Revolución #211, 12 de septiembre de 2010


¡Una revolución NO es un Partido del Té!

Los has visto todo el verano.

Las chusmas furiosas en Arizona, en su gran mayoría blancos, que andan amenazando a los inmigrantes — y que a veces llevan a cabo lo amenazado. Las chusmas en Nueva York, y muchos pueblos mucho más pequeños, que protestan —y, de nuevo, amenazan con violencia— contra el derecho de los musulmanes a un lugar de culto, y tachan a todos los musulmanes de "enemigos" en la llamada "guerra contra el terror". Tildan de racistas a los grupos en pro de los derechos civiles, al mismo tiempo que publican en sus páginas web viles "bromas" racistas y le echan insultos abiertamente racistas a Obama. El sábado pasado ahí estaban machacando todo eso de nuevo, en la capital, reunidos a instancias del locutor reaccionario del Noticiero Fox Glenn Beck, en una demostración de piedad del "soldado cristiano", para echar agua bendita a su extremismo y "santificar" en particular a las fuerzas militares estadounidenses empapadas de sangre.

He aquí el movimiento del Partido del Té y sus aliados. Se arropan en los símbolos y la retórica de la revolución estadounidense de 1776. Pero debajo del vestuario de aquella revolución late el corazón de la contrarrevolución del siglo 21 — un movimiento fascista estadounidense.

Érase una vez en América

El "motín del té" original sucedió en 1773. (En inglés, las mismas palabras "Tea Party" se refieren al Partido del Té analizado en este artículo y al motín del té descrito a continuación.) Algunos habitantes de Boston se rebelaron contra un impuesto de importación que impuso el Rey de Gran Bretaña, que los tenía como súbditos coloniales. Tiraron a las aguas del puerto de Boston el té importado de Gran Bretaña. Se promueve mucho una versión de historia y mito de este acto, como uno de los principales sucesos que desembocaron en la revolución estadounidense.

La revolución estadounidense de 1776 era una revolución: derrocó una forma de gobierno en la cual un rey dominó sobre colonias separadas. En su lugar se construyó otra forma de gobierno en la cual las colonias se unieron en una nación nueva y se elegían los gobernantes. En el viejo orden, una clase gobernó sobre la otra en virtud de su herencia, ordenada supuestamente por dios. En el nuevo orden, declararon los revolucionarios de aquellos tiempos, todo hombre sería libre, desde nacer, de buscar "la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad" y el gobierno se basaría en el "consentimiento de los gobernados" por medio de la elección de representantes.

Pero la Constitución de Estados Unidos, si bien afirmaba no reconocer las divisiones sociales, en los hechos estableció una forma de gobierno en que no sólo surgirían y crecerían ciertas divisiones sociales sino que se profundizarían inevitablemente. Muchos diferentes tipos de personas lucharon por la revolución misma, pero la encabezaron los representantes de las dos clases principales en las colonias: los dueños de esclavos con sus vastas plantaciones labradas por africanos secuestrados y esclavizados, y la naciente clase capitalista de comerciantes y fabricantes en pequeña escala ubicados principalmente en el norte. La nueva Constitución permitió a estas dos clases montar un marco económico y desarrollarlo en que lograron acumular riquezas sobre el lomo de los esclavos y obreros. Les permitió continuar el exterminio de los indígenas que habitaban estas tierras. Les permitió construir un mercado nacional de lo que habían sido colonias desunificadas. Y de manera crucial, estableció un marco político en el cual los representantes de estas dos clases podían tomar decisiones básicas sobre el rumbo del país, estableciendo los términos para las demás clases (que incluían los pequeños agricultores, artesanos y otros) y al mismo tiempo manejar las diferencias entre ellas mismas. Cuando les fuera necesario, estas clases dominantes se valían de los instrumentos de la dictadura —el poder ejecutivo, los ejércitos, las prisiones y las cortes— para imponer su voluntad, suprimiendo las rebeliones de los pequeños agricultores y los esclavos y librando la guerra contra los indígenas amerindios.

No es que esos revolucionarios originales hayan sido farsantes ni hipócritas. Por lo menos algunos creían estar aboliendo las divisiones sociales en verdad. Pero no podían ver más allá de los horizontes de la nueva clase capitalista naciente y esa miopía les hizo confundir los intereses de aquella clase con los de la humanidad como un todo. (Vean en el recuadro acompañante una explicación tajante de ese punto por uno de los fundadores del comunismo científico, Federico Engels.)

