Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
El legado de Nelson Mandela y el camino no revolucionario del CNA
6 de enero de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us
Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar, 10 de diciembre de 2013. "El camino de arco irises raciales y armonía de clases imaginaria sin movilizar a la gente para deshacerse del estado existente y arrancar de raíz el sistema subyacente y sus relaciones atrajo a muchas personas, especialmente las clases medias entre los oprimidos: es un camino más fácil que la revolución. Pero el problema es, como ha demostrado una vez más la experiencia amarga de Sudáfrica en los últimos 20 años, que esto es completamente ilusorio — e imaginario". (Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar del 15 de marzo de 2010, "Dos décadas después de que se puso en libertad a Mandela — ¿20 años de libertad en Sudáfrica?")
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Desde su muerte el 6 de diciembre a la edad de 95, gente de todo el mundo está brindando tributo a Nelson Mandela, el hombre que pasó largos años en las prisiones del régimen de apartheid por ser parte de la lucha justa contra el colonialismo de repoblación y luego llegó a ser el primer presidente negro de Sudáfrica. Mucha gente está celebrando la vida de Mandela porque cree que se opuso de modo acérrimo a la injusticia y es un símbolo para los oprimidos. Otra gente puede no necesariamente saber o estar de acuerdo con el motivo de los elogios sin cesar de los líderes mundiales: cual motivo en esencia es el papel histórico de Mandela de apaciguar la situación revolucionaria y poner fin a la gran oleada de lucha de la mayoría negra que derrocó al régimen de apartheid a finales de los 1980 y que podría haber avanzado mucho más. Los medios oficiales saludan la lucha consecuente de Mandela contra la opresión del apartheid, reduciéndola a menudo a una batalla contra el racismo, pero sus alabanzas se centran en el mensaje de que extendió la mano de la tolerancia y perdón a los opresores, como él y el reverendo Tutu lo describían tantas veces.
En 1994 cuando asumió el cargo como jefe de estado, Mandela anunció: "Nunca, nunca y nunca más experimentará esta tierra bella la opresión de uno por otro". Los medios han tratado de combinar la historia de la lucha del pueblo y sus varias organizaciones políticas con la trayectoria personal de Mandela y la visión política del cambio del Congreso Nacional Africano (CNA) bajo su dirección. Esta era una visión de abrazar el capitalismo mientras prometer al pueblo que el CNA podía e iba a reformarlo en aras de eliminar la pobreza, las desigualdades y las injusticias en tantas esferas que padecía bajo el apartheid. Así que una de las interrogantes serias acerca del legado de Mandela será: ¿cómo es posible abrazar el capitalismo y todo lo que va de la mano con este y nunca más experimentar la opresión?
El camino no revolucionario de reformas parciales y pacíficas y cooperación con el existente aparato de estado, lo que siguió el CNA bajo la dirección de Mandela al principio de su mandato, se basó en gran parte en preservar mucho del viejo sistema en su conjunto y las relaciones entre las personas arraigadas en siglos del desposeimiento de tierra y la ideología de la supremacía blanca, en la explotación de la mayoría negra y la sumisión al capital extranjero y al imperialismo. Fue un camino el que no solamente no liberó al pueblo ni ha desatado su potencial para transformar la sociedad, sino que en realidad ha ensanchado la brecha entre los ricos y los pobres e intensificado las formas de opresión mientras que los nuevos dirigentes del país continúan tratando de sofocar la lucha del pueblo que se ha acelerado en todos los sectores de la sociedad con el crecimiento constante de la frustración durante los últimos 20 años del gobierno del CNA. "Estamos hartos de esperar", se oye frecuentemente en las calles y campos de Sudáfrica, y "¿para qué sirvió el derecho de votar si seguimos viviendo como esto?"
El pueblo de Sudáfrica tenía enormes expectativas tras la derrota del apartheid. El CNA y las fuerzas que lo apoyaban sabían eso, y gran parte de su atracción para la población negra antes y después de las primeras elecciones democráticas estribó en el montón de promesas no sólo de servicios y viviendas, sino de libertad y cambio social radical bajo un gobierno negro. Mandela —junto con muchos otros— jugó un papel decisivo en convencer al pueblo que su lucha ya no era necesaria, que debería deponer las armas y el enojo y perdonar al opresor a nombre del bien común, la paz social y la armonía racial.
No es que el CNA dirigido por Mandela traicionó su propia perspectiva y programa políticos — los que nunca incluyeron la meta de hacer la revolución, a pesar de los elogios de vez en cuando de los medios de aseverar que Mandela fue un revolucionario. De hecho el CNA cumplió más o menos lo que siempre promovieron su Carta de Libertad de 1955 y su Programa de Reconstrucción y Desarrollo (RDP, por las siglas en inglés) — el reparto del poder y reformas social democráticas junto con mucha inviable palabrería contra el sistema. (La nacionalización de industrias clave siempre era un punto de diferencias intestinas y sujeto a concesiones.) Sin embargo, Mandela y el CNA envolvieron la atracción de una toma negra del poder político con palabras de liberación, el cual fue una traición al pueblo del cual un número tan grande había luchado por décadas para derrocar el sistema de apartheid y por una sociedad que eliminara toda la miseria, opresión y degradación racial. Muchos en esta generación despertada políticamente vieron esto como un movimiento para el cambio verdaderamente revolucionario.
Otras fuerzas políticas condenaron ferozmente la reformista Carta de Libertad del CNA. No obstante, por intensas que fueran las polémicas y heroicos los sacrificios y lucha del pueblo para derrocar el apartheid, ninguna organización y dirección revolucionaria sólida se desarrolló en una manera que pudiera desafiar la solución que había escogido los que detentaban el poder: "confiar en" la conciliación de parte de Mandela, el bien conocido luchador por la libertad y preso político, junto con los objetivos reformistas del CNA. El CNA y Mandela también siempre consideraron la muy limitada lucha armada que organizaron y llevaron a cabo durante los principios de los 1960 principalmente como una palanca de negociar para lograr estos objetivos, y no como parte de forjar una base revolucionaria de masas para derrocar y arrancar de raíz el sistema.
Muchas fuerzas políticas contribuyeron a llevar teoría al pueblo y movilizarlo, y algunas con teorías mucho más radicales reconocieron la necesidad de la revolución y lucharon por la misma. Una gama de organizaciones políticas prohibidas por el régimen emergieron o reaparecieron, buscando un camino adelante, con puntos de vista distintos sobre lo que se necesitaba para la liberación nacional y para cambiar la sociedad, y dando dirección a distintos sectores y estratos de la lucha contra el apartheid. Entre estas estaban los panafricanistas que se escindieron del CNA, marxistas-leninistas que simpatizaban con la China revolucionaria de Mao, varias agrupaciones obreristas y luego otras conectadas con la conciencia negra desarrollada por Steve Biko. Aunque pretendió poner fin al dominio de apartheid, este movimiento de fuerzas más amplio, incluidas las organizaciones del CNA, era también un laboratorio político intenso de líneas y visiones en contienda sobre cómo hacer eso, a veces incluyendo choques agudos entre las masas, a veces fomentadas por el régimen y grupos tradicionalistas de justicieros que el régimen había armado (vea los antecedentes en la revista Un Mundo Que Ganar 1995/20).
Sin embargo, aunque se estaban intensificando y convergiendo de modo muy explosivo y poderoso los factores para una situación revolucionaria, faltaba la dirección crucialmente necesaria para desarrollarla hacia una meta revolucionaria. La pérdida de la China socialista y de su apoyo para los movimientos de liberación nacional a medida que se convertía en un baluarte del capitalismo de estado a finales de los 1970 era uno de los factores poco propicios para que emergiera una dirección revolucionaria auténtica. El enemigo apartheid jugó un papel importante en esto y prestó mucha atención a parar el desarrollo de fuerzas revolucionarias, asesinando a líderes, torturando y arrestando a muchos miles de activistas e imponiendo la intimidación en general, como parte de la prisión que era el apartheid para el pueblo — restricciones sobre el movimiento, la asamblea; sobre el acceso a literatura "incendiaria" y revolucionaria y la cultura de la protesta. El brutal régimen del colonialismo de repoblación forzó a miles de presos políticos de las varias tendencias políticas que se le oponían a sufrir en mazmorras infernales. Muchos sacrificaron gran parte de la vida, o murieron, en detención. Frente a todo esto, el pueblo resistió y a menudo —y paradójicamente— se identifica esa resistencia con el Mandela preso en y líderes del CNA en el exilio, aunque históricamente el CNA representó solamente una parte de la resistencia y no desarrolló una presencia y organización fuerte en las vastas zonas rurales de Sudáfrica, según el mismo CNA — todo el cual fue un reflejo de su perspectiva reformista más que su tamaño o influencia potencial.
