Marchas y protestas el 5 de abril por todo Estados Unidos exigen:
"Dos millones, demasiadas —
¡Ni una deportación más!"
14 de abril de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us
El 5 de abril, miles de manifestantes en más de 50 ciudades celebraron marchas, mítines, ruedas de prensa y vigilias: lanzaron huelgas de hambre y más; declararon “Dos millones, demasiadas”; y exigieron “¡Ni una deportación más!”
Se programó este día para el Día Nacional de Acción —convocado por la Red Nacional para Organizar a Jornaleros (NDLON), junto con muchas otras organizaciones de derechos para el inmigrante, líderes religiosos y otros— para coincidir con el día cuando las deportaciones bajo los seis años del mandato de Obama llegaran a dos millones. Esta cifra, la que equivale a 1.100 deportaciones al día, no solamente constituye un récord; es más que todas las personas que Estados Unidos había deportado antes de 1997.
Las cifras implican la vida devastada de millones de inmigrantes, un número récord de madres y padres separados de sus hijos, todo lo que nos hace recordar el tratamiento de los esclavos durante los años de la esclavitud. Las personas que han tenido que venirse a Estados Unidos debido a la devastación de sus tierras natales causada por la economía global dominada por Estados Unidos, cuyo trabajo rompe-lomo en condiciones peligrosas y nocivas ha contribuido a sentar las bases del país más rico del mundo, son víctimas de la satanización y tienen que vivir a las sombras, en la mira de una cacería y hostigamiento con una diana sobre la espalda. Millones de personas viven el temor constante de la detención y la deportación por una frontera a causa de una multa de tránsito o una lata abierta de cerveza.
En Arizona, los manifestantes caminaron casi 100 kilómetros durante tres días de Phoenix a Elroy, donde más de 100 personas se reunieron en frente del centro de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE), en el que encierran a los inmigrantes que aguardan la deportación. Muchos manifestantes tenían parientes en el centro de detención, entre ellos una mujer cuyo hijo ha estado internado por casi tres años y otra mujer que fue arrestada en su centro de trabajo y fue internada dos meses antes de salir en libertad.
En San Francisco el 4 de abril, una protesta y mitin “paralizó el centro de San Francisco” (según el San Francisco Bay Guardian). Hubo 23 arrestos cuando los manifestantes se sentaron en el cruce de las calles Sutter y Montgomery. Entre los arrestados había estudiantes indocumentados y el clero de la Coalición Interreligiosa por los Derechos de los Inmigrantes.
En el Centro de Detención del Noroeste, Tacoma, Washington. Los manifestantes marcharon y se congregaron, entre ellos veintenas de hijos, esposas y madres de los seres queridos adentro quienes habían sostenido una huelga de hambre de unas semanas contra las condiciones insoportables. (Lea más sobre esta huelga de hambre en el llamamiento de Carl Dix “Inmigrantes detenidos inician una huelga de hambre: A apoyar a los detenidos que se están arriesgando la vida”.)
En Connecticut, unas familias que luchaban contra la deportación organizaron una caravana de carros que pasó por once ciudades, como New Haven, y sostuvieron mítines para exigir un alto a la deportación.
Según informes, en Washington, D.C. 250 manifestantes marcharon a un parque al lado de la Casa Blanca, con pancartas que tachaban a Obama de “Deportador en jefe” y anunciaban una presencia constante e indefinida en frente de la Casa Blanca.
También se celebraron manifestaciones en la Ciudad de Nueva York; Newark, Nueva Jersey; Chicago; Los Ángeles; el Condado de Orange, California; San Diego; Nueva Orleáns; Atlanta; Nashville; Birmingham; y muchos otros lugares.
Durante los meses antes del Día Nacional de Acción el 5 de abril, la campaña “#Not1More Deportation” [Ni 1 deportación más] intensificaba su resistencia a las deportaciones, llevando a cabo actos de desobediencia civil y utilizando nuevas formas audaces y valientes, tales como:
- Una huelga de hambre de 15 días en Phoenix protestó por la detención de larga duración. Terminó a principios de marzo cuando era necesario hospitalizar a algunos huelguistas.
- Unos activistas en Phoenix y Tucson, Arizona se encadenaron a un centro de detención del ICE y a unos autobuses que transportaban a las personas deportadas; se celebraron actos similares en Chicago, San Francisco y Fairfax, Virginia.
- Unos jóvenes activistas indocumentados quienes habían sido deportados o habían tomado la decisión de salir de Estados Unidos por su cuenta, han estado poniendo a prueba las leyes migratorias con solicitudes de asilo en masa.
- Algunos jóvenes indocumentados se han entregado a las autoridades con el fin de pasar un tiempo en los centros de detención para inmigrantes, por ejemplo, uno en El Paso en noviembre de 2014 y otro cerca de Detroit, con el fin de documentar los casos de los internos que podrían ser elegibles para la libertad.
