Revolución #236, 19 de junio de 2011


Fallo de la Suprema Corte:

CASTIGOS CRUELES E INUSITADOS EN LAS PRISIONES DE CALIFORNIA

El 23 de mayo de 2011, la Suprema Corte dictaminó que las condiciones en las prisiones de California violan la prohibición estipulada en la VIII Enmienda contra castigos crueles e inusitados y ordenó que el estado redujera la población carcelaria de 140 mil a 110 mil. La corte estaba profundamente dividida, con un voto de 5 contra 4. El magistrado Anthony Kennedy redactó la opinión mayoritaria y dos magistrados extremadamente conservadores, Antonin Scalia y Samuel Alito, redactaron opiniones disidentes.

Este caso, Brown v Plata, es producto de dos demandas colectivas. La primera, de 1990, la entablaron presos con fuertes enfermedades mentales. La segunda, de 2001, la entablaron presos con agudas condiciones médicas. Con este fallo, la Suprema Corte ha defendido el dictamen de 2009 de parte de tres jueves federales que ordenaron que California redujera la población carcelaria. El New York Times dijo: “En California, funcionarios del estado tendrán dos años para cumplir con el fallo y podrían pedir una ampliación del plazo. El magistrado Kennedy recalcó que la reducción de la población en las prisiones no necesariamente se tendría que realizar con la libertad anticipada de los presos. Entre otras opciones, dijo, están la construcción de nuevas prisiones, los traslados a otros estados y el uso de instalaciones de los condados.

Antes de tratar la importancia de la decisión de la Suprema Corte en este caso, cabe conocer la brutalidad que las y los presos de California han venido experimentando desde hace mucho tiempo. Muchísimas historias de horror han salido a la luz, tal como este relato de un incidente en 1996 en la Unidad de Vivienda de Seguridad en Pelican Bay, conocida como SHU:

“Después de condenar de hurto mayor a Vaughn Dortch, un preso con un largo historial de problemas mentales, lo encerraron. Ahí, las duras condiciones del aislamiento hicieron que ‘deteriorara dramáticamente’ su situación mental, al extremo de que ‘él se embarraba repetidamente con excrementos y orines’. Los carceleros lo llevaron a la enfermaría para bañarlo… Seis guardias con guantes de hule lo sometieron, con las manos esposadas por la espalda, en una tina de agua hirviendo. Luego, su abogado calculaba que la temperatura en la tina estuvo a cerca de 52ºC. McMillan continuó el proceso de bañarlo mientras un guardia lo sometió por el hombro y le sujetó los brazos a los costados. Después de unos 15 minutos, cuando por fin dejaron que Vaughn se pusiera de pie, su piel se le peló en largas planchas, ‘colgadas en grandes bolas alrededor de sus piernas’. Posteriormente, la enfermera Barbara Kuroda testificó sin recusación de que escuchó cuando un guardia dijo acerca del preso negro que “al parecer, vamos a tener a un chico blanco antes de terminar esto… él tiene la piel tan mugrosa y tan podrida que se le ha caído’. Vaughn no recibió ninguna anestesia durante 45 minutos, por fin se derrumbó por debilidad y se lo llevaron a la sala de urgencias. Ahí, entró en estado de shock y casi murió”1.

Esta clase de brutalidad extrema ha estado ocurriendo en las prisiones de California, junto con muchas otras formas de abuso, tales como la violación, las “extracciones” de celdas en que una manada de guardias se abalanzan sobre una celda y apalean a un preso y las unidades de aislamiento donde torturan a los presos con la privación sensorial.

Condiciones infrahumanas… un sistema infrahumano

El máximo tribunal del país ha pronunciado una decisión que no sólo admite que las condiciones de las prisiones del estado más poblado de Estados Unidos constituyen un castigo cruel e inusitado y son inconstitucionales sino que ofrece mucha evidencia explicita a favor de este argumento.

La decisión de la Suprema Corte en Brown v Plata, titulada “Graves violaciones constitucionales en el sistema carcelario de California”, dice que de estas graves violaciones constitucionales han venido surgiendo continuamente lesiones y daños. Sostiene: “Durante años, los servicios médicos y de salud mental proporcionados en las prisiones de California han quedado cortos de los mínimos requerimientos constitucionales y no han satisfecho las necesidades básicas de salud de los presos. El resultado bien documentado ha sido innecesario sufrimiento y la muerte”.

