La controversia Dorner continúa

El ultraje de la represión policial, la realidad de la dictadura… y la necesidad de la revolución

22 de febrero de 2013 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Durante las últimas dos semanas, todos los ojos por todo el país se fijaron en los acontecimientos en el sur de California acerca de Christopher Dorner, que incluyeron la cacería humana más grande en la historia del DPLA que terminó con la incineración de Dorner en una cabaña rodeada de policías. De hecho, las redes televisoras lo siguieron en pantalla partida con los preparativos para el discurso de Obama sobre el Estado de la Unión.

Pero aún no se ha callado la controversia — NI DEBE CALLARSE.

Esa controversia ha sacado a la luz de nuevo dos horribles verdades sobre Estados Unidos. La primera: de que a pesar de tanto hablar —y tanto mentir—, la opresión del pueblo negro, y de otra gente de color, está MUY LEJOS de ser eliminada; al contrario, aún se encona y se refuerza en diferentes formas. La segunda verdad: ante tantas elecciones y campañas, ante tanto tirar de la lengua, los que realmente gobiernan esta sociedad ejercen la dictadura.

En el presente artículo, vamos a hablar sobre esas dos verdades. Vamos a entrarle a la discusión y el debate que han estado hirviendo acerca de esas dos verdades. Además, vamos a hablar de una tercera verdad, una realidad que no es horrible sino que da gran esperanza — una que no ha salido a la luz pero necesita hacerlo: la verdad de que sólo se puede solucionar todo eso por medio de la revolución, y que concretamente es posible hacer esa revolución.

¿Qué nos dice?

Empecemos con algo muy básico. ¿Qué nos dice que alguien como Dorner, uno del “anillo de seguridad” y un operario de la maquinaria del DPLA, consideró tan intolerable el problema de la brutalidad racista y la corrupción por parte del DPLA que lo despeñó hacia tales extremos? ¿Qué nos dice que esta persona, al recordar hechos como la golpiza de Rodney King y el escándalo de Rampart [vea recuadro], dijo que las cosas no se han mejorado, que posiblemente incluso se han empeorado, desde ese entonces? ¿No plasma la realidad de la brutalidad racista y asesina de la policía y de toda la maquinaria represiva del sistema? ¿No sirve para recordarnos de lo generalizado, lo continuo y lo sistemático que es esa represión?

Devin Brown

Protesta contra el asesinato de Devin Brown, de 13 años, por parte de la policía de Los Ángeles, 2005. Foto: AP

Esas preguntas en sí traen sus propias respuestas. Y he aquí otra cosa en qué reflexionar: ¿qué nos dice el hecho de que cientos y miles de personas se han motivado para publicar sus propias historias que refuerzan y profundizan aquellas acusaciones? ¿Qué significa el hecho de que abogados, profesores, escritores y otros comentaristas se sienten obligados a hablar de las mismas realidades las que expresan aquellos centenares y miles? ¿Qué significa el que el LA Times se siente obligado a informar que el sábado ya había recibido casi 200 cartas sobre el tema, de las cuales “el principal blanco de la crítica” era el Departamento de Policía de Los Ángeles, y “sólo un puñado de lectores defendieron la policía”? ¿Y qué nos dice que el pueblo se ha negado a callarse, aun cuando le dicen que se calle los llamados “líderes negros responsables” y “voces responsables de la comunidad negra”?

Nos dice de lo profundamente arraigado que es esa opresión. Comprueba que ante tanto tirar de la lengua sobre el progreso, hoy día se ha dado una nueva y viciosa vuelta de tuerca a los nudos de la opresión: la NUEVA Jim Crow, un sistema de brutalidad y asesinato policial, la criminalización en mayoreo y la encarcelación en masa, y la discriminación legalizada.

Eso no se limita al DPLA en particular. Vayan a cualquier región del país y verán que eso marca la policía y el “sistema de injusticia” en general, en el servicio de un sistema brutalmente opresivo, un sistema que se ha construido con la supremacía blanca desde su mismo fundamento y su misma estructura.

Como ha dicho Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario:

 “El papel de la policía no es de servir y proteger a la gente, es para servir y proteger el sistema que gobierna sobre la gente. De reforzar las relaciones de explotación y opresión, las condiciones de pobreza, miseria y degradación que el sistema ha impuesto sobre la gente y está determinado a mantenerla allí. La ley y el orden que representa la policía con toda su brutalidad y asesinato es la ley y el orden que refuerza toda esta opresión y locura.” (Lo BAsico 1:24)

Reflexionen sobre esa última frase: “La ley y el orden que representa la policía con toda su brutalidad y asesinato es la ley y el orden que refuerza toda esta opresión y locura.”