- Durante la huelga de hambre de los presos en el Centro de Detención del Noroeste en Tacoma, los manifestantes se encadenaron y se sentaron para bloquear el camino en frente del centro.
Los manifestantes, con los jóvenes y estudiantes especialmente al frente, demostraban gran valor al proclamar en público su estatus de indocumentados, y así corrían el riesgo de la deportación, en una batalla para poner fin a todas las deportaciones. Y al hacerlo, están llamando la atención sobre el costo humano de este nivel masivo y continuo de deportaciones para lo que se calcula son 11 millones de inmigrantes indocumentados o más en Estados Unidos. Su lucha reclama el apoyo y participación activa de las personas en todas partes que están hartas de la manera en que este sistema trata a aquellos cuyo único “crimen” es el de huir de países donde la penetración imperialista ha distorsionado y en muchos casos ha arruinado las economías y las sociedades y de cruzar la frontera sin documentos oficiales, en busca de trabajo para la supervivencia de sí mismos y de sus familias.
Además, se da este auge de protestas en un momento en el que los inmigrantes detenidos, en el estado de Washington, Arizona, Illinois, California, Virginia y Texas, han emprendido huelgas de hambre contra las bárbaras condiciones en las que están mantenidos, para exigir que Obama firme una orden ejecutiva para poner fin a las deportaciones hasta que se reorganice el sistema migratorio estadounidense. (Lea el citado artículo “A apoyar a los detenidos que se están arriesgando la vida”.)
El costo humano
Para muchos jóvenes que tomaron parte en las acciones del 5 de abril, esta fue la primera protesta en que habían participado. En el mitin de Los Ángeles, tres estudiantes de secundaria contaron sus propias historias a Revolución. Uno explicó que cómo era que a la edad de 14 años, en un lapso de tres meses deportaron a su madre y luego a su padre, ambos por infracciones de tránsito. Dijo que su hermana de 17 años de edad tuvo que abandonar la escuela y conseguir un trabajo para mantener a él, a sí misma y a su hermano menor. Desde entonces los tres han estado manteniéndose a flote en un pequeño apartamento tipo estudio. Dijo: “Siento que no quiero que nadie tenga la misma experiencia, especialmente un joven. En verdad, la separación de la familia es algo horrible”. Otro dijo que deportaron a su abuelo de 67 años de edad, el que había vivido en Estados Unidos desde que tenía 16 años, al Perú donde no tenía ningún medio para mantenerse a sí mismo. Y el tercero habló de la deportación de su tía y el efecto sobre sus primos. (Lea "Estudiantes de secundaria denuncian las masivas deportaciones: "No es justo, no es correcto... está mal" para las voces de estos jovenes.)
Al compartir sus experiencias un creciente número de personas, han salido un chorro de estas historias. El New York Times describió hace poco la escena en Painesville, Ohio donde decenas de familias inmigrantes se reúnen con periodicidad para hablar de formas de ayudar a los seres queridos que se enfrentan a la deportación o que ya fueron deportados. “Cuentan las historias con tanta rapidez, que al parecer todos comparten el mismo arco narrativo general: una o un inmigrante maneja su carro por la calle y se pasa un semáforo en rojo o amarillo, el policía le pide su carné de conducir, el CIE detiene bajo su custodia a la o el inmigrante, los hijos se sacuden por la incertidumbre”.
Pero la situación es aún peor: en Painesville, los padres de cinco personas fueron deportados, y luego dos de estos murieron en el desierto de Arizona al tratar de volver a sus familias. Tenemos la historia de Arlette Rocha, una niña de 11 años de edad, quien en abril de 2010 fue encontrada ahorcada en su casa en Ashtabula, Ohio; se había suicidado. Hacía ocho meses su padre fue deportado a México, su madre tenía que comenzar un trabajo de noche; y Arlette quedó sola para cuidar a sus tres hermanos menores.
Al escuchar estas historias, conmociona la crueldad y la intolerabilidad de todo eso. De modo sistemático, las personas son víctimas del vilipendio, la criminalización y el sometimiento a la flagrante violación de derechos legales básicos como el debido proceso. Viven bajo el constante temor de la deportación y una constante vulnerabilidad a la explotación más vil. Al mismo tiempo, al resto de la población se le insta a ignorar lo que pasa, se les dice a las personas que sigan ocupándose de sus cosas o incluso se les insta a exigir más de esto y cosas peores bajo el lema de “defender el estilo de vida estadounidense” o “la seguridad nacional”.