Por qué escogieron a Mandela en una crisis revolucionaria
La gente en todo el mundo fue inspirada por la creciente resistencia contra el odiado estado de apartheid cuando una nueva generación de estudiantes de escuelas secundarias se negaron a recibir clases en el afrikaans, lo que consideraron el idioma del opresor, y se tomaron las calles con valor en la Rebelión de Soweto de 1976. Sus audaces confrontaciones con la máquina violenta del estado se difundieron e involucraron sectores cada vez más amplios del pueblo como los trabajadores y las generaciones mayores, desatando una tormenta de lucha que duró una década, con los altibajos. Para los principios y mediados de los 1980, la sociedad de apartheid estaba fuera del control de los en el poder. La lucha se volvió incontenible, a pesar de reformas menores y represión intensa, detenciones en masa y asesinatos, especialmente en los asentamientos que ardían donde la mayoría de la gente negra en las zonas urbanas vivía y batallaba ferozmente con la policía. La gente se negó a vivir a la manera vieja y el estado no podía gobernar a la manera vieja.
El régimen de apartheid alternaba entre unas reformas adicionales y la represión aún más dura para tratar de aplastar el levantamiento social sin precedentes y atenuar la masiva crisis política y económica la que comenzó a tener repercusiones internacionales y mayores consecuencias económicas y a despertar temores de una escalada mayor hacia una guerra civil entre blancos y negros. Pero mientras los líderes del mundo rinden homenajes interminables a la transición pacífica, es importante recordar que el período antes de las negociaciones fue sumamente sangriento y mortífero para los sudafricanos negros: además de los miles de personas que perdieron la vida en los 1980, al menos 13.000 negros más dieron la vida a principios de los 1990, después de que se iniciaron las negociaciones.
Los dirigentes del apartheid, junto con los estados del Occidente que en su mayoría habían respaldado y hecho negocios con éstos durante el período del dominio supremacista blanco, buscaron una solución de mutuo acuerdo. Ya en 1986 Mandela había comenzado negociaciones secretas con el estado de apartheid desde su arresto domiciliario en una prisión de seguridad mínima en Cape Town. A los gobernantes sudafricanos y sus socios imperialistas occidentales, Mandela llegó a representar la mejor opción para aliviar la crisis y en especial para impedir que la situación revolucionaria se desarrollara en un movimiento con el objetivo explícito de despedazar el estado y su autoridad reaccionaria. En 1989 en el punto álgido de la crisis política y social del estado, recurrieron a FW DeKlerk del gobernante Partido Nacional para ser el último presidente del apartheid. Mandela aceptó compartir el premio Nobel de la paz con DeKlerk en 1993, y retrospectivamente se puede considerar que es muy probable que ganar eso fuera parte del proceso de las negociaciones. Y como parte del proceso de ser elegido democráticamente como jefe de estado, Mandela también aceptó compartir el dominio político en 1994 en un Gobierno de Unidad Nacional junto con el Partido Nacional, cual partido fue el agente y verdugo del apartheid responsable de tanto sufrimiento e injusticia para el pueblo. Las masas populares aún padecen las consecuencias de esa estrategia de Mandela y el CNA. Esta transición negociada fue un plan cuidadosamente organizado con el fin de acabar con la explosiva "última lucha por la independencia" contra el colonialismo en África.
El CNA, al igual que el Partido Comunista de Sudáfrica, apoyaba el modelo promovido por la Unión Soviética en los 1950 y 1960 de liberación en las colonias sin una revolución cabal. La Unión Soviética, por su parte, había promovido a nivel internacional tanto a Mandela como al CNA por medio de gobiernos pro soviéticos como Cuba y Libia así como redes extensas en los movimientos antiapartheid en muchos países. Los cambios de la situación internacional, en particular el colapso de la Unión Soviética a finales de los 1980 y el fin de la "guerra fría", también eran factores clave que impactaron la organización de la lucha para poner fin al dominio del apartheid. En vista de que la alianza anterior del CNA con la Unión Soviética perdió importancia en un mundo cada vez más unipolar, centrado alrededor del imperialismo estadounidense, dos cosas ocurrieron: primero, de repente el papel de los dirigentes del apartheid en oponerse al bloque soviético en África se volvió esencialmente irrelevante; y segundo, los gobiernos del Occidente se esforzaron para cortejar al en ese entonces huérfano político CNA y en particular su figura política principal, Mandela, como una solución de acuerdo mutuo a la crisis política.
Se convirtió a Mandela, en la muerte así como en la vida, en una figura icónica. El movimiento internacional contra el odiado sistema de apartheid y en apoyo a las masas negras oprimidas fue un factor amplio e importante que creaba opinión pública y presionaba al régimen y a los gobiernos occidentales que lo respaldaron (Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Japón, Francia, Suiza, Holanda, Israel, entre otros). Las generaciones mayores recuerdan los boicots de productos, la negación de hacer presentaciones en Sudáfrica de parte de artistas, las manifestaciones contra las universidades y corporaciones occidentales que invertían en la economía de apartheid así como el movimiento más amplio a favor de aplicarle sanciones. Este movimiento incluyó varios puntos de vista políticos acerca del sistema que creó y mantuvo el apartheid. Pero por lo general contribuyó a capacitar políticamente a una generación respecto a la naturaleza fea y criminal del colonialismo (y el papel de los estados imperialistas que lo apuntalaban) y la opresión y represión que el régimen de apartheid continuó imponiendo sobre los sudafricanos negros por décadas después de que la mayoría de los países de África habían ganado o se les habían otorgado la independencia formal. Después de una serie de amargas luchas y guerras de independencia, algunas de éstas exitosas en términos militares, en este período los líderes de esas luchas por la liberación nacional no podían resistirse a las garras de la ayuda y dominación imperialistas. Por eso, Sudáfrica sirvió como una prueba clave — para ambos lados.
¿Y qué del argumento de que las dificultades del CNA y las persistentes desigualdades actuales no son la culpa de Mandela?
La muerte de Mandela sí nos obliga a analizar de nuevo la situación de Sudáfrica que él dejó (vea el análisis en cierto detalle del artículo del 15 de marzo de SNUMQG) y el papel de Mandela en formarla. El estado sudafricano sí cambió de carácter paulatinamente comenzando en 1994 bajo el dominio compartido entre el CNA y el PN y se abolieron las leyes formales del apartheid las cuales habían ayudado a estructurar el estado previo. Desde entonces se han dado más reformas, debatieron y redactaron una nueva Constitución democrática, si bien difícil de implementar, y se han operado algunos cambios importantes incrementales, especialmente para la clase media negra que va surgiendo. En algunas zonas pobres, se han construido "pequeñas casas RDP" y han puesto electricidad y tuberías para el agua donde antes no había. La naturaleza de la democracia que el CNA ha logrado llevar a Sudáfrica, aparte de las elecciones formales abiertas, sigue siendo un tema muy debatido casi en todas partes.
Con respecto a uno de los logros principales atribuidos a Mandela —el de construir la "nación arco iris con armonía racial"— cabe enfatizar que esto significa cosas diferentes para diferentes clases sociales. Entre los sectores aún más pobres de la población es una idea de la cual se burla o se detesta ampliamente. La gente ve a negros acomodados en el gobierno, pero siente que sus probabilidades de salir de su propia situación son pocas o inexistentes. La discriminación racial es todavía muy obvia y se siente en toda esfera, aunque se ha abolido legalmente. La supremacía blanca también está vivita y coleando en Sudáfrica, aunque de manera cambiada, a veces sutil, a veces tan abierta y racista como en los tiempos del apartheid. La unidad racial entre los oprimidos de Sudáfrica y los que lucharán a su lado se tiene que construir en base de oposición a este sistema, y no por medio de la reconciliación con el mismo ni la sumisión a las divisiones que el sistema refuerza en el seno del pueblo.