 

Los grandes hombres que en Francia ilustraron las cabezas para la revolución que había de desencadenarse, adoptaron ya una actitud resueltamente revolucionaria. No reconocían autoridad exterior de ningún género. La religión, la concepción de la naturaleza, la sociedad, el orden estatal: todo lo sometían a la crítica más despiadada; cuanto existía había de justificar los títulos de su existencia ante el fuero de la razón o renunciar a seguir existiendo. A todo se aplicaba como rasero único la razón pensante. Era la época en que, según Hegel, "el mundo giraba sobre la cabeza", primero, en el sentido de que la cabeza humana y los principios establecidos por su especulación reclamaban el derecho a ser acatados como base de todos los actos humanos y de toda relación social, y luego también, en el sentido más amplio de que la realidad que no se ajustaba a estas conclusiones se veía subvertida de hecho desde los cimientos hasta el remate. Todas las formas anteriores de sociedad y de estado, todas las ideas tradicionales, fueron arrinconadas en el desván como irracionales; hasta allí, el mundo se había dejado gobernar por puros prejuicios; todo el pasado no merecía más que conmiseración y desprecio. Sólo ahora había apuntado la aurora, el reino de la razón; en adelante, la superstición, la injusticia, el privilegio y la opresión serían desplazados por la verdad eterna, por la eterna justicia, por la igualdad basada en la naturaleza y por los derechos inalienables del hombre.

Hoy sabemos ya que ese reino de la razón no era más que el reino idealizado de la burguesía, que la justicia eterna vino a tomar cuerpo en la justicia burguesa; que la igualdad se redujo a la igualdad burguesa ante la ley; que como uno de los derechos más esenciales del hombre se proclamó la propiedad burguesa; y que el estado de la razón, el "contrato social" de Rousseau pisó y solamente podía pisar el terreno de la realidad, convertido en república democrática burguesa. Los grandes pensadores del siglo 18, como todos sus predecesores, no podían romper las fronteras que su propia época les trazaba.

— Federico Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico

Al transcurrir el tiempo, la constitución estadounidense permitió que se fortaleciera el modo de producción capitalista. La producción industrial en particular empezó a crecer a pasos agigantados. Para los años 1850, ya no podía durar el marco constitucional forjado por el acuerdo original entre la clase esclavista y la capitalista. La mayor expansión del capitalismo entró en conflicto con la existencia continuada de la esclavitud (que también pretendía expandirse), y el resultado fue la guerra de Secesión. Era esta guerra la que por fin llevó a término la revolución burguesa al acabar con la esclavitud legal.

Desigualdad y opresión esencial con una apariencia de igualdad

Entonces, esa revolución sí logró algo, en el contexto de sus tiempos: se deshizo de las divisiones sociales heredadas y creó un marco dentro del cual los poderes productivos de la sociedad podían avanzar, durante un tiempo. Pero ese nuevo marco —que declaró que todos hombres eran iguales— disfrazó la más profunda desigualdad y opresión. Esas desigualdades y disparidades, esa polarización entre la riqueza y la pobreza, entre el poder y la falta de poder, no eran simplemente "imperfecciones" sino que constituyeron y siguen constituyendo el centro del sistema capitalista, habiéndose forjado la Constitución para extenderlo y protegerlo. El capitalismo no puede funcionar sin una distinción básica entre los que poseen o controlan los medios de producir la riqueza (los capitalistas) y los que no cuentan con dichos medios y que por ende se ven obligados a trabajar para la clase capitalista propietaria. Los procesos del mismo capitalismo —en los cuales mediante la competencia algunos capitalistas eliminan a otros en la carrera de expansión y así se agrandan aún más— no pueden más que ampliar la brecha de riqueza y poder al transcurrir el tiempo. También los cimientos del capitalismo estadounidense, como estructuras cruciales de apoyo y fuentes de fuerza para el sistema, descansaron y siguen descansando en la opresión del pueblo negro, los indígenas y otras nacionalidades oprimidas, así como la subyugación despiadada de la mujer por el hombre. Ya para 1900, el capitalismo se había desarrollado en un sistema imperialista que atravesaba el globo, dominaba y despojaba a países y pueblos enteros en todos los continentes y el gobierno estadounidense asesinaba con violencia a millones tras millones al servicio de ese despojo.