En la película en inglés Habla BA: ¡REVOLUCIÓN — NADA MENOS!, Bob Avakian describe la experiencia de la separación de las familias de inmigrantes, del terror de los niños al volver de la escuela y al encontrar la casa vacía, al oír luego que sus padres habían sido deportados a un país que estos niños jamás había visitado ni conocen. Y dice que eso trae recuerdos de los días de la esclavitud del pueblo negro. Los amos de los esclavos no tenían ningún respeto para la humanidad de los esclavos ni para sus familias. De manera repetida, vendían los niñitos a otros amos con la resultante separación de sus padres, en otras partes del Sur, debido a la mayor rentabilidad de su compraventa. Las lágrimas de las madres y padres no les importaron un comino.
Ni 1 deportación más
Este costo humano es lo que impulsa la campaña “#Not1More Deportation”, la que pide que Obama ponga fin a todas las deportaciones, que ponga fin al programa de deportación “Comunidades Seguras” y que el ICE deje de aplicar todas las órdenes de retención de inmigrantes (holds). Comunidades Seguras, que se inició en 2008, requiere que los policías de los estados, condados y municipalidades sirvan de apéndices del ICE en la aplicación de las leyes migratorias y que inmediatamente le den a éste las huellas digitales de toda persona que detengan bajo custodia. Por lo tanto, el ICE puede dictar una orden de retención, la que quiere decir que, sea lo que sea el motivo para la detención inicial, por ejemplo una infracción de tránsito menor, o ningún motivo legítimo, pueden ordenar que mantengan a un inmigrante bajo custodia hasta que el ICE lleve al mismo a un centro de deportación para aguardar la deportación. Bajo Obama y (de ahí) bajo la jefa del Departamento de Seguridad Interna, Janet Napolitano, el programa Comunidades Seguras ya ha integrado de modo sistemático a las fuerzas del orden público de todo nivel en Estados Unidos en un sistema de monitoreo sobre los inmigrantes.
Obama se ha defendido contra estas denuncias afirmando que sus políticas de deportación son más “humanas”; que su gobierno sólo persigue “a los criminales, pandilleros, personas que están perjudicando a la comunidad, y no a los estudiantes, no a las personas que están en Estados Unidos solamente para buscar una forma de dar de comer a la familia”.
Aunque fuera cierto, en la situación en Estados Unidos de hoy, con el terror y vilipendio generalizados contra los inmigrantes, esta situación equivaldría a que los nazis dijeran: “No estamos deteniendo en redadas a todos los judíos, pero solamente a los malos”. Pero eso no es cierto. En un artículo del 6 de abril de 2014, el New York Times informó que un análisis suyo de los registros internos gubernamentales muestra que “desde que el presidente Obama asumió su mando, dos terceras partes de los casi dos millones de casos de deportación tenían que ver con las personas que habían cometido infracciones menores, por ejemplo infracciones de tránsito, o que no tenían ningún antecedente criminal en absoluto”. En contraste, los registros mostraron que solamente “el 20% —o unos 394.000— de los casos tenían que ver con las personas condenadas de crímenes mayores, incluidos los delitos relacionados con la droga”.
El análisis del New York Times revela que las deportaciones de inmigrantes cuyo delito más serio era una infracción de tránsito se cuadruplicaron de 43.000 por año en los últimos cinco años del mandato de Bush, a 193.000 por año durante los primeros cinco años de Obama. Y durante el mismo período, el número de personas deportadas por una condena de haber entrado a Estados Unidos o haber vuelto a entrar a Estados Unidos sin papeles se triplicó bajo Obama, a más de 188.000.
Érase una vez común que las autoridades detuvieran a las personas detenidas al cruzar la frontera sin papeles y las deportaran al otro lado de la línea de modo informal, sin cargos. Hoy, han reemplazado a esa práctica con acusaciones ante una corte federal para casi toda persona detenida al entrar o al volver a entrar a Estados Unidos. En 2005 el Departamento de Seguridad Interna y el Departamento de Justicia iniciaron el programa “Operación Streamline” [Agilizar] para establecer zonas para la aplicación de las leyes migratorias con “cero tolerancia” a lo largo de la frontera Estados Unidos y México. Este programa ha conducido a tantos procesos legales migratorios que el “reingreso ilegal” ya es el cargo federal más común en los tribunales.
“Operación Streamline” ha creado un sistema de procesos legales de vía rápida y de vistas en grupo en que en menos de un día, hasta 80 inmigrantes indocumentados pueden pasar de la detención a la condena y una sentencia de hasta seis meses de encierro. Un juez federal ve hasta 80 casos, del principio al fin, cada día. Los defensores públicos pueden representar a decenas de defendidos al mismo tiempo y hablan con cada uno por sólo unos pocos minutos antes de su comparecencia ante la corte. Lo que esta situación implica es que el inmigrante que intente volver a entrar a Estados Unidos irá a dar a la cárcel. Un abogado defensor y activista sobre la inmigración en Tucson dijo: “Esto me escandaliza… Este programa pone en peligro nuestro sistema de justicia” (Washington Post, 10 de febrero de 2014).
