Revolución #277, 12 de agosto de 2012


Falsos caminos y callejones sin salida:

Por qué no puede funcionar lo de "parar la violencia"

Lo siguiente es de "La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos", Revolución #144.

Se dice: "No se puede hablar de un cambio fundamental mientras que la gente se mata entre sí. Primero tenemos que parar esta violencia en el seno del pueblo, y después podemos hablar de hacer un cambio más amplio".

La situación violenta en muchos ghettos negros y barrios latinos de todo el país —en que los padres observan mientras caen baleados sus hijos en fuegos cruzados y los chicos crecen acosados por pesadillas de tiroteos, seguros de que no vayan a llegar a más de 18 años de edad— es un horror para el pueblo. Pero la lógica de que la gente de alguna manera, como primer paso necesario, tiene que "rectificarse a sí misma", antes de que pueda cambiar las condiciones más amplias que vive, invierte causa y efecto y, pese a las intenciones, aparta la atención de la gente de la fuente de la violencia entre sí: el sistema capitalista imperialista que ha generado estas condiciones en primer lugar. De fondo, la violencia que la gente se comete entre sí no se debe a las "malas elecciones" que tienen que "resolverse primero", sino que se deben a las formas en que este sistema ha confinado a la gente en una posición en que se enfrenta entre sí para sobrevivir.

Las personas como Bill Cosby, así como Bill Clinton y Barack Obama, no solo van al extremo de echarle la culpa al pueblo negro por la situación horrorosa en que el sistema lo ha zampado, en que las "opciones" son callejones sin salida, sino que lo hacen con una falsa pose de que el pueblo negro les importe. Estas víboras hacen enorme daño a la capacidad del pueblo negro de entender el problema y cambiar el mundo en consecuencia, y también justifican todas las mentiras racistas en el modo de pensar de los blancos.

Claro, la gente necesita cambiarse, pero solamente va a transformarse a sí misma de manera fundamental y liberadora en el proceso de reconocer la verdadera fuente del problema y de cambiar radicalmente sus condiciones. Mucha gente pasó por eso en el movimiento revolucionario de los años 1960, en que muchos pandilleros y prisioneros dejaron esa vida y se pusieron a hacer la revolución y a servir al pueblo, y a hacer la ruptura de "la mentalidad criminal" a "la mentalidad revolucionaria".

Hoy, los jóvenes en particular están respondiendo al hecho de que no tienen nada que perder bajo este sistema. Estos mismos factores representan las mismas fuerzas motrices que podrían impelerlos en una dirección totalmente diferente si pudieran romper con ese punto de vista "gangsta" y si su ira, enajenación y rebeldía se pudieran canalizar hacia la fuente del problema y se pudieran templar y transformar con la ciencia revolucionaria y una moral de la liberación. Pero eso solo sucederá a partir de LUCHAR contra el sistema, y no "colaborar con él o dentro de él" para de alguna manera mantener la situación bajo control. Tenemos que abolir el sistema que causa e impone estas condiciones, dando a luz una nueva sociedad y nuevas condiciones en que tal violencia en el seno del pueblo ya no tendrá ninguna base y ya no sucederá. En este proceso —de hacer la revolución para cambiar las circunstancias más amplias mientras que se aprende acerca de la dinámica subyacente que da origen a esas circunstancias—la gente puede, y debe, transformarse a sí misma.

¡Luchar contra el poder, y transformar al pueblo, para la revolución!

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