En ese momento, las relaciones capitalistas desde hacía mucho se habían convertido en trabas para el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad — las materias primas, la tecnología y más que nada, la gente. Sobran los ejemplos manifiestos hoy: millones de personas obligadas a quedar sin empleo, cada día más desesperanzadas, desamparadas y desesperadas, al mismo tiempo que se agudizan las necesidades del pueblo de alimento nutritivo, vivienda digna, buenos servicios médicos, buenas escuelas y más. Las reglas del capitalismo de expandirse o morir se desembocan en desastres ambientales —sean ejemplos dramáticos como el reciente derrame de petróleo en el Golfo de México o el desastre a cámara lenta pero aún más devastador del cambio climático global— que hace peligrar la continuación de la misma vida humana. Los de abajo que han quedado sin futuro —especialmente la juventud— se lanzan unos contra otros o se mueren acribillados por la policía sin motivo. Las guerras regidas por las necesidades del imperio capitalista imperialista incineran la vida de millones. ¡Date un momento para contemplar la locura organizada a la cual le dicen la civilización estadounidense!

No, a la revolución de 1776 se le ha pasado el tiempo, desde hace mucho, y también al sistema social al cual parió, el capitalismo. De hecho, la existencia continuada de ese sistema no puede más que mantener a la humanidad encadenada a los círculos del infierno capitalista que envuelven el planeta — una ronda tras otra de guerra y crisis, destrucción ambiental y la imposición de la ignorancia. Invocar la retórica, los símbolos y las ideas de aquella revolución significaría, en el mejor de los casos, abogar por un regreso imposible a un ideal del pasado cuyas limitaciones desde hace mucho han quedado al desnudo. Significaría cerrarse los ojos ante los horrores que este sistema causó, tuvo que causar y seguirá causando — mientras se le permita perpetuarse.

Usando el vestuario revolucionario del pasado para disfrazar el fascismo del futuro

No obstante, los seguidores del Partido del Té y sus ideólogos como Glenn Beck constantemente se refieren a esa revolución. Pero el vestuario de lo que hace 235 años fue una revolución democrática-burguesa con todas sus limitaciones sirve hoy para disfrazar un movimiento fascista contrarrevolucionario. En su interior, este movimiento contiene tendencias diferentes, interconectadas y a veces contradictorias. Por lo que respecta a su orientación general, representa un intento fascista de regresar a las instituciones más viles de Estados Unidos y reforzarlas — las instituciones y tradiciones como la supremacía blanca y la dominación masculina las cuales fueron golpeadas aunque, desafortunadamente, no destruidas en los años 60. Además de todo eso, procuran agregar algunas nuevas y grotescas instituciones y tradiciones, incluido un afilado dejo de intolerancia y odio religioso contra los musulmanes. El enorme mitin que Glenn Beck organizó recientemente estaba empapado de religión y de la noción de que Estados Unidos debiera ser un país cristiano, algo que NO fue parte de la primera revolución estadounidense pero que los organizadores del movimiento fascista de hoy creen que les hace mucha falta como nueva norma social. Y estaba igualmente saturado de adoración del ejército, otra institución que un sector de la clase dominante quiere promover como el dechado de la moral o el modelo de conducta para la sociedad en conjunto.

Ahora, por ser "privilegios especiales" se propone suprimir los derechos que sí fueron ganados por medio de fuerte lucha y sacrificio, incluidos los derechos muy básicos de los afroamericanos y otras nacionalidades oprimidas y las mujeres a la igualdad por lo menos legal y formal. Las cosas que fueron progresistas en la época de la nueva Constitución, como la separación entre la iglesia y el estado o algunos de los derechos prometidos (aunque en la práctica limitados y truncados) en la Carta de Derechos, ahora deben ser echados a un lado de hecho si no en palabras.