La decisión mayoritaria, redactada por Kennedy, incluye ejemplos contundentes de los “castigos crueles e inusitados” a los cuales los presos están sometidos en California: cientos de presos hacinados en gimnasios abiertos donde las literas están separadas unos centímetros las unas de las otras; presos suicidas “retenidos por largos plazos en jaulas del tamaño de una caseta telefónica sin inodoro”; y presos con trastornos mentales que “languidecen meses o incluso años sin acceso de los cuidados necesarios”.

Además, hay muchos ejemplos de la manera en que han descuidado cruelmente, brutalizado y literalmente dejado a la muerte a los presos con graves problemas de salud.

“No existe alojamiento adecuado para los presos discapacitados y de tercera edad. Las instalaciones médicas, si es que existan, están en pésimo estado. A menudo ni está a la mano equipo médico básico o ni se usa. Con demasiada frecuencia, cuando urjan, no hay medicamentos y otras opciones de tratamiento…. De hecho, es inexacto llamarle al caos existente un ‘sistema de suministro de servicios médicos’; es más bien un acto de desesperación que un sistema”.

“Un experto en psiquiatría informó que observó a un interno que había estado detenido en tal jaula por casi 24 horas, parado en un charco de sus propios orines, sin responder y casi en un estado catatónico. Los funcionarios carcelarios explicaron que ‘no tenían donde meterlo’”.

“Un preso con severos dolores abdominales murió después de que tardaron cinco días en conseguirle la recomendación de enviarlo a un especialista; un preso con dolores de pecho ‘constantes y extremos’ murió después de que tardaron ocho horas en conseguirle una evaluación de un médico; y un preso murió de cáncer testicular después de que ‘los doctores no le hicieron un examen para cáncer a un hombre joven con 17 meses de dolores testiculares’”.

Kennedy incluye el hecho de que el índice de suicidios en las prisiones de California ha estado 80% más alto que el promedio nacional para presos y cita un tribunal inferior que dijo que era “un hecho no impugnado” que “un preso de una de las prisiones de California muere innecesariamente cada seis o siete días debido a las deficiencias constitucionales”.

La orden de la Suprema Corte contra California se basa en la premisa de que el hacinamiento es la principal razón que motivó los citados abusos. Y la forma en que los presos están apiñados en sí es infrahumana. Pero la brutalidad sistemática contra los presos va más allá del problema del hacinamiento. Éste no explica por qué los presos están sometidos al aislamiento durante años, picanas para ganado, pistolas paralizadoras y perros de ataque.

El presidente Nixon: “En realidad, el problema general son los negros”

Es necesario poner la situación en una perspectiva más amplia y preguntar ¿por qué 140.000 personas en California y 2.3 millones en todo el país están tras rejas en primer lugar? ¿Por qué es que los afroamericanos constituyen el 13% de la población general de Estados Unidos pero más del 50% de la población carcelaria? ¿Por qué es que tantos presos están mantenidos en cámaras de aislamiento, sometidos a la clase de tortura mental que se considera un crimen de guerra cuando se cometa contra los prisioneros de guerra?

La propaganda oficial pregonó la mentira de que el consumo generalizado de los alcaloides era una amenaza urgente y grave para el país y se emprendió lo que llamaban una “guerra contra la droga” en 1972. Pero en realidad, lo que originó dicha guerra no era un interés genuino en las millones de personas cuya vida resultara destrozada por el abuso y la adicción a la droga, pues ese abuso en gran parte se debe al deseo general de anestesiarse de las personas que viven bajo este sistema brutal.

El máximo ayudante de Nixon escribió lo siguiente acerca de lo que pensaba el presidente después de los tumultuosos años 60: “[Nixon] recalcó que es necesario reconocer el hecho de que en realidad, el problema general son los negros. La clave es confeccionar un sistema que reconoce eso al mismo tiempo que no da la apariencia de hacerlo”2.

