Revolución #228, 3 de abril de 2011


No podemos solucionar la emergencia ambiental bajo este sistema, pero sí hay manera de hacerlo... y se trata de la revolución comunista

Lo siguiente es una trascripción levemente revisada de un discurso de Raymond Lotta presentado en el Left Forum en la Ciudad de Nueva York el 19 de marzo de 2011:

 

Este es un momento muy importante en que celebrar esta conferencia. La crisis en Japón, hoy el peor desastre nuclear desde Chernóbil, plantea peligros críticos ante el pueblo japonés que ya han sufrido muchísimo del terremoto y tsunami. Esta crisis lleva riesgos potencialmente graves para el bienestar de la humanidad y el medio ambiente del mundo. Es un acontecimiento global y todos tenemos la responsabilidad de plantear y luchar por demandas contra el sistema para que lidie con las consecuencias de este desastre, a la vez que indagamos su significado más grande.

El terremoto y tsunami en Japón resultaron de fuerzas tectónicas naturales. Pero la razón por la cual Japón dependía tanto de la energía nuclear y la forma en que continúa esta crisis se mediatizan por medio de unas ciertas relaciones sociales.

El título de mi discurso es: No podemos solucionar la emergencia ambiental bajo este sistema, pero sí hay manera de hacerlo... y se trata de la revolución comunista. Discutiré la naturaleza del sistema que domina el mundo y saquea el plantea, y lo que eso tiene que ver con esta crisis nuclear. Y hablaré sobre algo nuevo en el escenario político-ideológico, la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto), del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, y lo que ésta tiene que ver con un camino hacia adelante para la humanidad.

I. El capitalismo es la causa

En la historia geológica y ecológica de este planeta, han ocurrido gigantescos trastornos ambientales, cambios climáticos y extinciones en masa. Lo que tiene de único la emergencia ambiental actual es que en lo principal la causa la actividad humana. No la actividad humana en abstracto sino el funcionamiento del sistema económico y político bajo el cual vivimos: el capitalismo-imperialismo.

Pues, el capitalismo es un sistema que funciona bajo ciertas reglas. Es como el baloncesto o el fútbol: existen reglas del juego. Si un jugador de baloncesto pateara el balón como en el fút, le sancionarían a él o ella, y si siguiera haciéndolo, lo echarían del partido. Bueno, el capitalismo tiene sus propias reglas. Sí, las corporaciones específicas han hecho cosas atroces contra el medio ambiente. Pero las reglas del capitalismo hacen que sea imposible que, como sistema, lidie con el medio ambiente de una manera sustentable o racional, aunque lo quisiera un capitalista individual o un grupo de capitalistas. Veamos estas reglas:

REGLA #1: Todo es una mercancía y se tiene que hacer todo en pos de las ganancias.

Bajo el capitalismo, se produce todo a fin de intercambiarlo, de venderlo. Para poder intercambiar las cosas, es necesario que tengan utilidad. Pero bajo el capitalismo, cómo se mide y cómo se determina lo que se produce y cómo se produce son las ganancias, el que hablemos de la vivienda, la medicina, la tecnología o el desarrollo de energía. Las ganancias provienen de la explotación de miles de millones de personas en el planeta.

Cuando una compañía como Texaco extrajo petróleo en la selva tropical del Ecuador, roció y derramó desperdicios tóxicos y petróleo, destruyendo selvas prístinas, ennegreciendo de petróleo los ríos y arroyos y creando no sólo uno de los peores desastres ambientales en la historia sino al mismo tiempo dejando a muchas personas muertas o muriendo de cáncer. Pero esto fue una inversión rentable.

Bajo el capitalismo, la naturaleza es algo para tomar y saquear... o es un recurso “gratis” e ilimitado para explotar y utilizar en la producción basada en las ganancias.

