Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar:
Brasil: Gigantescas protestas e ilusiones en el desarrollo capitalista
29 de agosto de 2013 | Periódico Revolución | revcom.us
19 de agosto de 2013. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. De unos corresponsales del SNUMQG en Latinoamérica.
Como una saludable ráfaga de aire fresco, los brasileños se tomaron las calles de forma multitudinaria durante el mes de junio de una manera que no se veía en al menos dos décadas. Las protestas llegaron a su clímax el 22 de junio cuando en Río 100.000 personas se unieron a la manifestación, mientras que se calcula que más de un millón se manifestaron en más de cien diferentes ciudades y pueblos en todo el país.
Jóvenes del Movimento Passe Livre (movimiento por la gratuidad del transporte) aceleraron las protestas en marzo en diversas partes del país para exigir una reducción de las tarifas del transporte público, a veces con la consigna "Tarifa Cero". São Paulo, el corazón económico del país con 11 millones de habitantes, presenció la primera gran protesta el 6 de junio, en el elegante y central distrito bancario de la Avenida Paulista. La policía trató de detener las manifestaciones a punta de represión, utilizando balas de caucho, gas, garrotes y deteniendo a algunos de los participantes. De la frustración de mucha gente por el alza de 20 centavos en el pasaje de bus y del metro se pasó rápidamente a cuestionar los miles de millones de dólares gastados para el próximo Campeonato Mundial de Fútbol de 2014 mientras grandes cantidades de gente luchan para a duras penas sobrevivir. El movimiento creció rápidamente y los miles se convirtieron en cientos de miles, ampliándose al repudio a la violencia policial y la corrupción en el gobierno.
Al comienzo los manifestantes eran principalmente los jóvenes, pero a medida que las protestas crecían en tamaño atrajeron también a gente mayor. La mayoría de quienes participaban en las marchas y mítines eran de las clases medias, pero también se unieron de sectores más oprimidos del pueblo. Esta mezcla social de gente de diferentes clases le dejó en claro a la juventud la conexión entre la brutalidad policial en las manifestaciones y la sistemática represión por parte de la policía militarizada que se ha estado intensificando por años contra los oprimidos en las favelas (tugurios en las ciudades brasileñas). Aunque el aumento de tarifas dio inicio al movimiento de protesta de junio —la gente que gana el salario mínimo ya tenía que pagar una buena porción de su salario de R$700 (unos 340 dólares) para ir y venir del trabajo—, otros problemas como el acceso a buenos servicios de salud y servicios públicos, así como la violenta respuesta de la policía que mató a varios manifestantes durante el mes, y la ampliación de la brecha entre ricos y pobres se volvieron parte de sus demandas y algunos comenzaron a cuestionar hasta cierto nivel todo el sistema en el que habían perdido la fe.
Las protestas rompieron la aparente armonía social y el supuesto acuerdo del pueblo con el gobierno, poniendo sobre la mesa que en Brasil, al igual que en muchos otros países dominados por el imperialismo, las masas cargan sobre sus hombros el peso de una minoría parasitaria que se alimenta de su sudor y su sangre, un pequeño grupo que se apropia de la riqueza general producida por el trabajo de millones. Mucha gente en Brasil considera que las manifestaciones mostraron que ha llegado el tiempo de decir ¡Basta! y expresar su descontento con el actual orden de cosas.
En los meses anteriores al auge de las protestas de masas la clase dominante había desencadenado ataques represivos, detenciones, golpizas y torturas contra cientos de manifestantes y los acusó de crímenes. La "desaparición" de Amarildo de Souza a mediados de julio es muy diciente. Él era un obrero de la construcción que vivía en la favela Rocinha en Río de quien no se ha sabido nada desde que fuera visto entrando a la comisaría de la Unidad Policial de Pacificación (Unidade Policial de Pacificacao, UPP). Desde entonces, se han organizado varias protestas más pequeñas con la bandera de "¿Dónde está Amarildo?", denunciando la represión estatal, incluyendo el que ésta tiene como blanco en particular a la gente negra o indígena. El Estado creó estas fuerzas especiales hace unos años con el fin de retomar el control de las favelas que ha estado en manos de los traficantes de drogas, sin embargo en la realidad lo que han hecho es criminalizar sistemáticamente a las masas más pobres que las habitan. (Human Rights Watch ha denunciado lo que dice son más de 11.000 homicidios perpetrados por la policía entre 2003-2009). La violencia, las muertes y las desapariciones han generado un creciente odio hacia las diferentes fuerzas policiales y han desenmascarado hasta cierto grado la naturaleza del Estado y el gobierno.
Alguna gente informa que hay miles de "Amarildos" y también han estado lanzando el grito de "¡la policía que reprime en las calles son los mismos que matan a los jóvenes en las favelas!" Principalmente son los sectores más bajos de la sociedad condenados a vivir en los ghettos los que regularmente enfrentan la represión. Algunos entre el pueblo llegan a reconocer que la represión policial en la favelas no es fundamentalmente para combatir el crimen organizado de los narcotraficantes, sino que hace parte de contener a un sector potencialmente rebelde que podría desestabilizar al Estado. Y de la resistencia inicial entre los oprimidos, puede que los gobernantes tengan alguna razón para preocuparse.