El reparto de la tierra en base a raza fue la piedra angular del orden social de apartheid y esto sigue siendo cierto en el orden social actual también, con modificaciones. Esto tiene que ver con la ingeniera social del apartheid entre las "zonas blancas" y los bantustanes "reservados" para la población negra en las zonas rurales por un lado, y de quiénes poseen y controlan la tierra por otro lado. Estas dos características todavía moldean especialmente la organización de la sociedad rural y las opciones que los negros tienen. Las políticas del CNA y el capitalismo neoliberal (más mercado, supuestamente menos interferencia del estado) han fortalecido y concentrado la tenencia de la tierra privada primordialmente entre los blancos, particularmente en las granjas comerciales. Estas granjas capitalistas producen cada vez más para la exportación que para las necesidades alimenticias locales y están cada vez más entrelazadas con la financiarización global. Para la mayoría del pueblo negro que busca tierras las que previamente no tenía ningún derecho de poseer u ocupar, con la excepción de las tierras en las reservas, la reforma agraria tan tacaña por parte del CNA simplemente ha echado sal en una llaga abierta. Los terratenientes blancos también se le han resistido fuertemente. Así que los esfuerzos serios de arrancar de raíz al sistema anterior de la tenencia de la tierra va en contra del camino capitalista del CNA — ya visible en el RDP de 1994 durante el mandato de Mandela. Y las viejas relaciones de amo y sirviente, entre patrón y aparcero —aunque de ciertas maneras modernizadas con salarios y la aplicación mínima de leyes laborales en algunas granjas blancas— todavía constituyen la base de una buena parte de esta situación opresiva que este sector muy pobre del pueblo sudafricano se enfrenta. Y los aspectos capitalistas de "modernización" en muchas maneras han intensificado la explotación en la agricultura.
Uno de los aspectos principales que se podría agregar a la situación desde el artículo de 2010 que explica las maneras en que la situación económica y social se ha manejado, es que el descontento con las políticas y con el resultado del programa del CNA, y de Mandela, se ha incrementado notablemente. Esto se ha reflejado en luchas sociales en diferentes sectores desde empleados del gobierno a trabajadores agrícolas a protestas continuas de los servicios públicos en muchas zonas, luchas en relación al cierre de escuelas y la pobre calidad de educación en las escuelas negras, y muchas más. Cuando un movimiento de masas de mineros en huelga por salarios en el cinturón de platino del noroeste en agosto de 2011 se atrevió a oponerse al sindicato manejado por el CNA y a llevar a cabo acciones no autorizadas por el sindicato en contra de la compañía minera Lonmin Mining, el estado bajo el mando del CNA asesinó a 35 de éstos a sangre fría, lo que desencadenó un tormenta de furia y debate políticos acerca de la naturaleza de este estado del CNA que protegía a los intereses capitalistas, tanto extranjeros como sudafricanos. Cyril Ramaphosa, el maestro de ceremonias principal en el funeral de Mandela el 10 de diciembre de 2013, es el mismo hombre que tiene un puesto en el consejo de esta compañía minera imperialista. Siendo también vicepresidente del CNA, tenía gran dificultad en explicar por qué y cómo el estado democrático encabezado por el CNA cometió esta masacre. En 1999 Mandela apoyó a Ramaphosa, un ex dirigente sindical del CNA que se ha convertido desde entonces en multimillonario, cuando se postuló a la presidencia del CNA pero fracasó (vea SNUMQG, 5 de noviembre de 2012).
Conclusión
En muchos otros sentidos, la imagen del CNA como una organización a favor de la liberación se ha deteriorado entre aquellos que esperaban que hiciera algo diferente en su manejo del estado. Además, hay numerosos conflictos intestinos dentro del CNA, mientras lucha para preservar su dominio sobre las masas negras que han perdido la fe en sus promesas y sobre la plantación capitalista que maneja a favor del gran capital, mucho de éste extranjero. Aun entre muchos que se han mantenido leales al CNA no esperaban esta pesadilla ni mucho menos las masas populares quienes lucharon y murieron para alcanzar la liberación nacional.
Pero es importante no rehuir a la verdad de que cualesquiera que fueran las intenciones, este fue el camino que Mandela condujo al CNA a tomar — no él solo, pero tampoco separado del CNA como tantos comentaristas están tratando hábilmente de hacer en sus tributos. No hubo ninguna revolución en Sudáfrica. Esto es en su mayor parte lo que los poderosos están celebrando con relación a la contribución de Mandela a la lucha contra el apartheid. El "compromiso histórico" y todo lo que condujo al mismo tenía el propósito de impedir que se desarrollara una revolución, a fin de extinguir los ánimos de la lucha de las masas y sustituir promesas falsas de igualdad en lugar de las verdaderas esperanzas y expectativas del pueblo de que un cambio radical estuviera a su alcance, en el momento en que la crisis de los gobernantes del apartheid llegó a un desenlace y perdieron el control de la sociedad reaccionaria que dirigían.
¿Es eso lo que Mandela y el CNA pretendían cuando organizaron las protestas en los 1950 en contra de las libretas de pase e iniciaron una lucha armada intermitente la cual nunca se estableció en serio dentro del país? Sí y no. Una buena parte de la problemática actual en Sudáfrica es sin duda no lo que hubiera querido Mandela, y al igual que otros a menudo él recibe perdón por guardarse la ilusión de que un tercer camino de un capitalismo "humanitario" fuera posible.
¿Fue culpa de Mandela que las cosas salieron de esta manera? No de parte de él solo, pero a fin de cuentas lo presentaron como el primer presidente negro 'pos-independencia' lo que señaló el fin del apartheid formal y así se convirtió en un líder: así que inevitablemente lo va a evaluar la historia pasada y presente en base de lo que hizo, pensó y de lo que no hizo ni intentó hacer. Es su visión y programa políticos como parte del CNA que son decisivos. Su liderazgo personal contribuyó en forma significante a suprimir el masivo levantamiento popular a fin de negociar un acuerdo político aceptable para sus enemigos; eso fue una parte integral del programa del CNA el cual de ninguna manera puso en peligro el control del imperialismo sobre el país y el mundo. De por sí, en lugar de eso, lo reforzó, y en tal proceso ayudó al país a tomar una posición dominante en el continente africano en general. El ejemplo negativo de agachar la cabeza y darse por vencido cuando los opresores estaban debilitados y a la defensiva que Mandela y el CNA pusieron ante los millones de gente oprimida en el mundo —quienes anhelaban profundamente que una liberación en lugar que una acomodación fuera el resultado de este conflicto colonial— fue también un logro ideológico y político importante para los imperialistas. El que Mandela estableciera una paz social falsa y le cambiara la cara al viejo estado que se mantiene en la cima de un sistema agobiante y explotador no constituyó ninguna solución para los oprimidos. Para el pueblo de Sudáfrica, esta situación sigue siendo una prisión de la cual hay que escapar y esto requiere una dirección revolucionaria consciente con la meta y la visión de una sociedad completamente diferente. Muchos en Sudáfrica están buscando una salida como tal.
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El siguiente artículo del SNUMQG del 15 de marzo de 2010 se publica a continuación por proporcionar muchos antecedentes para conocer la situación de Sudáfrica desde la caída del apartheid.
Dos décadas después de la liberación de Mandela — ¿20 años de libertad en Sudáfrica?
15 de marzo de 2010. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Hace veinte años el mundo observó con gran alegría la liberación de Nelson Mandela en febrero de 1990 después de 27 años en las cárceles de Sudáfrica, por el gran odio contra el régimen de apartheid y todas las injusticias que representaba. Mandela, como uno de los presos políticos de más larga duración en el mundo, se había convertido en una especie de leyenda viviente. Las cárceles de apartheid estaban repletas de miles de presos políticos de las décadas de lucha contra el apartheid en representación de organizaciones y perspectivas diferentes. Muchos luchadores, líderes y soldados murieron en las cárceles o fueron ahorcados en las delegaciones de policía, tirados de las ventanas de los pisos superiores de edificios altos y nunca vieron a ningún juez de peluca blanca representante del apartheid para pasar por la formalidad de un juicio. La traición fue una acusación común. Y las masas populares sudafricanas habían hecho enormes y heroicos sacrificios durante la lucha y en las épocas del auge de agitaciones a lo largo de las décadas previas. Aunque los enemigos de Mandela secretamente comenzaron a negociar con él en 19881, nunca era ningún secreto que la liberación de los líderes políticos y la suspensión de la prohibición contra los grupos opositores en 1990 era un paso calculado en el desmantelamiento del apartheid y en la reorganización del dominio político en Sudáfrica.
