra la guerra, respondió:

“Pues, si fuera enviado a la guerra un pariente, mi hermano o mi primo, yo tendría más ganas de protestar. Pero por ahora, no voy a estar en las primeras filas contra la guerra”.

Daniel, el estudiante de doctorado que entrevistamos en la universidad #1, respondió a esta pregunta desde otro ángulo:

“No creo que aquellos que votan en este país deberían tener voz ni voto en decidir si terminar estas guerras y cuándo”, dijo sin rodeos Daniel.

¿De veras?

“Ciertas decisiones deben estar en las manos de especialistas”, dijo Daniel. “El pueblo norteamericano tiene una responsabilidad para cuando empiecen las guerras, pero una vez empezadas, hay que delegar poderes a los funcionarios elegidos y al ejército”.

Otras conversaciones, especialmente en la universidad #2, daban a entender que un factor clave en la renuencia de los estudiantes de resistir a la guerra en Afganistán era la idea de que si se pusieran de pie, nuestra sociedad en general no los respaldaría.

“Se necesitará mucho [para parar la guerra]”, dijo Howard. “Pienso que todas las marchas y protestas de antes que se celebraron contra el gobierno o contra la guerra siempre terminaron mal. Siempre reciben la etiqueta de radicales. ¿Me entiendes? Quieren expresar tanto sus pensamientos que les parecen irracionales a algunas personas. Así que sería difícil para mí participar en una protesta”.

Para otros, su escepticismo acerca de la viabilidad de la resistencia venía con un reconocimiento de que simplemente no vivimos en una época de la protesta generalizada, el pensamiento crítico y el levantamiento. Algunos estudiantes contrastaron el clima político de hoy con el de los años 1960.

“Todos tendríamos que unirnos como nación para resistirla”, dijo Aliqua. “Y hasta que ocurra eso, el pueblo no tendrá la fuerza, o si lo tiene, está muy metido en su propio estilo de vida. No es como aquella época cuando todos nosotros nos unimos en ciertas situaciones”.

“¿Cuándo dices ‘aquella época’, te refieres a los años 1960?”, le preguntamos.

“Sí”, respondió. “En los años 1960 resistimos a muchísimas cosas. Hoy ya no es así. Muchos tienen miedo”.

En nuestra discusión con Angela le comentamos que los estudiantes en los años 1960 organizaron seminarios contra la guerra.

“¿Cómo Mario?”, preguntó.

“Sí, como Mario Savio”, respondimos. “Como debates acerca de la guerra de Vietnam”.

“No tenemos eso ahora”, respondió. “No se ve eso en la universidad”.

Pero se pudiera haber dicho lo mismo al comienzo de los años 1960…

“Así son las cosas... y es posible transformarlas – mediante la lucha”

Después de la masacre de estudiantes por la Guardia Nacional en las universidades estatales de Kent y Jackson, el presidente Richard Nixon le encomendó a una comisión compuesta de un jefe de policía, un ex gobernador y unos académicos la tarea de analizar la situación en las universidades estadounidenses. En el otoño de 1970 la comisión presentó su informe.

En un pasaje, el informe contrastó el clima político al comienzo y al fin de los años 1960:

“Cuando empezó la década la gran mayoría de los estudiantes norteamericanos eran apolíticos o estaban dedicados a trabajar pacíficamente para el cambio en el sistema actual. Al fin de la década, números cada vez mayores de estudiantes aceptan un análisis radical de la sociedad norteamericana y pierden las esperanzas de la posibilidad del cambio social pacífico”.

¿La moraleja de eso? Así cambian las cosas.

Eso no quiere decir que el actual terreno político esté predestinado hacia lo mejor. Tener esa idea solamente conducirá a otra forma mortífera de parálisis. Uno u otro tipo de cambio es inevitable; las personas, las circunstancias y las sociedades no están en reposo sino que están en movimiento constante. Aún está por verse cuándo y cómo ocurrirá este cambio y qué tipo de cambio será.

Estas preguntas son las mismas que Bob Avakian trata con gran profundidad en su nueva charla, “Contradicciones todavía por resolver, fuerzas que impulsan la revolución”. Resumir el extenso análisis que hace esta charla sobre las cuestiones, los retos, las contradicciones y la necesidad que los revolucionarios confrontan rebasa el ámbito de este artículo. Pero Avakian recalca algunos puntos en su charla que es muy importante subrayar en la conclusión de este artículo.

El primero es su formulación, al retomar algo que dijo un camarada dirigente del partido: “Así son las cosas... y es posible transformarlas – mediante la lucha”.

Al desarrollar este punto, Avakian dice:

Lo que esta formulación recalca es el enfoque materialista que parte de las condiciones objetivas con las que tenemos que trabajar —y trabajar sobre ellas y transformarlas— y que existe, en esas mismas condiciones objetivas, la base material —no una certeza, ni un proceso o fuerza sobrenatural, sino una base material objetiva concreta— que hace posible una repolarización para la revolución”.

Un poco más adelante en su charla, Avakian recalca otro punto que está muy directamente relacionado con ese punto:

Se ha recalcado el punto de que de hecho lo disparejo es la base sobre la que se da el cambio y que la base para el cambio que lo disparejo proporciona puede representar un enorme punto fuerte para las fuerzas revolucionarias y nacientes”.

Al aplicar estos puntos al actual clima político en las universidades y en ello la particularidad de las reacciones de los estudiantes a la intensificación de la guerra de Afganistán por Obama, se puede ver que la enorme disparidad y contradicción en las percepciones actuales de los estudiantes también conllevan el potencial para el cambio radical e incluso revolucionario de esas percepciones. Aunque nuestras entrevistas descubrieron una enorme falta de claridad acerca de por qué Estados Unidos está en Afganistán y lo que está haciendo allí y aunque descubrieron una acomodación significativa a una guerra injusta y criminal, había también un claro sentimiento de inquietud, oposición (si bien no principalmente oposición activa) y malestar con el aumento de soldados de Obama y con la guerra de Afganistán en general.

Además, los siguientes son hechos objetivos: Las guerras por el imperio no solamente son criminales sino también completamente innecesarias; no benefician los intereses de la abrumadora mayoría de la humanidad; solamente persisten gracias al sistema capitalista-imperialista mundial que existe; y en consecuencia sólo es posible eliminarlas por medio de una revolución que acabe con ese sistema.

Este análisis no corresponde a la manera en que la gente espontáneamente entiende la guerra de Afganistán pero corresponde a la realidad; cuanto más las fuerzas revolucionarias salgan a través de la sociedad, lo que incluye de manera crucial, las universidades, y pongan al descubierto esta realidad, más grande es el potencial que existe para ganar a los estudiantes y a las masas en general a dejar de consentir los crímenes de su gobierno.

En resumen, nuestras entrevistas con los estudiantes reflejan un proceso inconfundible de bregar, si bien a veces de manera subconsciente y debajo de la superficie, con unas cuestiones que, en lo fundamental, solamente es posible resolver con la revolución y el comunismo.

La tarea básica ante los comunistas revolucionarios en relación con la guerra de Afganistán y con la intensificación de esa guerra por Obama es desenmascararla como el horroroso producto de un sistema imperialista intolerable y anticuado que se puede y se debe eliminar por medio de la revolución y forjar una poderosa resistencia contra esa guerra que se base en este entendimiento… y que se base en la necesidad de repolarizar la sociedad como parte de prepararse para esa revolución.

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