Revolución #245, 11 de septiembre de 2011
10 años después del 11-9
La fuerza arrolladora del imperio y el mundo completamente nuevo que se necesita...
El 11 de septiembre de 2001 (11-9), casi 3000 personas murieron cuando aviones chocaron con las torres gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington, D.C.
La inmensidad y el horror de los ataques conmocionaron a la gente. Nunca había ocurrido algo semejante en suelo norteamericano. Algunos reaccionaron con rabia, con una furia patriótica ciega. Formaron turbas que pedían venganza; a las personas con “apariencia extranjera” les escupían y muchas veces les golpeaban; algunas hasta murieron asesinadas por el crimen de “verse diferentes”. Un presentador de un programa televisivo en cadena no repitió el mensaje oficial al pie de la letra; le dijo textualmente el representante del presidente en una rueda de prensa, “cuidado con lo que dicen”, y se le canceló el programa. El gobierno recogió a más de mil inmigrantes en redadas en masa.
Otras personas —una minoría pero no tan pequeña— se acordaron de las escenas terribles que salieron en las noticias vespertinas de lo que le pasaba a “aquella gente” en “lugares lejanos”. Lloraron las víctimas del 11-9... pero empezaron a hacer preguntas. ¿Por qué ocurrió el ataque? Buscaron a otros —amigos, hasta desconocidos— para platicar, para tratar de entender.
Pero muy pronto el gobierno de Bush y los medios de comunicación establecidos hicieron saber que no se permitía ni siquiera el simple acto de hacer semejantes “preguntas peligrosas”: No vamos a hablar de eso... no piensen sobre la historia antes del 11-9, no consideren el contexto de lo que ocurrió... no, ya es hora de atenerse al programa. Bush dijo “o estás con nosotros o estás en nuestra contra”, y todo el Congreso se puso de pie y le lanzó vítores.
Bob Avakian dice en el discurso “Los grandes retos de la nueva situación”, que dio poco después del 11-9 al analizar los antecedentes: “Así que echaron a andar muchas cosas incluso antes de que el nuevo grupo tomara las riendas (incluso en la administración Clinton), y después vino el 11 de septiembre. Para mí el Comité del Movimiento Revolucionario Internacionalista (CoMRI) atinó cuando dijo que en el mundo tenebroso y tramposo de los servicios de espionaje tal vez nunca se conocerá con precisión quién organizó los ataques del 11 de septiembre. En realidad, ¿quién es Osama bin Laden? Claro, es el villano del momento, como lo fueron Noriega y ‘Saddam, el Dictador’ (y no olvidemos a Milosevic). Pero en realidad, ¿quién sabe quién es Osama bin Laden o con quién o para quién trabaja? No es posible saber todo esto, pero al menos parece muy probable que algunas fuerzas (no fuerzas positivas ni del proletariado sino fuerzas reaccionarias) le asestaron un golpe al imperialismo yanqui por sus propios motivos. Independientemente de lo que supiera o no la clase dominante, o sea, si sabía que el ataque venía pero decidió no pararlo por sus propios motivos o si sabía que se iba a dar algún tipo de ataque, en el país o en el extranjero, pero no esperaba lo que sucedió (lo cual es muy posible); independientemente de todo esto (y, repito, a lo mejor no se aclarará nunca) el hecho es que se ha producido una situación en que tienen tanto libertad como necesidad”. (Se puede conseguir el discurso en línea en revcom.us/a/245/ba-newsituation_s.) Cabe mencionar que casi tres años después del 11-9, se supo que Bush recibió un memo de inteligencia el 6 de agosto de 2001, titulado “Bin Laden decidido a atacar dentro de Estados Unidos”, que decía que el FBI había detectado “patrones de actividad sospechosa en este país que se parecen a preparativos para secuestrar aviones”. Después del colapso de la Unión Soviética en 1991, estrategas de alto nivel de la clase dominante de Estados Unidos empezaron a propagar la idea de que Estados Unidos debería actuar decisivamente para afianzarse en posición como única superpotencia y prevenir cualquier desafío que surja. Esta posición fue expresada en el “Guía de Planeación de Defensa” de 1992 del Departamento de Defensa, que alegaba que Estados Unidos debe asegurar “que no sea permitido que surja ninguna superpotencia rival en Europa occidental, Asia o en el territorio de la antigua Unión Soviética”, y que esos objetivos deben ser logrados por ataques preventivos a los