A finales de los años 1980, el sistema de apartheid basado en la obligatoria segregación racial y opresión en el cual a la mayoría negra (así como la gente india y de origen racial mixto) les prohibían legalmente los derechos más básicos, estaba pudriéndose debido a grandes crisis sociales, políticas y económicas. Era una situación revolucionaria en la cual el régimen colono blanco se dio cuenta plenamente de que ya no podía contener la agitación política que estremecía al país desde 1976 y alcanzaba su apogeo a mediados de los 1980. A pesar de las invasiones policíacas de los municipios donde la mayoría de los negros vivían, estos se convirtieron en bases para llevar a cabo distintas formas de lucha. La juventud, estudiantes y trabajadores, incluidos los trabajadores extranjeros migrantes, organizaron boicots en masa, ausencias (a la escuela, los negocios y el trabajo), huelgas, batallas con la policía y luego marchas funerarias después de los asesinatos de personas a manos del régimen. En el campo también, donde obligaron a vivir a la mayoría de los africanos en reservas basadas en grupos étnicos falsos, la gente se amotinó contra las autoridades odiadas de los bantustanes y sus escuadrones justicieros, lucharon por tierras mejores y se resistieron a las deportaciones forzosas que eran parte de la consolidación territorial del apartheid. A la vez que grandes sectores de negros se movilizaron en una forma u otra para luchar contra el dominio blanco, muchos miles de personas participaron activamente en organizaciones que luchaban por la liberación nacional y la revolución, y debatieron el futuro apasionadamente.
La estrategia contrarrevolucionaria del presidente P.W. Botha —de combinar algunas reformas y modestas medidas de bienestar social con tácticas de dividir para vencer entre las fuerzas opuestas al apartheid— fracasó estrepitosamente en estabilizar la situación. La situación estaba tan fuera de control para 1986 que el gobierno de apartheid declaró leyes de emergencia con toques de queda y duplicó las fuerzas policíacas que ocupaban los municipios agitados. Para finales de los 1980, entre cuatro y cinco mil personas resultaron asesinadas. Cada funeral se convirtió en otra ronda de la lucha. La intensidad de la agitación obligó al régimen a prohibir a 31 organizaciones políticas negras en 1988, lo que prendió la creación de numerosos comités locales nuevos para seguir adelante. La lucha se mantuvo en un alto nivel hacia 1990.
Los gobernantes del apartheid, asesorados por Occidente, buscaron la ayuda de Nelson Mandela para acabar con la crisis y sofocar la escalada del movimiento revolucionario dando credibilidad a un acuerdo negociado con las organizaciones anti-apartheid. Lograron comprar un valioso tiempo mientras que reorganizaron el gobierno político de Sudáfrica en formas que no han cambiado fundamentalmente el sistema socio-económico al que sirve y el papel del país como motor de África y el guardián de los intereses imperialistas en la región.
Tal como fue diseñado, el compromiso negociado en Sudáfrica tuvo un efecto terrible, ayudando a sofocar las aspiraciones revolucionarias de millones de personas que, a costa de grandes sacrificios incluyendo sus vidas, amenazaban con derribar el régimen con el fin de poner fin a la dominación blanca y toda la vil opresión y el sufrimiento que representaba. Esta gran oportunidad y el potencial revolucionario se canalizaron a votar por uno de los 19 candidatos con Mandela en representación del CNA (Congreso Nacional Africano) al que habían preparado para compartir el poder estatal con el Partido Nacional ligeramente reformado, el mismo partido reaccionario que había presidido el apartheid formal durante casi 50 años. Fue llamado un Gobierno de Unidad Nacional. Al tener el derecho a votar por primera vez en la historia, naturalmente, la mayoría de los negros acudieron en cifras récord para elegir al ex preso político popular Nelson Mandela con la esperanza de que el CNA fuera capaz de cumplir con sus promesas de liberación, de devolver la tierra a los negros y de eliminar las desigualdades y el amargo sometimiento que habían soportado durante tanto tiempo.
¿Cómo pudo la denominada organización de liberación nacional liderada por Mandela conseguir ahogar este proceso revolucionario? ¿Cómo llegó a ser una herramienta tal acomodaticia de las clases dominantes?
La política del CNA: Una historia de hablar de la liberación, a la vez de traicionar los intereses del pueblo
Mandela había sido ampliamente promovido en todo el mundo, en parte a través de los movimientos y redes vinculadas a la Unión Soviética de la década de 1960 hasta mediados de la década de 1980, como un símbolo particularmente prominente de la libertad, de hecho, mucho más allá de su papel político directo o su influencia directa y de aquellos del CNA en el interior del país.
El CNA no se convirtió en "tránsfuga" una vez en el poder, tal como algunas personas sostienen con nostalgia por los días de la lucha contra el apartheid: su valioso servicio a las clases dominantes fluía lógicamente, aunque a veces indirectamente, de su política. El CNA no era una organización revolucionaria de liberación nacional. Su política y programas nunca se basaron en la plena liberación para el pueblo de Sudáfrica: no se basó en el proletariado y los oprimidos para tomar el poder y liderar una verdadera revolución nacional democrática (o de nueva democracia), no se basó en romper con el férreo dominio del sistema imperialista y no se basó en una visión de un futuro comunista. Los revisionistas del Partido Comunista Sudafricano (PCSA), activos en la política, el liderazgo y la organización del CNA, estaban estrechamente conectados al bloque liderado por la Unión Soviética de los social-imperialistas durante décadas. Para ellos, el socialismo y la noción del "poder popular" significaban asumir el control y la reforma del viejo estado existente. Sin embargo, después del colapso de la Unión Soviética en el nuevo orden mundial unipolar, el CNA fue cortejado rápidamente del ala de la esfera revisionista soviética a la agenda neoliberal del imperialismo occidental y la democracia burguesa: un conjunto de derechos políticos formales y a la vez el reforzamiento de la propiedad capitalista y el sistema de producción. En otras palabras, en 1994 el CNA llevó a cabo más o menos el orden del día que siempre habían promovido, envuelto en una ligera cubierta de liberación nacional. Y esa es la razón por la que la burguesía en Sudáfrica y las potencias occidentales buscaron su complicidad.
La visión limitada del CNA en su Carta de la Libertad de 1955, que sigue siendo un punto de referencia hoy en día, se inspiró en las nociones de la igualdad burguesa clásica de la Constitución de los Estados Unidos. Asimismo, instó a la nacionalización parcial de algunas industrias y bancos y a compartir la tierra y la riqueza del país. El CNA promovió campañas masivas no violentas ocasionales, inspirado en Mahatma Gandhi (como aquellos contra las reglas de restricción de movimientos de los negros) y más tarde unas limitadas acciones armadas fueron organizadas fuera del país como una forma de presionar a los gobernantes del apartheid en lugar de movilizar a la gente a derrocarlos.
En un país donde los trabajadores negros fueron oprimidos en todas las esferas de la sociedad y se les pagaba una fracción del salario devengado por los blancos, el PCSA y el CNA promovían la "unidad de la clase obrera" entre los proletarios negros y los blancos más privilegiados que fueron una parte clave de la base social reaccionaria del régimen del apartheid. No fueron capaces de abordar con seriedad, y mucho menos resolver la cuestión central nacional, arraigada en la subyugación de los pueblos africanos a los colonos blancos, y sus repercusiones en curso, que junto con el problema fundamental del robo de tierras colonial y la libertad de la dominación extranjera (imperialista) estaban en el corazón de las demandas por la liberación nacional. Esta fue una de las razones por la que los nacionalistas revolucionarios del Congreso Panafricano se separaron del CNA en 1959 con un programa más radical. En la década de 1970 bajo la dirección de Steve Biko, el movimiento de conciencia negra surgió y jugó el papel decisivo en la famosa rebelión de Soweto en 1976, que desató una ola de levantamientos populares en los siguientes 15 años, con la participación de una serie de fuerzas políticas, desde los sindicatos a iniciativas en los municipios y las zonas rurales.
Inconformes con lo que consideraban la política vendida del CNA, en particular, las pequeñas ramificaciones más revolucionarias de estas corrientes (nacionalistas negras y panafricanistas) fueron influenciadas por la revolución china y las enseñanzas de Mao Tsetung y trataron de desafiar a todo el sistema, mientras que buscaban la teoría y el análisis revolucionarios como guía. En el panorama político de la década de los 1980, la liberación nacional y el derrocamiento del régimen del apartheid estaban en las mentes de cientos de miles de personas. Dentro y entre los movimientos anti-apartheid, los sindicatos y las escuelas y universidades, diferentes puntos de vista y programas radicales contendían sobre la forma de lograr un cambio revolucionario. Pero un verdadero partido revolucionario basado en una ideología científica con una línea y liderazgo comunistas por desgracia nunca se materializó en el transcurso de este auge de la lucha, por una serie de razones. Además del impacto de la represión, el asesinato oficial de los líderes que surgieron y que las fuerzas revolucionarias no se anclaron con suficiente firmeza en las contradicciones del sistema imperialista en su conjunto, así como la más alta comprensión ideológica de esos tiempos, no se puede subestimar el poderoso efecto de la clase dominante cuando puso un fin formal al apartheid y descarriló la lucha hacia el compromiso electoral.