REGLA #2: Por su carácter, la producción capitalista es de propiedad privada y se rige por el principio: “expandirse o morir”. Una economía capitalista está fragmentada en unidades separadas de control y propiedad capitalista que se competen entre sí, tales como Toyota y Ford... Exxon-Mobil y Royal Dutch Shell. Cada unidad de capital debe luchar contra otras en pos de su parte del mercado y debe reducir los costos constantemente para mantenerse a flote. Y a cada unidad de capital, siendo privada, le importan en lo fundamental sus operaciones, sus ganancias y su expansión.

Por ejemplo, las plantas nucleares. Los inversionistas prestarán mucha atención a los costos y la eficiencia de las operaciones. Pero respecto a lo que pasa fuera de esa esfera inmediata de operaciones y propiedad, o sea, los costos ambientales de minar el uranio del que dependen estas plantas, las consecuencias dañinas de las emisiones de gases peligrosos, los peligros para la salud de la gente de las zonas cercanas así como lejanas y las consecuencias a largo plazo de la eliminación de los residuos nucleares, esos costos no figuran en las pérdidas y ganancias de sus libros de contabilidad.

El capitalismo es un sistema anárquico. Tiene horizontes de corto plazo. No existe la planificación consciente para la sociedad en su conjunto para satisfacer las necesidades sociales ni para lidiar con los múltiples efectos de lo que se produce y de cómo se produce.

REGLA #3: El capitalismo hoy es un sistema global y funciona por medio de la dominación de naciones oprimidas por países imperialistas y de la rivalidad entre las potencias imperialistas, una rivalidad que condujo a dos guerras mundiales en el siglo 20.

Hoy se intensifica cada día más la contienda de las grandes potencias sobre el control de las fuentes de combustible fósil barato y otras fuentes de energía en las naciones oprimidas de África y Asia central. Se rivalizan por posiciones en el Ártico. Y he aquí el pequeño secreto sórdido del imperio: el ejército estadounidense, el que refuerza la explotación y saqueo internacional, es el comprador de petróleo más grande del mundo.

A la luz de estas tres reglas, veamos el programa nuclear comercial de Japón.

Actualmente, la energía nuclear proporciona el 30% de la electricidad de Japón. Esta situación no tiene nada de predestinado ni necesario. Se puede preguntar por qué Japón no invirtió en energías seguras y renovables, tal como la solar, la geotérmica o la eólica. Bueno, las reglas del juego condicionaron la decisión de usar la energía nuclear: las ganancias al mando y la rivalidad y la geopolítica.

Japón importa casi todo su petróleo. Le era un gran choque la crisis del petróleo de 1973, la que desbarató el suministro de petróleo. Puso en peligro el rápido crecimiento económico y el creciente alcance internacional de Japón. La decisión de la clase dominante japonesa de desarrollar la energía nuclear se basaba en ciertos cálculos.

Para que el capital japonés se expanda de manera rentable, para que consiga mercados de exportación, para que avance su contienda económica global contra las potencias imperiales rivales, necesitaba una fuente de combustible capaz de producir energía a una enorme escala industrial y comercialmente rentable. Necesitaba una fuente de combustible que no fuera vulnerable a esta clase de choques en el suministro.

Esos imperativos estratégicos eclipsaron los peligros ya conocidos de construir plantas nucleares cerca de una de las fallas sísmicas más activas en el planeta y a lo largo de las zonas costeras al alcance de tsunamis.

Estados Unidos estimuló el programa de energía nuclear de Japón. ¿Por qué? Porque Japón ha sido un flanco clave de la alianza occidental de Estados Unidos construida después de la Segunda Guerra Mundial, y un Japón estable, un Japón que acoge a las fuerzas militares de Estados Unidos, ha sido algo integral en la proyección del poderío de Estados Unidos en el este de Asia. También dio apoyo tecnológico a la re-orientación nuclear de Japón. En efecto, la decisión de Japón de incrementar la energía nuclear comercial creaba un mercado para la industria de energía de Estados Unidos. Como se sabe, los reactores que ahora están en peligro de derretirse están basados en diseños de General Electric.