El movimiento del Partido del Té ha brotado como hongo en un período en que están bajo ataque el nivel de vida y la misma subsistencia de millones de personas. Lo peor de esto ha caído sobre las masas de los pobres, entre ellas las masas de afroamericanos, latinos, indígenas, inmigrantes y muchísimos proletarios blancos (los blancos que tienen poca o ninguna propiedad y deben buscar trabajo para vivir), conforme a la historia de Estados Unidos y la actual estructura social y económica del sistema. Al mismo tiempo, muchos de aquellos que ahora están en el Partido del Té y a los cuales el Partido del Té esperar atraer también están sufriendo.

La principal base social de este movimiento del Partido del Té, o sea, su mayor fuente de apoyo, son las personas de los pequeños negocios (aunque también se incluyen los trabajadores blancos reaccionarios). O sea, los contratistas, dueños de franquicias, pequeños tenderos, pequeños propietarios, etc., los que poseen una porción pequeña de capital y emplean a un puñado relativo de personas. Éstos procuran recortar gastos y luchan, corriendo siempre el peligro de hundirse, pero que aún sueñan con triunfar en grande. Esta clase ha estado condicionada, mediante el sistema educativo así como su modo de percibir su posición material, a tenerle miedo a los que están "debajo" de ellos y a querer reprimirlos, y simultáneamente a guardarles rencor así como adoración a aquellos que han llegado a la cima y que ahora los dominan. Por supuesto, muchas personas de estas capas, y aún más de entre los sectores de la clase media que son maestros, profesionales, intelectuales, etc., no consienten a este tipo de fascismo o lo rechazan activamente. Pero a aquellos atraídos a los Beck, Palin, el Partido del Té y otra gente de esa calaña les han enseñado a creer que son especiales y dignos simplemente por tener la piel blanca, por haber nacido en Estados Unidos o por ser varón.

Hoy, les dicen que apunten su odio contra los musulmanes que se atreven a practicar su religión en este país —especial pero no solamente si esos musulmanes cuestionen la política estadounidense en el medio Oriente y en Asia central— y no contra los gobernantes de este país, cuya agresión militar ha provocado la ira del mundo. Les dicen que "algunas personas indignas" están recibiendo dádivas de sus impuestos, y si lo pongas a investigar unos pocos segundos, encontrarás que se entiende bien que esas palabras son palabras en clave para "el pueblo negro y los inmigrantes". Hoy este odio se centra en Obama porque siendo presidente afroamericano, constituye un blanco claro para aquellos que han estado saturados toda la vida con las relaciones sociales y las suposiciones de la supremacía blanca y quienes por lo tanto creen profundamente que éste es y debe ser un "país del hombre blanco", con un presidente blanco; pero de ninguna manera se resisten a este sistema encabezado por Obama1.

Aquí es necesaria decir unas palabras sobre Obama. Aunque el movimiento del Partido del Té tilda de completamente ilegítima a la presidencia de Obama, en los hechos éste comparte los mismos objetivos básicos los cuales se pueden resumir como el mantenimiento y la expansión de la dominación y saqueo estadounidense del mundo. En algunos aspectos claves no hay prácticamente ninguna diferencia, por ejemplo, la drástica mutilación del debido proceso legal o la proyección de la violencia militar estadounidense a través del mundo y especialmente en el Medio Oriente. Obama y su bando contrario en la cima de la sociedad SÍ tienen diferencias sobre lo que será necesario para mantener la estabilidad política y la cohesión cultural en el territorio nacional del imperialismo. Ambos bandos entienden que Estados Unidos está experimentando un tiempo de transición y que éste contiene el potencial de grandes trastornos. Obama y las fuerzas a su alrededor y que gobiernan mediante él están a favor de un régimen no tan abiertamente represivo y de algunas concesiones a la diversidad cultural; las fuerzas de la clase dominante que crearon y utilizan el movimiento del Partido del Té creen que sólo un movimiento sumamente represivo basado en la supremacía blanca abierta y la religión tradicional podrá lograr lo que requiere el imperialismo estadounidense del siglo 21. Obama, siendo representante de un sector de la clase dominante que quizás le tema al fascismo pero que lo prefiere más que a una revolución real o la agitación radical de la cual podría crecer tal movimiento revolucionario, desempeña el papel de pacificar y paralizar a aquellos que deberían estar oponiendo resistencia al movimiento del Partido del Té.