Mucho antes de que hubieran estallado las protestas, el Estado ya había programado y gastado gran cantidad de dinero para administrarles una dosis masiva de soporíferos a los jóvenes católicos que vendrían de toda Latinoamérica (y del mundo) a Río de Janeiro para la Jornada Mundial de la Juventud y para ver al nuevo papa el mes pasado. Este despliegue buscaba apuntalar a la iglesia así como al Estado y maquillar y "purificar" la cara de una sociedad conocida en todo el mundo por ser violenta, en preparación para los venideros eventos deportivos mundiales. El papa pasó una semana en Río, echándoles bendiciones a los pobres en las favelas y escenificando una gigantesca concentración en las playas de Copacabana. Aunque las gigantescas manifestaciones de junio ya habían decaído de manera significativa para ese momento, diversos grupos de feministas, LGBT e intelectuales protestaron contra la intervención de la iglesia en un Estado laico, así como contra la oposición del papa al aborto y a la homosexualidad. Estos grupos también criticaron recientes leyes reaccionarias que penalizan el aborto y establecen la "bolsa estupro", un fondo para compensar a las víctimas de violación para que no aborten.
El papel del PT en el gobierno
En enero de 2003 el Partido dos Trabalhadores (Partido de los Trabajadores, PT) se hizo al control del gobierno cuando Luiz Inacio "Lula" da Silva fue elegido presidente, llegando al poder con una plataforma reformista y socialdemócrata. El PT había agrupado a comienzos de los ochenta a diversas asociaciones de profesionales y sindicales que se había apartado del marxismo y las ideas comunistas a la vez que mantenían una fachada socialista. Atrayendo al pueblo sobre la base de un discurso "socialista" y aparentemente de igualdad racial, el PT trató de unir bajo su ala a toda la izquierda, incluyendo el Partido Comunista do Brasil. El PCdoB de hoy surgió de una escisión dentro del original Partido Comunista Brasileiro en 1962 durante la lucha en el movimiento comunista internacional entre la Unión Soviética y China, asumiendo una posición de oponerse a Jruschov. Lanzaron una guerra de guerrillas en 1971 y luego de fuertes pérdidas en el liderato en 1975 pararon la lucha armada y abandonaron toda pretensión de maoísmo en favor de un enfoque más abiertamente reformista. Hoy el PCdoB ocupa cargos en el gobierno del PT y continúa refiriéndose a sí mismo como marxista-leninista. De este modo en 2003 dirigentes de diferentes organizaciones políticas "populares" se unieron al gobierno y comenzaron a ocupar importantes cargos, con el efecto de atenuar la lucha del pueblo contra el Estado. El ascenso de Lula al estrellato se dio gracias a que su partido concentró las demandas del pueblo de más democracia y de cuestionamiento del orden social, a la vez que se constituyó como una fuerza capaz de tomar la delantera en satisfacer las necesidades de las clases dominantes y el imperialismo.
En este marco las promesas del gobierno de una sociedad más democrática e igualitaria han sido acogidas por un sector del pueblo, en especial por las clases medias, cuyo tamaño y nivel de vida han aumentado en la última década.
El lenguaje de la socialdemocracia va de la mano con la profundización de la dominación imperialista y con la más plena integración de Brasil en el sistema capitalista imperialista. Por ejemplo, enormes extensiones de tierras se han dedicado a los cultivos para la exportación, mientras se han sembrado cada vez menos cultivos de alimentos básicos. El gobierno brasileño ha estado acelerando sus esfuerzos de atraer inversión extranjera como un buen destino para el capital capitalista imperialista. A medida que el capitalismo expande y transforma su control sobre diversos sectores de la economía, empeora el sufrimiento de los sectores más pobres, a la vez que las políticas sociales han servido como un paliativo. Sin embargo, este proceso tiene límites y las ilusiones de la pequeña burguesía están desapareciendo a medida que su ascenso social y económico se ha desacelerado. Esta situación ha llevado a la insatisfacción y movilización de estas capas, principalmente alrededor de la demanda de que el gobierno cumpla sus promesas.
La aceleración de la urbanización en un amplio rango de países oprimidos ha sido impulsada por el funcionamiento mismo del capital. El uso de la tierra rural ha cambiado para dar prioridad a cultivos para la producción de biocombustibles en Brasil. Tales cultivos por lo general requieren una fuerza de trabajo más pequeña y los campesinos son desplazados hacia las ciudades. Por una parte este cambio en el uso de la tierra genera la reducción de la capacidad de producir alimentos, elevando el precio de los productos alimenticios básicos y, por otra parte, da como resultado una mayor cantidad de consumidores urbanos.