Y para las clases dominantes tanto de Japón como de Estados Unidos la energía nuclear comercial ha sido una cuña ideológica para allanar el camino para todo lo que es nuclear: incluidas las armas nucleares. Esto estaba sucediendo en el único país en el mundo que experimentó la devastación y el horror de las bombas atómicas como resultado de los bombardeos estadounidense de Hiroshima y Nagasaki. Pero eso no es todo.

Durante las últimas tres décadas en que Japón ha estado construyendo estos reactores, el resto del mundo detuvo en general la construcción de nuevas plantas nucleares, principalmente por razones económicas. Es decir, hasta hace poco, con el llamado renacimiento de la energía nuclear. Japón medio ha estado al frente del desarrollo de la energía nuclear y esto le ha dado al imperialismo japonés cierta ventaja competitiva: para amarrar contratos con enormes ganancias para la construcción de plantas nucleares en otros países.

Este impulso de exportar reactores nucleares ha sido especialmente importante como parte de los esfuerzos de Japón para superar 15 años de un lento desarrollo económico en un ambiente internacional incrementadamente competitivo. Y ¡qué tan conveniente lo es que el organismo de control japonés que supuestamente monitorea la seguridad de las plantas nucleares, la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial, lo supervisa el Ministerio de Economía, Comercio y la Industria japonés!

Así que aquí estamos. Se vislumbra una catástrofe nuclear. Las mismas “reglas del juego” capitalista que llevaron a una situación donde el estado japonés se embarcó en la rápida expansión de la energía nuclear también determina la respuesta a la crisis. El principal interés del estado imperialista japonés es mantener el orden y salvaguardar sus intereses estratégicos. El principal interés de las empresas de energía es proteger sus inversiones.

Esa es la razón por la que se ha mantenido desinformado al pueblo japonés. Por eso no se ha permitido que se movilice de la manera que se requiere. Recuerden cómo British Petroleum monopolizó el control sobre la información acerca del derrame de petróleo en el Golfo de México y fijó las condiciones de cómo sería la respuesta, porque este inversión era de su propiedad. Y en un mundo dividido entre estado-naciones imperialistas contendientes, no puede existir la clase de movilización global de la gente y de recursos que exige la enormidad de esta grave crisis.

Esta crisis no tenía que ocurrir. Al igual que la clase de sufrimiento después de que el huracán Katrina tocó tierra no debió haber ocurrido. Al igual que no necesariamente fueron factores dados las condiciones de pobreza, la carencia de preparativos y la insuficiente infraestructura médica en Haití o Cachemira en el momento de esos terremotos. Al igual que la perforación en las aguas profundas en el Golfo de México no es alguna característica inevitable del desarrollo económico.

No, esto es el resultado del funcionamiento de este sistema capitalista imperialista: de las ganancias al mando… del impulso ciego del capital de expandirse o morir y sus relaciones sociales opresivas… de la división del mundo entre países opresores y oprimidos… de la rivalidad entre bloques de capital y la contienda entre estados imperiales. Estos crímenes continuarán siempre y cuando este sistema continúe. Pero el mundo no tiene que ser así.

II. La revolución abre el camino

El único camino viable para lidiar con la emergencia ambiental es la revolución: una revolución socialista que establezca un poder estatal radicalmente nuevo y diferente que desarrolla sus prioridades basándose en las necesidades de la humanidad en general, de la emancipación de la humanidad y la protección del planeta.

El objetivo final de esta revolución es crear un mundo comunista: un mundo donde las personas trabajen y luchen juntas por el bien común… donde todos contribuyan de la manera que puedan a la sociedad y obtengan a cambio lo que necesitan para tener una vida digna de seres humanos… donde ya no hayan divisiones entre las personas en las que algunos gobiernen y opriman a otros, y les roben no solamente de los medios para una vida digna sino también del conocimiento y los medios para realmente comprender y cambiar al mundo.