rivales o a estados que buscan tener “armas de destrucción masiva”, fortaleciendo el control de Estados Unidos sobre el petróleo del Golfo Pérsico y rehusándose a permitir que cualquier ley o coalición internacional inhiba la libertad de acción de Estados Unidos. El documento fue escrito por Paul Wolfowitz, Lewis Libby y Zalmay Khalilzad bajo la dirección del entonces secretario de Defensa Dick Cheney, todos ellos posteriores altos funcionarios de la administración de Bush hijo. Durante la década de los años 1990, este núcleo dentro de la clase dominante continuó desarrollando y luchando por esta visión, en numerosos estudios de investigación, seminarios de comités de asesores, columnas de opinión y esfuerzos como el “Proyecto por un nuevo siglo americano”. También encabezaron un creciente coro que exigía acción más agresiva contra el régimen de Saddam Hussein en Irak, al igual que contra el régimen del Talibán en Afganistán. Todo esto se dio años antes de los ataques del 11 de septiembre de 2001. En septiembre del 2000, el neoconservador “Proyecto por un nuevo siglo americano” escribió que “[E]l proceso de transformación [de la postura global de Estados Unidos], aunque traiga un cambio revolucionario, es probable que sea largo, sin que interviniera un evento catastrófico y catalizador, como un nuevo Pearl Harbor”. En la noche del 11 de septiembre de 2001, Bush escribió en su diario: “El Pearl Harbor del siglo 21 tomó lugar hoy”. |
A la mortandad causada por los ataques del 11-9 en Estados Unidos la ha multiplicado quizá cien veces la respuesta a ese horror. El 6 de octubre del mismo año, Estados Unidos libró la guerra en Afganistán y lanzó lo que ya ha sido una década de guerra sin fin en el Medio Oriente y el sur de Asia — con el resultado de 10 años de bajas cada vez más numerosas y un sufrimiento inmenso para el pueblo de Afganistán, Irak y Pakistán. Estas guerras han causado la muerte y el lisiamiento de cientos de miles de personas y han destruido o trastocado de manera traumática la vida de literalmente millones. Según un estudio de 2006 de la universidad Johns Hopkins publicado en la revista inglesa de medicina Lancet, sólo en Irak, hubo al menos 600.000 muertes. UNCHR, un organismo de la ONU encargado de refugiados, informa que 3.4 millones de refugiados iraquíes huyeron a otros países.
La “guerra contra el terror” ha sido, y sigue siendo, una guerra por imperio
En breve durante los últimos 10 años: Estados Unidos ha invadido y ocupado a Afganistán y después Irak; y en nombre de una “guerra contra el terrorismo” (WOT), exigió una licencia para atacar a cualquiera que se oponga a su dominación en cualquier parte del mundo. La clase dominante de Estados Unidos ha declarado una doctrina de “guerra preventiva”, ahora fomentada por Obama, reclamando “el derecho” a amenazar o lanzar guerras de agresión basadas solamente en los llamados “reportes de inteligencia” de “amenazas potenciales” en el futuro; usando operaciones encubiertas, incluso asesinatos, secuestros, infiltraciones, espionaje y financiamiento de redes de agentes extranjeros.
Se nos ha dicho que la WOT está “manteniendo al mundo seguro”. Pero de hecho, los objetivos y las metas reales y aun muchos de los planes puestos en marcha agresivamente después del 11-9 estuvieron en la agenda antes del 11-9.
Lo que motiva concretamente la llamada “guerra contra el terror” es una gran estrategia con el objeto de remoldear al mundo entero, empezando con el Medio Oriente y estableciendo de modo permanente a Estados Unidos en una posición que nunca antes haya existido en la historia de los imperios del mundo: que no tiene rival y que no se le puede desafiar en toda dimensión a una escala nunca vista en la historia. Su objetivo ha sido rehacer con la violencia las relaciones internacionales y hacer de Estados Unidos el gobernante del mundo al cual no se puede desafiar.
Bajo el estandarte de la “seguridad interna”, han aplicado toda clase de políticas fascistas y cambios judiciales, con poderes policiales nuevos y enormes, el rastreo sistemático de personas y esfuerzos de movilizar a la población en un clima de tremor y sospechas mutuas. Se han erosionado profundamente los derechos constitucionales fundamentales, incluidas las protecciones contra el encarcelamiento sin cargos y contra registros y allanamientos sin causa probable.
