El nuevo papa: ¿"Humilde hombre del pueblo"… o colaborador fascista?
1° de mayo de 2013 | Periódico Revolución | revcom.us
Los medios de comunicación establecidos han elogiado al nuevo papa, Francisco I, como un humilde hombre del pueblo, aunque defienda las posiciones más antipopulares. Se opone terminantemente al derecho al aborto, a todo método anticonceptivo, a la igualdad de la mujer dentro de la iglesia, al matrimonio entre las personas del mismo género (lo que llamaba la obra del diablo) y al derecho de los gays de adoptar niños.
Para entender a fondo a este hombre, el anterior padre Bergoglio, deberíamos examinar su rol en la Guerra Sucia de Argentina de 1976 a 1983 (ver el recuadro).
La iglesia en los años 1960
La "Guerra Sucia" de Argentina
Durante los años 1960 y comienzos de la década del 1970, Argentina fue sacudida por las rebeliones y el caos. La economía dominada por el imperialismo estadounidense estaba en el colapso total y las masas populares sufrían terriblemente. Las organizaciones guerrilleras lanzaban diferentes tipos de lucha armada contra el gobierno, principalmente en las ciudades y también en la selva del norte. Millones de estudiantes y trabajadores, pequeños agricultores y trabajadores de los cañaverales estuvieron en abierta rebelión contra la opresión y explotación de los grandes capitalistas y terratenientes quienes se encontraban atrapados en la maraña de la economía imperialista.
En 1976 un importante sector de la clase dominante argentina decidió que una toma fascista militar del gobierno era necesaria para reprimir la rebelión y generar el "orden". Con el apoyo de cargamentos de armas y apoyo económico y político de Estados Unidos y unos asesores militares franceses quienes empleaban los métodos de contrainsurgencia desarrollados contra las luchas populares de Argelia y de Indochina, los generales argentinos se tomaron el poder y desataron lo que se ha conocido como la "Guerra Sucia", el nombre tomado de los franceses y su sanguinaria guerra contra el pueblo de Argelia.
Aplastaron sin piedad todas las formas de oposición, incluso la oposición pacífica y religiosa. Exterminaron los movimientos guerrilleros contra el gobierno, tanto en las ciudades como en el campo. Se estima que asesinaron a 30.000 personas en un reino del terror de siete años; muchas de éstas simplemente desaparecieron. Para ocultar sus crímenes, los militares escondían los cuerpos. Un tristemente célebre método era lanzar al mar a los presos desde un avión, estando aún vivos. La tortura fue la norma en el manejo de los presos.
Durante la tormenta revolucionaria mundial de los años 1960, sucedió una aguda polarización dentro de la Iglesia Católica.
En América Latina, un gran número de curas y monjas, muchos asociados con la teología de la liberación y el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, simpatizaron con los oprimidos y de varias maneras los defendieron y/o se unieron a sus luchas contra sus opresores, los que incluyeron el imperialismo estadounidense. En Argentina, muchos curas se fueron a vivir en las villas miseria, algunos participaron activamente en las luchas populares, otros ayudaron a sobrevivir a los pobres.
Otros clérigos católicos tomaron partido con los opresores y explotadores de la clase dominante. En la Guerra Sucia de Argentina, algunos participaron en la tortura, justificándola moralmente para los torturadores y tratando de convencer a las víctimas para que hablaran, incluso pasando a los torturadores la información recibida durante la confesión. Los dos arzobispos más altos en Argentina apoyaron abiertamente a los generales fascistas.
¿Y qué del padre Bergoglio durante la Guerra Sucia? Sobre un punto no hay ningún debate: Bergoglio no se puso de pie ni denunció a los gobernantes fascistas. No se unió a aquellos que oponían resistencia contra la represión. Apareció en público con los generales fascistas. Celebró la misa con ellos.
Aunque no hubiera hecho nada peor, esta aquiescencia ante los gobernantes fascistas, de acomodarse con cada nueva medida represiva, en sí es suficiente para demostrar que él es un monstruo cien por cien inmoral — o mejor dicho un hombre de una moralidad monstruosa.
