Revolución #208, 25 de julio de 2010


La entrevista de Revolución

Una sección especial para que nuestros lectores se familiaricen con las opiniones de importantes figuras del arte, la música y la literatura, la ciencia, el deporte y la política. Los entrevistados expresan sus propias opiniones, naturalmente, y no son responsables de las ideas que aparecen en otras partes de este periódico.

Robert Perkinson: Texas duro: El auge del imperio carcelero de Estados Unidos

Robert Perkinson es profesor de Estudios Estadounidenses en la Universidad de Hawai’i y autor de Texas Tough: The Rise of America’s Prison Empire [Texas duro: El auge del imperio carcelero de Estados Unidos] (Metropolitan Books/Henry Holt, 2008), una amplia historia del sistema penal desde los tiempos de la esclavitud hasta el presente, con un enfoque particular en Texas. Revolución habló con Perkinson después de una reciente presentación del libro en Libros Revolución-Nueva York. A continuación la primera parte de la entrevista; próximamente se pondrá la entrevista completa en línea en revcom.us.

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Parte 1: La larga sombra de la esclavitud

Revolución: Su libro se adentra profundamente en la historia y la realidad actual del modelo vengativo de prisiones en Texas. ¿Les puede dar a nuestros lectores algún contexto y perspectiva de lo que presenta en su obra?

Robert Perkinson: Texas es el estado más encerrado en el país más encarcelado en el mundo. No ha estado nunca un país nominalmente democrático que haya encarcelado un porcentaje tan grande de su ciudadanía. Y Texas realmente ha estado en el epicentro de ese cambio contrarrevolucionario que se ha extendido sobre la sociedad de EE.UU. durante los últimos 40 años. Ahora tenemos 2.4 millones de personas en prisión, 170.000 de ellas en Texas, más de cualquier otro estado. La promesa de la rehabilitación, por fugaz que fuera, se ha derrumbado en buena parte en nuestras prisiones y cárceles; de hecho son almacenes para los pobres, los enfermos mentales y los drogadictos — los marginados de la sociedad. Mi libro examina el gran desfile de la historia de EE.UU., así como la historia de las prisiones y su entrelazamiento con lo político y lo económico. Sostiene que la historia tradicional de las prisiones que típicamente narra una historia arraigada en el Noroeste, una historia de “buenas intenciones que salieron mal”, en realidad importa menos que la historia del Sur, el cual no es de buenas intenciones que salieron mal sino de malas intenciones que salieron peores. Aunque en apariencia las penitenciarías del Norte se construyeron para rehabilitar, en el Sur se construyeron para castigar, explotar la mano de obra y solidificar más la división racial. Es un modelo de encarcelamiento que realmente ha saltado a primera plana hoy.

Revolución: En el libro escribe que “en la esfera del castigo, todos los caminos dan a Texas”. Su obra examina a fondo el motivo de eso, empezando con los tiempos de la esclavitud en Texas y antes, y esto sí merece ser estudiado. ¿Pero puede explicar a grandes rasgos lo que quiere decir con “todos los caminos dan a Texas”?

Robert Perkinson: Por dos razones creo que Texas ofrece el ejemplo de encarcelamiento en masa más ilustrativo. Una razón es que tiene el sistema más grande y severo del país. Ejecuta a más gente, tiene más gente entre rejas, en aislamiento “supermax” y más establecimientos con fines de lucro que cualquier otro estado. También encarna muy bien el modelo sureño de encarcelamiento: en su mayor parte la infraestructura penal está construida sobre antiguas plantaciones de esclavos, precisamente en los condados que tenían el mayor número de esclavos antes de la emancipación. Así que la infraestructura penal se alzó de las ruinas de la esclavitud, como el ave fénix.