Piense en la moralidad de todo eso: Estados Unidos mata a personas, entre ellas muchos civiles inocentes, porque cree que alguien o algún grupo tal vez ataque a Estados Unidos. A menudo eso quiere decir que mata a personas porque éstas tal vez opongan resistencia a los soldados estadounidenses y a otros organismos pro estadounidenses en su propio país. Tal vez resulten muertos por razones completamente infundadas… o sin ninguna razón en absoluto.
En todo esto, Barack Obama ha hecho que sean legales algunos de los peores crímenes del régimen de Bush. A la vez, ha ido a extremos aún mayores y tomado medidas que ni Bush tomó. Por ejemplo, continúa la política de Bush (la que de hecho éste nunca aplicó) de encomendar al Estado Mayor Conjunto la compilación de “listas de blancos para el asesinato” compuestas de estadounidenses. Además, actúa en consecuencia: un artículo de enero de 2010 del Washington Post dio a entender que el clérigo islámico nacido en Estados Unidos y ciudadano estadounidense, Anwar al-Awlaki, estuviera en la lista. A la semana siguiente, el director de Inteligencia Nacional de Obama, el almirante Dennis Blair, aceptó en una audiencia ante el Congreso que el gobierno se reserva el “derecho” de llevar a cabo tales asesinatos. En abril, el gobierno de Obama dio el extraordinario paso de autorizar el asesinato selectivo de Anwar al-Awlaki, el que, afirmaba, se había vuelto un reclutador de una red terrorista — sin importar donde lo encontraran, sin importar la distancia que se encontrara desde el campo de batalla y sin ningún debido proceso legal, sin levantarle cargos ni procesarlo. Un fatwa oficial del gobierno estadounidense, punto1 (Ver “Confirmed: Obama authorizes assassination of U.S. citizen”, Glenn Greenwald, salon.com, 7 de abril de 2010).
Represión intensificada
Los que gobiernan Estados Unidos reconocen que desencadenar todo lo mencionado requiere una represión intensificada en el “frente interno” — para evitar y suprimir toda resistencia contra lo que están cometiendo. Es la “realidad”, según nos dicen, la que es esencial para proteger a las vidas estadounidenses.
Una lista de lo que Estados Unidos ha hecho después del 11-9 llenaría muchos cientos de páginas. Sin embargo, un breve repaso de las “nuevas normas” que impusieron a la fuerza o que establecieron bajita la mano durante los últimos diez años hace hincapié en el carácter extremo y fascista del modus operandi actual estadounidense fuera y dentro del país:
- En el primer mes posterior al 11-9, detuvieron sin cargo alguno en redadas a más de mil personas árabes, musulmanes y surasiáticas — simplemente por ser de la “nacionalidad equivocada” o practicar la “religión equivocada”. El mensaje oficial: “Enemigos extranjeros viven entre nosotros”. Ocurrieron ataques racistas contra árabes y musulmanes por todo el país.
Hoy, el gobierno tiene más poderes para detener a inmigrantes no ciudadanos sin acusarlos de ningún crimen. Es obligatorio detener hasta la deportación a cualquier ciudadano de otro país al cual lo ha certificado el procurador general federal de sospechoso de ser un terrorista o una amenaza a la seguridad nacional. Los prisioneros federales sindicados de ser terroristas o de cometer cualquier acto de “violencia” ya no tienen garantías del derecho de sostener reuniones en privado con sus abogados2.
- Rápida y forzosamente el Congreso aprobó nueva legislación como la Ley Patriota de Estados Unidos (“USA Patriot Act”) de 2001, con sus siglas en inglés que descaradamente copian al Gran Hermano: “Unificar y fortalecer a Estados Unidos proporcionando los instrumentos apropiados que se requieren para interceptar y obstruir el terrorismo”. Esta y otras medidas efectivamente quitaron las protecciones de la Cuarta Enmienda ante el registro e incautación arbitrarios, y aumentaron muchísimo los poderes del gobierno federal de vigilar, entrar en casas, oficinas u otros lugares privados para registrar, fotografiar y bajar archivos electrónicos sin notificar al afectado hasta más tarde; de autorizar la intervención telefónica y exigir por orden de la corte registros del correo electrónico y del Internet, y exigir que las escuelas entreguen archivos de estudiantes. Más de 550 bibliotecas públicas y privadas recibieron del FBI solicitudes de información sobre los clientes o la circulación (Boston Globe, 9 de marzo de 2004).
