Revolución #222, 16 de enero de 2011


Los archivos de Wikileaks arrojan luz sobre la responsabilidad de EE.UU. en la tortura en Irak

Los archivos de Wikileaks publicados a finales de noviembre revelan más allá de la duda que los militares de EE.UU. en Irak y el ejército de Irak controlado por EE.UU. estaban dando una luz verde oficial para el uso sistemático de tortura, así como el encubrimiento de esos crímenes de guerra.

“Frago” (“orden fragmentaria”) es un término de los militares de EE.UU. para un resumen conciso de unas ordenes más grandes. Frago 242, emitida en julio de 2004, ordenó que las fuerzas de EE.UU. no investigaran ninguna violación de “la conducta militar” a menos que las tropas de EE.UU. y aquellas de su “coalición” estuvieran “directamente involucradas”. Frago 242 dijo que si un iraquí detenido por EE.UU. o por tropas de la coalición fuera maltratado por otro iraquí, en tal caso “se haría solamente un reporte inicial… no se requerirá de una mayor investigación a menos que hubiera órdenes del cuartel general”.

Un ejemplo de Frago 242 en efecto fue reportado por Al Jazira el 24 de octubre: “Un presunto militante identificado solamente como ‘DAT 326’ fue detenido por el ejército iraquí el 7 de julio de 2006 en un punto de control en el pueblo de Tarmiya, al norte de Bagdad. Cuando las fuerzas de EE.UU. lo interrogaron en la noche, él describió horas de maltrato brutal a manos de soldados iraquíes, una declaración claramente respaldada por los hallazgos de un examen médico”.

El reporte del examen, uno de los archivos publicados por Wikileaks, dice: “DAT 326 expone que se le dijo que se tirara sobre el estómago con las manos atrás, que es el momento en que los soldados se pararon, saltaron, se orinaron y escupieron encima de él.

“[…] Las heridas incluyen la vista borrosa, la audición disminuida en el oído izquierdo, sangrado de los oídos, moretones en la frente, cuello, pecho, espalda, hombros, brazos, manos y muslos, cortaduras encima del ojo izquierdo y en los labios inferior y superior, hemorragia de los ojos, sangre en las cavidades nasales y las manos/muñecas hinchadas”.

Al Jazira agregó: “Desde que la presunta tortura fue cometida por fuerzas iraquíes, EE.UU. rápidamente archivó el caso: ‘Debido a que no hay declaración o evidencia de la participación estadounidense, EE.UU. no ha iniciado una investigación’, dijo el reporte”.

En otras palabras, los soldados iraquíes torturaron al prisionero, “DAT 326”, y luego entregaron ese prisionero a sus cabecillas, los militares yanquis. Las fuerzas de EE.UU. eran perfectamente conscientes de lo que le había sucedido al prisionero, y solo hicieron que sus subalternos iraquíes realizaran el trabajo sucio. Y todo esto estaba en conformidad con la política oficial de EE.UU.

El periódico The Guardian en el Reino Unido reportó (22 de octubre de 2010) que “otros partes informan no solamente de asaltos sino de tortura sistemática. Un hombre que fue detenido por los soldados iraquíes en un bunker subterráneo reportó que lo había sometido a una muy dolorosa posición de garrucha: con las manos atadas atrás de la espalda, lo colgaron desde el techo por las muñecas. Luego, los soldados lo golpearon con tubos de plástico y usaron taladros eléctricos sobre él. Los partes informan que el hombre fue tratado por los paramédicos de EE.UU.; el papeleo fue enviado a través de los canales requeridos; pero una vez más ninguna investigación fue requerida”.

Los archivos de Wikileaks revelan que de rutina, los prisioneros fueron quemados con cigarrillos, electrocutados, violados y golpeados con cualquier instrumento disponible, como varillas de acero, alambre, antenas de televisor, cadenas, tubos de agua, correas del ventilador, mangueras de caucho así como puños y patadas. Algunos fueron ejecutados.

De acuerdo al Guardian, un cable de Wikileaks cuenta que unos partes de los militares yanquis contienen “un recuento oficial de las amenazas deliberadas, de un interrogador militar, de entregar a su cautivo a la ‘Brigada Lobo’ de Irak. El interrogador le dijo al prisionero en términos explícitos que “sería sometido a todo el dolor y agonía que se sabe que la Brigada Lobo aplica sobre los detenidos”.

Poco después de la tortura de “DAT 326”, el presidente George Bush le dijo a Katie Couric del Noticiero CBS en una transmisión nacional: “Nosotros tenemos que tener la capacidad de interrogar, no torturar, pero interrogar a las personas para sacar información…Yo he dicho que no torturamos y nosotros no lo hacemos”.

Bush mintió descarada y abiertamente. Las órdenes como “Frago 242” vinieron directamente del mando militar de EE.UU. a través de su cadena de mando. Y esas órdenes, y las justificaciones de la tortura, se originaron en los niveles más altos de la administración Bush. Ninguno de esos funcionarios ha sido acusado de los crímenes de guerra que cometió, a la vez que la actual administración está trabajando febrilmente para perseguir y posiblemente procesar a Julián Assange de Wikileaks y al soldado Bradley Manning del ejército de EE.UU., acusado de filtrar los cables, que han mantenido por siete meses en aislamiento y torturado en prisiones militares.

La tortura es una parte integral de la “doctrina de combate” de las fuerzas armadas estadounidenses y en gran parte, los archivos de Wikileaks han demostrado qué tan sistemáticas, generalizadas y comunes han llegado a ser estas atrocidades para las fuerzas militares de EE.UU., las cuales combinan el uso de la más moderna tecnología como los bombarderos sin tripulación, sensores robóticos y vigilancia de largo alcance y misiles balísticos con técnicas crudas y salvajes de tortura y dominación, en función de preservar y extender su dominio de gran parte del planeta.

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