El socialismo es el primer paso hacia ese mundo. En la sociedad socialista, la propiedad y el control de la producción, los medios de producción que en efecto trabajan colectivamente miles y millones de personas, se socializan por medio de este nuevo estado revolucionario. Ya no existirán Wal-Mart o ExxonMobil. Ya no existirá una maquinaria militar imperialista que sume al pueblo en muerte y destrucción en aras de los intereses del imperio. Y bajo el socialismo, las reglas que rigen la producción de mercancías, de la ganancia primero, de expandirse o morir, estas reglas ya no establecerán las condiciones y el marco de lo que es posible y deseable.

La Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, establece un marco de la manera en que sería constituida una vibrante sociedad socialista y cómo ésta funcionaría para una transición a un mundo comunista. Esta Constitución está basada en la nueva síntesis del comunismo de Bob Avakian, la cual retoma la experiencia de las revoluciones bolchevique y china, aprende de sus lecciones positivas y negativas y la eleva a un nuevo nivel más alto de síntesis.

Este es un socialismo que se esfuerza para superar la inmensa brecha entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, donde hoy solamente participa una pequeña minoría de la sociedad en el campo del trabajo con las ideas… pero que supera esta brecha sobre la base del florecimiento de la vida intelectual, científica y cultural. Un socialismo donde se mantiene y se usa el poder estatal para resolver los problemas más espinosos y difíciles de la sociedad y para esparcir la revolución en el mundo… donde se mantiene el poder sobre la base del florecimiento de una gran efervescencia, disentimiento e iniciativa políticos.

Esto no es alguna utopía. Una sociedad socialista se enfrentará a enorme desafíos. Existirá la gravedad de la crisis ambiental. Por algún tiempo, cualquier revolución que llegue al poder se enfrentará a amenazas de grandes extensiones de un mundo hostil capitalista imperialista. La sociedad socialista tendrá que lidiar con el peligro de una contrarrevolución. La nueva sociedad contendrá las divisiones sociales y las ideas atrasadas heredadas de la sociedad de las clases explotadoras. Para hacer la revolución y mantenerla avanzando, se necesita una dirección visionaria que se base en una comprensión científica de cómo es la sociedad y cómo es posible transformarla.

La Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte explica cómo serían una economía y sociedad socialistas, y de ahí cito: “contribuir todo lo que pueda a resolver esta crisis ambiental y al mayor grado que sea posible revertir sus múltiples efectos terribles, y de anunciar el comienzo de una nueva era en que los seres humanos y su sociedad verdaderamente podrán encargarse de la Tierra y cuidarla”. En un número especial del periódico Revolución (#213, 10 de octubre de 2010), expusimos unos principios claves del desarrollo sustentable socialista.

Para repetir, esto no es una utopía tranquila. La Constitución expone los principios y la orientación para transformar la sociedad: establece los procesos y estructuras de gobierno de la nueva sociedad. Pero el movimiento y el desarrollo de la nueva sociedad son complejos y surgirán nuevas cosas y nuevos problemas. En la sociedad socialista, será necesario someter las políticas básicas, los planes económicos y de hecho el mismo rumbo de la sociedad a cuestionamientos y debates ampliamente. Además, las contradicciones todavía por resolver en la sociedad socialista (en torno al patriarcado, las cuestiones de la sustentabilidad, de balancear los requisitos de corto y largo plazo, etc.) generarán controversias y lucha. Eso constituirá una fuente de dinamismo en la sociedad socialista.

Bob Avakian ha planteado el ejemplo de la novelista y activista social Arundhati Roy. Muchos de los presentes saben que ella ha estado en las primeras líneas de las luchas contra la construcción de las presas ambientalmente destructivas en la India. Se presenta la pregunta: ¿será posible que las personas como Arundhati Roy organicen y protesten en oposición a la política y rumbo ambientales bajo el socialismo? Sí, Avakian recalca que el socialismo tiene que ser una sociedad que rebose de disentimiento, protesta y contienda.