Un empleado no identificado de la CIA captó bien las pautas que provenían de la Casa Blanca al decir: “Si uno no viola los derechos civiles de alguien en algunos momentos, probablemente no está cumpliendo con su trabajo” (Washington Post, 26 de diciembre de 2002).
- Constantemente se le dice a la gente: “Si mira algo, diga algo”. Tras el 11-9, se convirtió en “deber patriótico” reportar al gobierno todo que pareciera tantito sospechoso. Si uno no lo hace, se convierte en un sospechoso también.
Piensen en eso un momento: Desde el 11-9, ha emergido una vigilancia generalizada a nivel extremo, en la cual 800.000 agentes locales y estatales informan sobre actos y comportamiento de lo más común, y miembros del público llaman a líneas de acceso directo para informar sobre personas y actividades “sospechosas” (“What a Difference a Decade Makes: Ten Years of ‘Homeland Security’”, Truthout.com, 1º de septiembre de 2011).
- En nombre de la seguridad nacional, espías oficiales han infiltrado clandestinamente a reuniones políticas e incluso servicios religiosos, sin causa probable para sospechar alguna actividad criminal. Graban marchas antibélicas y recopilan datos sobre los manifestantes. (Ver “FBI Raids Anti-War Activists Homes in Midwest”, Revolution #213, 27 de septiembre de 2010 y “En la era de Obama, la criminalización de la oposición política a la agresión estadounidense: Las redadas del FBI contra los activistas anti-guerra”, Revolución #215, 31 de octubre de 2010.)
La Prensa Asociada recientemente reveló que el DPNY (Departamento de Policía de Nueva York) ha estado trabajando con la CIA para espiar a las comunidades étnicas de manera concentrada: “El departamento ha ubicado a agentes encubiertos, conocidos como ‘rastrilladores’, en comunidades minoritarias como parte de un programa de trazar un mapa humano, según funcionarios que participan directamente en el programa. Han informado sobre la vida cotidiana en librerías, bares, cafeterías y clubes nocturnos. La policía también ha usado a informantes conocidos como ‘inspectores de mezquitas’, para seguir de cerca los sermones, aún sin prueba alguna de algo ilegal”. (“With CIA help, NYPD moves covertly in Muslim areas”, AP, 24 de agosto de 2011.) Supuestamente se le prohíbe a la CIA espiar a ciudadanos estadounidenses. Pero un agente de la CIA diseñó los programas de inteligencia del DPNY y la CIA mandó a un agente de alto rango a trabajar como espía encubierto dentro del cuartel general del DPNY (“NYPD CIA Anti-Terror Operations Conducted In Secret For Years”, huffingtonpost.com).
- Los espías del FBI entran en las comunidades oprimidas para atrapar a las personas en complots que el gobierno mismo se inventa, financia y después usa para levantar cargos. El FBI tiene 15.000 espías, muchos de ellos con la encomienda de infiltrar comunidades musulmanas en Estados Unidos. De acuerdo a un estudio de Mother Jones, “las operaciones golpe terminaron en cargos contra 158 acusados. De ese total 49 acusados participaron en complots dirigidos por un agente provocador, es decir, un agente del FBI que instiga a acciones terroristas. Con tres excepciones, todos los complots terroristas en territorio nacional muy publicitados de la última década fueron realmente golpes del FBI”. (“The Informants” de Trevor Aaronson, Mother Jones, septiembre/octubre 2011.) Un artículo en Harpers detallando muchos de esos casos decía: “Los informantes han sido desplegados por siglos por la fuerza pública, pero en esas recientes investigaciones de terrorismo se les ha dado un rol más activo en moldear los casos, a menudo animando o hasta coaccionando a individuos a que cometan actos violentos hacia los cuales los individuos no han mostrado predisposición. Tales operaciones golpe presentan una clase de teatro perturbador: el gobierno presenta el guión, las armas, el dinero y otra utilería y ofrece apoyo logístico”. (“To catch a terrorist: The FBI hunts for the enemy within” de Petra Bartosiewicz, Harpers, agosto 2011).