Crece el enojo
Se ha gestado la demanda de poner fin a las deportaciones en parte por un creciente sentido de frustración y traición porque desde 2008 han dicho Obama y los demócratas , y aquellos que se aferran a la ilusión, que es posible conseguir algo bueno al trabajar por medio de esos cauces; que es posible una “Reforma migratoria integral”; que ésta permitiría que las personas que llevan un tiempo viviendo y trabajando en Estados Unidos obtengan el estatus legal y que les ofrecería un camino a la ciudadanía; y que lisa y llanamente habrían de despreocuparse y no hacer nada que dificultara que Obama negociara —es decir, conciliara y se acomodara— con el sector más reaccionario del Partido Republicano.
Con el paso de los años, la frustración se ha convertido en ira y un aumento de la presión, porque por ningún lado está a la vista ningún remedio para estas condiciones insoportables por el que Obama prometía luchar. In 2012, Obama dictó la Orden Ejecutiva que aplazara la deportación de algunos inmigrantes indocumentados cuyos padres los trajeron de niños a Estados Unidos. Pero estos jóvenes siguen viviendo bajo el temor constante de llegar a casa y encontrar que sus padres u otros familiares o amigos hayan sido detenidos y deportados. Hoy, están luchando por un remedio sustancial y serio para los indocumentados en general. Creen que sus demandas son razonables y justas; que es necesario suspender para todos los inmigrantes indocumentados la amenaza de la deportación, tal como ocurrió en su caso; y que la prometida “reforma migratoria integral” ofrezca un camino a la ciudadanía.
El New York Times citó al director ejecutivo del Centro para el Cambio Comunitario: “Suponíamos que un presidente demócrata quien quería hacer avanzar la reforma migratoria no promoviera una estrategia de deportar a las personas quienes pretendía legalizar. Esa era una suposición completamente equivocada. Y hay mucha ira por eso”.
Estamos presenciando la intensificación de contradicciones en torno a un asunto sumamente volátil, y fundamental para la conservación de la cohesión de Estados Unidos y para el cual los gobernantes de Estados Unidos no tienen ninguna solución. Importantes figuras de ambos lados del debate reconocen la potencial volatilidad y peligro para todo el sistema político y económico del capitalismo-imperialismo de Estados Unidos, de no reformar las leyes y políticas federales para manejar a los inmigrantes y controlar las fronteras de Estados Unidos. Pero el que este sistema necesite tanto a esta población sumamente aprovechable hace que continúe su presencia esencial en Estados Unidos.
Como escribió Revolución en mayo de 2013, al describir la legislación federal propuesta por un grupo de republicanos y demócratas de peso en el Congreso y respaldada por Obama, este proyecto de ley “no tiene nada que ver con reformar la situación de opresión en beneficio de la gente. Al contrario, es una parte integral de una mayor aceleración de la militarización brutal de la frontera entre Estados Unidos y México y la instauración de una inscripción y de ataques altamente represivos contra millones de inmigrantes en Estados Unidos, con el fin de controlar y explotar con mayor eficiencia a un sector de la población que la clase dominante de este sistema capitalista imperialista necesita pero que también teme, todo bajo al pretexto de facilitarles un ‘camino a la ciudadanía’” (“Nuevo proyecto de ley migratoria: Un salto ominoso de la represión y la resistencia que se necesita”).
Y son cualitativamente peores los “Estándares para la reforma migratoria” que los republicanos de la Cámara de Representantes publicaron para coincidir con el discurso de Obama sobre el Estado de la Nación a finales de enero de 2014.
Mientras tanto, el creciente terror que viven más de 11 millones de personas en esta situación en Estados Unidos, junto con el creciente ambiente de racismo y odio hacia los inmigrantes que están azuzando los movimientos como el Partido del Té, con el respaldo de un sector importante de la clase dominante, están generando una polarización que podría irrumpir de formas diversas e impredecibles.
Da inspiración ver a los inmigrantes que están alzando la voz y poniéndose de pie de una manera tan valiente. Y es nuestra responsabilidad tomar partido con ellos. En esta situación, son sumamente importantes las acciones de todos aquellos que se preocupen por la justicia básica y la humanidad y sobre cuál futuro nacerá. El creciente movimiento en apoyo a la demanda de poner fin a las deportaciones merece el apoyo de todos; se trata de una demanda justa y una lucha justa, en que mucho está en juego. Para parafrasear al conjunto Neville Brothers: “Allá abajo está nuestra sangre”.
“¡Todos somos ilegales!”
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