Pero hay otra razón. Se puede encontrar severidad y raíces en la esclavitud igualmente o más prominentes en Luisiana o Misisipí, pero Texas tiene la distinción de tener una influencia política nacional mucho mayor que los estados más atrasados como Misisipí y Luisiana. Para la segunda mitad del siglo 20, Texas había perfeccionado el modelo de castigo basado en la plantación y por eso llegó a ser la contraparte conservadora al régimen supuestamente liberal y caritativo de California. Y mientras el país viraba hacia la derecha políticamente tras el derrumbe de la Gran Sociedad, tras la guerra de Vietnam y tras las rebeliones urbanas de los años 60, ese modelo texano se volvió el modelo para la nación. Antes, los analistas políticos y los estudiosos de los penales habían considerado a Texas como una especie de recordatorio anacrónico al viejo Sur. Pero ahora empezaron a considerarlo como un faro y no un charco atrasado. Y otros estados empezaron a seguir y emular a Texas, centrándose en la mano de obra, recortes de costos y la imposición de una disciplina al estilo militar. Todas las prisiones son autoritarias, pero Texas es más bien totalitario. Sostengo que realmente tomó la delantera en esta contrarrevolución punitiva en la política y el estudio de los penales en EE.UU.

Revolución: ¿Puede hablar más acerca del vínculo con la esclavitud? En una sección subtitulada “La larga sombra de la esclavitud”, señala que aunque existen diferencias obvias entre la esclavitud literal y las prisiones, “las prisiones texanas continuaron muchas de las prácticas y tradiciones esenciales de la esclavitud”.

Robert Perkinson: Bueno, hay dos formas en que las fantasmas de la esclavitud siguen viviendo en la política y las prisiones de Texas. Lo más concreto es el ritmo de la vida cotidiana y las prácticas disciplinarias de las propias instituciones. La forma de organizar el trabajo bajo la esclavitud fue el sistema de tareas en cuadrillas: había un capataz blanco, a veces aun un negrero, y había una cuadrilla de trabajadores en los campos para cumplir una cuota para el día. Ese estilo de trabajo se vino abajo y fue reemplazado por la aparcería y el arrendamiento de tierras en el Sur tras la emancipación, y sobrevivió solamente en las prisiones del Sur, el único lugar donde aún se puede ver esa forma de organización de trabajo. (En cierto grado aún se puede ver esta forma de trabajo en algunas muy severas granjas corporativas proletarizadas en California y en algunos otros lugares con trabajadores agrícolas inmigrantes sin derechos, pero se encuentra su forma más pura en esas prisiones). Todos los días antes de la madrugada todavía se forman largas colas de presos, en su mayoría afroamericanos, llevados a los algodonales por un hombre blanco armado y a caballo; y en esencia trabajan de sol a sol. El trabajo es menos agotador que antes de que los cortes federales empezaran a intervenir en los años 70, pero todavía es un fuerte elemento del espíritu de estas prisiones. Se construyen esas prisiones basándose en planos de la esclavitud.

Vemos los rastros de la esclavitud en los ritmos de la vida cotidiana y la cultura de la prisión: la hora de comer (basada en las condiciones del campo), la nomenclatura deferente y degradante, la cultura cerrada y rural de los guardias blancos pasada de padre a hijo sobre generaciones, de negrero a policía correccional. En un sentido esas prisiones son reservas culturales, casi museos vivos en un sentido retorcido.

Pero la otra forma se halla en la política. Primero, es importante desmentir una idea errónea común: en una importante medida el castigo y las prisiones, y el crimen en la calle, guardan muy poca relación. Hay muy poca relación entre el aumento de la tasa de delincuencia y el del encarcelamiento. A veces se relacionan, otras veces no. Lo que realmente rige cómo manejamos nuestras prisiones es la política y en particular la política racial (y en grado un poco menor, la política de clase). Encontré que la política racial de las prisiones en Texas se forjó en los tiempos de la esclavitud y nunca se ha librado de su sombra.

Por último, existe otra manera en que la historia desde la esclavitud nos ayuda a entender el estado carcelero estadounidense. En el libro, digo que el encarcelamiento en masa representa un eco de lo que pasó tras la Reconstrucción. Después de la emancipación, durante la Reconstrucción, se dio un momento de florecimiento de la libertad para los negros en la vida norteamericana, construyendo iglesias y escuelas, siendo elegidos a cargos públicos, integrando las instituciones públicas. Y eso fue aplastado debido a la retirada de las tropas y la protección federales así como a la formación de una milicia terrorista dirigida por el Ku Klux Klan que estableció la segregación Jim Crow, los linchamientos y el arrendamiento de presos durante el siguiente siglo.

