Carta de un/a lector/a:
El ébola y la bancarrota moral del capitalismo
1° de septiembre de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us
Estimado Revolución:
He estado siguiendo las noticias del horrible brote del virus ébola en África, y quería compartir algunas breves reflexiones sobre la forma en que a este contagio se le está enfrentando e informando en el Occidente.
Al menos 1.500 personas en África Occidental han sufrido muertes terribles y atroces a causa del virus ébola en el último par de meses. Los funcionarios de salud dicen que el número real es probablemente mucho mayor. Una declaración reciente de la Organización Mundial de la Salud dijo: “En algunas partes de Liberia, se ha producido un brote de ébola como nunca antes visto. Tan pronto como se abre un nuevo establecimiento de tratamiento, se llena inmediatamente de pacientes, muchos de ellos no identificados previamente. Este fenómeno indica fuertemente la existencia de una gran cantidad invisible de pacientes no detectados por el sistema de vigilancia”.
Las personas en las zonas afectadas por el virus se han visto azotadas por la represión feroz alimentada por la desenfrenada desinformación sobre el ébola. Se utiliza el hecho de que el ébola es contagioso como pretexto para enviar tropas armadas para asaltar los vastos barrios pobres, disparando y golpeando a la gente, y levantando barricadas para encerrarla. Estos métodos son similares a los de la era del oscurantismo en Europa, cuando la religión basada en la ignorancia estaba casi generalizada y no existía ningún conocimiento científico del tratamiento de enfermedades contagiosas.
El brote del ébola ha sido mortífero y devastador, y está ocasionando enormes crisis médicas, sociales y políticas en varios países. Tiene el potencial para llegar a ser una catástrofe global de alcance sin precedentes. Lejos de ser un “desastre médico que no se podía prevenir”, el brote de ébola ha sacada a la luz crimen tras crimen cometidos contra el pueblo por el sistema del capitalismo-imperialismo.
Los Horrores del Ébola
Este virus debe su nombre al río Ébola en África central, donde se descubrió por primera vez en 1976. Los brotes se han producido repetidamente casi todos los años desde entonces, causando la muerte a cientos de personas. Las personas afectadas de ébola padecen fiebre alta y diarrea y, en cuestión de días, sangran violentamente por todos los orificios del cuerpo, incluyendo los ojos, oídos y nariz. Hasta el 90 por ciento de las personas con ébola mueren. Los expertos médicos creen que el ébola se transmite por contacto directo con la sangre u otros fluidos corporales de las personas y de los animales infectados. Los cadáveres de las personas que murieron de ébola todavía contienen el virus y de estos se puede proliferar.
Los brotes anteriores de ébola ocurrieron en áreas rurales relativamente aisladas. Las autoridades médicas y políticas eran capaces de contenerlos un poco. El brote actual es el primero en las zonas densamente pobladas a lo largo de la costa occidental africana. Y es el brote más extendido y complejo hasta la fecha.
El ébola se ha encontrado en la población de Lagos, Nigeria — la ciudad más grande de África, un área urbana con una población calculada en unos 20 millones de personas. Muchas personas han muerto por el ébola en West Point, un barrio pobre de Monrovia, capital de Liberia. Ahora todo el distrito se ha puesto en cuarentena militar, y los soldados de Liberia han atacado con saña a la gente tratando de abandonar el lugar. La revista National Geographic informó que más de un millón de personas en las zonas rurales de Sierra Leona, Guinea y Liberia han sido completamente aisladas y privadas del acceso a alimentos y suministros por los bloqueos militares. Un médico del grupo “Médicos Sin Fronteras” describió la situación en Monrovia como “catastrófica” y “en caída libre”.
Un puñado de médicos y personal médico heroicos y valientes han luchado para controlar la propagación del ébola y para dar tratamiento médico a las personas infectadas. Muchas de estas personas han muerto. Sheik Umar Khan, el médico que dirigió los esfuerzos para contener el ébola en Sierra Leona, murió a finales de agosto, una semana después de que se hizo público el hecho de que se había infectado con el virus. Un médico que trabajaba con el Dr. Khan dijo que su muerte fue “una pérdida grande e irreparable para Sierra Leona ya que fue el único especialista del país en las fiebres hemorrágicas virales.”
Pero las medidas que los gobiernos imperialistas occidentales han adoptado para aliviar esta espantosa crisis han sido débiles y han tenido el objetivo de protegerse a sí mismos. El brote solamente atrajo la verdadera atención en el Occidente cuando surgió la preocupación de que el virus se extendiera fuera de África. Administraron a dos estadounidenses infectados que estaban asociados con los ministerios cristianos en África dosis de un medicamento experimental y caro llamado ZMapp, el que fue “secretamente transportado a sus camas en Monrovia” por los esfuerzos del ministro cristiano, la empresa farmacéutica que fabricó ZMapp y el gobierno de EE.UU. Cuando los dos se habían estabilizado los trasladaron a Estados Unidos y les observaron muy de cerca los niveles de electrolitos y la capacidad de coagulación de la sangre hasta que los declararon curados del ébola.