1994: Las negociaciones para compartir el poder político dentro del viejo estado
La liberación de Mandela de la cárcel en 1990, junto con otros presos políticos y el levantamiento de la proscripción de numerosas organizaciones políticas fue un paso clave en el lanzamiento del proceso de negociaciones para las elecciones multipartidistas y los esfuerzos descomunales para incorporar a un gran sector del movimiento de liberación negra, incluyendo a muchos de sus intelectuales de mentalidad radical, en ese proceso. Mandela instó a las personas a dejar su lucha, a deponer las armas, a "enterrar el pasado, extender una mano". (Algunos ejemplos de colaboración de clase de Mandela aparecen en el principio de la película Invictus de 2009 de forma más o menos precisa, cuando trataba de vencer la desconfianza entre los empleados del CNA ante la posibilidad de compartir el estado con sus enemigos anteriores. Una escena en particular representa a Mandela recibiendo a los mismos oficiales de la rama de seguridad especial como su guardia personal, quienes habían cazado activamente y asesinado a los activistas anti-apartheid.)
Fuertemente financiado y asesorado desde Occidente, el CNA y sus organizaciones hermanas, los sindicatos y el PCSA se pusieron a comunicar el mensaje de que la lucha antagónica ya no era necesaria: Un camino electoral pacífico resolvería los problemas tremendos de Sudáfrica, si los negros (el CNA) se unieran al gobierno y trabajaran desde dentro para cambiar la naturaleza del Estado. Con el objetivo de ganar algunos asientos en las mesas del poder político tal como existían con un gran impulso de los sectores más liberales de la clase capitalista blanca directamente ligada al imperialismo y de los propios imperialistas, que estaban trabajando activamente para lograr una transición según términos favorables para su continuo dominio de Sudáfrica, el Congreso Nacional Africano de buena disposición se convirtió en un instrumento político de estas clases y los intereses a los que se habían opuesto al parecer por décadas. Para colmo, gran parte de la propia rendición completa del CNA a este plan tomó la forma de ser soldados en la batalla para desarmar políticamente y desmovilizar activamente a amplios sectores del movimiento contra el régimen en un punto muy crucial en la historia al tiempo que ayudaba a convencer a los líderes con los que tenía desacuerdos de larga data (sobre los cuales sus bases habían derramado sangre) a que participaran en el proyecto de las negociaciones.
Mandela y clérigos prominentes como Desmond Tutu marcaron el camino a estas "conversaciones sobre las conversaciones", tal como se llamaban. Dadas las fuertes tensiones sobre los diferentes programas y lucha contra la política no revolucionaria del CNA, naturalmente las disputas y recelos surgieron entre los distintos grupos de liberación participantes, incluido el CPA, AZAPO, grupos de izquierda disidentes del CNA, círculos trotskistas dentro y fuera del CNA y otros; algunos se retiraban temporalmente o argumentaban por "garantías" provisionales tal como una Asamblea Constituyente. Pero el "milagro" que la burguesía y sus aliados internacionales lograron fue el de llevar la mayor parte de estos líderes políticos negros a la misma tienda de compromiso. Si tuvieran éxito, los imperialistas norteamericanos estarían ansiosos de aplicar este modelo a otros estados conflictivos y a las antiguas colonias que era necesario estabilizar políticamente dado que los acuerdos posteriores a la Segunda Guerra Mundial cada vez se estaban volviendo más obsoletos. Un componente importante del modelo era el de construir una clase media, y clases más acomodadas negras, que tuvieran una participación material en el sistema y hacer un llamamiento a los que aspiraban a formar parte de la élite. A su vez éstos ayudarían a continuar a persuadir a la mayoría pobre de la población del país de que no era necesario derrocar al capitalismo, pero que debían "participar" en su desarrollo, lo que requería hacer las paces con los de arriba, tanto blancos como negros.
Otro de los grandes mitos acerca de la transición de Sudáfrica es que fue pacífica. El acuerdo negociado se cimentó en una combinación de conversaciones Y violencia. Cuando la prensa burguesa internacional canta que "se evitó una guerra civil", eso significa que no se dio ninguna "guerra racial" abierta entre los grupos blancos extremistas, los que fueron más o menos neutralizados e incorporados en el compromiso político, y las masas negras. En realidad, el mundo fue testigo de un muy sangriento proceso de transformación del apartheid en un gobierno político conjunto a principios de los 1990 en el que murieron más de 13 mil negros. La lucha abierta estalló en repetidas ocasiones o fue orquestada entre el CNA y otras organizaciones políticas y las derechistas nacionalistas zulúes del Partido de la Libertad Inkatha de Gatsha Buthelezi y sus fuerzas paramilitares, apoyados por la policía y las fuerzas de seguridad o por grupos blancos conservadores que amenazaban con desestabilizar las elecciones. Además, agudas contradicciones sobre de las diferencias políticas entre el Frente Democrático Unido moderado, el CNA y su base juvenil más rebelde, por un lado, y el AZAPO y otras agrupaciones políticas que eran parte o estaban alrededor de los movimientos de conciencia negra y el CPA, por otra parte, a menudo tomaron una forma violenta. En tercer lugar, la violencia del Estado para reprimir la creciente lucha del pueblo (interpretada desde la perspectiva de un futuro en la película de "ciencia ficción" Sector 9 como un ataque armado contra las masas de "bichos" extraterrestres) era de hecho una realidad cotidiana en los municipios y resultó en varias masacres después de 1990 de Bisho en el Ciskei a Sebokeng en Gauteng.
El camino del arco iris racial y la imaginaria armonía de clases sin movilizar al pueblo para deshacerse del estado existente y arrancar de raíz el sistema y relaciones subyacentes atrajo a muchas personas, especialmente a las clases medias entre los oprimidos: eso es un camino más fácil que una revolución. Pero el problema es, como la amarga experiencia de Sudáfrica de los recientes últimos 20 años ha demostrado una vez más, es completamente ilusorio, e imaginario.
En realidad, la sociedad es casi tan segregada como siempre, sin el andamiaje del apartheid legal en que se apoyaba. A pesar de una creciente y muy visible clase media negra, las desigualdades entre ricos y pobres en realidad han aumentado. Las nuevas libertades políticas, mayores que bajo el dominio blanco, se canalizan principalmente a presionar al CNA en el gobierno por más prestación de servicios y el ejercicio del voto para mantenerse en el poder. Hace veinte años, toda una generación estaba dispuesta a destrozar el lugar en pos de algo nuevo, diferente y verdaderamente liberador.
Al mismo tiempo, la experiencia de muchas personas les había enseñado a desconfiar de los resultados negociados y estaban (y siguen estando) amargamente enojados por haber sido arrastrados a este engaño, a traficar con la lucha revolucionaria de las masas en pos de la oportunidad de votar por un gobierno negro que, a pesar de sus promesas populistas, es de hecho regido por las necesidades y requerimientos del sistema capitalista imperialista mundial al que tales poses sirven. Las luchas continuaron dándose contra la traición del pueblo por parte del CNA, pero la marea gigante para convertirse en ciudadanos en una democracia liberal tuvo un efecto poderosamente debilitante, tal como se pretendía, lo que polarizó las cosas de una manera muy desfavorable para la revolución.
El programa de 1994 del CNA: el neoliberalismo y la igualdad burguesa promovidos con el populismo
El Estado después de las elecciones se componía de un Gobierno de Unidad Nacional entre el Partido Nacional encabezado por el presidente de antes de 1994, Frederick DeKlerk, y Nelson Mandela por el CNA desde 1994 a 1996. El líder del CNA, Thabo Mbeki fue elegido en 1999 y nuevamente en 2004. Sin embargo, una gran división en el partido se produjo después de que el congreso nacional del CNA sustituyó a Mbeki con Jacob Zuma como presidente de la organización a finales de 2007. En una acción sin precedentes, Mbeki dimitió a principios de la presidencia de Sudáfrica en septiembre de 2008 a causa de esta fricción entre facciones dentro del CNA y los cargos (más tarde anulados) de que había interferido con el proceso contra Zuma2, dejando un vacío hasta que Zuma ganó el puesto más alto en abril de 2009. Los partidarios de Mbeki formaron un nuevo partido llamado el Congreso de Pueblo (COPE) en diciembre de 2008, al que otros partidos de la oposición liberal sudafricanos dieron la bienvenida, ya que consideraban que debilitara el control electoral casi monopólico del CNA de los votantes negros.