Se expandió y luego se restringió la libertad, y sostengo que lo mismo ocurrió después del movimiento para los derechos civiles de los negros. Floreció la libertad con dicho movimiento y se derrumbó la infraestructura de la segregación Jim Crow y eso fue un logro asombroso. Pero de los escombros de ese derrumbe se alzó un nuevo conservadurismo blanco que no echó mano de la segregación sino de la política del orden público para gobernar este nuevo orden social integrado que los conservadores habían temido y en contra del cual habían luchado. Lo que pasa es que las mismas jurisdicciones que lucharon contra la integración con mucho entusiasmo se volvieron nuestros carceleros más ávidos. En el mismo período en que se anularon las leyes segregacionistas en Texas, por ejemplo, aumentaron los castigos para posesión de drogas, dieron más recursos a los organismos del orden público y construyeron más prisiones. Así el nuevo movimiento conservador lidió con la integración, por medio de esta enorme respuesta policial. Esto se manifestaba en la guerra contra la droga, en la disparidad entre penas por poseer en cocaína vs crack y en cómo los políticos dieron tan duro contra Mike Dukakis, por ejemplo con los anuncios de Willy Horton. Pero lo que ha creado la nación carcelera es dicha política de miedo dirigida por la derecha pero con la confabulación de los demócratas.

Revolución: Respecto al auge de prisiones como una respuesta a los levantamientos de los años 60, señala una cita de H.R. Haldeman, asesor principal de Richard Nixon: “[El presidente dijo] que se tiene que aceptar el hecho de que los negros en realidad son el problema. La clave es hallar un sistema que reconozca esto mientras que no dé la apariencia de hacerlo”.

Robert Perkinson: Digo que los demócratas sureños conservadores iniciaron la respuesta del orden público a la desegregación: los Strom Thurmond del mundo. Un examen de sus comentarios en los años 50 muestra que ellos advirtieron que la integración iba a desatar una ola aterradora de crimen y exigieron una dura respuesta de la policía. Así que fueron los reaccionarios demócratas sureños que realmente empezaron esto.

Pero muy rápidamente los estrategas más astutos del Partido Republicano se dieron cuenta de que el Partido Demócrata era vulnerable. Los demócratas tenían un muy firme control del Sur mediante una coalición difícil de manejar en que había desde aparceros negros hasta blancos supremacistas dueños de las plantaciones. Todas estas personas votaban en el mismo partido (al grado en que permitían votar a los negros) y los republicanos se dieron cuenta de que al acoger la causa de los derechos civiles, los demócratas pudieran perder el apoyo de los electores blancos enojados e inquietos, especialmente si los republicanos hicieran llamados en el lenguaje del orden público. Barry Goldwater fue el pionero en eso, emulando la estrategia concebida primero por George Wallace.

Richard Nixon fue el primero en usar esta “estrategia sureña” para llegar al poder. Fue el primero en desmontar la coalición demócrata en el Sur y empezar a canalizar a los sureños blancos hacia el Partido Republicano, donde casi todos se hallan ahora. Así que en algunos sentidos de eso hablaba Nixon; reconoció que una parte crítica de su atractivo electoral era eso de jalar a los electores blancos enojados, a menudo racistas, conscientes o no; pero en la era pos derechos civiles no se podía hacer eso con una demagogia abiertamente racista sino que se necesitaba un modo nuevo de atraer a esos electores.

Revolución: Aparte de las estrategias electorales, la cima de la estructura de poder sentía una necesidad de revertir lo que resultó de los años 60.

Robert Perkinson: Sí, eso también fue real. Los índices de crimen se aumentaban en los años 60 y además de su aumento, aumentaban los registros del crimen porque el gobierno llevaba un control más detenido de las cifras. Así que parecía que el crimen aumentaba aún más rápidamente que en realidad. Como dijo, el movimiento de derechos civiles había logrado sus objetivos legales inmediatos y…

Revolución: … se desarrollaba en el movimiento de liberación negra.

