¿POR CUÁNTO TIEMPO?

Joe Veale | 6 de junio de 2013 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Al leer el número del 23 al 29 de mayo del periódico de propietarios negros Los Angeles Sentinel, un artículo en especial me llamó la atención y me hizo hervir la sangre.

El artículo hablaba de que con la aprobación de una nueva ley, el Estado de California ahora notificaría a los padres y tutores cuando la policía pone a sus hijos en la base de datos de pandillas.

Lo que me llamó tanto la atención es lo siguiente del artículo: “En California, se permite agregar a la Base de Datos CalGang [Pandillas de California] a los individuos sin ser objeto del arresto o de cargos por un delito, meramente a partir de entrevistas por la policía durante revisiones de rutina. De ahí, se utiliza la Base de Datos CalGang para sumar a algunos individuos a las órdenes judiciales contra las pandillas, avalar argumentos por aumentar las condenas en un tribunal y descalificar a familias enteras para que no puedan vivir en la vivienda pública”.

Además, agrega: “Se incluye en la base de datos a los niños de solamente diez años de edad…

De esta manera, entre otras, se inicia el cauce de la escuela a la prisión. Hoy, casi 200 mil personas están en las cárceles de California. Existe el equivalente de este programa de CalGang en todas las grandes ciudades de Estados Unidos, de modo que hoy hay más de 2.4 millones de personas en las prisiones en todo Estados Unidos, en su mayoría negros y latinos. De ESTE genocidio lento habla y trabaja para terminar la Red Parar la Encarcelación en Masa.

No puedo sino recordar lo que les pasó a algunos amigos míos y familiares míos, quienes de joven fueron a dar a la cárcel a comienzos de los años 1960. Mi hermano de 12 años de edad fue arrestado y enviado a la Autoridad Juvenil de California (CYA) por defenderse contra una agresión física de parte de un maestro en el barrio oeste pobre y negro de Berkeley (la biografía de Bob Avakian, From Ike to Mao and Beyond, da una idea de la segregación de Berkeley de ese entonces).

Ese fue el primer encuentro de mi hermano con la policía. Además, fue la primera vez que mi familia se sintiera totalmente impotente al ir mi abuela y cinco de nosotros, los chamacos, al tribunal, llorosos y suplicando que soltaran a mi hermano. Nuestra compasión angustiada y amor por mi hermano no sirvió de nada para el juez, quien lo envío el encierro por un año. Su vida se acabó. Ahí lo violaron y salió de la CYA negándose a aceptar que nosotros vivíamos en la pobreza y entraba y salía de la CYA por violaciones de su libertad condicional. A los 18 años de edad, mi hermano terminó por quitarse la vida.

CH era uno de mis mejores amigos al que yo conocía desde la primaria. Para cuando tuviera 10 años de edad, ya lo habían metido a la CYA “por pelear”. De ahí en adelante, en esencia, su vida se acabó. Pasó más tiempo en la CYA y las prisiones estatales que en libertad. Me topé con él en la cárcel cuando ambos éramos veintiañeros. Todavía podíamos llevar una conversación pero me quedó claro que la prisión y el trato brutal le habían quitado una buena parte de su humanidad y personalidad. Adentro, un tormento era de hacer repetidas promesas de darle libertad condicional y luego denegarla sin razón. Yo era la única persona que podía conectarse con él porque crecimos como hermanos, pero él ya no era la persona que yo conocía y amaba.

Durante esos años, cada vez que a mí también me mandaran a la cárcel del condado o a la prisión, se parecía más a una reunión informal de secundaria. Mi hermano y CH, al igual que millones de personas hoy atrapadas en el sistema de INjusticia de Estados Unidos, tienen el potencial de contribuir tanto, en una sociedad radicalmente diferente. Pero para ello, se necesitará una revolución.

Por eso, cuando BA pregunta al comienzo de su discurso en vivo Habla BA: ¡REVOLUCIÓN — NADA MENOS! “¿cuánto tiempo tiene que continuar esta pesadilla de opresión y brutalidad?”, me hace pensar en todo eso y además en todo el gran sufrimiento de la humanidad por todo el mundo.

Pero lo que importa más hoy es que debido a la nueva síntesis del comunismo de BA, todo este sufrimiento ya no es necesario.

 

Nota de la redacción: Joe Veale participó activamente como militante del Partido Pantera Negra en el auge de lucha revolucionaria de los años 1960. Es un camarada de larga trayectoria del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, al haberle ingresado en los años 1970.

 

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