A pesar de las diferencias políticas secundarias entre estos tres presidentes del CNA, que corresponden a opiniones divergentes dentro del partido sobre la mejor manera de llevar a cabo sus objetivos, el programa y enfoque básico común del CNA contribuyen a explicar cómo en un intenso período de agitación revolucionaria, el partido pudo dar la apariencia de credibilidad ante una población negra políticamente consciente y despierta que deseaba poner patas arriba al sistema que fue responsable de la opresión implacable y las duras injusticias del apartheid.
Cuatro características esenciales se destacan en la estrategia y la propaganda política3 del CNA:
En primer lugar, el atractivo de los derechos democráticos directos (dispensados por un gobierno negro) en una sociedad muy antidemocrática colonizada por colonos blancos. Esto incluyó la "igualdad ante la ley e la igualdad de protección" ante la ley para todos, la ausencia de la discriminación y la servidumbre y la plena dignidad y respeto como ciudadanos. La nueva Carta de Derechos elimina las innumerables restricciones de apartheid y otorga el derecho a votar, de reunión, de transitar libremente así como el derecho a la religión y de expresión política y así sucesivamente.
La Declaración de Derechos en sí es muy democrática en su contenido y es una base importante para cualquier sociedad en transición. Sin embargo, lanzada a través de la política del CNA, en verdad este atractivo refleja la reducción de los sueños de la gente por la liberación a la democracia formal al estilo occidental y las ilusiones de que los nuevos ciudadanos, como individuos, adquirirían poder político a través de las urnas. El gobierno sí fomentó un debate público sobre las cuestiones clave en muchas áreas, pero tendía a responder al disentimiento y a la protesta de una manera paternalista o con una orientación hacia los cauces (relacionados con el CNA) y organizaciones oficiales. El CNA subrayó constantemente la importancia de la participación de la gente a través de asambleas, conferencias y debates públicos en los procesos de reforma los que decidió esencialmente el estado recompuesto y esa participación sin duda no operó cambios estructurales importantes o transformaciones fundamentales. Y, al igual que en otras democracias liberales formales, esta libertad de expresión no permite ningún desafío serio a cómo se organiza la sociedad y qué clase detenta el poder político.
Como si fuera para subrayar este último punto, si bien un aspecto secundario suponía el aflojamiento de las garras de la represión policial contra los opositores políticos, los principales aparatos de seguridad del asesino sistema de apartheid sólo se han reorganizado ligeramente y los ex miembros de los distintos ejércitos de liberación tuvieron que renunciar a su pasado a cambio de recibir dinero de desmovilización o de integrarse en el ejército sudafricano reaccionario.
En segundo lugar, el CNA prometió cumplir con el desarrollo social milagroso a fin de atender las necesidades de la población negra desfavorecida y expectante, utilizando sus credenciales de la lucha por la liberación y su crítica al colonialismo y a los crímenes del apartheid. Estas promesas incluyeron el pleno empleo, la redistribución radical de la tierra dentro de unos pocos años, la educación, la sanidad, la electricidad, la seguridad alimentaria y la vivienda para todos, un importante programa de asistencia social y mucho más.
Esta fue una visión socialdemócrata, y sólo moderadamente redistributiva, y no una visión socialista. El CNA prometió luchar desde dentro de su posición en el estado conjunto por un programa de reformas sociales que correspondían a las ilusiones fomentadas por el propio CNA: que el sistema que heredó y presidió, guiado correctamente en favor de la gente de manera "humanitaria”, podría producir y entregar las cosas que la gente necesitaba y deseaba desesperadamente. Esta mentira esencial de que el sistema podría reformarse (y que se reformaría) en beneficio de los intereses de los "más pobres de los pobres", tal como el CNA solía decir en 1994, con una calidad liberadora de la vida y el cambio de las relaciones sociales entre las personas, se recicló en 2009 como el [mito del] "estado desarrollista4".
Esta ilusión se basó en una tercera y decisiva característica: que solo era necesario “reajustar” el actual entramado económico y el futuro crecimiento nacional que financiará el desarrollo social necesariamente dependía de una mayor integración en el sistema imperialista mundial, los mercados internacionales y la atracción de la inversión extranjera. Parte del atractivo demagógico, sobre todo para las clases medias aspirantes, incluía la aprobación de leyes antimonopolio, que dividirían los gigantes conglomerados de los blancos que dominaban la economía y ofrecería grandes oportunidades para los empresarios negros. La verdadera libertad para competir en un mercado verdaderamente libre, abierto a todas las razas.
El plan macroeconómico neoliberal puesto en práctica (llamado Crecimiento, Empleo y Redistribución o CER) se alejó de la poco competitiva centralización de la era del apartheid de las empresas estatales y se acercó al modelo de la liberalización más clásica y la producción para la exportación. Esto implicó liberar al capital para la especulación financiera y desregular la inversión, la privatización de los servicios públicos con la idea de estimular la creación de empresas de propiedad de negros, empleos y una base tributaria más grande. El CNA y los teóricos neoliberales no explican cómo esta acumulación de capital (y ganancias) podría lograrse sin intensificar las condiciones de superexplotación de las masas negras de Sudáfrica, la opresión nacional, el trabajo mal remunerado y las formas precapitalistas que quedan de la opresión. Muchas personas, sin embargo, entendieron que eran probable que su esencia del capitalismo parásito y de mercado no trajera los cambios sociales prometidos5 y el CER se convirtió en un punto clave de la protesta en los años siguientes, incluso dentro de la propia alianza política del CNA, en particular de parte de la confederación sindical, COSATU. Aunque criticaba a esta política, el PCSA nunca rompió filas sobre esta cuestión decisiva de la economía, y al contrario defendió su derecho a debatirla democráticamente bajo el liderazgo del CNA. Un buen grupo de grandes conglomerados siguen controlando la bolsa de valores nacional, mientras que se crearon sub-empresas y puestos de director y de gestión para los negros.
El cuarto aspecto era un llamamiento a la paz civil, la estabilización y la reconciliación nacional.
Traducido en la práctica, esto implicaba forjar una unidad reaccionaria con las clases burguesas y los imperialistas, contra las que las personas habían estado luchando valientemente durante tanto tiempo. Y en su centro, estaba estrechamente conectado con asfixiar y negar la importancia fundamental de la cuestión nacional que es objetivamente una importante falla sísmica en la sociedad sudafricana. Las estructuras y relaciones sociales muy podridas del apartheid que urgía tanto derrocar, efectivamente se construyeron y consagraron sobre la base de una brutal opresión nacional, profundamente arraigada en todos los aspectos de la estructura social. En lugar de arrancar de raíz las causas y fundamentos de esta opresión, el CNA ha pedido "la mejora de las relaciones raciales", eliminar la discriminación racial formal y especialmente el empoderamiento de los negros sin quitarles nada a los blancos, quienes aún viven en un mundo privilegiado y relativamente separado parecido al europeo. Los líderes del gobierno denuncian habitualmente las expresiones abiertas de la continuación de la supremacía blanca o remiten casos extremos a languidecer en los tribunales. A los negros, el CNA le dio el mensaje de que ahora el problema es la desigualdad económica, por lo que deben "tener paciencia, ustedes obtendrán lo suyo", "después de todo, los cambios tardan mucho tiempo dado nuestro pasado", y "ahora que estamos en el poder, el problema colonial es historia".
Después de que más de 20.000 personas y grupos dieron testimonio de la violencia que sufrieron bajo el apartheid ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación establecida en 1995, recibieron un indulto los pocos autores de estos delitos provenientes de la policía y el estado que ofrecieron confesar. El pueblo no veía con buenos ojos ni este intento de imponer la reconciliación ni el intento de equiparar la violencia de los oprimidos con la violencia del opresor, lo que representó otra píldora muy amarga que el estado al mando del CNA con vergüenza y ganas metió por la garganta de la población negra en nombre de la paz civil y "seguir adelante".
El "empoderamiento" y el enriquecimiento de unos pocos...
¿20 años de libertad? Eso depende a quién le pregunte. Si se pregunta en las ciudades y el campo de Sudáfrica, es probable escuchar, "bueno, tenemos la libertad de votar, pero poco ha cambiado para nosotros bajo un gobierno negro, estamos cansados de esperar"; sorprendentemente, en 2009, muchos añadían: "Yo he votado dos veces y yo ni siquiera sé si voy a molestarme en votar esta vez, pues ¿de qué sirve?"