Robert Perkinson: Efectivamente. El movimiento de derechos civiles tenía un ala radical, y la gente empezaba a hablar de la justicia económica y social, y no sólo de los derechos civiles. Todo eso representó una amenaza muy real a aquellos que tenían el poder económico y social. Y querían reforzar las medidas del orden público en respuesta en particular a los Panteras Negras, como una especie de contrainsurgencia interna. Esos eran los años de la revolución global, así que en su mente esa gente combinaban a los Panteras Negras, el Viet Cong, el Mau Mau y todas esas organizaciones radicales alrededor del mundo en lo que imaginaban que fuera un fantasma comunista que tenían que reprimir por todos los medios necesarios.

Revolución: Con consecuencias devastadoras, especialmente en las comunidades oprimidas y en particular los jóvenes negros y latinos.

Robert Perkinson: Bueno, en ese mismo período lo que pasa es que la derecha llega al poder y poco a poco comienza a minar el ya anémico estado de bienestar social, y eso ha tenido un impacto particularmente perjudicial a los de abajo, especialmente los afroamericanos. Se operaron todos esos cambios en la política tributaria durante la administración de Reagan, los cuales favorecieron a los ricos y en última instancia a los blancos contra los negros, de modo que mientras deliberadamente o de otra forma ponían a los afroamericanos en la mira de la guerra contra la droga y encarcelaban a un mayor número de ellos, diversas medidas económicas los perjudicaban como grupo general. Así que hemos pasado de tener un gobierno al estilo de tener la mano a uno de puño cerrado, de dulces a garrotes, de la Gran Sociedad a la Sociedad Mezquina. Se ha dado una transformación generalizada, que ha tenido enormes efectos aunque hoy, según muchos criterios, Estados Unidos es mucho menos racista y mucho más tolerante ahora que, por ejemplo, en los años 50. Es decir, las actitudes sobre el matrimonio y relaciones interraciales, y algunas de las superestrellas del deporte y hasta el presidente tienen orígenes que hace un siglo no se hubieran podido imaginar. Pero en ciertos sentidos, especialmente las medidas económicas y muy marcadamente las medidas del sistema de justicia criminal, el racismo está vivito y coleando. En algunos sentidos, la división racial es casi tan fuerte que jamás ha sido en el siglo 20, sin duda es tan mala como cualquier período desde los años 20. Acababa de salir un nuevo estudio que demuestra que la disparidad entre negros y blancos en cuanto a la riqueza de la familia se ha cuadruplicado en los últimos 20 años. Las disparidades raciales en el sistema de justicia criminal casi se han duplicado en los últimos 40 años. En ciertos sentidos Estados Unidos está dando derechos menos iguales ahora que antes del movimiento de derechos civiles, que es una situación muy asombrosa.

Parte 2: El almacenaje de los presos y sus sueños de libertad

Revolución: ¿Cómo es la situación actual respecto al trabajo de presos?

Robert Perkinson: Si usted lee autobiografías de reclusos en prisiones del Norte durante los siglos XIX y XX, una de sus mayores quejas es la inactividad. Es una queja que pocas veces hacían los presos en Texas o en el Sur, porque a ellos les hacían romper el lomo, en gran medida de la misma manera y con las mismas cuotas de producción que los esclavos del pasado. En primer lugar, tras la guerra de la Secesión, el trabajo era para la ganancia privada durante medio siglo; casi todos los presos, blancos y negros, trabajaban para contratistas privados, a menudo hasta la muerte, y estos hacían trabajar más a los presos negros, les daban cuotas de producción mayores que a los blancos y los mandaban a sitios donde el trabajo era más duro. Luego, cuando los estados se hicieron cargo del sistema penal, más o menos a finales del siglo XIX, la supremacía de la explotación laboral como una manera de reducir los gastos y hacer que el sistema penal fuera casi “autosostenible”, esa es la palabra que usaban los políticos, continuaba hasta finales del siglo XX. Solo empezó a decaer con la enorme expansión del sistema penal y la intervención de los tribunales federales a finales del siglo XX.