Al mismo tiempo que llevaba a cabo una andanada represiva contra los manifestantes, ante la creciente furia el Estado echó atrás el aumento de la tarifa del transporte y prometió tomar en cuenta sus demandas. Además, la izquierda reformista en el poder argumentó que las manifestaciones solo beneficiaban a los tejemanejes de los partidos derechistas, como esfuerzos de desestabilizar y deslegitimar el proceso revolucionario que el PT dice estar dirigiendo. Usando esta torcida lógica, trataron de mostrar que las manifestaciones eran básicamente impulsadas por la derecha y por el imperialismo yanqui. Esto facilitó los objetivos de los reformistas de impedir que más gente, incluso de entre sus bases, se uniera al movimiento de protesta. A la vez que difundían estos rumores y argumentos, el PT y el PCdoB trataron de canalizar y cooptar las luchas de esa manera para incorporarlas en sus estructuras, reconociendo que algunas de las demandas eran justas. Como si esto no fuera suficiente, en el colmo del cinismo proclamaron que estas manifestaciones son realmente resultado del proceso democrático iniciado cuando Lula llegó al poder, ya que consideran que él ha educado políticamente al pueblo y ha ampliado las libertades democráticas.
Este tipo de estrategia es utilizado frecuentemente por otros gobiernos reformistas y socialdemócratas en la región como los de Venezuela, Ecuador o Argentina con el fin de justificar la represión y el control del descontento popular que amenaza con extenderse.
La deslegitimación del gobierno del PT y de los partidos tradicionales y reformistas
Al rechazar el dañino papel jugado durante décadas por las organizaciones que se autoproclaman socialistas, comunistas y "partidos populares", pero que de hecho han sido instrumentos del imperialismo y sirven a sus intereses, un sector del pueblo ha promovido la idea de un movimiento sin partidos, sin liderato ni estructura de dirección.
Esta idea ha sido aceptada por muchos jóvenes que están tratando de zafarse del control de los partidos reformistas y de construir un movimiento popular independiente. Esta justa intención ha llevado a argumentos a favor de una forma diferente de organización sin liderato, "horizontal", en la que el consenso colectivo lo determina todo. Si bien muchos dentro del movimiento popular en Brasil no están proponiéndose transformar completamente el sistema capitalista, alguna gente dentro de aquel se está preguntando cómo es posible combatir contra un sistema social altamente estructurado sin que se tenga organización, liderato y un programa claro. Amargas experiencias del pueblo han mostrado que existe una necesidad material de organizarse, para alimentarse política e ideológicamente tanto de la lucha del pueblo como de la síntesis del comunismo.
Lo que es indiscutible es que bajo el liderato del PT y el PCdoB o cualquier otro partido reformista el pueblo nunca puede liberarse y zafarse de las cadenas del imperialismo. Debido a su naturaleza y a los intereses de clase que defienden, estos partidos promueven ilusiones en la democracia burguesa y orientan la lucha popular hacia fines electorales. Este tipo de estrategias hacen poco más que cambios menores de modo que las cosas sigan igual (o a veces peor). En ninguna época ni en ningún país una concepción reformista como ésta ha logrado transformar radicalmente la sociedad, pero sí ha servido simplemente para mantener el control de la burguesía, contener los levantamientos populares y sembrar confusión usando una fachada social y democrática.
El actual movimiento está topando con los efectos de ilusiones en la democracia y el Estado. Por ejemplo, alguna gente exigía la desmilitarización de la policía y demandaba que defendiera los intereses del pueblo. Este caso muestra claramente la confusión que existe sobre el carácter de clase del Estado que en lo fundamental protege los intereses de la clase dominante.
Otros sectores del movimiento están tratando de centrar la lucha en deshacerse de autoridades individuales como los gobernadores estaduales de Río y São Paulo. Según la errónea idea de que los problemas del pueblo se deben a la corrupción de ciertos individuos, la demanda de echarlos se ha vuelto popular y el centro de varias pequeñas manifestaciones desde junio, en particular en Rio de Janeiro y São Paulo. De hecho la corrupción es un problema agudo en Brasil y no son pocos los individuos y sectores económicos que se están lucrando del dinero público. Pero esto no significa que los problemas del pueblo paran allí. Algunos sectores de la clase dominante y sus estructuras de comunicación están alentando la lucha contra la corrupción, dando el mensaje de que este fenómeno obstruye el normal funcionamiento del sistema. Argumentan que en la medida en que el sistema funcione bien, es capaz de mejorar las condiciones de vida del pueblo.
Y en todo esto puede verse que el camino para las masas populares que han despertado en Brasil está presentando oportunidades para captar plenamente el vínculo entre su situación y el sistema imperialista. Será decisivo que un grupo de gente llegue a ver en este levantamiento los horizontes más amplios de la lucha y ponga sus aspiraciones en una revolución comunista que luche por la emancipación de toda la humanidad.
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Nota de la redacción: Vea más discusión sobre el "horizontalismo" en la declaración sobre el Movimiento Ocupar escrita por Bob Avakian: "Una reflexión sobre el movimiento 'Ocupar': Un comienzo inspirador… y la necesidad de ir más allá" (Revolución #250, 13 de noviembre de 2011).
El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar, una publicación política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.
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