“Títeres y portavoces negros responsables”

Vamos a volver a tocar ese punto. Pero primero queremos decir algo a aquellos que se han apurado para callar y tapar y meter de nuevo a la sombra las verdades que están saliendo a la luz. Veamos a Connie Rice — que en cierto momento criticaba la policía pero recientemente ha cooperado de cerca con los jefes de policía para “crear una cultura nueva”. Entre esos jefes está William Bratton, que especializa en el programa de etiquetación racial conocido como “stop-and-frisk” (parar-y-registrar).

Occupy LA

La policía de Los Ángeles ataca a los activistas de Ocupar LA durante la Caminata de Arte, 2012. Foto: AP

Connie Rice, una abogada de derechos civiles de renombre en Los Ángeles, comienza su artículo en el LA Times, “Dorner’s LAPD Is On the Way Out” [El DPLA de Dorner es algo del pasado] (9 de febrero de 2013), diciendo que es importante reconocer la historia del DPLA — pero solamente para vencer el “apoyo inquietante” a las acusaciones de Dorner “de la comunidad negro en el Internet y las estaciones de radio de negros”.  Rice declara que los oficiales negros ahora se la pasan mejor en el departamento y afirma, sin un comino de prueba, que es “absolutamente erróneo” decir que el departamento no ha cambiado desde los días de Rodney King y Rampart.

¡¿Ah sí?! Veamos: de 2007 a 2011, la policía en el condado de LA mató a 159 personas. Veamos las “órdenes restrictivas anti-pandillas” que se dirigen contra los jóvenes negros y latinos en particular y los canalizan por miles y decenas de miles por el cauce “Jim Crow” a la prisión. Recordemos a Manuel Jamines, un inmigrante guatemalteco de 37 años — los policías lo balacearon en la cabeza sólo 40 segundos después de confrontarlo. Hablemos de la represión salvaje de los manifestantes políticos de Ocupar LA a los cuales los tiraron balas de goma por escribir con tiza durante el Art Walk (Caminata de Arte) en el centro. Y ¿qué de la ejecución estilo militar apenas el octubre pasado de Kennedy García de 23 años, al cual el LAPD le tiraron un balazo en la espalda cuando él estaba esposado y tirado boca abajo — por el crimen de pintar grafiti siendo latino? ¿Qué de Devin Brown, sentado en un carro cuando el DPLA lo mató a balazos — tenía 13 años cuando el DPLA “reformado” le quitó la vida? Y a propósito, el Bratton “liberal” defendió a esos marranos. ¿Qué del ataque policial salvaje sin ninguna provocación contra la marcha, principalmente de latinos, del 1º de mayo de 2007, que demandaba una reforma migratoria? ¿Qué de las dos latinas a las cuales les tiraron balazos los policías angelinos por manejar una camioneta “pickup” que según su “parecer” coincidía con la descripción de la camioneta de Dorner (pero ni siquiera se parecía)?

Y no es cuestión de unas historias individuales, por importantes que sean. Un estudio sobre el DPLA en 2008 por Ian Ayres, un economista de la Escuela de Derecho de Yale, encontró que era tres veces más probable que un conductor negro fuera parado por la policía, que un blanco u otro residente “no minoritario”. “Estas estadísticas dramáticas… proveen un vistazo numérico a la experiencia vivida de ‘manejar siendo negro’ o ‘manejar siendo hispano’”.

Según dice Connie Rice, ahora los “buenos” están al mando. Puede que sean un poco más culto, pero no son más “buenos” que los racistas descarados que antes mandaban el DPLA. Así que, no, Connie Rice — las cosas NO han cambiado en una manera fundamental. También les decimos que están equivocados a los que “deploran” la manera en que las masas populares han estado expresándose tras ese incidente, revelando la verdad de manera “no respetuosa” — es algo BUENÍSIMO que todo eso esté saliendo a la luz, y es necesario desenmascarar MÁS.

¿Por qué?