Pero en los hechos hizo mucho más que eso. Como político hábil, defendió el estatu quo y traicionó a aquellos que participaron en la resistencia, mientras que hacía gestos vacíos en defensa de los oprimidos.
En los años 1960, Bergoglio era integrante de la Guardia de Hierro, un grupo juvenil derechista muy activo en las universidades católicas. Se oponía a los estudiantes radicalizados y a "la contaminación izquierdista" de la orden jesuita.
En 1969, se convirtió en el líder jesuita más poderoso de Argentina. En 1976, cuando un golpe de estado militar estaba inminente, Bergoglio ordenó que sus curas pusieran fin a sus actividades en apoyo de los movimientos de resistencia antifascista, incluso que dejaran de trabajar en las villas miseria porque los gobernantes lo consideraban sedicioso.
Pero muchos curas y monjas se negaron a traicionar a la gente con que trabajaban y vivían. El ejército los atacó cruelmente. El Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos calcula que asesinaron a 100 curas, monjas y otros clérigos. El gobierno hasta mató a un obispo, Enrique Angelelli, que iba a denunciar el asesinato de dos curas.
Los curas Yorio y Jalics
En mayo de 1976, unos soldados irrumpieron en el hogar de Emilio Mignone para detener a su hija de 24 años, Mónica. Mignone fue un católico que confiaba en el gobierno y la iglesia. Mónica participaba en un grupo juvenil católico que trabajaba en la villa miseria Bajo Flores. Mignone le dijo a la hija que se fuera con los soldados. Nunca la volvió a ver. La torturaron y desaparecieron. Él y su esposa, la que luego era fundadora de las Madres de Plaza de Mayo, pidieron ayuda de la Iglesia, pero fueron rechazados. Él llegó a ser un activista de derechos humanos e investigó el rol de la iglesia católica.
En su libro de 1986, Iglesia y dictadura: El papel de la iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar, Mignone describe a Bergoglio como un ejemplo de "la siniestra complicidad" de la iglesia con el ejército y que "se encargaron de cumplir la tarea sucia de limpiar el patio interior de la Iglesia, con la aquiescencia de los prelados". Además, relata la complicidad de Bergoglio en el secuestro y tortura de dos curas jesuitas jóvenes, Orlando Yorio y Francisco Jalics.
El periodista argentino Horacio Verbitsky investigó la iglesia y la Guerra Sucia también. En su libro de 2005, El silencio: de Paulo VI a Bergoglio: las relaciones secretas de la Iglesia con la ESMA, así como en su trabajo más reciente, Verbitsky avala las denuncias que hizo Mignone.
Yorio y Jalics habían estado viviendo y trabajando entre los pobres. En 1976, el ejército anunció que iba a detenerlos por ser parte de la resistencia armada. Parece que eso no era cierto, aunque sí se oponían al régimen fascista. Fueron a hablar con el líder de su orden, el cardinal Bergoglio, para pedir su protección. Bergoglio les dijo que los iba a proteger, pero al mismo tiempo les ordenó que pusieran fin a su trabajo en defensa de los oprimidos — lo cual ellos consideraban inadmisible. En realidad, no obstante, Bergoglio no los protegieron y de hecho había divulgado dentro de la iglesia la versión de que los dos curas fueran subversivos. Verbitsky hizo entrevistas a muchas personas que trabajaron con Yorio y Jalics que están seguras de que Bergoglio le dijo al ejército que los fichara. Detuvieron a los dos curas jóvenes, los torturaron durante cinco meses en el centro de mala fama de detención y tortura ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), y luego los abandonaron en un campo.