Pero no hay tal vigilancia, ni mucho menos tratamiento, para los de África occidental que van a los centros de tratamiento. Estas personas reciben solamente una prueba —para detectar el virus del ébola— antes de morir o recuperarse.
La bancarrota moral del capitalismo
Las causas de la rápida y desenfrenada propagación de este virus mortal en las enormes barrios urbanos y las extensas zonas rurales, y las acciones que efectuaron (y no efectuaron) los países imperialistas europeos y estadounidenses que dominan al África occidental y las empresas farmacéuticas en estos países, todas indican una verdad básica. El sistema global de capitalismo-imperialismo es responsable de forma muy directa de esta crisis espantosa.
La distribución de los servicios médicos, el personal, los recursos y la investigación médicos es grotescamente desigual en un mundo dominado por el capitalismo-imperialismo. Los enormes recursos productivos controlados por los países imperialistas, y la mayoría de la investigación médica que se realiza en el mundo de hoy, se benefician y enriquecen a un puñado de personas. Miles de millones de dólares que financian la investigación médica se destinan al desarrollo de tratamientos para enfermedades y condiciones que afectan principalmente a las personas relativamente acomodadas en los países imperialistas; mientras que las enfermedades y condiciones que existen principalmente en las vastas y empobrecidas regiones oprimidas de Asia, África y América Latina se quedan en gran medida descontroladas, poco investigadas, y sin los fondos suficientes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que “las enfermedades tropicales desatendidas” como el dengue afectan a más de mil millones de personas en el mundo y causan la muerte de hasta 500.000 al año. Un estudio comisionado por la OMS encontró que entre 1974 y 2004, de los 1.500 nuevos medicamentos que se pusieron a disposición del mundo, sólo 10 se dirigieron a estas enfermedades tropicales.
Una expresión de este “delito de omisión”: desde que se descubrió el letal virus de ébola en 1976, no se ha aprobado ningún fármaco para el tratamiento de la enfermedad, y se ha realizado poca investigación. John Ashton, presidente de la Facultad de Salud Pública del Reino Unido en Londres, describió esta situación como una indicación de “la bancarrota moral del capitalismo funcionando en la ausencia de un marco ético y social”.
Un artículo en la revista New Yorker sobre el aspecto económico de la investigación sobre el ébola declaró sin rodeos que “las enfermedades que afectan principalmente a las personas pobres de los países pobres no son una prioridad de investigación, porque es poco probable que esos mercados resulten en ganancias”. Las dosis de ZMapp administradas a los dos estadounidenses en Liberia pueden haber sido las únicas dosis existentes en el mundo. Además, se argumenta que, aunque existiera la medicación, sería demasiado cara para aplicarla a una población tan enorme.
Sin embargo se utilizan a los africanos, y las personas de Asia y América Latina, en la experimentación para desarrollar nuevos medicamentos para el uso en el Occidente. Harriet Washington, autora del importante libro “Medical Apartheid” [Apartheid Médico], dijo en una entrevista reciente que el 40 por ciento de las pruebas clínicas de nuevos medicamentos se llevan a cabo en “el mundo en desarrollo”. Ella dijo que las compañías farmacéuticas “van al mundo en desarrollo no porque quieren hacer que los medicamentos sean disponibles para la gente de allí, sino porque la prueba es más barata y más rápida, y el tiempo representa el dinero en la prueba”.
Washington agregó: “Yo siempre digo que aunque se consideran a los africanos como gente pobre y se habla de su incapacidad para pagar los medicamentos, en realidad somos nosotros los que les debemos a ellos. Ellos hacen posibles estos medicamentos. Hacen posibles el desarrollo de estos medicamentos. Luego, no tienen acceso a los mismos. Así que en realidad estamos en deuda con ellos. Si tenemos que pagar una gran cantidad de dinero para ellos tengan acceso a las drogas para el ébola, eso es lo que debemos hacer, no sólo desde el punto de vista ético, sino también desde un punto de vista económico. Constituiría la justicia económica”.
El virus de ébola se propaga rápidamente, sin control, y de manera impredecible en los enormes barrios urbanos y en las grandes pero densamente pobladas zonas rurales. Los servicios sanitarios, el alcantarillado y las instalaciones para el tratamiento del agua son deficientes o inexistentes para decenas de millones de personas en estas condiciones. Aún más raras están las instalaciones médicas adecuadas, y la mayoría de estas están prácticamente inaccesibles para la gente pobre; la proporción de médicos a la población general es 100 veces mayor en EE.UU. que en el África occidental.