Ahora en el siglo XXI, han tenido que construir tantas penitenciarías, pues en Texas tenían 20 y ahora son 112, y muchas no son más que una especie de almacén de concreto que construyeron en dondequiera la tierra fuera barata. Así que la tradición de explotación laboral ha comenzado a desmoronarse para ser un sistema de almacenaje solo en los últimos años.

Revolución: Aunque sus investigaciones tienen rigor académico, está claro que tiene una pasión por el tema. ¿Qué le hizo interesarse en este campo de estudio?

Robert Perkinson: Empecé como activista en la universidad, trabajando en todo tipo de causas durante los años 80, contra las guerras de Estados Unidos contra Centroamérica, contra el apartheid, contra las armas nucleares. Pero iba dándome cuenta de que cada tantas semanas estaban abriendo una nueva prisión y que el presupuesto carcelario en algunos estados sobrepasaba el de la educación superior. Se estaba arrestando a cada vez más personas por pocas cantidades de droga y más de ellas estaban terminando en la cárcel. Empecé a interesarme en eso como un síntoma de lo que está mal en Estados Unidos en general. Entonces, empecé a trabajar como activista; hice una conferencia sobre la guerra contra las drogas y trabajé por un rato en el caso de Mumia Abu-Jamal. Luego en el posgrado, decidí hacer de esto mi campo de estudio en serio.

Pensé que investigaría primero las prisiones privadas, pero luego, después de empezar a estudiar a fondo, decidí que lo que realmente necesitamos es una amplia comprensión histórica de donde viene este monstruo para poder matarlo, así espero yo. Y, por eso, espero que al sacar a la luz la política de miedo y racial que está al fondo de la política carcelaria, se harán evidentes las estrategias organizativas necesarias para tratar de cambiar todo eso. En mi opinión, no bastará con hacerle pequeños ajustes en los márgenes, ni arreglos tecnócratas, ni nuevos estudios que dicen que podemos ahorrar dinero si hacemos esto o el otro; al contrario, de la misma manera que este ha sido un gran cambio en la historia estadounidense, es un gran obstáculo y mucho se requerirá para cambiarlo. En un sentido, creo que así como fue necesaria la guerra de la Secesión para poner fin a la esclavitud, y el movimiento de derechos civiles para poner fin a la segregación Jim Crow, a lo mejor será necesario un nuevo movimiento de derechos civiles para transformar el sistema carcelario de Estados Unidos.

Revolución: ¿Cómo ve usted el concepto del “complejo industrial de prisiones”, que se plantea comúnmente?

Robert Perkinson: Sí, yo usaba mucho ese término cuando era activista. Ha sido un tipo de frase muy corta que expresa una crítica del sistema de justicia penal. Pero al profundizarme en mis investigaciones y formular mi propia crítica, me di cuenta que posiblemente expresa una crítica de una manera un poco engañosa. Lo que ese término sugiere, con su alusión al complejo militar-industrial —que en sí fue un término para tratar de explicar la influencia descomunal de los contratistas del Departamento de Defensa en la política exterior del país y en los gastos militares—, es que la fuerza motriz del aumento de la población carcelaria en Estados Unidos es en realidad la búsqueda de ganancias y la avaricia de las corporaciones, en particular las compañías que manejan las prisiones con fines de lucro y, en un grado menor, los contratistas y los bancos que dan préstamos para construir prisiones, etc. Creo que todos ellos son una fuerza que contribuye a eso, pero para mí no es creíble que sean una fuerza motriz, porque la mayoría de las fuerzas económicas en operación aquí también existen en otros países con economías similares a la de Estados Unidos, y no se ve un aumento similar en las prisiones de esos otros países. Vemos un enorme aumento de la población carcelaria incluso en estados que no tienen prisiones privadas, siendo California un caso notable.

Así que en mi opinión, lo que tenemos aquí es más bien un complejo racista de prisiones. Y lo que sugiere ese término es que tenemos que cambiar la venenosa política racial de Estados Unidos. Eso es lo que hay que cambiar  para que la política carcelaria cambie. En contraste, con el complejo industrial de prisiones hay una suposición que si se eliminara la búsqueda de ganancias, entonces de alguna manera todo este sistema se tambalearía y caería, y para mí eso no acierta.