Algunas personas mantienen que ahora el DPLA no puede ser racista ya que, según se dice, el mayor número de agentes son de “minorías”. Retomes esa cita de BA. La policía sirve para “servir y proteger el sistema que gobierna sobre la gente”. Un sistema. En otras palabras, son un instrumento, y la persona que llegue a incorporarse en ese instrumento —sea blanca, negra, latina— tiene que jugar cierto papel. ¿Cuál papel? “De reforzar las relaciones de explotación y opresión, las condiciones de pobreza, miseria y degradación que el sistema ha impuesto sobre la gente y está determinado a mantenerla allí”.

Uno puede hablar día y noche de reformar la policía… puede gastar sus energías en comisiones evaluadoras ciudadanas, en reclutamiento de minorías o “colaboración ciudadana” o cualquier otra solución ridícula que esté de moda… puede pedir de hoy hasta el final de los días que las comisiones y departamentos investiguen sin resultados…. Pero sin arrancar de raíz esas relaciones subyacentes de explotación y opresión… sin transformar, por un poder revolucionario, las condiciones de pobreza, miseria y degradación que surgen de esas relaciones… pues el marrano será marrano y seguirá siendo marrano.

De ahí llegamos a la segunda verdad importante. Fíjense cómo, en los ejemplos citados arriba, hay una revoltura de diferentes tipos de represión — en algunas ocasiones los marranos sueltan su fuerza contra protestas políticas; en otras acosan a las personas, sin ningún derecho, simplemente por caminar por la calle o manejar un carro; y en otras simplemente infligen terror de formas ultrajantes sin justificación ninguna, sólo para dar de entender que pueden hacer lo que se les dé la gana, como una forma de intimidación y mandar un mensaje a los oprimidos de que sus vidas no importan. En cada uno de esos casos, utilizan LA FUERZA Y LA VIOLENCIA para suprimir a los oprimidos o impedir que protesten contra el sistema. LA FUERZA Y LA VIOLENCIA. No la razón, ni la persuasión, ni el debate. LA FUERZA Y LA VIOLENCIA. Y eso, ¿qué nos dice? Nos dice que por más que estén habla y habla de la democracia, para los de abajo —y para los que se atreven a cuestionar la situación de manera que según las autoridades “perturbe” tantito a su “orden”— esta es una DICTADURA.

Son totalmente ilegítimas la fuerza que utilizan y la violencia gratuita que infligen a la gente. La fuerza y la violencia sirven un sistema que ha robado la tierra y las vidas de la gente de color durante cientos de años, y hoy día sigue oprimiendo y explotándola en nuevas formas. Sirven un sistema que manda aviones de bombardeo no tripulados y comandos por todo el mundo para reforzar su posición del “pez gordo”. Sirven un sistema que fortalece y beneficia de la opresión verdaderamente horripilante de la mujer, y cuando la gente se opone a esa opresión, este sistema declara que es simplemente “natural”. Sirven un sistema que anda emperrado en saquear y destruir al mismo planeta que nos permite vivir. ¿Qué legitimidad podría tener NINGUNA fuerza y violencia suya?

Necesitamos una revolución

Hay una salida de esta locura. La revolución. Y un camino adelante hacia esa revolución — la visión y la estrategia las que ha desarrollado Bob Avakian, basándose en las revoluciones del pasado y llevándolas aún más adelante. Puedes leer sobre todo eso en nuestro sitio del web (revcom.us) o en nuestro periódico. Puedes chequear la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto), que plantea en detalle cómo se puede superar la locura de hoy y hacer las cosas radicalmente diferente y mucho mejor, en camino hacia un mundo sin explotación ni opresión de ningún tipo. Puedes revisar nuestra declaración sobre la estrategia, que analiza cómo se podría hacer una revolución… que incluye la manera en que incidentes como éste provocan a las personas a “buscar respuestas”. Y, si andas en serio sobre cambiar esta locura… sobre buscar CÓMO se podría cambiar y cuál papel puedes desempeñar, al mismo tiempo que sigues aprendiendo… tienes que entrarle con nuestro Partido.

Lo importante es:

Estamos forjando un movimiento para la revolución — una revolución que, para tener una posibilidad concreta de ganar, necesitaría la participación de millones de personas que se hayan convencidos de la necesidad de esa revolución y que, al surgir una crisis revolucionaria profunda en la sociedad, se decidan llevar a cabo una lucha revolucionaria de ese tipo y luchar hasta triunfar. Todo el trabajo que estamos haciendo se dirige hacia contribuir al desarrollo de un movimiento revolucionario así, guiado por ese entendimiento, orientación y enfoque estratégicos. Si quieres aprender más sobre nuestra estrategia para la revolución —así como por qué pensamos que las masas de la humanidad necesitan urgentemente tal revolución, por qué es posible y cómo hacerlo— debes asistir al estreno de la película Habla BA: ¡REVOLUCIÓN — NADA MENOS!