Se orquestó la “guerra contra la droga” desde los máximos niveles oficiales (primero el presidente Richard Nixon y luego Ronald Reagan) y se dio en tiempos en que el sistema se enfrentaba a grandes desafíos en todo el mundo y en el frente interno. Desde el mero comienzo, esta “guerra contra la droga” ha sido una guerra contra el pueblo con el objetivo de controlar y reprimir a un gran sector de la población que el sistema considera como volátil y una amenaza en potencia en su contra. Esta llamada guerra ocurrió en las secuelas de los años 60, esos tiempos de rebeliones en las ciudades, rebeliones en las prisiones, el Partido Pantera Negra y luchas de masas, combativas y generalizadas contra la opresión del pueblo negro que influenciaban y se entretejía con otras luchas en esos años tales como el movimiento contra la guerra y la lucha por la liberación de la mujer. Esas luchas sacudieron al sistema hasta sus cimientos y pusieron en tela de juicio la legitimidad del sistema a los ojos de millones de personas.

De hecho, la “guerra contra la droga” era una manera, como dijo Nixon, de singularizar a los negros pero “confeccionar un sistema que reconoce eso al mismo tiempo que no da la apariencia de hacerlo”.

Desde los años 60… nuevas e intensificadas formas de opresión

Desde los años 60, se han operado grandes cambios en el mundo así como en la sociedad estadounidense, como incluir, aunque de modo muy precario, un sector del pueblo negro en “la clase media” y hasta la elección de un presidente negro. Pero las condiciones básicas de muchos millones de afroamericanos, cuando hayan cambiado, se han vuelto más desesperadas.

Algunos cambios tienen que ver con la globalización. Las fábricas de producción se trasladaron de los centros urbanos a los suburbios y luego a otros países, a la vez que las masas negras permanecieron atrapadas en esos núcleos urbanos debido a privaciones y la segregación residencial. Al mismo tiempo, quitaron a los centros urbanos de fondos y los dejaron convertirse en zonas muertas económicas y culturales. El narcotráfico y las narcopandillas en cierto grado surgieron espontáneamente, pero también fueron objeto de manipulación sistemática y en algunos casos promoción para llenar el vacío económico y político que quedó en los barrios pobres como resultado del abandono económico y la represión contrarrevolucionaria del movimiento.

Y el mismo sistema que creó esta situación luego dio vuelta y satanizó a millones de afroamericanos en los centros urbanos y prisiones. El magistrado de la Suprema Corte Scalia en su opinión disidente hizo comentarios típicos que fomentaron más el racismo, rabiando que la decisión de la corte iba a soltar “a buenos especimenes físicos que se han desarrollado formidables músculos levantando pesas en el gimnasio de la prisión”. Tal retórica evoca el odio y miedo hacia los esclavos que los amos esclavistas y sus ideólogos azuzaron en los tiempos de la esclavitud, y luego los dueños de plantaciones y el Ku Klux Klan lo continuaron, describiendo a los hombres afroamericanos como depredadores aterradores, para justificar la brutal explotación y opresión del pueblo negro.

Un número especial de Revolución sobre las cárceles y las y los presos en Estados Unidos, “Del infierno del encarcelamiento a un futuro de emancipación”, dice:

“Los gobernantes utilizaron todo eso, junto con otros ataques, para crear una ‘clase paria’3 en los centros urbanos, es decir, una clase de excluidos sociales a quienes no les daban el mismo trato ni derechos de costumbre. Y luego utilizaron la presencia de esa clase paria como una válvula de escape y un blanco para el resentimiento que se acumulaba en un gran sector de las personas blancas, muchas de las cuales también experimentaban pérdidas e inestabilidad económica y de ese modo los gobernantes reforzaron y reacondicionaron la ‘herramienta’ de la supremacía blanca para la nueva época”.

“Una guerra contra la droga librada casi exclusivamente contra gente pobre de color”

Como resultado, la población carcelaria en Estados Unidos subió de unos 500.000 en 1980 a más de 2.3 millones de presas y presos hoy. Y, siguiendo las pautas establecidas por Nixon, esto ha asumido la forma de varias versiones de “la guerra contra la droga”.

