Un llamado a los profesores:

No tenemos que acostumbrarnos a la opresión — Un mes de resistencia contra el nuevo Jim Crow

22 de septiembre de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Revolución/revcom.us recibió este llamado:

De un profesor de secundaria en el Área de la Bahía

Durante los últimos años, he enseñado sobre el nuevo Jim Crow y he invitado a los estudiantes a participar en protestas políticas en contra de la brutalidad policial. He cuestionado la sabiduría convencional de que el capitalismo es lo mejor que la humanidad puede lograr, y he compartido con mis estudiantes mis ideas sobre la revolución y el comunismo. Me han dicho repetidamente que debería “tener cuidado” de no meter mi política personal en las clases. Que debería ser “más equilibrado” respecto a cuáles puntos de vista y análisis comparto con los estudiantes. Que en realidad no debería dejar a los estudiantes con un “punto de vista negativa” sobre lo que es Estados Unidos. Esas afirmaciones, y otras similares, argumentan en esencia que “no es tu lugar tomar una postura moral en tu papel de educador” y, en su expresión peor, “acostúmbrate al mundo en que vivimos; nada va a cambiar, así que no les forja ilusiones.” 

No. Rechazo acostumbrarme a este sistema y quiero retar a todos las y los profesores que piensan de la misma manera a dar el paso de actuar conmigo. Nuestra responsabilidad es enseñar la verdad — y cuando la verdad es que vivimos en un sistema que brutaliza y criminaliza sistemáticamente a los jóvenes negros y latinos (ni hablar de todas las maneras en que denigra a la mujer, destruye el medio ambiente, etc.) tenemos la responsabilidad de tomar una postura moral.  

Pienso muchas veces en qué tipo de profesor habría sido si hubiera vivido durante los horrores de la segregación Jim Crow. Si supiera que había un sistema de leyes codificadas que relegaban a los negros a una condición de menos de plenos seres humanos. Si supiera con qué saña la policía atacaba y encerraba a las personas —los jóvenes en particular— que se atrevían a luchar por su dignidad. Si hubiera visto los cañones de agua... el gas lacrimógeno... los perros de ataque. ¿Qué tipo de lecciones hubiera dado para responder a todo eso?

Quisiera pensar que me hubiera sentido obligado —sin reparo, sin disculpas— a llevar a mis estudiantes a participar en una lucha decidida por la justicia. Porque ése era el lado correcto de la historia. Quisiera pensar que me hubiera preocupado menos por la posibilidad de disgustar a algunos padres, administradores y colegas, y más por ofrecer a mis estudiantes unas efectivas formas de luchar para PARAR el terror que era el Jim Crow. Que me hubiera preocupado menos por enseñar el programa de estudios “aprobado”, y más por cómo hacer que los estudiantes captaran que la opresión se basaba en este sistema capitalista y que las cosas no tenían que ser así. Que me hubiera preocupado menos por fingir presentar un abstracto “equilibrio” de puntos de vista en la clase (¿y cómo se habría hecho eso? ¡¿Dando legitimidad a las defensas abiertamente racistas del Jim Crow?!), y más por cómo movilizar a los estudiantes más avanzados y más conscientes de modo que éstos hicieran que los demás rompieran con el conformismo en el que han sido adoctrinados o con su creencia en que las cosas no podían cambiar fundamentalmente. Que me hubiera arriesgado mucho, hasta usar mi propio cuerpo para defender lo correcto. 

Si es fácil mirar el pasado e imaginar que hubiéramos desafiado justamente el “viejo” Jim Crow –– ¿por qué no tomar la misma postura a ultranza hoy? Utilizo eso como un barómetro moral para evaluar mi propio papel como educador en estos momentos y espero que otros hagan lo mismo — porque ahora mismo, aunque las formas han cambiado, la saña y la naturaleza sistémica de la opresión siguen siendo las mismas. No acepto estar en el lado incorrecto de la historia ni simplemente quedarme al margen cuando se está dando una batalla encarnizada por el futuro. 

Unas 2.2 millones de personas, principalmente negros y latinos, están almacenadas en las prisiones de Estados Unidos. Miles de ellas sufren la tortura del aislamiento solitario de largo plazo. Nuestro sistema judicial ha codificado la criminalización de una generación entera de nuestros jóvenes, limitándolos a un cauce escuela-a-prisión. La policía asesina a balazos a los jóvenes negros y latinos como si fuera una epidemia. Y cuando las personas van más allá de simplemente llamar la atención al problema, y oponen una resistencia desafiante, como la que siguen oponiendo los jóvenes de Ferguson, todo el peso de la fuerza armada del estado les cae encima. Los perros han vuelto a andar sueltos en las calles. 

La rebelión que vimos en Ferguson ha aumentado las apuestas. Ha inspirado a millones de personas y ha creado nuevas esperanzas para los que sueñan con un día en que los jóvenes negros y latinos puedan caminar libremente, sin una diana en la espalda. Hay que defender y extender esta resistencia. Si en verdad vamos a vencer esta locura, se requerirán las acciones decididas y masivas de millones de personas —la unidad entre un abanico de sectores sociales y puntos de vista— que no estén dispuestos a “calmarse” o “dejar que funcione el sistema”. 

La Red Parar la Encarcelación en Masa, iniciada por los luchadores por la liberación de larga trayectoria Cornel West y Carl Dix, se formó para cumplir con una gran necesidad y realizar una férrea lucha para PARAR la brutalidad de la Encarcelación en Masa y el Nuevo New Jim Crow.  Les pido unirse a mí — en unirse a este movimiento importante. Dejen que sus estudiantes sepan de esto y encuentren las formas de desatar su justa indignación contra todo lo que les está cayendo encima. El 22 de octubre tiene que ser un día en que decenas de miles de personas —los jóvenes en particular— levanten la frente para decir “NO MÁS.” En que nos juntemos y amplifiquemos el trabajo de cada quien, mediante el arte, la música y la protesta política, para hacer que octubre sea un mes que en realidad empiece a cambiar el rumbo de esta situación. 

Habrá polémica y habrá lucha, pero tenemos una responsabilidad como educadores de mirar la realidad de frente. Confrontarla. Enseñarla. Y ser para nuestros estudiantes un modelo de rechazo al conformismo con el mundo tal como es, y de la voluntad de abordar ideas y movimientos que no aceptan el capitalismo y la democracia como el pináculo del desarrollo humano. No podemos ni deberíamos querer proteger a los jóvenes de la dura realidad que están viviendo. Y tenemos que defender a los que se atreven a ponerse de pie, entrarle y luchar contra su opresión. El cambio nunca se ha logrado sin darle un sacudido al status quo, y eso sigue siendo el caso hoy. Hagámoslo.

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