Revolución: En las prisiones, como en la sociedad en general, se promueve cada vez más el cristianismo fundamentalista como una “alternativa” a la mentalidad de “perro-come-perro” que el propio sistema penal fomenta. ¿Qué ha aprendido en sus investigaciones sobre ese fenómeno en las prisiones?

Robert Perkinson: El cristianismo ha jugado un papel contradictorio en la historia de las prisiones. Por un lado, muchos movimientos para reformar las prisiones, en particular en el Norte pero también en el Sur, han sido dirigidos por organizaciones cristianas que preconizan una ética de clemencia y perdón y ayuda a los menos afortunados. Por otro lado, el modelo sureño del cristianismo conservador, que creció de la mano con ser dueño de esclavos, hacía hincapié en aplazar los placeres mundiales para la vida después de la muerte y también en someterse a dios en el mundo espiritual y al amo, al patrón o al esposo en la vida cotidiana. Esa veta del cristianismo, basada en la sumisión y en recompensas aplazadas en cuanto a los de abajo, viene siendo a últimas instancias un consuelo para los que ocupan el poder y ha empezado a recibir mucho apoyo oficial en muchas prisiones. De hecho, se están estableciendo muchas prisiones derechistas y evangélicas en todo el país e, increíblemente, con dólares de los contribuyentes; básicamente son campos de adoctrinamiento cristiano obligatorios para personas que no están libres, pero te recompensarán si adoptas esa rígida teología fundamentalista. Visité una de esas prisiones en Texas y es, en realidad, agradable en comparación con otras prisiones, porque hay más recursos y viene más gente libre, mujeres y hombres, y tienen grupos de canto. Pero la teología que imponen es muy rígida, muy talibanesca (la versión cristiana). Todavía no es un fenómeno suficientemente grande para tener un impacto enorme, así que no sabemos cuál será su legado.

Revolución: El suyo es uno de los libros y publicaciones prohibidos en las prisiones de Texas. ¿Por qué lo prohibieron?

Robert Perkinson: Eso es muy triste, porque gran parte del libro se basa en entrevistas exhaustivas que les hice a presos que muy generosamente me regalaron su tiempo. Arreglé con la editorial para que apartara copias del libro para esos presos y ahora no lo pueden leer. La razón que me dieron por censurarlo es muy torcida. Al principio del libro, hay una parte en que hablo de las tasas muy altas de presas que antes eran víctimas del abuso sexual. Relato la historia de una presa que fue violada de niña y, en sus propias palabras, hay una oración en que describe lo que le pasó. Entonces el cuadrito del formulario de censura que marcaron, indica que el libro describe una indecencia con una niña y, por eso, lo calificaron igual como si fuera pornografía infantil, a pesar de que era una crítica del abuso sexual de los niños.

Revolución: Usted dedicó el libro a “Mis amigos encarcelados y sus sueños de libertad”. ¿Cómo le han afectado sus interacciones con los presos?

Robert Perkinson: Probablemente han cambiado mis ideas tan completamente que ni siquiera puedo identificarlas todas. Tuve mucha suerte; en honor a la verdad, las autoridades carcelarias de Texas me dieron un acceso muy generoso y, por eso, podía hablar con cientos de personas, a veces eran fragmentos de una conversación y otras veces hablamos muy a fondo. Unos presos a quienes entrevisté realmente han llegado a ser intelectuales y compartí con ellos parte de mis escritos, o por lo menos mis ideas, y ellos me ofrecieron sus críticas. Yo les decía: “Creo que el sistema funciona de esta manera”, y ellos me escribían: “No, creo que es así”. Así que había mucha discusión entre uno y el otro, así como discuto con otros profesores de universidad y con profesionales de justicia penal. Muchos presos llegaron a ser no simplemente sujetos de investigación, sino colaboradores intelectuales en el proyecto.

He tenido la oportunidad de visitar a unos de ellos, en libertad después de que salieron de la cárcel, y espero poder visitar a muchos más.

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