Las condenas por delitos de drogas eran la causa número uno de este auge de encarcelamiento en masa. Las condenas por drogas en sí constituyen dos tercios del aumento de la población de las prisiones federales y más de la mitad de la de las prisiones estatales entre 1985 y 2000. Los arrestos por drogas se han triplicado desde 1980. Han arrestado a más de 31 millones de personas por delitos de drogas desde que empezó “la guerra contra la droga”4. “La guerra contra la droga” que metió a tanta gente en la prisión ha estado empapada completamente de la supremacía blanca, que ha sido una parte de los cimientos de Estados Unidos desde el comienzo. Por ejemplo, existen enormes disparidades raciales en las condenas y las sentencias. Los afroamericanos constituyen más del 80% de los condenados por la cocaína “crack”, mientras que la gente blanca tiende a usar la cocaína en polvo5. Una ley de 1986 estableció que la sentencia por X cantidad de cocaína “crack” equivale a la sentencia de alguien con 100 veces esa cantidad de cocaína en polvo. (La legislación en 2010 redujo esta proporción a aproximadamente 18 a 1.) Y aunque en todo el país la mayoría de los usuarios y vendedores de estupefacientes ilegales en Estados Unidos son blancos, tres cuartos de las personas hechas presas por drogas han sido negros o latinos.

El libro de Michelle Alexander, The New Jim Crow: Mass Incarceration in the Age of Colorblindness, señala:

“[L]os historiadores sin duda mirarán al pasado y se maravillarán de que existiera en Estados Unidos tal sistema extraordinariamente completo y extenso de control social racial. Qué tan fascinante, dirán probablemente, que libraran una guerra contra la droga casi exclusivamente contra la gente pobre de color, las personas ya atrapadas en los barrios pobres que no tenían ni trabajo ni escuelas dignas. Detuvieron a millones de personas, las metieron en prisiones y al soltarlas, las estigmatizaron de por vida, les privaron del derecho de votar y los hicieron entrar a un mundo de discriminación”. [Vea el recuadro acompañante: “La criminalización de una generación y la opresión de los afroamericanos y los latinos”.]

Estados Unidos #1 en encarcelación en masa

Sin duda encierra una complejidad de factores la explicación de por qué un sector de la clase dominante de Estados Unidos cree que tiene que responder a la situación en las prisiones de California (y como indica el citado comentario de Scalia, existen muy fuertes divergencias en la corte sobre este fallo). El estado de California sí tiene una grave crisis financiera y hoy eroga $10 mil millones al año para sus 33 prisiones. Pero eso no explica completamente el motivo de una decisión tan inaudita ni las evidentes divergencias fuertes en la clase dominante. Se requerirá de más estudio y análisis para conocer lo que esta decisión refleja acerca de las posibles divergencias en la clase dominante y las contradicciones más amplias que confronta Estados Unidos en el país y en el mundo.

Pero un elemento de esta decisión revela lo que representa el hecho de que Estados Unidos se presenta como “el líder del mundo libre” y el país más limpio y justo en el mundo a la vez encarcela en masa a las minorías. Tiene el 5% de la población del mundo, pero el 25% de los presos del mundo. Se describe a sí mismo como la tierra de la igualdad, una sociedad ajena al color de la tez. Pero meten a la cárcel a los afroamericanos y latinos a un ritmo mucho más alto que a los blancos. En el mundo, mucha gente considera esta situación como una expresión de la opresión y subyugación racista de los negros y latinos. Y los índices astronómicos de encarcelamiento en Estados Unidos tienen el potencial de motivar a las personas a cuestionar la legitimidad misma del sistema judicial estadounidense y en efecto del sistema del capitalismo-imperialismo bajo el cual vivimos. La decisión de Kennedy alude a este problema para la clase dominante diciendo: “Una prisión que le quita a los presos el sustento básico, incluyendo la asistencia médica adecuada, es incompatible con el concepto de la dignidad humana y no tiene cabida en la sociedad civilizada...”.

Lecciones del cambio

La historia tiene muchos ejemplos, pero esta situación trae a la mente los artículos de Revolución #233 con motivo del 50º aniversario de los Viajeros por la Libertad. He aquí a un grupo de personas decididas de luchar por la justicia y eliminar el Jim Crow en el Sur. (El Jim Crow decretó, de modo formal e informal, la segregación entre el pueblo negro y los blancos en todo aspecto de la vida.) Cuando los Viajeros por la Libertad lucharon con valor por la justicia, las primeras planas de los periódicos de este país y de todo el mundo mostraron noticias e imágenes de personas negras privadas de sus derechos más básicos. Eso constituyó un importante factor que motivó a la clase dominante estadounidense a llevar a cabo algunos cambios en la manera de tratar a los negros, al menos en la manera en que la policía reforzaba descaradamente y las leyes imperantes defendían esa discriminación y segregación.

