Lecciones de Irak: El “precio” de las sanciones

Larry Everest | 23 de septiembre de 2013 | Periódico Revolución | revcom.us

 

A la luz del acuerdo en la “comunidad internacional” de supervisar la destrucción de las armas químicas de Siria, es importante aprender de la experiencia de la “diplomacia” e “inspecciones de armas” de parte de Estados Unidos y la ONU en Irak de 1990 a 2003. Es un caso práctico de lo que son en realidad la diplomacia, los tratados y el “control de armamentos” de parte de los imperialistas, ¡y lo que significan para el pueblo!

In 1990, impusieron unas sanciones económicas draconianas a Irak, supuestamente para obligarlo a retirarse de Kuwait, al cual lo había invadido en agosto.

En abril de 1991, tras 43 días de bombardeo generalizado, la coalición dirigida por Estados Unidos coaccionó a Irak, en ese entonces bajo Sadam Husein, a aceptar la Resolución 687 de la ONU, la que lo obligó a revelar y destruir sus programas de armamento nuclear, químico y biológico, y de permitir inspecciones internacionales sumamente intrusos para averiguar su cumplimiento.

El que Irak supuestamente no cumplió plenamente con la Resolución 687 de la ONU y no cooperó completamente con los inspectores de armamento de la ONU, era el principal pretexto para 12 años asesinos de sanciones económicas impuestas por los estadounidenses y maniobras bélicas contra Irak. En 2002-2003, esas acusaciones se convirtieron en la principal justificación para una guerra anticipatoria la que lanzó el gobierno de Bush.

De hecho, dentro de seis meses después del fin de la Guerra del Golfo de 1991, ya estaban encontrando y destruyendo programas de armamento iraquíes. Es posible que Irak haya destruido todas sus armas de destrucción masiva en los principios de los años 1990, según un desertor de alto nivel, ciertamente para fines de los años 1990. En octubre de 1998, el Organismo Internacional de Energía Atómica certificó que Irak le había dado un recuento “pleno, final y completo” de sus programas de armas nucleares, y que el organismo no había encontrado ninguna evidencia de actividades nucleares proscritas desde octubre de 1997. Un año después, el comité sobre el desarme del Consejo de Seguridad de la ONU concluyo: “Si bien quedan por resolverse elementos importantes, la mayor parte de los programas de armas proscritos de Irak han sido eliminados”. En 2001, el secretario de Defensa yanqui para el presidente Bill Clinton, William Cohen, le dijo a la administración entrante de Bush que “las fuerzas de Sadam Husein están en tal condición de que no puede representar un peligro para sus vecinos en este momento. Hemos logrado, por medio de las sanciones, cortar concretamente la mayor parte de los ingresos que se hubieran dedicado a construir, reconstruir sus fuerzas armadas”.

Es por eso que Estados Unidos no encontró armas de destrucción masiva en Irak —repito, cero, nada— cuando conquistó a Irak en 2003 aunque sus inspectores peinaron todo el territorio durante meses. En otras palabras, Irak estaba diciendo la verdad sobre las armas de destrucción masiva; Estados Unidos estaba mintiendo. No solamente estaba mintiendo antes de la invasión en 2003 sino que había mentido durante toda la década de los 1990 sobre las supuestas armas de destrucción masiva iraquíes. No hubo ninguna “inteligencia fallida”; ¡eran MENTIRAS deliberadas y conscientes, formuladas cuidadosamente!

Debían de haber levantado las sanciones. La Resolución 687 de la ONU afirmó que “al cumplirse” las obligaciones del desarme, las sanciones “ya no tendrán efecto”. Sin embargo, jamás se levantaron las sanciones, a pesar de que las inspecciones demostraron que Irak sí había depuesto las armas proscritas.

Al contrario, durante aquellos años, los miembros de la Comisión Especial de las Naciones Unidas (UNSCOM, por sus iniciales en inglés) encargados de inspeccionar las armas (de los cuales el 37 por ciento eran personal estadounidense) también cometieron espionaje contra Irak — que incluía sembrar micrófonos ocultas de alta tecnología que monitoreaban las comunicaciones oficiales y militares iraquíes, entre ellas los movimientos de Sadam Husein. Ocuparon esa inteligencia para un golpe de estado fallido en junio de 1996 y para un intento de asesinar a Husein en diciembre de 1998 con misiles crucero.