- Para la clase dominante de Estados Unidos, la tortura se ha convertido no solamente en aceptable, sino una rutina y parte abiertamente justificada de las operaciones de Estados Unidos. Más de 700 presos de 44 países fueron objeto de redadas y después mantenidos presos sin cargos, ni juicio o evidencia pública en la base militar de Estados Unidos en Guantánamo, Cuba. La mayoría fueron acusados de ser combatientes de Al Qaeda o del Talibán, dándoles el estatus de “combatiente enemigo”, y se les ha negado las protecciones legales para presos de guerra. El Comité Internacional de la Cruz Roja documentó el uso sistemático de la tortura física y otras técnicas extremas de extraer información. El gobierno de Estados Unidos dirigió a los abogados del más alto rango en la Casa Blanca para hacer un argumento legal y oficial de por qué la tortura, incluyendo cosas como el submarino, no está contra la ley. Y la prensa estuvo de acuerdo con todo esto, hasta se negó a llamar “tortura” los “procedimientos” que fueron legalmente reconocidos como tortura… cuando fueron llevados a cabo por Estados Unidos.
En el 2009 el republicano Lawrence B. Wilkerson, ex jefe de personal para el entonces secretario de Estado Colin Powell, le dijo a Prensa Asociada que muchos detenidos en Guantánamo eran hombres inocentes detenidos en redadas por las fuerzas de Estados Unidos que eran incapaces de distinguir a los enemigos de los no combatientes pero de todas formas esas personas fueron detenidas y torturadas.
- Fotos de la prisión de Abu Ghraib de Estados Unidos en Irak mostraron a los presos golpeados y ensangrentados, encadenados en posiciones dolorosas que dislocaron sus hombros, forzados a masturbarse en grupo y amenazados con perros. Los presos describieron que los guardias se orinaban sobre ellos y los obligaron a comer de la taza del baño, los sofocaban con capuchas en sus cabezas. Una foto muestra a un preso iraquí encapuchado balanceándose sobre una pequeña caja, con cables sujetos a sus dedos que fue forzado a estar de pie por horas y se le dijo que si se dejaba caer por cansancio, los cables lo iban a electrocutar. Las propias investigaciones del ejército de Estados Unidos encabezadas por el general de división Antonio M. Taguba concluyeron que lo que pasó en Abu Ghraib eran “criminales abusos sin sentido, descarados y sadistas” y que esto era “sistemático e ilegal”. Como castigo por este informe, Taguba fue obligado a retirarse del ejército. No fue procesado por esos crímenes nadie superior de la cadena de mando. (Ver “The General’s Report”, de Seymour M. Hersh, The New Yorker, 25 de junio de 2007.)
- Los individuos pueden ser agarrados en cualquier parte del mundo por las fuerzas de Estados Unidos (incluso en territorio estadounidense) y detenidos sin cargos o evidencia, luego “entregados”, es decir, entregados a gobiernos extranjeros para que sean interrogados y torturados. Las personas que posteriormente se ha verificado que eran inocentes de cualquier cosa, fueron agarradas por agentes de la CIA en aeropuertos y después enviadas a países extranjeros para ser torturadas. Y sin ningún recurso legal. Esas personas inocentes fueron privadas del derecho de demandar a los funcionarios de Estados Unidos responsables por el horror infligido sobre ellos.
Un funcionario de Estados Unidos fue citado así: “Nosotros no hacemos esa mierda. Nosotros los enviamos a otro país para que se lo hagan allá” (Washington Post, 26 de diciembre de 2002).
- En el frente cultural ha habido una ola de programas como 24 donde la tortura es abiertamente realizada con ostentados derechos. Nuevas frases han entrado al lenguaje que reflejan la atmósfera venenosa: alguien arrestado es criticado por “apoyarse en los abogados”, es decir, rehusarse a hablar con la fuerza pública sin un abogado, o para colmo, insistir en su derecho a invocar la Quinta Enmienda de la Constitución, a rehusarse a incriminarse a sí mismo. ¿El mensaje? “No se preocupe acerca del Gran Hermano. Si usted no está haciendo algo malo, ¿qué le preocupa?”.
¿Qué responsabilidad tenemos?
A los millones de jóvenes: Estados Unidos ha estado librando guerras desde que usted pueda recordar. Cuesta imaginar un aeropuerto en que no es necesario quitarse los zapatos o en que su mochila de repente no puede convertirse en objeto de sospechas… nos han dicho una y otra vez que la “guerra contra el terror” tiene por objeto “mantenernos seguros” a la vez que Estados Unidos a diario hace que el mundo sea más peligroso. Empiece a cuestionar todo eso. ¿Todavía es permisible aceptar todo lo que dice el gobierno estadounidense como “simplemente una parte de la vida cotidiana”?