Mandela y DeKlerk fueron recompensados con un premio Nobel de la paz conjunto en 1993 y de su unión política de varios años, aunque lejos de ser armoniosa, logran su objetivo de gobierno conjunto para estabilizar el país en lo político, por lo menos temporalmente. Las políticas macroeconómicas neoliberales puestas en vigor bajo su mandato al principio pudieron mejorar el crecimiento lento, que desde entonces ha disminuido considerablemente. La financiarización de la economía les ha dado a los pocos ricos que negocian en la Bolsa de Valores de Johannesburgo nuevos alientos y el fortalecimiento del rand, la moneda de Sudáfrica. El esquema de Empoderamiento Económico Negro creada para promover el espíritu empresarial negro ha formado con éxito una pequeña clase de gente obscenamente rica, que se han convertido en accionistas de las compañías más grandes, así como directores generales en algunos casos, u ofertas garantizadas a través de contactos políticos con los peces gordos del CNA. Y muchos líderes del CNA mismos no se han molestado en ocultar su condición de "nuevos ricos", al acudir a los mítines en Mercedez-Benz y la última moda. Además, previamente suprimida bajo el apartheid, una clase media urbana negra mucho más grande ha surgido en Sudáfrica, llenando una demanda de profesionales, directivos, ingenieros en informática y técnicos así como numerosos minoristas.
Sin embargo, el panorama principal muestra una brecha mucho mayor entre ricos y pobres en los últimos 20 años, dándole a Sudáfrica uno de los índices de desigualdad más altos del mundo en la actualidad. Los sectores más pobres de la mayoría negra, cuya posición mejoró inicialmente en algunos puntos porcentuales, se han empobrecido. El número de sudafricanos que viven con 1 dólar al día aumentó más del doble entre 1996 y 2005 y más de un tercio de la población vive ahora con menos de 2 dólares por día. En las zonas rurales (del 40 al 45% de la población), más del 70% de los hogares negros viven en la pobreza real, más de la mitad de los cuales están dirigidos por mujeres. Aunque algunas personas con acceso a tierras pueden sembrar algunos de sus propios alimentos, en especial el cultivo básico de maíz, la vida basada en la tierra en el campo la ha abatido un siglo del monopolio de los blanco sobre las tierras de cultivo, que la reforma agraria después de 1994 ha hecho muy poco para cambiar. Además, si bien un nuevo salario mínimo se introdujo hace varios años, no se aplica en gran parte en muchas zonas agropecuarias comerciales de los blancos, donde a menudo las opresivas relaciones sociales precapitalistas combinadas con los salarios más bajos de Sudáfrica todavía prevalecen.
Para contrarrestar la creciente pobreza, el gobierno ha ampliado en gran medida su sistema de asistencia social en los últimos años y casi una cuarta parte de los sudafricanos reciben algún tipo de subvención, en particular en la forma de protección de la infancia. Ha mejorado la vivienda, electricidad y servicios en los últimos 20 años, pero la privatización de muchos servicios públicos ha hecho que muchas personas no los puedan pagar. La celebración de la Copa del Mundo ha requerido enormes desembolsos para construir las instalaciones deportivas e infraestructuras necesarias.
Otro gran problema es el empleo. Más de un millón de empleos se han perdido en los últimos diez años bajo el gobierno del CNA, en particular en la minería y la manufactura. El índice del desempleo oficial está en un 22%, unas cifras dan cuenta de un 40% y los estudios lo han puesto en casi un 70% en el campo. Una parte de estas diferencias proviene del hecho de que el índice no cuenta secciones de la enorme economía informal en Sudáfrica, por ejemplo, el gran número de pequeños vendedores ambulantes que venden una pequeña pila de cebolla o plátanos pasados de maduros en la calle, por lo común en todo el tercer mundo. Cada año, el gobierno del CNA establece nuevos objetivos para la creación de puestos de trabajo.
La situación social de Sudáfrica ha mejorado poco. La segregación profundamente arraigada implica que las escuelas, el transporte y la vivienda, al igual que todas las esferas de la sociedad, siguen siendo en su mayor parte física y racialmente separados por barrio, ciudad, aunque unas pocas zonas mixtas de las clases media y media alta se han desarrollado en los alrededores de las grandes ciudades como Johannesburgo. Menos de un quinto de la población puede permitirse planes médicos y servicios de salud del sector privado, por lo que la demanda de asistencia sanitaria gratuita para todos que ha estado en la agenda desde 1994 es algo central. Unos 5.7 millones de personas tienen el VIH/SIDA y en 2007 casi mil personas murieron al día por ello, y la política de Mbeki de prohibir los medicamentos antirretrovirales en las instituciones de salud pública, sin duda, ha hecho subir esas cifras.
Con pocas excepciones, los blancos conducen sus propios coches y no se mezclan con los millones de residentes en los municipios negros que viajan largas distancias entre el hogar y el empleo en la ciudad en taxis-furgonetas colectivos ilegales. Han reclasificado oficialmente las escuelas y se han eliminado algunas tarifas, pero persisten las antiguas divisiones entre las buenas escuelas blancas (ahora mixtas) y aquellas en los municipios negros y en las zonas pobres del campo. Las antiguas universidades blancas elites cuentan con mayor integración pero a menudo los estudiantes negros no pueden pagar sus estadios más allá del primer año o dos.
La delincuencia es una preocupación constante ya que Sudáfrica tiene un índice de homicidios y violaciones de entre los más altos del mundo. Los adinerados vecindarios blancos y mixtos están cada vez más aislados del mundo de afuera tras rejas cerradas. En frente de cada casa con su césped y árboles con flores en las zonas de la clase media, se sienta en una silla un guardia de seguridad privado. Además —y esto le llama mucho la atención al visitante extranjero— casi todas las casas privadas individuales en esas zonas están rodeadas de altos muros. El alambre de púas, el símbolo del apartheid —para impedir la entrada de personas negras—, todavía se ve en todas partes. En realidad, la mayoría de la delincuencia victima a los pobres, y los angostos laberintos de los callejones con poca iluminación por la noche en los barrios pobres son una pesadilla para las mujeres. La respuesta del CNA no ha sido la de movilizar al pueblo para cambiar las condiciones subyacentes, pero la de perseguir a los delincuentes comunes. La revista estadounidense Time, la que recientemente puso a Zuma en la portada, se refiere con aprobación a lo que comúnmente se ve como su política de “disparar-para-matar”.
Puesto que “el milagro del arco iris democrático” ha intensificado la pobreza y las diferencias de clase y puesto que la supremacía blanca no ha desaparecido, se han brotado regularmente luchas sobre una amplia gama de cuestiones sociales. Por lo general se toleran estas protestas, y el CNA ha renovado su populismo para amortiguar la frustración política dirigida contra el sistema y para desviar las críticas de sí mismo, de aquellos que presiden ese sistema, y hacia los problemas del suministro de los servicios que requieren “más tiempo y dinero”. Aunque por mucho tiempo estaban renuentes a criticar a “los camaradas” del CNA, algunos movimientos sociales activos en Sudáfrica han estado desafiando durante la última década las políticas del CNA y su voluntad política para realizar los cambios que están exigiendo. Por ejemplo, las protestas han incluido disturbios por los precios de los alimentos, luchas sobre medidores eléctricos pagados de antemano en los barrios pobres y sobre la vivienda de parte de los que viven en chozas en Durban, así como protestas sobre el desempleo, la lentitud de la reforma agraria, junto con una racha de huelgas sobre los salarios, incluidas aquellas de los trabajadores del sector público e incluso de los sindicatos pro-CNA. Las universidades estallaron en 2008 debido al vil incidente racista en la Universidad Free State en que los estudiantes blancos orinaron sobre la comida que sirvieron a los empleados de limpieza negros en su residencia estudiantil6.
Aunque más del 50% de la población vive en la pobreza en Sudáfrica, todavía es el país “más rico” del continente y atrae a una gran cantidad de inmigrantes. La crisis de vivienda urbana y el desempleo generalizado además han prendido las expresiones más feas de la contradicciones en el seno del pueblo tales como los ataques xenofóbicos de mayo de 2008 que resultaron en 62 muertos, renovados a una escala menor en varias partes del país desde ese entonces, en que los habitantes de los barrios pobres (junto con alguna actividad organizada de pandillas) singularizaron y atacaron a los zimbabuenses, nigerianos, malauíes y otros extranjeros que vivían en Sudáfrica, algo que polarizó a las masas de forma muy negativa, en lugar de dirigir la furia contra el sistema y el gobierno del CNA, el cual no dudó en mandar vehículos militares y tropas para mantener el orden, lo que trajo recuerdos de las escenas de la represión policial brutal bajo el apartheid. Los agricultores blancos han participado también en la cacería anti-inmigrante, alternando entre “emplear” a los zimbabuenses que habían cruzado la frontera en busca de trabajo y literalmente correrlos hasta Zimbabue con patrullas armadas privadas y perros.
