En memoria de Yuri Kochiyama, 1921-2014
La justicia en su corazón… por toda la vida

Actualizado 11 de junio de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us

 

(Arriba) Yuri Kochiyama (inferior izquierda) con sus dos hermanos y su madre en un campo de concentración en Jerome, Arizona, 1943. Foto: Cortesía de Yuri Kochiyama

Yuri Kochiyama hablando a estudiantes en una universidad en California. Foto: Cortesía de Yuri Kochiyama

Día Nacional de Protesta para Parar la Brutalidad Policial, la Represión y la Criminalización de una Generación, 22 de octubre de 1998, Ciudad de Nueva York. Foto: Especial para Revolución

El 1º de junio, Yuri Nakahara Kochiyama murió a la edad de 93. Yuri fue una férrea y elocuente luchadora contra la opresión y la injusticia, y se derraman las lágrimas por todo el mundo porque tanta gente la amó durante varias generaciones — no solamente en los movimientos y luchas progresistas y radicales aquí “en las entrañas de la bestia” (como le gustaba decir), sino en todos los continentes.

La historia de su vida es legendaria, tomando lugar en paralelo con la enorme turbulencia y cambios sociales de la segunda mitad del siglo 20, y constituye un testimonio de la fuerza poderosa de los movimientos de liberación de esos tiempos. A finales de sus años ochenta, Yuri dijo, “Ojalá me hubiera abierto los ojos a la verdadera naturaleza de este país, y la necesidad de ponerse de pie y luchar contra ella, ¡antes de que entrara en mis años cuarenta! Pero al menos cuando se me mostró la verdadera situación —del pueblo negro, y los pueblos indígenas, y los presos, y todos los otros oprimidos— yo estaba capaz de sumar 2 y 2 y reconocer que tenía que unirme al movimiento y empezar a luchar”. Durante el próximo medio siglo, ella eligió una vida intrépida y apasionada que se centró en un amor para con el pueblo y una energía infatigable en la lucha contra la opresión.

La vida de Yuri demuestra que una persona puede en cualquier momento llegar a una puerta y encontrarse obligada a pasar por ella para tomar parte en transformar el mundo — y al hacerlo, transformarse a sí misma. Solemos hablar de los años 60 como un tiempo en que millones de jóvenes se despertaron a la resistencia y para muchos a la revolución. Pero Yuri tenía 40 y pico años cuando estallaron los 60.

Vivía en Harlem con su esposo Bill y seis hijos, participando en las luchas de la comunidad y de los derechos civiles. Formó una amistad profunda con Malcolm X, y éste le inspiró a hacer suya la causa de la liberación negra — llevándola más allá de los principios de la integración y la desobediencia civil no violenta en que ella creía, hasta adoptar las ideas y la práctica de la autodeterminación y autodefensa para el pueblo negro y otros pueblos oprimidos. Es posible que Yuri sea más conocida por la foto en la revista Life en la que, segundos después de que Malcolm X fue baleado, acariciaba la cabeza de Malcolm en su regazo mientras él yacía en el piso moribundo. Pero Yuri les dijo una vez a unos amigos: “Sí, resultó que yo estaba presente cuando asesinaron a Malcolm. Pero quisiera que más personas entendieran cuánto le debo a él por su amistad y su dirección, que a mí y a muchos otros nos dio un verdadero conocimiento del sistema racista y una manera de luchar contra el mismo. Los líderes como él son muy, muy valiosos”.

Yuri también tenía estrechas relaciones con muchos otros líderes nacionalistas revolucionarios, entre ellos Robert F. Williams (quien regaló a Yuri su primer Libro Rojo de las citas de Mao Zedong) y independentistas puertorriqueños (en cuya causa Yuri participó en la ocupación de la Estatua de la Libertad en 1977).

Durante décadas, Yuri se dedicaba a la causa de los presos políticos. Los defendía como hermanos y hermanas que no deben ser olvidados, encarcelados por su compromiso a las luchas que amenazaban al sistema y/o su asociación con luchas radicales y revolucionarias.