Los dos curas huyeron de Argentina. Yorio, que desde ese entonces ha muerto, dijo varias veces que el padre Bergoglio entregó a él y a Jalics al ejército. Jalics se mostraba más diplomático, diciendo que cierta "persona" los traicionó, pero en su libro de 1994 Ejercicios de contemplación queda claro que se refería a Bergoglio. Cuando Bergoglio se convirtió en el papa Francisco, Jalics dijo que quería dejar atrás el pasado. ("Me siento reconciliado con aquellos acontecimientos, que para mí son asunto terminado".) Unos días más tarde, dijo que "el padre Bergoglio no denunció a Orlando Yorio ni a mí" y que "es un error afirmar que nuestra captura ocurrió por iniciativa del padre Bergoglio". Por un lado, es llamativo que saque esta conclusión ahora, después de 37 años y después de que Bergoglio es nombrado papa; y por el otro, la declaración está redactada cuidadosamente y no dice que Bergoglio era inocente de expulsarlos de la orden jesuita ni de crear un ambiente que constituyó una luz verde para que el ejército los persiguiera.
El pasaporte de Francisco Jalics
Verbitsky sacó a la luz un incidente revelador con Bergoglio y Jalics en 1979. En ese entonces Jalics vivía de Alemania y quería renovar su pasaporte argentino sin regresar a Argentina. Verbitsky encontró unos documentos en el archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto que revelan el papel y los métodos de Bergoglio. Primero, Bergoglio presentó una solicitud oficial para que permitieran que Jalics renovara su pasaporte sin regresar a Argentina. Luego dos notas internas de un oficial del ministerio al ministro de Relaciones Exteriores dicen que Bergoglio le dijo que hiciera caso omiso de la solicitud oficial y rechazara la solicitud porque Jalics tenía relaciones con la subversión y había sido arrestado y detenido en la ESMA. Verbitsky escribió: "El procedimiento descripto en esos documentos coincide con el estilo dúplice que Yorio y Jalics atribuían a Bergoglio". Uno de los capítulos del libro de Verbitsky se titula "Las dos mejillas del cardenal".
Bebés robados
Uno de los elementos horrorosos del régimen fascista de Argentina fue su campaña para robarles los bebés a las madres los que había asesinado (incluso esperaban hasta que la presa encinta diera a luz antes de matarla), y darles esos bebés a unos oficiales del ejército u otros en el régimen. En 1985, salió una impactante película argentina sobre el tema, La historia oficial. Se calcula que robaron a 500 niños, les dieron nuevos padres y nuevos nombres y sus familiares nunca se supieron más de ellos. Este dio lugar al movimiento Madres de Plaza de Mayo, una organización y movimiento de madres en busca de sus hijos y nietos perdidos y de la justicia para los asesinados.
Alicia de la Cuadra, una cofundadora de Madres de Plaza de Mayo, cuya hija y nieto recién nacido desaparecieron, pidió que Bergoglio le ayudara. Éste nombró a un cura para investigarlo. Ese cura, nombrado por Bergoglio, le dijo a ella que una familia "demasiado importante" que oponérsele había adoptado a su nieto.
Otra cofundadora de Madres, Estela Carlotta, dijo que Bergoglio "nunca ha hablado del problema de las personas que habían desaparecido bajo el régimen dictatorial".
El verdadero Bergoglio
Sacudida por escándalo tras escándalo, la iglesia católica ha dado el paso sin precedente (durante 600 años) de reemplazar a un papa vivo. Rebasa el ámbito de este artículo un análisis de la crisis en la iglesia católica, su rol histórico en general y en la actualidad como pilar de la opresión así como por qué la jerarquía de la iglesia eligió a Bergoglio.
No obstante, nuestro examen del papel de Bergoglio durante la Guerra Sucia revela su verdadera actitud acerca de los oprimidos. Mientras que éstos sean unos esclavos pasivos que no opongan resistencia a la opresión y explotación, Bergoglio será su "sirviente humilde". Pero a medida que se levanten en resistencia y, para colmo, cuando los curas y monjas apoyen a esa resistencia, pues saldrá a la luz la verdadera naturaleza de Bergoglio.
No está claro si Bergoglio fue un fascista durante la Guerra Sucia o uno de esos sujetos que hubieran preferido una forma más "democrática" de dominación pero que venían acomodándose con los fascistas, favoreciendo a éstos ante el caos o la revolución. Cualquiera de las dos posiciones, sin embargo, es totalmente injustificable.
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