Todos tienen que preguntarse a sí mismos y los unos a los otros: ¿qué clase de sociedad ha surgido desde el 11-9? ¿Hacia dónde está encaminada? ¿Es ésta la clase de mundo en que queremos vivir?
Los horrores del 11-9, y los diez años aún más horrorosos desde el 11-9, deberían suscitar profundas interrogantes acerca del mundo en que vivimos, y el mundo en el cual deberíamos querer vivir. Presenta al pueblo el camino de desafiar en lo fundamental a este sistema y de luchar por crear un mundo mejor. O el camino de inscribirse para defender o aceptar la defensa de un imperio de pobreza que hoy depende abiertamente de la matanza en masa y la justifica en tierras de otros países, la tortura y la represión en su territorio nacional, y la obediencia ciega. Si usted creía que de alguna manera Obama iba a cambiar todo eso, desde hace mucho debería haberse dejado de creer esa noción. Todos los representantes de este imperio no pueden sino darle más de lo mismo… o algo peor.
Pero SÍ hay un futuro diferente que es posible. Un futuro que suponga tomar partido con los oprimidos del mundo y no librar guerras en su contra. Un futuro que se zafe de todos los fundamentalismos y patriotismo ciego de mi país primero y que suponga el fomento del espíritu crítico y un dinamismo incluyente en la cultura y la política que ni se puede imaginar en el restrictivo marco de hoy. Un futuro que no saquee el planeta ni a sus habitantes en un ciego afán de ganancias pero que de hecho puede hacer que sea posible que las personas lleven una vida digna de los seres humanos a la vez que protejan otras especies y el medio ambiente. Pero la única manera de alcanzar dicho futuro requiere una revolución. Tal revolución es posible —y, en particular por Bob Avakian y el trabajo que ha venido desarrollando desde hace unas décadas, de sintetizar las experiencias positivas y negativas que ha tenido la revolución comunista hasta ahora y de conocer y aprender de una amplia gama de experiencias de la humanidad— existe una visión y estrategia viable para una sociedad y mundo radicalmente nuevo y mucho mejor y existe una dirección crucial que se necesita para avanzar la lucha hacia ese objetivo. Tal revolución no sólo es posible sino que nosotros ESTAMOS CONSTRUYENDO un movimiento para esta revolución.
Le hacemos una invitación, le lanzamos un reto y le hacemos un llamado a chequear esto y a entrarle. En serio SÍ existe un camino mejor, un camino mejor, viable y sostenible y un movimiento para la revolución que está luchando por él. Al hacer todo esto, usted tiene una necesidad de negarse a ser cómplice con lo que se está haciendo y lo que se está planeando… y de resistir y de apoyar a otra gente que resista. De unirse a aquellos el 11-9 que protesten contra los crímenes cometidos en nombre de las víctimas… de apoyar y participar en las acciones planeadas para el 6 al 8 de octubre contra los diez años de guerra… de participar en las acciones convocadas por el Mundo No Puede Esperar.
La esencia de lo que existe en Estados Unidos no es la democracia, sino el capitalismo-imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo que Estados Unidos lleva al resto del mundo no es democracia, sino imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo BAsico 1:3 |
¡Dejen de pensar como estadounidenses!
¡Empiecen a pensar acerca de la humanidad!
NOTAS
1. Un fatwa es un decreto oficial o religioso emitido por un líder o estudioso musulmán. [regresa]
2. Después del 11-9, nuevos reglamentos del Departamento de Justicia (DOJ), según el Colegio Estadounidense de Abogados, “permiten que el gobierno monitoree todas las comunicaciones entre un defendido y un abogado cuando exista una ‘sospecha razonable’ de ‘creer que un interno particular pueda hacer uso de las comunicaciones con los abogados o sus agentes a fin de promover o facilitar actos de violencia o terrorismo’”. El DOJ determina qué constituye una “sospecha razonable”, sin ninguna necesidad de la aprobación anticipada de un tribunal. (“Is the War on Terrorism a War on Attorney-Client Privilege?”, Paul R. Rice y Benjamin Parlin Saul, Criminal Justice Magazine, verano 2002.) [regresa]
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