Que quede muy claro: este movimiento del Partido del Té NO represente los intereses fundamentales de la gente de la clase media que ahora está acudiendo en tropel a él. Aquellos que encabezan o de otra forma dirigen al Partido del Té, como Dick Armey, un antiguo peso pesado republicano en el Congreso o Sarah Palin, la candidata vicepresidencial republicana, y los multimillonarios que lo financian no están en contra de las "elites". De hecho son parte de la "elite", es decir, la clase dominante capitalista imperialista. Han hecho aparecer este movimiento y ahora lo dirigen como parte de promover su programa para afianzar la dominación de Estados Unidos sobre el mundo y para mantener un estable territorio nacional para esa dominación durante tiempos de gran tensión social y potenciales trastornos.

Sin duda el movimiento del Partido del Té lo negará una y otra vez, pero el hecho es que está luchando por el fascismo, una forma mucho más abiertamente represiva y reaccionaria de la dictadura/democracia capitalista imperialista. Este fascismo no se asomará en Estados Unidos principalmente con la esvástica, sino con la cruz y la bandera nacional. El movimiento del Partido del Té no se está rebelando contra el sistema; es el producto y un instrumento del sistema.

Invocan la idea de restaurar los valores de la primera revolución estadounidense en un tiempo en que, para repetir, desde hace mucho se ha confirmado el carácter esencial horroroso y sin salida de esos ideales. Quieren regresar al pasado, pero un futuro mucho mejor es posible. A nombre de una revolución de hace más de dos siglos, movilizan a la gente para impedir la revolución que la humanidad necesita con urgencia ahora.

Ésa no es una revolución sino una contrarrevolución.

Una verdadera revolución

En realidad SÍ es posible un futuro mejor. Ese futuro requiere una revolución — una VERDADERA revolución.

El Mensaje y Llamamiento del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, "La revolución que necesitamos… La dirección que tenemos", explica el carácter y las metas de esta revolución así:

Este sistema es lo que nos ha metido en la situación en que nos encontramos hoy y que nos mantiene ahí. Y es por medio de la revolución que se acabe con este sistema que nosotros mismos podríamos dar origen a un sistema mucho mejor. El objetivo final de esta revolución es el comunismo: un mundo en que las personas trabajen y luchen juntas por el bien común... en que todos contribuyan a la sociedad lo que puedan y reciban lo que necesitan para tener una vida digna de un ser humano... en que ya no haya divisiones entre las personas en que algunas gobiernan y oprimen a otras, arrebatándoles no sólo los medios para obtener una vida digna sino también el conocimiento y un medio para entender bien el mundo y tomar acciones para cambiarlo.

La revolución comunista llega al poder en una sociedad en que cunden las desigualdades sociales y divisiones sociales. Pero a diferencia de la revolución burguesa de 1776, la revolución comunista no simplemente declara su indiferencia ante tales divisiones sino que las reconoce precisamente para poder superarlas2.

Sí, ésta ES una situación desesperada; sí, los Estados Unidos que tú conocías o que creías que conocías está transformándose en algo diferente. Sí, existe sin duda el potencial de grandes trastornos en todo esto. Y sí, hay muchísimo en juego. ¿Cuál futuro tendremos? ¿El intolerable status quo? ¿Un viaje igualmente pesadillesco a lo peor del pasado y más de lo peor? ¿O una revolución que realmente podría representar un camino fuera del atolladero en que nos encontramos?

Ya es hora de una alternativa real a toda esta locura. Si el Partido del Té y lo que representa te da asco, pues no puedes quedarte de brazos cruzados. Tampoco puedes esperar que "haga algo" los demócratas, que comparten la esencia del programa reaccionario del Partido del Té y a los cual no les interesa confrontarlo abiertamente. Respecto a aquellos que se dejen llevar por el Partido del Té, solamente por medio de forjar una VERDADERA alternativa revolucionaria sería posible que se gane a algunos de ellos a romper con la porquería vergonzosa en que se están revolcando y con la cual se están embarrando. Y la verdad es que el mundo por el cual nosotros estamos luchando es uno en el cual ellos podrían encontrar un lugar mucho mejor que el mundo en el cual ahora vivimos.