Richard Butler, el jefe de la UNSCOM en 1997 a 1998, hablaba a diario con el asesor de Seguridad Nacional del presidente Bill Clinton, Sandy Berger. Incluso Butler, antes de publicar sus informes, permitía que los revisaran los inspectores estadounidenses de la UNSCOM cuando éstos conducían inspecciones de sorpresa (que violaban los protocolos acordados con Irak) con el fin de provocar confrontaciones, las cuales las aprovechaban Estados Unidos para acusar a Irak de no cumplir con las inspecciones. Eso fue parte de la propaganda agresiva continua antes de 2001 de que Husein hacía trampa con las inspecciones, no cumplía con lo prometido, etcétera, etcétera, lo cual sirvió de pretexto para la guerra.

¿Por qué Estados Unidos se negó a reconocer que Irak estaba cooperando y desarmándose? ¿Por qué se negó a levantar las sanciones, y al contrario aprovechó las inspecciones de armas para atacar al régimen de Husein? Porque lo que determinaban lo que Estados Unidos hacía en Irak eran los objetivos imperialistas y no el derecho internacional y resoluciones de la ONU. Dichos objetivos imperialistas incluían el de debilitar a Irak como una potencia regional y derrocar a Sadam Husein como parte de mantener el dominio yanqui de la región — y no simplemente quitarle las armas de destrucción masiva. Estados Unidos mantenía las sanciones con el fin de hacer tan miserable la vida para la población que se levantara (de preferencia en un golpe de estado militar) y derribara el régimen de Husein, y que en el proceso se fortaleciera el control estadounidense de la región y se demostrara su poder.

Esos objetivos también exigían proteger las piedras angulares del dominio yanqui en el Medio Oriente: Israel y Egipto. Israel cuenta con armas nucleares, químicos y biológicas; Egipto, armas químicas. Sin embargo ninguno de dichos países era objetivo de críticas, sanciones o presiones para abandonar sus armas de destrucción masiva aunque la Resolución 687 declaró que desarmar a Irak era una parte de crear “una zona libre de armas nucleares en la región” y liberarla de todas las armas de destrucción masiva.

“Una masacre legitimada”

¿Cuál fue el resultado de una década de sanciones tras el horroroso bombardeo estadounidense en 1991?

Visité a Irak poco después de terminar la guerra de 1991 como corresponsal de Revolución y para filmar el documental corto, Irak — Guerra contra el pueblo. El Dr. Ameed Hamid, el director de la Sociedad Media Luna Roja de Irak, me dijo en junio de 1991: “A partir de la guerra, han expuesto a los niños iraquíes a la guerra biológica, guerra biológica generalizada. Cuando destruyen la infraestructura de un país, dejan que las aguas negras con todos sus gérmenes patógenos correrán por las calles, obstaculizan que los niños tomen agua potable, les infligen la desnutrición, no permiten que entren medicinas. Así que es un ambiente excelente para la muerte y la enfermedad”.

Una encuesta de 1999 que hicieron el UNICEF y el Ministerio de Salud de Irak encontró que el índice de mortandad infantil de niños de menos de cinco años de edad en el sur y centro de Irak (donde vive el 85 por ciento de la población) había aumentado de 56 muertos de cada 1.000 nacidos vivos en 1984 a 1989 a 131 muertos en 1994 a 1999 — y seguía aumentándose. El UNICEF estimó el asombroso número de muertes resultante: 500.000 o hasta más.

Así que, estaban muriendo más de dos veces más niños iraquíes de menos de cinco años de edad que antes de la Guerra del Golfo de 1991. Da el resultando de aproximadamente 5.000 niños iraquíes muertos cada mes gracias a las acciones estadounidenses: una catástrofe más allá del nivel de las Torres Gemelas cada 30 días.

La profesora Joy Gordon de la Universidad Fairfield señaló que los encargados de la política estadounidenses habían convertido las sanciones de la ONU en “una masacre legitimada”. En 2002, el gobierno iraquí informó que 1.7 millones de niños habían muerto de enfermedades o desnutrición desde la imposición de sanciones en agosto de 1990.

En 1996, la embajadora estadounidense ante la ONU y la futura secretaria del Estado, Madeleine Albright, dejó claro que el gobierno estadounidense bien sabía de las bajas iraquíes resultantes de las acciones estadounidenses y que no tenía reparos. Durante una entrevista en el programa de CBS 60 Minutes, la locutora Leslie Stahl le preguntó sobre el impacto de las sanciones: “Hemos oído que medio millón de niños iraquíes han muerto. Pues, son más niños que los que murieron en Hiroshima. A tan alto costo, pues, ¿lo vale?” La respuesta de Albright: “Creo que es una elección difícil, pero el costo — creemos que lo vale”.

(Vea unas referencias y una discusión más detallada en inglés en el libro Oil, Power & Empire: Iraq and the U.S. Global Agenda, capítulos 6 y 7.)

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