Los colonialistas occidentales saquearon a los países africanos como Liberia y Nigeria, y durante más de un siglo lo ha hecho el capitalismo-imperialismo. Grandes cantidades de riqueza han fluido a los bancos y las instituciones financieras europeos y estadounidenses debido a los recursos ricos y la mano de obra de las masas populares en África, pero los africanos siguen estando sin aún las más básicas necesidades de la vida, como el agua pura. Se ha desarrollado un escenario infernal en el que los gobiernos de Liberia, Sierra Leona, Guinea y Nigeria, dominados por los imperialistas occidentales, han impuesto, por medio de acciones militares y policiales brutalmente represivas, cuarentenas y toques de queda a la gente atrapada en los barrios pobres infestados de enfermedades.
Durante las últimas décadas las medidas de austeridad impuestas por los imperialistas, las que han destruido o socavado gran parte de las economías agrícolas tradicionales de los países de África y en otros lugares, han provocado la mayor migración rural-urbana en la historia del mundo. Desplazamientos masivos de población del campo a los improvisados barrios urbanos que carecen de las necesidades básicas como la vivienda y el agua puro en ciudades como Lagos y Monrovia han creado las condiciones propicias para los brotes masivos de ébola y otras enfermedades mortales.
La aceleración del cambio climático también podría ser un factor en este desastroso brote de ébola. El Washington Post informó que un estudio de 2002 indicó que “los cambios repentinos de condiciones secas a lluviosas se relacionaron con los brotes del ébola de 1994-1996 en la África tropical.... A medida que el mundo se calienta, se prevé un aumento en las precipitaciones extremas... aquellas áreas que ven aumentas en la variabilidad de las precipitaciones —con cambios bruscos de períodos extremadamente húmedos a extremadamente secos— estarían más vulnerables a los brotes de ébola”.
La enfermedad y la muerte son inevitables. Y aunque la revolución llegara a suceder en todo el mundo mañana, el desarraigar el legado de la dominación imperialista del mundo y sus grotescas desigualdades asesinas tomaría mucho tiempo. Pero habría una distribución mucho más generalizada de las instalaciones médicas, y una comprensión de la higiene esencial. Habría el conocimiento y los materiales para poder crear las condiciones de esterilidad para las personas con enfermedades contagiosas, y los métodos para proteger a los no afectados. En los casos en que fuera necesario el aislamiento médico, sería consciente y tan voluntario como sea posible. No significaría dejar a las personas solitas y sin cuidado mientras se mueren; sería respetuoso y cariñoso, no punitivo y represivo.
Y, aunque no se conoce mucho acerca del ébola —sus orígenes, exactamente cómo se transmite, cómo se trata—, esto no es igual a decir que es imposible de conocer. La investigación médica y las campañas de educación en masa aumentarían el conocimiento de la gente sobre el virus, y desarrollarían enfoques conscientes para su prevención y tratamiento que las masas populares acojan y desarrollen aún más.
Eso señala otro hecho básico de este brote, que las cosas no tienen que estar así — donde disparan a la gente, les lanzan gases lacrimógenos y los atrapan en barrios pobres infestados de enfermedades cuando comience una epidemia: donde un puñado de personas reciben tratamiento, mientras miles de otros sufren una muerte espantosa; donde la investigación sobre las enfermedades como la malaria y la tuberculosis, las que les causan la muerte a más de dos millones de personas al año, principalmente en Asia, África y América Latina, recibe una fracción de la investigación sobre los medicamentos que se usarían en EE.UU. y Europa.
Se podría movilizar a las masas populares, y se podría juntar su activismo consciente para contener la enfermedad y curar a los afligidos con la experiencia médica de los profesionales que no son motivados por las ganancias, sino por servir a la humanidad. Millones de personas podrían ser parte de los esfuerzos para establecer ambientes de vida y de trabajo saludables y sanitarios en lugar de los barrios miserables. Miles y decenas de miles de personas podrían aprender habilidades médicas básicas — como los famosos “doctores descalzos” en la China revolucionaria, mientras en China también se esforzaron para enseñar a más personas con los niveles mayores de la medicina. La investigación y los esfuerzos médicos y científicos podrían ser dirigidos a la tarea de curar las enfermedades de decenas de millones de personas.
Existe un obstáculo — el sistema del capitalismo-imperialismo. No podría llegar demasiado pronto una revolución con el fin de llevar a la mayor cantidad de la humanidad como sea posible a un lugar completamente diferente.
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