Cuando Yuri hablaba de sus décadas de batallas legales y correspondencia con docenas de presos políticos, a veces indicaba la importancia de “forjar conexiones”. Se refería a su propia vida como un ejemplo del hecho de que simplemente ser maltratado por el sistema no, por sí solo, impele a una persona a luchar contra ese abuso o el sistema que lo causa. En 1942 durante la Segunda Guerra Mundial, Yuri había sido una joven patriótica que creía en el Sueño Americano rojo-blanco-y-azul. Entonces se encontró entre los 120.000 japoneses y japonés-americanos encerrados en los campos de concentración. Por la simple razón de ser japonés, acorralaron a las personas y los trasladaron por fuerza de la Costa Occidental, obligándolas a dejar atrás casas, tierra y propiedad, y las mantenían cautivas en diez campos por todo EE.UU. durante tres años. Ser encarceladas fue un choque. Yuri, como tantos japoneses en EE.UU., no podía comprender esta injusticia inmensa y racista en el país que consideraba suyo. Su familia estaba en un campo en Jerome, Arkansas, y allí en el Sur de la segregación Jim Crow ella empezó a ver los paralelos entre la vida del pueblo negro y el tratamiento a los japoneses en Estados Unidos.

Luego, Yuri dijo que esa experiencia le dio una conexión tanto histórica como visceral para poder ver la importancia de defender a los presos políticos que el gobierno estadounidense ha detenido por asociaciones y/o actividades políticas que el sistema consideraba como una amenaza o como subversivas. “No puedo sino dar mucha importancia a esto [los presos políticos], porque nunca se me puedo olvidar lo que nosotros, las personas de descendencia japonesa, experimentamos durante la Segunda Guerra Mundial por la histeria, aislamiento y la absoluta falta de apoyo…. Sí, nosotros también éramos presos políticos…”. (Heartbeat of Struggle: The Revolutionary Life of Yuri Kochiyama," de Diane C. Fujino)

El primer caso político-legal en que Yuri trabajó fue lo de Mae Mallory, una estrecha socia de Robert F. Williams, el líder nacionalista revolucionario a principios de los años 60 que abogó por la autodefensa armada por parte del pueblo negro. Habían levantado cargos falsos contra tanto Williams como Mallory. Desde entonces, la causa de los presos políticos en EE.UU., en especial aquellos relacionados con los movimientos de liberación de los años 60 y 70, fue el trabajo más sentido de Yuri. Intercambió cartas personales con presos políticos, escribió artículos sobre ellos, les visitó, y mantenía contacto con muchos de sus abogados y simpatizantes. Algunos de estos presos políticos fueron bien conocidos —Mumia Abu-Jamal, Leonard Peltier y docenas de líderes encarcelados del Partido Pantera Negra y la República de Nueva Áfrika— así como otros menos conocidos.

Yuri era resuelta y valiente al aprender y emprender nuevas cosas. Se unió a la lucha contra la guerra de Vietnam, apoyó a las luchas de liberación nacional en todo el mundo y fue parte de la lucha contra la opresión nacional en Estados Unidos, la que incluía al movimiento que surgió entre los estudiantes y jóvenes asiático-americanos. A la edad de ochenta y tantos años, Yuri seguía trabajando como maestra, camarada y mentora para las nuevas generaciones de jóvenes de todas las nacionalidades. Hay niños de por lo menos tres generaciones ya a quienes les pusieron el nombre de Yuri; los raperos han escrito canciones acerca de ella; una universidad nombró un centro estudiantil en su honor.

Un profundo sentido de misión forjó e impelió la perspectiva y filosofía central de Yuri. En una entrevista con Revolución (entonces el Obrero Revolucionario), cuando le preguntó a ella qué diría a los que estaban parte de las varias luchas y trataban de decidir dónde encajaban y cómo hacer avanzar la lucha, Yuri dijo, “Creo que parte de la misión sería luchar contra el racismo y la polarización, aprender de las luchas de otros, pero además entender las luchas de liberación nacional”. Sostenía posiciones de principio, uniendo a todos los que consideraba que luchaban en serio contra la opresión así como en su propia búsqueda de la manera de conseguir la justicia en el mundo. Y en ese espíritu se abrió el corazón y mente a aquellos que sostenían otras visiones acerca de la cuestión de qué se necesitará para alcanzar la total liberación del pueblo negro y otros oprimidos en Estados Unidos y en el mundo.

Siempre recordaremos el ferviente reclamo y la infatigable pasión de Yuri por la verdadera justicia. Siempre apreciaremos y aprenderemos de su gran corazón y su resuelto rechazo a tolerar o callarse ante la opresión. Y siempre recordaremos, amaremos y honraremos “la conexión” en que insistía sinceramente y que vivía sin reservas Yuri Kochiyama, la conexión entre amar al pueblo y los oprimidos — y nunca, jamás, hacer las paces con el sistema.

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