Reina el patriarcado…
La prensa se ha centrado en los titulares sobre la poligamia “no digna de un presidente” de Zuma y su aparente incapacidad para dominar su libido. El CNA le dijo hace poco que “mantuviera cerrada la cremallera” y que pidiera disculpas en público por procrear a su decimonoveno hijo, esta vez con la hija del presidente del comité organizador local de la Copa del Mundo (quien Zuma luego consintió en hacer su cuarta esposa en un matrimonio de costumbre). En la estela de su escisión con las fuerzas de Mbeki en el partido sobre las acusaciones de corrupción y la rivalidad política, Zuma ha tratado de avivar la popularidad del CNA resucitando el nacionalismo zulú y reafirmando sus propios orígenes humildes mientras denuncia al nuevo partido de la escisión, el COPE, como “un club de hombres ricos”. Los partidarios de Zuma se visten de camisetas bravuconas con el lema “Soy 100% zulú” para recalcar el hecho de que la base social de Mandela y Mbeki, el grupo étnico del idioma xhosa, ya no está a cargo. La descarada defensa por parte de Zuma a las tradiciones patriarcales reaccionarias y a la violación como “obligaciones culturales zulúes”, sin embargo, es en realidad solamente una forma diferente del patriarcado y del tribalismo característicos de Mandela y su línea “real” o la “defensa” paternalista por parte de Mbeki al conocimiento y cultura africanos mientras que impide que las mujeres embarazadas que están contagiadas del VIH/SIDA tengan acceso a los medicamentos anti-retrovirales7. (Además, tal como se puede esperar en vista de su nivel cultural, los todavía vociferantes supremacistas blancos responden atacando con los más feos epítetos raciales al comportamiento de Zuma para con las mujeres.)
Zuma se presenta a sí mismo como “un hombre del pueblo” que conoce la pobreza y no necesita el acento inglés refinado de Mbeki ni las licenciaturas en Derecho extranjeras para cumplir con lo que el pueblo necesita. Invoca constantemente a “los camaradas” y a las credenciales del CNA durante la lucha contra el apartheid, pero acto seguido no tiene reparos en atraer a los inversionistas extranjeros o pedir la restauración de la pena de muerte. La prensa burguesa británica ha expresado confianza en que su populismo de izquierda es meramente “palabrería” y a la vez se puede confiar en que Mbeki persiga políticas “económicas conservadoras” y que gobierna “desde la derecha”.
Las relaciones de Sudáfrica con los imperialistas no carecen de contradicciones, pero en general ha ganado su aprobación, hasta ha obtenido representación en el G20. El papel del CNA como bombero político va de la mano con su posición dirigente como organizador del desarrollo dominado por el imperialismo en el continente, con un peso particular en el subcontinente del sur de África.
Construir un movimiento revolucionario
La clase dominante de Sudáfrica ha podido realizar cambios notables del sistema de apartheid dentro de los límites estrechos de una democracia burguesa truncada construida sobre un sistema económico en que la mayoría de la población está congelada en el fondo mientras se enriquece una pequeña capa social en la población negra. Aunque los puntales de este sistema opresor y agobiante son básicamente los mismos, una configuración política diferente lo preside hoy con la aseveración pretenciosa de que han “construido los cimientos de una nueva sociedad consagrando los derechos humanos y democráticos básicos de todo el mundo en la constitución del país” (Manifiesto Electoral de 2009 del CNA).
Según se informa, con frecuencia se ha modificado en las paredes de las ciudades, el lema electoral de 2009 del partido, “Trabajando juntos podemos hacer más”, con adiciones como “desalojos”, “explotación” y “corrupción”.
Sudáfrica está por reventarse debido a las contradicciones sociales que el capitalismo no puede resolver y nunca resolverá. Se necesita la revolución tanto como siempre, así como una línea y organización comunistas para dirigirla, movilizando los factores favorables para el desarrollo de un movimiento revolucionario consecuente. A pesar de los efectos sofocantes negativos del populismo del CNA y la seducción de la esperanza de beneficiarse de los frutos muy selectos del capitalismo y a pesar de agudización de las divisiones en el enorme número de personas para quienes esos frutos están vedados más o menos de forma permanente, también existen muchos factores positivos. La sociedad está sumamente polarizada en términos raciales y sociales y está extremadamente politizada con una constante contienda de puntos de vista y la irrupción de muchas formas de lucha. Todo eso está vinculado con una poderosa y amarga historia de lucha contra el apartheid, en la que participó un gran sector de las generaciones mayores en la lucha por la liberación nacional, muchos de los cuales están completamente decepcionados con el CNA. Junto con la cuestión no resuelta de la tierra la que ha demostrado claramente el peso del control de la minoría blanca sobre las tierras de cultivo todavía en vigor a 15 años de que se introdujo la reforma agraria y la cuestión nacional todavía generalizada y explosiva, el actual funcionamiento del sistema capitalista sigue pulverizando a la mayoría negra y ofreciendo poco futuro a las nuevas generaciones. Dejados a la espontaneidad, estos factores continuarán obligando a la gente a luchar, pero en la actual llave de cuello reformista del CNA, estas luchas llevarán a poco más que presionar al gobierno para dar más beneficios sociales y servicios, tal como ya está prometiendo. Sin embargo, mucha gente añora algo completamente distinto — la liberación y la nueva sociedad que no ha conseguido. Y las nuevas generaciones se están enfrentando a obstáculos similares a los anteriores, con la resucitación de los puntos de vista nacionalistas con diversos grados de combatividad para tratar de solucionar los dilemas planteados por los 20 años en que el CNA lleva demostrando que su política e ideología no tienen nada que ver con la auténtica liberación.
Para aquellos que tienen ojos para ver, desde hace mucho tiempo que se ha esfumado la máscara sobre la social democracia del CNA. En un mundo cuyos emperadores afirman que esta meta engañosa es la más elevada a la que podemos aspirar, aquellos que desean acelerar el cambio revolucionario tienen que hacer las preguntas difíciles: ¿Qué clase de proceso revolucionario se necesita para arrancar de raíz y transformar completamente las viejas así como las “modernas” relaciones sociales opresivas? ¿Cómo está vinculada la liberación nacional con una visión de ir más allá a fin de crear una sociedad totalmente diferente, que no se base en las relaciones coloniales ni capitalistas dependientes del imperialismo y fuertemente moldeadas por el mismo. Un punto de partida para reconstruir un movimiento revolucionario.
1. Según el periódico británico Guardian (02-09-2008), su sucesor Thabo Mbeki también se reunía en secreto en el exilio con el gobierno del PN al menos desde 1986. [regresa]
2. Mbeki despidió a Zuma como presidente adjunto a mediados de 2005, el que estaba estrechamente relacionado con cargos de fraude y corrupción derivados de un acuerdo de $5 mil millones de armas con los franceses. Presuntamente recibió miles de dólares en sobornos, por lo que su asesor financiero fue encarcelado en 2005. Los fiscales finalmente abandonaron el caso en abril de 2009, dos semanas antes de la votación. [regresa]
3. Ver el Programa para la Reconstrucción y Desarrollo de 1994 del CNA y su Manifiesto Electoral de 2009. [regresa]
4. Un ejemplo del discurso de doble sentido en el Manifiesto Electoral de 2009: "Debemos asegurarnos de que los mandatos de las instituciones financieras de desarrollo sean clara y verdaderamente desarrollistas y que sus programas contribuyan a resultados de trabajo digno, el logro de nuestras necesidades de desarrollo y los medios de vida sostenibles". [regresa]
5. Otros aspectos del programa de la CNA, como la marcadamente mezquina reforma agraria basada en un mercado, tampoco lograron pacificar a la población negra y siguen prendiendo las tensiones sociales, el tema de otro artículo. [regresa]
6. En aras de “reconciliación en un campus dividido”, la rectoría les permitió a los estudiantes blancos reanudar sus estudios al otro año. [regresa]
7. Aunque en el mundo se presenta a Mbeki como si se opusiera a la ciencia de manera simplista, su negativa a responder en serio a la crisis del SIDA en rápido ascenso en Sudáfrica (con las consecuencias desastrosas y 600.000 muertes en 2006) se basaba en su posición moral en contra de lo que llamaba “el apartheid global”; se opuso a representar a los africanos como víctimas ignorantes de una enfermedad occidental, obligados a comprar medicamentos caros al Occidente, y argumentó que el SIDA estaba relacionado con la pobreza y no sus orígenes virales. [regresa]
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