 

Datos sobre el DPLA: La golpiza a Rodney King y el escándalo de Rampart

En marzo de 1991, la policía paró el carro de Rodney King, un joven hombre negro, en Los Ángeles. Veinte agentes del DPLA y la Patrulla de Carreteras se apiñaron en el lugar y un helicóptero policial dio vueltas en el cielo. Durante los próximos minutos, por lo menos siete de las chotas golpearon sin piedad a King y le dieron toques; le machucaron los huesos de la cara, le quebraron los dientes y el tobillo, y le infligieron numerosas laceraciones y heridas internas. Los otros policías quedaron viendo con risas o mandaron mensajes racistas por radio a sus compañeros. Sin que se dieran cuenta, un residente al otro lado de la calle grabó el asalto salvaje. El video salió en las noticias, y la indignación se extendió por todo el país y el mundo. La rabia era tan amplia y feroz que los fiscales, en un intento de contener la situación, tuvieron que acusar a cuatro de los policías de fuerza excesiva. Al acercarse la fecha del juicio, un juez cambió el lugar del juicio del centro de Los Ángeles a la ciudad residencial de Simi Valley, donde vivían casi puros blancos, entre ellos muchos policías y ex policías.

El 29 de abril, 1992, se anunció por televisión en vivo la decisión del jurado — “no culpable” para todos los policías. Casi inmediatamente, Los Ángeles —la segunda ciudad más grande de Estados Unidos— estalló en rebelión. Gente negra, junta con gente latina y de muchas nacionalidades y muchos diferentes orígenes, se aventaron a la calle y rehusaron a aceptar el veredicto ultrajante e injusto en el juicio de los chotas que golpearon a Rodney King. La Rebelión de Los Ángeles de 1992 llegó a ser el levantamiento urbano más grande en la historia de Estados Unidos.

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En septiembre de 1999, el policía Angelino Rafael Perez hizo un trato con el fiscal al ser acusado de robar drogas de la delegación de la policía para venderla en su propia red narcotraficante. Perez —un miembro de la unidad CRASH “anti-pandillera” de la Delegación Rampart en el barrio inmigrante de Pico Unión— empezó a cantar sobre las actividades criminales y la violencia contra el pueblo durante años por parte de las chotas de CRASH. Un crimen al que confesó fue que él y otro chota arrodillaron a Javier Francisco Ovando, de 19 años, en el corredor de un edificio de apartamentos, lo esposaron, y le tiraron un balazo en la cara. Luego le pusieron un rifle y declararon que lo habían balaceado en defensa propia. Por esas mentiras, Ovando fue sentenciado a 23 años de prisión. Cuando se descubrió la verdad, Ovando salió libre — pero pasará el resto de su vida en una silla de ruedas por el balazo.

Eso provocó lo que llegó a ser conocido como el escándalo Rampart, alimentado por riñas intestinas en la estructura de poder en Los Ángeles. El escándalo reveló que chotas de CRASH robaban drogas a los traficantes para venderla en la calle. Robaban a la gente, y golpeaban o levantaban falsos cargos contra quién se atreviera a oponerles resistencia o estorbarles. Para encubrir sus asesinatos a sangre fría, dejaban armas sobre el cuerpo del muerto. Si bien el escándalo se arrancó en Rampart, desenmascaró semejantes ultrajes en otras delegaciones por toda la ciudad. Además, detrás de los policías estaban los comandantes, los jueces, los fiscales y los legisladores que premiaban a los chotas, participaban en los juicios injustos de las personas acusadas por los chotas mentirosos, o encubrían los crímenes de los policías. En cierto momento salió una lista de 3.300 personas condenados a base del testimonio de 20 policías que fueron suspendidos o despedidos por el escándalo. A otras víctimas de la policía simplemente las deportaron cuando los policías de CRASH no hallaron de qué acusarlos. En noviembre de 2000, a tres de los policías los declararon culpables en un juicio de jurado. Ni siquiera los habían acusado de los crímenes más serios descubiertos durante el escándalo, que incluyeron el asesinato. Unas pocas semanas después, un juez angelino simplemente anuló el veredicto del jurado.

 

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