El fin de la segregación legal y de las leyes Jim Crow no se hubiera logrado sin la gran lucha y sacrificio de la gente. La decisión de la Suprema Corte en Brown v The Board of Education dijo que las escuelas separadas para estudiantes negros y estudiantes blancos eran inconstitucionales. Las cortes declararon ilegal la segregación en los autobuses interestatales. Pero en los hechos eso no condujo a ningún cambio real. El gobierno federal tuvo que defender esas decisiones solamente ante la decidida lucha de masas que desafiaba la legitimidad misma del sistema.

Hoy tenemos una situación en que necesitamos urgentemente un movimiento popular para librar una lucha decidida y sin tregua contra el brutal encarcelamiento de millones de personas en Estados Unidos. Más adultos afroamericanos están en la prisión o bajo libertad condicional que estaban esclavizados en 1850, una década antes de la guerra de Secesión. ¡Esto es intolerable!

Existen muchas maneras y senderos para que las personas de todas las nacionalidades y de todos los sectores de la sociedad, de los artistas, intelectuales y abogados, las personas que están sufriendo un infierno por esto todos los días y los estudiantes y jóvenes hagan suyo este movimiento. Como una parte clave de esto, la resistencia política de masas es indispensable.

La historia nos enseña que sin tal lucha, la clase dominante estadounidense no tendría ninguna obligación de responder a los horrendos problemas que menciona esta reciente decisión de la Suprema Corte. Nos enseña que con esta lucha, pueden aprender a ver las cosas de otra manera, y pueden verse impelidas a luchar, muchísimas personas, incluidas muchas que hoy son muy ajenas a lo que está pasando o se tragan las mentiras de que se trata de controlar a los criminales y el crimen y que los presos se la buscaron.

El encarcelamiento inhumano en masa de millones de personas es una expresión de la realidad de que éste es un sistema basado en la opresión y explotación brutal. Aunque bajo este sistema pueden llevar a cabo cambios y ajustes en las formas de opresión y explotación, la única manera de realmente arrancar de raíz y eliminar esta opresión y explotación es mediante la revolución comunista.

Como el Mensaje y Llamamiento del PCR dice: “Los días en que este sistema simplemente puede seguir haciendo lo que le hace a la gente en este país y en todo el mundo... en que la gente no tiene la inspiración ni la organización para hacerle frente a estas barbaridades y acumular las fuerzas para poner fin a esta locura... esos días deben TERMINAR. Y esto SE PUEDE hacer”.  

En las investigaciones para redactar este artículo, varias personas expertas en la materia del encarcelamiento en masa en Estados Unidos contribuyeron sus ideas, artículos y ensayos. Les agradecemos mucho todo eso, pues también será de gran ayuda en la cobertura futura en Revolución sobre este importante tema.

FOOTNOTES

1.  “If the Shu Fits: Cruel and Unusual Punishment at California’s Pelican Bay State Prison”, Romano, Sally Mann, Emory Law Journal, verano 1996. [regresa]

2.  The Haldeman Diaries: Inside the Nixon White House, p. 53, de H.R. Haldeman, citado en Smoke and Mirrors: the War on Drugs and the Politics of Failure, de Dan Baum. [regresa]

3. Se toma y desarrolla más el concepto de singularizar a los negros y a los amerindios como una “clase paria”, que remonta a los primeros días de Estados Unidos y la forma general en que la supremacía blanca ha embotado la conciencia de clase en Estados Unidos desde ese entonces, en la importante obra en inglés, El comunismo y la democracia jeffersoniana, de Bob Avakian. Se puede conseguir en una edición impresa (RCP Publications, 2008) y en línea en revcom.us. [regresa]

4.  “Disparity By Geography: The War on Drugs in America’s Cities”, The Sentencing Project, 2008. [regresa]

5. “ACLU Releases Crack Cocaine Report, Anti-Drug Abuse Act of 1986 Deepened Racial Inequity in Sentencing”, www.aclu.org, octubre 2006. [regresa]

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