Existe una revolución REAL que hacerse y un nuevo mundo que crearse. Existe ahora mismo una campaña para dar a conocer esa revolución y su liderazgo en todos los rincones del país y por todo el mundo. (Vea "La revolución que necesitamos… La dirección que tenemos" en línea en revcom.us.) El surgimiento de los movimientos como el Partido del Té muestran que se están perfilando cosas gruesas en el horizonte; la pregunta es si, de esa situación de cosas gruesas, surgirá una fuerza revolucionaria que sería capaz de crear y soltar ese nuevo futuro y generar no sólo algo mejor sino algo verdaderamente grande de esas transiciones gruesas y potenciales trastornos que se avecinan. Y eso depende de todos nosotros.

1. Vea "Glenn Beck, los 'Padres Fundadores'… y una alternativa radical REAL", Revolución en línea #210, 29 de agosto de 2010, impreso en este número en la página 11, que hace más análisis del carácter racista del movimiento del Partido del Té. [regresa]

2. Se tratará de fondo cómo una revolución superaría estos antagonismos y divisiones sociales, además de las metas, las estructuras gubernamentales y la política de un nuevo poder estatal revolucionario en un país como éste, en la "Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto)", que se publicará este otoño. [regresa]

 

Genocidio y esclavitud:
Las dos piedras angulares gemelas del "estilo de vida estadounidense"

Hay que recalcar —en vista de que lo siguen encubriendo, por diferentes motivos y desde diferentes ángulos, tanto los partidarios del Partido del Té como el mismo Obama— que la explotación de los esclavos fue uno de los crímenes más gigantescos de la historia1. Más de dos millones de africanos murieron en el infierno de la travesía desde sus tierras a las Américas. Al menos 800.000 más murieron en los puertos de África, encerrados en mazmorras a la espera de que los embarcarán al otro lado del mar. Les imponían a los esclavos la explotación continuada por medio de la tortura, la mutilación y el asesinato, ¡durante más de 250 años! La esclavitud destruyó idiomas, costumbres y creencias de millones de africanos secuestrados. Separó cruelmente a las familias, al vender a hijos u cónyuges a otros dueños en lugares distantes — no solamente en el secuestro original sino que continuamente hasta la guerra de Secesión. Sin embargo ese mismo crimen forma una de las dos piedras angulares del enorme poder y riqueza de Estados Unidos, siendo la otra el genocidio igualmente criminal, igualmente horroroso e igualmente desalmado contra los indígenas amerindios en pos de despojarles en grande de sus tierras de manera repetida y despiadada que de hecho continúa hasta la fecha.

Esos no son manchas que los "padres fundadores" pasaron por alto o dejaron para otro día; tampoco son "pecados" los cuales Estados Unidos ha "expiado" desde hace mucho (como afirmaron varios oradores en el mitin de Glenn Beck). Cabe repetir que estas dos opresiones gemelas formaron los cimientos del enorme poder de Estados Unidos. Hoy día estas relaciones opresivas siguen en el meollo de la sociedad estadounidense, aunque las formas que toman han cambiado en aspectos importantes. Se ven solamente unas de las muchas consecuencias, por ejemplo, en las enormes disparidades en la riqueza familiar y el empleo entre la gente blanca y los negros, latinos, amerindios y otras nacionalidades oprimidas. También se ven en las prisiones o en las pésimas escuelas (parecidas a prisiones) que actualmente encierran a una cantidad exagerada de los descendientes de las víctimas originales de Estados Unidos. Se ven en las esferas de los servicios de salud, la vivienda, el empleo y la cultura, donde esta fuerte discriminación no sólo perdura sino que se intensifica, especialmente en los "tiempos difíciles" como el presente.

1. Obama ha reconocido el hecho de la esclavitud y su largo y continuado efecto, pero sólo para subestimarlo y afirmar que se está solucionando gradualmente esta cuestión dentro del marco de la Constitución, al mismo tiempo que reconoce, de vez en cuando, lo que él considera "vestigios" de la discriminación; eso es el significado de su discurso sobre relaciones raciales en Filadelfia en 2008. Vea "Respuesta al discurso de Obama 'sobre la raza': La esclavitud, el capitalismo y la 'unión perfecta'", primera parte, Revolución #125, 6 de abril de 2008 y "'Separado pero igual'… y el mito de 'nosotros el pueblo'", segunda parte, #128, 1º de mayo de 2008. [regresa]

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