Todo esto es una parte del proceso de llegar a la verdad de la sociedad y el mundo, de alentar el pensamiento crítico en la sociedad socialista y de capacitar a las personas que anteriormente se llamaban “los de abajo” para que comprendan más profundamente y transformen más profundamente el mundo; esto es crucial para avanzar la lucha hacia el comunismo. Pero en ocasiones habrá muchas tensiones y alboroto, con protestas, huelgas y levantamientos que podrían desestabilizar la sociedad. Será necesario aprender de las personas como Arundhati Roy, a fin de contribuir a desarrollar soluciones a estos problemas ambientales muy graves y profundos, a la vez que habrá lucha ideológica sobre las cuestiones del socialismo, el comunismo y a dónde está encaminada la humanidad y a dónde tiene que estar encaminada.

¿Cómo lidiará un estado nuevo y radicalmente diferente con un desastre natural, como el huracán Katrina o un gran terremoto? Tendría la capacidad de movilizar recursos técnicos y económicos a una enorme escala. Desencadenaría el recurso más importante; el pueblo. El estado socialista capacitará a los científicos, personal médico, técnicos e ingenieros a unirse con las masas básicas en nuevas combinaciones a fin de analizar y solucionar problemas, y aprender unos de otros. Si se diera un desastre industrial o de energía, el estado  daría advertencias y procurarían limitar los daños a los ecosistemas. En todo esto, pondría la salud del pueblo en primer plano.

Se tendría que hacer todo esto en tiempo real. Sería necesario popularizar los avances así como los problemas que continúen y lo que se esté aprendiendo en la respuesta a tales desastres. En lugar de enclaustrar la información y los conocimientos, se diseminarían y se examinarían de manera crítica. Al mismo tiempo se llevará a cabo educaciones y debates de masas. El estado socialista estaría desencadenando a las personas a todos los niveles para responsabilizarse y tomar iniciativas.

Al enfrentarse a un desastre así, se tendría que prestar atención a las disparidades sociales que provienen de la larga historia de desigualdades, como el legado del racismo, así como las maneras dispares en que ocurra el peligro: que no toca a algunos y devasta a otros. Se proyectaría ampliamente un etos de “servir al pueblo”, y no la pasividad y el punto de vista de “cada quien en lo suyo” del capitalismo. En una palabra, existiría un mundo de diferencia en la manera en que una sociedad socialista emancipadora lidiaría con una situación así.

Permítanme concluir. Se están presentando en términos extremos enormes problemas de vida, salud y el medio ambiente mundial en las secuelas del terremoto y el tsunami que azotaron al Japón. Estamos viviendo en tiempos de grandes peligros. Pero no existe ninguna necesidad permanente de que vivamos así. Existe el potencial, enjaulado y suprimido por el sistema, de que la humanidad comprenda profundamente y cambie profundamente el mundo por un cambio liberador: para llegar a un mundo en que los seres humanos podría florecer y la humanidad podría actuar de verdad como el guardián del planeta.

Estamos construyendo un movimiento para esa revolución. Debatir y determinar las causas y lecciones de esta reciente calamidad… formular y luchar por las demandas que surjan en respuesta a esta crisis… y elevar la vista a un mundo completamente nuevo — todo esto es parte de construir ese movimiento para la revolución.

 

En línea en revcom.us/medio_ambiente

¡EMERGENCIA!, un número especial de Revolución sobre la emergencia ambiental que la humanidad y los ecosistemas del mundo enfrentan hoy.

Consiga la edición impresa en Libros Revolución (p. 15) o RCP Publications, Box 3486, Chicago, IL 60654-0486, rcppubs@hotmail.com, 773-227-4066.

 

 

 

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